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14 de noviembre de 2012

Diario de a bordo de un hígado estresado

Los excesos nunca fueron buenos y en el caso de nuestro cuerpo menos. Por propia voluntad y sin ninguna base racional nos atiborramos de comida y luego hacemos dietas depurativas a base de líquidos, o derivados azucarados, que privan al cuerpo de nutrientes incluso más de una semana. La finalidad de este comportamiento es supuestamente depurar el organismo, y sobre todo el hígado, de las sobrecargas de nutrientes y toxinas que le embutimos. Pero, ¿es realmente necesario someter de vez en cuando al cuerpo a una limpieza general como a nuestra casa?
Tras varios días sondeando en Internet sólo encontré artículos de dietas depurativas y limpieza hepática en páginas de pseudociencias y de timonutrición (si ellos inventan nombres, ¿por qué yo no?).
Leyendo esas páginas lo único que conseguí fue enfadarme, ya que toda la información que recopilé, carece de uniformidad de criterios; los autores lanzan teorías de forma espontánea como si se las hubieran recibido por inspiración divina y recomiendan técnicas y tratamientos cada cual más esotérico, que parecen más propios de la película “El exorcista” que de una terapia curativa.
Estaba a punto de abandonarlo todo y pasar del tema, cuando recibo en mi correo eléctrónico un mensaje un tanto misterioso, remitido por un tal “Hepato-burnout”. Dudé entre abrirlo o enviarlo directamente a la papelera. Me decidí por lo primero aún a sabiendas de que arriesgaba mi ordenador (en el mundo virtual pasa lo mismo que en el mundo real, no puedes abrirle las puertas a extraños, so pena de que te trasquilen). No sé si fue el nombre lo que me llamó la atención o fue mi desidia por haber pasado toda la tarde leyendo páginas de pseudociencias, lo que al final me llevó a abrirlo. Al comenzar a leerlo me sentí igual que si tuviera en mis manos una botella traída por las olas de allende los mares, con un mensaje dentro de algún náufrago que me contaba sus desdichas:

Mensaje: 
Mi nombre es glándula hepática aunque coloquialmente me llaman hígado. Hoy hace 30 años que me encuentro en simbiosis con otros órganos funcionales para formar un ente superior llamado Pepa. Soy el capitán al mando de las funciones metabólicas orgánicas más importantes que se desarrollan en su interior. 
Los primeros 15 años de mi existencia fueron tranquilos con un aporte de nutrientes a demanda sin eventos destacables. En los últimos 20 años, nuestro general al mando, el cerebro, presenta conductas que rondan lo patológico, sobre todo en lo referente a la alimentación. Estamos bajo una dictadura donde la orden es clara y precisa: “Conseguir la mínima superficie corporal a cualquier precio”.
Mi situación es desesperada y no sé si tendré fuerzas para seguir. No pretendo que me ayuden porque no creo que mis problemas tengan mucha solución. Sólo necesito sentir que no estoy solo, que alguien en algún lugar lee mi diario y se lamenta de mi desdicha. Sólo tengo un ideal: ” Si he de morir ha de ser metabolizando”.



En el documento adjunto os remito el diario de a bordo de los últimos días para que comprendáis mejor la situación que me ha llevado a escribiros.

Diario de a bordo:
933.120.000 segundos tras mi embriogénesis
Toda la jornada ha sido tranquila. Hubo afluencia equilibrada de nutrientes en horario regular, 5 comidas y equilibrio nutricional al igual que en los últimos días. Se notó la falta de ejercicio por lo que se disminuyó el gasto energético, teniendo que incrementar la producción de glucógeno, colesterol, fosfolípidos y proteínas, al no quemarse el excedente de energía con la práctica física.

