La violencia es la expresión trágica de necesidades no satisfechas.
En ocasiones los conflictos se enquistan porque no hemos sabido ver lo que la otra persona necesita.
Cuando esto ocurre, el otro se enfada o llega a tener comportamientos
agresivos aunque no sepa el por qué. Sencillamente, deja de hablarnos,
nos grita o actúa con cualquier otra respuesta que tenga en su catálogo
habitual. En esos momentos, si decimos “no te enfades” conseguimos lo
contrario, que el otro aún se cabree más. Por tanto, reconducir un
conflicto requiere un modo diferente de comunicación. Así lo comprobó Marshall B. Rosenberg
después de trabajar en situaciones realmente complicadas durante los
años 60 en el sur de Estados Unidos. Allí reinaba la segregación racial y
los actos de violencia estaban a la orden del día. Este psicólogo
desarrolló una metodología denominada Comunicación No Violenta (CNV),
que le permitió acercar posiciones y reducir la agresividad de ambos
bandos. Y dicha metodología podemos aplicarla en nuestro día a día
cuando nos enfrentamos a una discusión o a un conflicto.
La CNV parte del supuesto de que el enfado, la agresividad o
la violencia, en último extremo, son expresiones de la desesperación o
de la impotencia de alguien ante una necesidad no atendida. Por
ello, una comunicación efectiva ha de ver más allá de las palabras, de
los hechos o de las emociones (aunque algunas nos saquen de quicio). Ha
de reparar en las necesidades de fondo que existen y que no están
satisfechas, para conseguir una conexión sincera con el otro y con uno
mismo. Y eso es lo que propone la CNV, a través de cuatro fases.
La primera fase consiste en observar la situación sin juicio, tanto lo que ocurre fuera como lo que se nos mueve dentro.
Una conversación reparadora comenzaría con una exposición sin
valoración. No consiste en frases que le hagan al otro sacar el escudo
defensivo como, por ejemplo: “trabajas demasiado”, “eres un desastre” o
“te enfadas con cualquier tontería”. La idea es comenzar con algo que no
se puede cuestionar, como: “cuando te hablo de algo importante para mí y
coges el móvil para consultar tu correo…”. Si ha pasado, no se puede
negar.
Lea el artículo completo en:
El País (España)
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26 de marzo de 2018
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