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14 de noviembre de 2012

Diario de a bordo de un hígado estresado

Los excesos nunca fueron buenos y en el caso de nuestro cuerpo menos. Por propia voluntad y sin ninguna base racional nos atiborramos de comida y luego hacemos dietas depurativas a base de líquidos, o derivados azucarados, que privan al cuerpo de nutrientes incluso más de una semana. La finalidad de este comportamiento es supuestamente depurar el organismo, y sobre todo el hígado, de las sobrecargas de nutrientes y toxinas que le embutimos. Pero, ¿es realmente necesario someter de vez en cuando al cuerpo a una limpieza general como a nuestra casa?
Tras varios días sondeando en Internet sólo encontré artículos de dietas depurativas y limpieza hepática en páginas de pseudociencias y de timonutrición (si ellos inventan nombres, ¿por qué yo no?).
Leyendo esas páginas lo único que conseguí fue enfadarme, ya que toda la información que recopilé, carece de uniformidad de criterios; los autores lanzan teorías de forma espontánea como si se las hubieran recibido por inspiración divina y recomiendan técnicas y tratamientos cada cual más esotérico, que parecen más propios de la película “El exorcista” que de una terapia curativa.
Estaba a punto de abandonarlo todo y pasar del tema, cuando recibo en mi correo eléctrónico un mensaje un tanto misterioso, remitido por un tal “Hepato-burnout”. Dudé entre abrirlo o enviarlo directamente a la papelera. Me decidí por lo primero aún a sabiendas de que arriesgaba mi ordenador (en el mundo virtual pasa lo mismo que en el mundo real, no puedes abrirle las puertas a extraños, so pena de que te trasquilen). No sé si fue el nombre lo que me llamó la atención o fue mi desidia por haber pasado toda la tarde leyendo páginas de pseudociencias, lo que al final me llevó a abrirlo. Al comenzar a leerlo me sentí igual que si tuviera en mis manos una botella traída por las olas de allende los mares, con un mensaje dentro de algún náufrago que me contaba sus desdichas:

Mensaje: 
Mi nombre es glándula hepática aunque coloquialmente me llaman hígado. Hoy hace 30 años que me encuentro en simbiosis con otros órganos funcionales para formar un ente superior llamado Pepa. Soy el capitán al mando de las funciones metabólicas orgánicas más importantes que se desarrollan en su interior. 
Los primeros 15 años de mi existencia fueron tranquilos con un aporte de nutrientes a demanda sin eventos destacables. En los últimos 20 años, nuestro general al mando, el cerebro, presenta conductas que rondan lo patológico, sobre todo en lo referente a la alimentación. Estamos bajo una dictadura donde la orden es clara y precisa: “Conseguir la mínima superficie corporal a cualquier precio”.
Mi situación es desesperada y no sé si tendré fuerzas para seguir. No pretendo que me ayuden porque no creo que mis problemas tengan mucha solución. Sólo necesito sentir que no estoy solo, que alguien en algún lugar lee mi diario y se lamenta de mi desdicha. Sólo tengo un ideal: ” Si he de morir ha de ser metabolizando”.



En el documento adjunto os remito el diario de a bordo de los últimos días para que comprendáis mejor la situación que me ha llevado a escribiros.

Diario de a bordo:
933.120.000 segundos tras mi embriogénesis
Toda la jornada ha sido tranquila. Hubo afluencia equilibrada de nutrientes en horario regular, 5 comidas y equilibrio nutricional al igual que en los últimos días. Se notó la falta de ejercicio por lo que se disminuyó el gasto energético, teniendo que incrementar la producción de glucógeno, colesterol, fosfolípidos y proteínas, al no quemarse el excedente de energía con la práctica física.

933.206.400 segundos tras mi embriogénesis
Jornada irregular. Amanece la jornada con alerta grado 3 por predicción de cena copiosa. Se percibe aumento de hormonas de estrés. El desayuno y la comida se han desarrollado sin incidencias. No se llevó a cabo la merienda. 
-20:00 horas: Llevamos 5 horas sin aporte de combustible. Para mantener el nivel de glucosa corporal, activo la glucogenolisis en mi área, es decir, desempaqueto paquetes de glucógeno para generar glucosa, motivado por un descenso de insulina que detecto de inmediato.
- 21:00: La alerta pasa a grado 2. Todos los órganos son sometidos a presión por un uniforme externo, llamado vestido en el argot humano, especialmente estrecho sobre todo al nivel en el que estoy situado.
-De 22:00 a 12:00: Afluencia de comida y bebida sin intermitencia. 700 g de comida y 1.200 g de bebida, con el siguiente balance:
  • Energía: 2.857 Kcal
  • Hidratos de carbono: 184,5 g
  • Grasas: 106,6 g
  • Proteínas: 138,9 g
  • Alcohol: 35 g
En este intervalo de tiempo y en las tres horas siguientes, la situación es de máxima actividad estimulada por el aumento de insulina.
Los hidratos de carbono los empaqueto para producir glucógeno, el resto lo derivo para la producción de grasas. Los niveles de glucógeno dentro de mis células están alcanzando un nivel máximo constituyendo ya el 8 % de mi peso.
Detecto mucha afluencia de quilomicrones en mis capilares, procedentes del intestino. Con la enzima lipoproteinlipasa hidrolizo los triglicéridos contenidos en ellos y libero los ácidos grasos y el glicerol. Los primeros los mando a los depósitos grasos y el glicerol lo utilizo para generar energía.
Los aminoácidos que llegan desde el intestino, procedentes de las proteínas de la dieta, los derivo para la reposición de proteínas corporales y el resto va para formar glucógeno y grasa, aunque me permito el lujo de desechar una parte transformándolos en urea, que se la envio a mi colega, el riñón, para que la elimine.
Por último, el alcohol lo metabolizo primero en acetaldehido y después en acetato.