933.206.400 segundos tras mi embriogénesis
Jornada irregular. Amanece la jornada con alerta grado 3 por predicción de cena copiosa. Se percibe aumento de hormonas de estrés. El desayuno y la comida se han desarrollado sin incidencias. No se llevó a cabo la merienda. 
-20:00 horas: Llevamos 5 horas sin aporte de combustible. Para mantener el nivel de glucosa corporal, activo la glucogenolisis en mi área, es decir, desempaqueto paquetes de glucógeno para generar glucosa, motivado por un descenso de insulina que detecto de inmediato.
- 21:00: La alerta pasa a grado 2. Todos los órganos son sometidos a presión por un uniforme externo, llamado vestido en el argot humano, especialmente estrecho sobre todo al nivel en el que estoy situado.
-De 22:00 a 12:00: Afluencia de comida y bebida sin intermitencia. 700 g de comida y 1.200 g de bebida, con el siguiente balance:
  • Energía: 2.857 Kcal
  • Hidratos de carbono: 184,5 g
  • Grasas: 106,6 g
  • Proteínas: 138,9 g
  • Alcohol: 35 g
En este intervalo de tiempo y en las tres horas siguientes, la situación es de máxima actividad estimulada por el aumento de insulina.
Los hidratos de carbono los empaqueto para producir glucógeno, el resto lo derivo para la producción de grasas. Los niveles de glucógeno dentro de mis células están alcanzando un nivel máximo constituyendo ya el 8 % de mi peso.
Detecto mucha afluencia de quilomicrones en mis capilares, procedentes del intestino. Con la enzima lipoproteinlipasa hidrolizo los triglicéridos contenidos en ellos y libero los ácidos grasos y el glicerol. Los primeros los mando a los depósitos grasos y el glicerol lo utilizo para generar energía.
Los aminoácidos que llegan desde el intestino, procedentes de las proteínas de la dieta, los derivo para la reposición de proteínas corporales y el resto va para formar glucógeno y grasa, aunque me permito el lujo de desechar una parte transformándolos en urea, que se la envio a mi colega, el riñón, para que la elimine.
Por último, el alcohol lo metabolizo primero en acetaldehido y después en acetato.

933.292.800 segundos tras mi embriogénesis
Histeria en el mando superior, se detecta un incremento de más o menos medio kilo de depósito graso, sobre un remanente de 20 kilos. Se emite la orden irrevocable de permanecer 7 días con dieta depurativa a base exclusivamente de agua.

933.379.200 segundos tras mi embriogénesis
Han pasado 6 horas desde la última comida y mi trabajo cambia totalmente. Me dedico a fabricar glucosa ya que sus niveles están bajando en sangre y las hormonas contrarreguladoras (glucagón y adrenalina) apremian para que fabrique más de inmediato.
Desdoblo mis moléculas de glucógeno y así le envío combustible a todos los órganos corporales. No me causa problemas porque lo llevo haciendo todas las noches durante 30 años.
Como ya nos fue informado por el mando central en su momento, durante 168 horas estaremos sin aporte energético del exterior.
La situación se torna crítica a partir de las 15 horas de ayuno. Tengo los depósitos de glucógeno agotados y el cerebro, la médula renal y los hematíes están pidiendo auxilio porque no saben utilizar otra forma de energía que no sea la glucosa.
Urgentemente pongo en marcha la “gluconeogénesis”, es decir, formar glucosa como sea. Me encuentro en una difícil situación, ya que con las grasas no puedo contar, sólo aprovecho de ellas el glicerol con el que fabrico 20 g de glucosa al día, muy alejados de los 150 g de glucosa diarios que necesita el cerebro. No tengo otra opción que quemar también las proteínas musculares. Capto de la circulación 90 g de aminoácidos de las proteínas musculares sobre todo alanina y con ellos me pongo a sintetizar glucosa. Mientras tanto, las otras células corporales no tienen problemas para utilizar como combustible las grasa de depósito. 
Por otro lado, activo la cetogénesis, es decir, oxido a medias las grasas y formo cuerpos cetónicos (acetato, hidroxibutirato y acetoacetato) que me valen como fuente de energía supletoria, que incluso el cerebro puede utilizarla en caso de necesidad.

933.811.200 segundos tras mi embriogénesis
La situación es extremadamente crítica. Han pasado 5 días sin aporte calórico del exterior y ya llevamos un balance de 1.500 gramos de proteínas musculares metabolizadas. La situación es insostenible ya que tendremos que empezar a quemar proteínas con funciones vitales, como las cardíacas.

933.897.600 segundos tras mi embriogénesis
La situación es desesperada. Los augurios son nefastos, uno por uno, los órganos que integran el ente superior Pepa presienten que el final está cerca. Como la situación es insostenible entramos en estado de semihibernación. El metabolismo basal se reduce en un 40 %, pasando todos a funcionar a medio gas, así evitamos la progresión de la proteolisis llamada de forma coloquial “autocanibalismo”.

933.984.000 segundos tras mi embriogénesis
Por fin, la alarma de ayuno ha terminado, empiezan a entrar los primeros alimentos por vía digestiva. Hay clamor general, lo peor ya ha pasado y volvemos a nuestra añorada situación anterior.
Para sorpresa de todos la alarma se reactiva, pero esta vez no se trata de una alarma por ayuno sino más bien, una alarma por realimentación.
La mucosa intestinal, que se encarga de la absorción de los alimentos, está muy dañada ya que fue la primera que perdió proteínas en la primera fase del ayuno. Al perder su integridad, la absorción de nutrientes no se lleva a cabo satisfactoriamente, con el riesgo añadido de tener abierta la puerta de entrada a los organismos patógenos.

934.070.400 segundos tras mi embriogénesis
Vuelven progresivamente todas las funciones orgánicas a la normalidad.

Postdata:
Querido lector, sé que saldré de esta travesía más o menos recuperado, pero habrá otras, más o menos traumáticas y peligrosas. Esta situación no tendrá fin mientras nuestro general al mando, el cerebro, siga con la obsesión de tener una apariencia externa perfecta, a cualquier precio, aún a costa de su salud. 
Me despido con una enorme emoción y agradecimiento por sentir que estás conmigo al leer este mensaje. Como despedida y colofón quiero dejar un consejo para la posteridad, que me gustaría que transmitieras: 
“No hipotequemos la salud de nuestros órganos por ser delgad@s”



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30 de octubre de 2012

Las 10 películas de terror que más calorías te hacen quemar

resplandorVer una película de terror consume aproximadamente la misma cantidad de calorías que dar una caminata de 30 minutos, según se desprende de un estudio en el que ha participado la Universidad de Wetminster (Reino Unido) y del que se hace eco el diario The Telegraph

Concretamente, la película que más calorías consume es El Resplandor, un thriller psicológico que llega a quemar 184 calorías debido a que acelera el pulso y produce un aumento del latido cardíaco, del consumo de oxígeno del exterior y de la expulsión de dióxido de carbón. Todos estos cambios fisiológicos son consecuencia de la liberación de adrenalina (como consecuencia del miedo) que aumenta el estrés del organismo, reduce el apetito e incrementa la actividad del metabolismo basal, tal y como aclara el fisiólogo Richard Mackenzie, que participa en el estudio, basado en las experiencias de diez voluntarios.

A la cabeza de la lista de las diez películas que más consumo calórico nos producen figuran también Tiburón (161 calorías) y El Exorcista (158 calorías), en segunda y tercera posición respectivamente. Completan el ranking las cintas Alien (152 calorías), Saw (133), Pesadilla en Elm Street (118), Paranormal Activity (11), La Matanza de Texas (107), el Proyecto de la Bruja de Blair (105) y [Rec] (101).

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5 de octubre de 2012

Fuerza protón-motriz: el poderoso aliento de la vida

En 1961 el destacado bioquímico británico Peter Mitchell publicó en Nature un artículo en el que dilucidaba uno de los últimos grandes misterios por resolver en el estudio de la respiración celular: el mecanismo gracias al cual la energía extraída a partir de los electrones arrancados a los combustibles orgánicos a lo largo de las cadenas respiratorias se gestiona en el interior de la mitocondria antes de ser almacenada en forma de ATP, cerrando un amplio capítulo de la investigación bioquímica iniciado siglos atrás.

Desde que Lavoisier estableciera la equivalencia de respiración y combustión hacia finales del siglo XVIII, el estudio de este asunto central de la fisiología había recorrido un largo camino plagado de escollos, afanosamente traspuestos gracias al empeño de destacadas figuras de la ciencia. Entre los hitos que lo jalonan, cabe señalar la identificación por Eduard Pflüger en 1870 de cada célula individual como el entorno en el que la respiración tiene lugar, aunque no fue hasta 1912 cuando B.F. Kingsbury precisó la mitocondria como el orgánulo concreto en el que se produce, afirmación que no obstante no fue ampliamente aceptada hasta que Eugene Kennedy y Albert Lehninger, en 1949, demostraron que efectivamente es en la mitocondria donde se encuentran las enzimas respiratorias. Para entonces ya era sabido que la respiración es el proceso, consistente básicamente en la oxidación de glucosa, del que procede la energía necesaria para sostener todas las funciones vitales, y la investigación se orientó a descifrar los mecanismos por los que esta energía es extraída y aprovechada en la realización de trabajo metabólico. Sobre el conocimiento de la hemoglobina y su capacidad para fijar oxígeno, se empezó a buscar un pigmento similar localizado en las células, en las que Charles MacMunn acabó por encontrar rastros de algo que llamó pigmento respiratorio que en realidad, como luego averiguó David Keilin, se trataba de una agregación de tres pigmentos diferentes que denominó citocromos, distinguiéndolos entre sí con las letras a, b y c, ninguno de los cuales fijaba directamente oxígeno como se esperaba. El propio Keilin ideó un primer modelo de cadena respiratoria en el que los átomos de hidrógeno, tras ser arrancados de la glucosa, eran escindidos, y cuyos electrones se hacían circular luego paso a paso por los eslabones de la susodicha cadena (los tres citocromos), extrayendo en cada uno una pequeña y manejable cantidad de energía, hasta que eran cedidos al oxígeno en el último paso para formar agua con la concurrencia del correspondiente protón.