933.292.800 segundos tras mi embriogénesis
Histeria en el mando superior, se detecta un incremento de más o menos medio kilo de depósito graso, sobre un remanente de 20 kilos. Se emite la orden irrevocable de permanecer 7 días con dieta depurativa a base exclusivamente de agua.

933.379.200 segundos tras mi embriogénesis
Han pasado 6 horas desde la última comida y mi trabajo cambia totalmente. Me dedico a fabricar glucosa ya que sus niveles están bajando en sangre y las hormonas contrarreguladoras (glucagón y adrenalina) apremian para que fabrique más de inmediato.
Desdoblo mis moléculas de glucógeno y así le envío combustible a todos los órganos corporales. No me causa problemas porque lo llevo haciendo todas las noches durante 30 años.
Como ya nos fue informado por el mando central en su momento, durante 168 horas estaremos sin aporte energético del exterior.
La situación se torna crítica a partir de las 15 horas de ayuno. Tengo los depósitos de glucógeno agotados y el cerebro, la médula renal y los hematíes están pidiendo auxilio porque no saben utilizar otra forma de energía que no sea la glucosa.
Urgentemente pongo en marcha la “gluconeogénesis”, es decir, formar glucosa como sea. Me encuentro en una difícil situación, ya que con las grasas no puedo contar, sólo aprovecho de ellas el glicerol con el que fabrico 20 g de glucosa al día, muy alejados de los 150 g de glucosa diarios que necesita el cerebro. No tengo otra opción que quemar también las proteínas musculares. Capto de la circulación 90 g de aminoácidos de las proteínas musculares sobre todo alanina y con ellos me pongo a sintetizar glucosa. Mientras tanto, las otras células corporales no tienen problemas para utilizar como combustible las grasa de depósito. 
Por otro lado, activo la cetogénesis, es decir, oxido a medias las grasas y formo cuerpos cetónicos (acetato, hidroxibutirato y acetoacetato) que me valen como fuente de energía supletoria, que incluso el cerebro puede utilizarla en caso de necesidad.

933.811.200 segundos tras mi embriogénesis
La situación es extremadamente crítica. Han pasado 5 días sin aporte calórico del exterior y ya llevamos un balance de 1.500 gramos de proteínas musculares metabolizadas. La situación es insostenible ya que tendremos que empezar a quemar proteínas con funciones vitales, como las cardíacas.

933.897.600 segundos tras mi embriogénesis
La situación es desesperada. Los augurios son nefastos, uno por uno, los órganos que integran el ente superior Pepa presienten que el final está cerca. Como la situación es insostenible entramos en estado de semihibernación. El metabolismo basal se reduce en un 40 %, pasando todos a funcionar a medio gas, así evitamos la progresión de la proteolisis llamada de forma coloquial “autocanibalismo”.

933.984.000 segundos tras mi embriogénesis
Por fin, la alarma de ayuno ha terminado, empiezan a entrar los primeros alimentos por vía digestiva. Hay clamor general, lo peor ya ha pasado y volvemos a nuestra añorada situación anterior.
Para sorpresa de todos la alarma se reactiva, pero esta vez no se trata de una alarma por ayuno sino más bien, una alarma por realimentación.
La mucosa intestinal, que se encarga de la absorción de los alimentos, está muy dañada ya que fue la primera que perdió proteínas en la primera fase del ayuno. Al perder su integridad, la absorción de nutrientes no se lleva a cabo satisfactoriamente, con el riesgo añadido de tener abierta la puerta de entrada a los organismos patógenos.

934.070.400 segundos tras mi embriogénesis
Vuelven progresivamente todas las funciones orgánicas a la normalidad.

Postdata:
Querido lector, sé que saldré de esta travesía más o menos recuperado, pero habrá otras, más o menos traumáticas y peligrosas. Esta situación no tendrá fin mientras nuestro general al mando, el cerebro, siga con la obsesión de tener una apariencia externa perfecta, a cualquier precio, aún a costa de su salud. 
Me despido con una enorme emoción y agradecimiento por sentir que estás conmigo al leer este mensaje. Como despedida y colofón quiero dejar un consejo para la posteridad, que me gustaría que transmitieras: 
“No hipotequemos la salud de nuestros órganos por ser delgad@s”



Fuente:

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