El modelo de Keilin resultó clarividente, pero había que esclarecer un punto fundamental: ¿cómo se almacena esa energía para su posterior empleo en trabajo por todo el organismo?. La respuesta se había estado madurando en estudios paralelos sobre la fermentación, y fue brindada finalmente en 1929 por Karl Lohman con el descubrimiento del ATP, cuyo carácter de moneda energética universal fue paulatinamente estableciéndose en estudios posteriores, como por ejemplo los de Vladimir Engelhardt (quien demostró que la formación de ATP era el objetivo no sólo de los procesos de fermentación sino también de los de respiración), de Severo Ochoa (que cuantificó en hasta 38 las moléculas de ATP que pueden ser generadas a partir de una sola molécula de glucosa mediante la respiración), o los que concluyeron que también la energía cosechada de la luz por los organismos fotosintéticos se invertía en ATP.

El siguiente paso importante fue la caracterización de la ATPasa por parte de Efraim Racker. La ATPasa es un enorme complejo enzimático que canaliza la energía hacia la formación de ATP, y se encuentra embebido en la membrana interna de las mitocondrias junto a las cadenas respiratorias con las que, empero, no mantiene conexión física. Esto sugirió la existencia de algún intermediario desconocido que transfería la energía entre éstas y aquella, y cuya búsqueda se acometió de inmediato aunque resultó rotunda e insistentemente infructuosa. Es necesario advertir que además se habían puesto de manifiesto un par de aspectos curiosos del proceso respiratorio: Por un lado no se apreciaba una relación estequiométrica entre el número de electrones que circulaban por las cadenas y el de moléculas de ATP sintetizadas. Estas varían entre 28 y 38 por molécula de glucosa, empleándose para cada una entre 2 y 3 electrones. La ausencia de números redondos resultaba una característica realmente extraña en una disciplina, la química, en la que todo se expresa en números enteros. Por otro lado se había constatado la necesidad de una membrana, íntegra tanto física como funcionalmente, para que la circulación electrónica y la producción de ATP quedasen acopladas. En una membrana dañada el tránsito electrónico no cesa, pero queda desacoplado de la síntesis de ATP y éste no se produce, disipándose la energía extraída en forma de calor.

En este contexto irrumpió Mitchell, dedicado a la sazón al estudio del transporte activo de sustancias a través de membranas bacterianas. Había llegado a comprender que este transporte generaba un gradiente de concentración entre ambos lados de esas membranas, y la existencia de un gradiente supone el establecimiento de un potencial que eventualmente puede ser usado como fuerza motriz. A partir de estas ideas básicas Mitchell aventuró su teoría del acoplamiento quimiosmótico, una idea revolucionaria que conmocionó la bioquímica. Según su modelo, los átomos de hidrógeno extraídos de la glucosa en la matriz mitocondrial se descomponen en sus elementos, protones y electrones, entrando estos últimos en la cadena de transporte respiratorio. La energía que rinden en su “caída” hacia el aceptor final, el oxígeno, está acoplada a bombas que transportan los protones hacia el espacio intermembrana y que se localizan, como se averiguó posteriormente, en tres de los cuatro complejos que componen la cadena. Al ser la membrana impermeable a ellos, se crea un gradiente a su través que es de doble naturaleza: eléctrica (dada la carga positiva del protón) y química (gradiente de pH), constituyente de la llamada fuerza protón-motriz cuyo encauzamiento a través de la maquinaria ATPasa impulsa la síntesis de ATP.

Con este modelo quedaron explicadas la necesidad de una membrana íntegra, la relación no estequiométrica ni fija entre moléculas de glucosa procesada y de ATP obtenido y el fracaso en la identificación del fantasmal intermediario de enlace entre las cadenas respiratorias y el complejo ATPasa; el hecho es que sencillamente no existe tal; el espacio intermembrana es una represa en la que se almacenan protones contra gradiente de concentración aprovechando la energía que mueve los electrones hacia el oxígeno, y las ATPasas son las compuertas por las que se libera controladamente su fuerza contenida acoplándola a la producción de ATP, utilizado luego en cualquier lugar donde se precisa realizar trabajo. La aceptación general de esta brillante teoría no fue ni mucho menos inmediata. Muy al contrario, se recibió con sobrada incredulidad cuando no con abierta hostilidad en la comunidad científica, que tardó aún muchos años en asumirla como un descubrimiento; uno de los más importantes de la ciencia del pasado siglo para no pocos científicos hoy en día, y que acabó por granjearle a su genial autor el premio Nobel de 1978, además del reconocimiento final de sus colegas. Numerosos detalles del sistema quedaban por desvelar, así diversos aspectos del mecanismo de transporte electrónico de las bombas de protones o de la maquinaria ATPasa, muchos de los cuales se conocen ya al detalle. Esta última, por ejemplo, ha sido desentrañada pieza por pieza (se trata en definitiva de un portentoso nano-dispositivo mecánico-químico), y se ha medido con precisión la diferencia de potencial eléctrico a ambos lados de la membrana, que arroja un valor de 150 milivoltios a lo largo de un espacio de unos 5 nanómetros, que es el grosor de la membrana. Haciendo una simple conversión de escala, este potencial sería equivalente a 30 millones de voltios por metro; literalmente, disponemos de la energía del rayo en cada una de nuestras células.

Pero incluso ahora, la quimiosmosis plantea cuestiones de gran calado y trascendencia más allá de los límites de la bioquímica. A lo largo de los últimos años se ha puesto de manifiesto su carácter universal; toda vida conocida utiliza la quimiosmosis de una forma o de otra, hecho que ha llevado a algunos científicos a preguntarse por qué un mecanismo que, desde un punto de vista digamos convencional puede considerarse rocambolesco y contraintuitivo, parece ser inherente a la vida misma. Las posibles respuestas, serán materia de nuestra próxima entrega.

Tomado de:

E-Ciencia

28 de junio de 2012

Descubrimiento: Los dinosaurios eran animales de sangre caliente

Reconstrucción del ambiente en Las Hoyas (Cuenca). | Raúl Martín
Reconstrucción del ambiente en Las Hoyas (Cuenca). | Raúl Martín
  • Este método permite mejorar las estrategias de conservación de especies.
En una de las primeras apariciones de un dinosaurio en la película 'Jurassic Park' de Steven Spielberg, uno de los protagonistas toca un ejemplar recreado a partir del ADN preservado en ámbar y exclama algo así como: "¡En efecto! Tenían sangre caliente".

En la comunidad científica ha habido durante cuatro décadas un encendido debate sobre si los dinosaurios eran o no de sangre caliente. Pero en los últimos años, el análisis de unas estructuras de los huesos parecidas a los anillos de crecimiento de los árboles en dinosaurios ha hecho que durante mucho tiempo predominase la hipótesis de que estos animales fueron reptiles de sangre fría (ectotermos), es decir, que necesitan energía del exterior para realizar sus funciones vitales de la misma forma que los lagartos o serpientes actuales que necesitan del calor del Sol para vivir.

Sin embargo, algunos investigadores de prestigio como Jack Horner, que sirvió de asesor a Spielberg para la película, tenían sus argumentos para seguir pensando que los dinosaurios eran animales de sangre caliente (endotermos). Pero les faltaba un argumento lo suficientemente sólido como para derribar la hipótesis dominante de que tenían sangre fría.

Análisis de huesos de mamíferos actuales

Ahora, una investigación realizada en España acaba de desmontar esta hipótesis y devuelve el debate al mismo punto en el que se encontraba hace 40 años. Pero, para lograrlo, los científicos, pertenecientes al Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP), no han tenido que tocar ni un solo resto de dinosaurio.

Hace años, un grupo de investigadores comenzó a estudiar estos anillos de crecimiento en los restos de huesos de algunos dinosaurios encontrados en yacimientos paleontológicos. Estas estructuras son en realidad lo que los investigadores llaman líneas de parada del crecimiento (LAGs), que se producen cuando el crecimiento del animal se detiene o ralentiza debido a condiciones ambientales desfavorables, como el invierno o las estaciones secas.

Corte del hueso de un cérvido. | Nature
Corte del hueso de un cérvido. | Nature

Estas líneas, que sí se habían encontrado en animales de sangre fría, nunca había sido vistas en mamíferos o en animales de sangre caliente (salvo algunas excepciones, como los osos, que fueron achacadas a los ciclos vitales con ralentizamiento del metabolismo durante la estación fría). En aquellas investigaciones, los investigadores encontraron estas LAGs en las muestras de dinosaurios. De forma que se convirtió rápidamente en uno de los principales argumentos que sustentaban la hipótesis de que los dinosaurios eran animales de sangre fría.

Sin embargo, la investigación española recién publicada en la revista 'Nature' ha ahondado en el estudio de estos anillos de crecimiento en mamíferos y ha demostrado su existencia en una gran variedad de especies de sangre caliente. "La creencia de que no había LAGs en los huesos de animales endotermos era el argumento principal que sostenía la hipótesis de la ectotermia de los dinosaurios. Nosotros hemos desmontado este argumento", explica a ELMUNDO.es Xavier Jordana, uno de los autores de la investigación y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Herramienta para la conservación de la biodiversidad

"El estudio que hemos hecho es muy potente, por la cantidad de material y la diversidad de especies con las que hemos trabajado, pero no lo diseñamos para encontrar la respuesta a la termofisiología de los dinosaurios. Nosotros pretendíamos conocer mejor la fisiología de los mamíferos actuales y queríamos entender cómo el ambiente los afecta: cómo cambia su crecimiento en función de la temperatura exterior, de las lluvias o de la disponibilidad de alimentos y agua", explica Meike Köhler en un comunicado remitido por el ICP.

Köhler y sus colaboradores han analizado más de un centenar de rumiantes. En total han analizado hasta 115 fémures derechos de especies de 36 localidades diferentes en África y Europa, que en su conjunto cubren casi la totalidad de los regímenes climáticos actuales.

Las muestras provienen de Hamburgo (Alemania) y pertenecen a una completísima colección de animales salvajes elaborada hace más de 60 años por la exploradora Marguerite Obussier. En aquel entonces aún no había impedimento legal en ir de safari a África, matar los ejemplares que deseases, documentarlos y llevarlos a Europa para formar parte de una colección zoológica. Ahora, esas muestras han servido para que el equipo de Köhler y Jordana haya podido obtener las conclusiones publicadas en 'Nature'.

Para ello, los científicos tuvieron que cortar los fémures, incluirlos en una potente resina y pulirlos hasta dejar una muestra de 0,1 milímetros de espesor. Luego, esas láminas fueron observadas al microscopio óptico de luz polarizada para estudiar sus LAGs.

Pero la investigación no se queda solo en el debate sobre la termoregulación de los dinosaurios, sino que tiene también una clara aplicación directa en los estudios de conservación de la biodiversidad actual de nuestro planeta. "Podemos conocer detalles de la edad a la que ha muerto un individuo, a qué edad maduró sexualmente y cómo le están afectando cambios como los derivados del cambio climático", explica Jordana. "Esto es muy importante para evaluar el estado de conservación de una especie determinada".

Fuente:

El Mundo Ciencia

19 de agosto de 2011

Practicando quince minutos de ejercicio diario vivirás más tiempo

Las personas que hacen ejercicio durante 15 minutos al día o 92 minutos a la semana, amplían su esperanza de vida tres años en comparación con las personas que son inactivas, según revela un estudio publicado en The Lancet. "El ejercicio a niveles muy bajos reduce las muertes por cualquier causa en un 14 por ciento", afirma uno de los autores principales del estudio, el profesor y catedrático de la Universidad de Texas (Estados Unidos), Xifeng Wu.

Los investigadores encontraron que el riesgo de muerte por cualquier causa descendió en un 4 por ciento por cada 15 minutos más de ejercicio, llegando hasta los 100 minutos de ejercicio al día durante el estudio. Así, los ejercicios durante 30 minutos diarios añaden unos cuatro años en la esperanza de vida.

En el estudio, que siguió a 416.175 taiwaneses entre 1996 y 2008 durante un promedio de ocho años, los participantes completaron un cuestionario sobre su historial médico y con información sobre su estilo de vida, así como la actividad física que realizaban por semana durante el mes anterior, recogida en función de su intensidad (baja, moderada o alta) y tiempo. Según la investigación, si las personas inactivas en Taiwán hicieran un poco ejercicio diario, una de cada seis muertes podría ser pospuesta. "Sería una reducción estimada de mortalidad similar a la de un programa de control del tabaco con éxito", aseguran los autores.

Los participantes que realizaban menos de una hora a la semana de actividad física fueron clasificados como inactivos, es decir, el 54 por ciento de todos los sujetos. Otros fueron clasificados en un nivel bajo, medio, alto o muy alto sobre la base de la duración y la intensidad de su ejercicio. Así, los investigadores calcularon el riesgo de mortalidad y la esperanza de vida para cada grupo. Los que participan con bajo volumen de ejercicio tenían menores tasas de mortalidad que las personas inactivas, independientemente de la edad, el riesgo de enfermedad de género, el estado de salud, el consumo de tabaco, consumo de alcohol o enfermedad cardiovascular.

"Se debe promover una recomendación de 15 minutos de ejercicio diario", señalan los autores, que concluyen que estos hallazgos pueden estimular a la gente a hacer ejercicio tanto como puedan y que no se sientan frustrados porque no puedan llegar a los 30 minutos diarios que hasta ahora recomendaban los expertos.

Tomado de:

Muy Interesante

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9 de abril de 2011

Si estás de mal humor, toma el sol al menos media hora


El sol es capaz de mejorar sustancialmente nuestro estado de ánimo, como si en los rayos solares viajara una pequeña dosis de Prozac. Algo que la sabiduría popular considera de perogrullo pero que la ciencia está confirmando.

La relación entre el sol y las emociones ha sido analizada por Matthew Keller y sus colegas del Virginia Institute for Psychiatric and Behavioral Genetics, cuyos resultados han sido publicados en Psychologic Sciencie del 2005 bajo el título de “A Warm Heart and Clear Head. Te contingent Effects of Weather on Mood and Cognition”.
El estudio sugiere que las personas tenían mejor humor y mejor memoria si el tiempo era caluroso, caracterizado por temperaturas y presión barométrica alta. Sin embargo, este efecto sólo se observaba si la persona había pasado más de 30 minutos en el exterior.
Si pasaba menos de media hora, entonces el humor no cambiaba.
Los rayos ultravioleta aumentan la producción de serotonina, asociada con la sensación de bienestar, la regulación del sueño, la temperatura del cuerpo y la conducta sexual. Una exposición moderada también beneficiará al sistema inmunitario, además de aportarle vitamina D.
La influencia de la luz es tan poderosa en los neurotransmisores cerebrales, que se recurre a ella en tratamientos para aliviar ciertos casos de obsesión, ansiedad, bulimia y, por supuesto, depresión. La técnica que la emplea se denomina lumino terapia, y consiste en aplicar luz blanca artificial a través de lámparas especiales con filtros ultravioleta o infrarrojos, de intensidad de 2500 lux (500 watts de potencia) al menos durante dos horas al día, un mínimo de dos semanas.


Fuente:

Xataca Ciencia

18 de febrero de 2011

Revelan el secreto de hibernación de los osos

Cinco osos han sido objeto del estudio sobre hibernación más detallado que se ha hecho hasta la fecha en animales de ese tamaño.

Los investigadores involucrados afirmaron en una reunión en Washington de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS por sus siglas en inglés) que el metabolismo de los osos puede reducirse al 25% de su nivel normal, mucho más de lo que la temperatura corporal podía sugerir.

Los osos incluso permanecen en ese nivel metabólico semanas después de haberse despertado de la hibernación.

Con estos hallazgos los científicos podrían inspirar nuevas técnicas en la medicina que se practica en las salas de emergencia de los hospitales.

La mecánica de la hibernación

Durante los inviernos, la temperatura de pequeños mamíferos puede descender a niveles casi de congelación con caídas del metabolismo de hasta 2% de lo normal.

Sin embargo, estos pequeños animales también elevan su temperatura por periodos cortos y repetidamente durante su temporada de hibernación, algo que se traduce en pérdida importante de energía.

Los biólogos encontraron que por cada 10 grados centígrados menos de calor corporal en estas criaturas, el metabolismo se reduce a la mitad.

La caída de estos dos factores se cree que es parte del mismo mecanismo.

Sin embargo, antes se creía que la temperatura del cuerpo en los osos y otros mamíferos de gran tamaño no caía dramáticamente.

Por ello, científicos de la Universidad de Alaska en Fairbanks y de la Universidad de Stanford capturaron a algunos osos negros para someterlos a pruebas.

Lea el artículo completo en:

BBC Ciencia

3 de diciembre de 2010

¿Viviendo con el enemigo? Explicación, análisis y proyección del hallazgo de la NASA



Una cepa de bacteria aislada a partir de muestras de un lago salado californiano puede crecer en un medio rico en arsénico, aparentemente usándolo en lugar del fósforo en su ADN y en otras biomoléculas importantes. El descubrimiento, que fue dado a conocer ayer en una rueda de prensa de la NASA y aparece publicado en la web de Science, pone en duda algo que todos hemos aprendido alguna vez en el colegio, a saber, que el fósforo es esencial para la vida en la Tierra. También amplía el rango de lugares en los que tendrá sentido buscar organismos extraterrestres.

Reflexionemos un momento sobre lo sorprendente que es el descubrimiento en sí antes de explorar sus implicaciones. Los seres vivos, se pensaba hasta ahora, están compuestos en su mayor parte de carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, fósforo y azufre. El resto son los llamados oligoelementos: hierro, molibdeno, yodo, zinc, manganeso, etc. Si tienes un complejo vitamínico en casa, lee el prospecto, verás que lleva un montón de estos elementos complementarios pero esenciales. El que no encontrarás es el arsénico. El arsénico es uno de los pocos elementos que se consideran solamente tóxicos (los demás lo son dependiendo de la dosis) y que no tiene ningún papel en el metabolismo.

La tabla periódica que construyó Mendeleev se basaba, no en estructuras electrónicas, sino en propiedades químicas de los elementos. Así, elementos de la misma columna tienen químicas parecidas. El arsénico, que aparece debajo del fósforo en la tabla, tiene por tanto una química parecida, pero no igual, a la del fósforo. A diferencia de las moléculas basadas en fósforo relativamente estables, los compuestos de arsénico son muy inestables. Donde a un compuesto de fósforo le puede llevar años, décadas o incluso milenios descomponerse, la velocidad de hidrólisis (rotura en presencia de agua) de los compuestos de arsénico se mide habitualmente en minutos, si no segundos.

Es esta combinación de similitud con el fósforo e inestabilidad la que explica en parte por qué el arsénico es tan tóxico. El cuerpo puede no ser capaz de distinguir entre el fosfato, la forma más común del fósforo en el organismo, y su equivalente para el arsénico, el arseniato. De esta manera el arseniato se incorpora a rutas metabólicas que usan normalmente fosfato, haciendo que los procesos aguas abajo terminen fallando o no funcionando adecuadamente porque las moléculas de arseniato se descomponen demasiado rápidamente.



Según los autores del artículo de Science existiría al menos un organismo en la Tierra que habría solucionado este problema. Intentemos ser precisos ahora. Lo que los investigadores encabezados por Felisa Wolfe-Simon han encontrado en unas muestras tomadas en el Lago Mono, un lago salado que contiene grandes concentraciones de arsénico disuelto, es una bacteria, la cepa GEFAJ-1 de la Halomonadaceae, que puede crecer cuando se la cultiva en presencia de arsénico, pero sólo con trazas de fósforo. Si se cambiaban las condiciones a alto contenido en arsénico, la bacteria no crecía tan bien como cuando el fósforo estaba disponible abundantemente, pero crecía significativamente más que cuando no había ni fósforo ni arsénico disponibles. Estos datos podrían indicar que la bacteria usa el arsénico.


El decir que la bacteria usa el arsénico es una hipótesis. Para comprobarla (parcialmente, como vemos a continuación) hay que averiguar a qué lugares de la célula va el arsénico. Para ello los investigadores repitieron los cultivos pero usando ahora arsénico (realmente arseniato) radioactivo. De esta manera localizaron presencia de arsénico en partes de la célula que contienen proteínas, metabolitos, lípidos, y ácidos nucleicos. Un análisis más detallado del ADN podría sugerir que el arsénico está simplemente sustituyendo al fósforo en la estructura de la macromolécula, átomo a átomo.

Detengámonos aquí un momento porque esto es una afirmación mayor, una hipótesis, al menos, osada. El ácido desoxirribonucleico, ADN, no se llama así por gusto. Se llama así porque en su composición participa un azúcar, la desoxirribosa. Las cuatro bases (adenina, citosina, guanina y timina) de las que siempre se habla cuando se discute algo de genética tienen que unirse entre sí de alguna manera, y esta manera es enlazándose a una molécula de azúcar (esta unión se llama nucleósido) y el nucleósido se une o varios fosfatos (y a esto se le llama nucleótido). La base estructural del ADN la constituyen la desoxirribosa y el fosfato. Pero, si los compuestos de arsénico son inestables, ¿cómo puede existir un ADN basado en arseniato? ¿existe alguna molécula auxiliar que estabiliza el compuesto? ¿participa realmente el arsénico en la estructura? Esto es típico en ciencia, tenemos un montón de preguntas nuevas por cada descubrimiento.


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