Los excesos nunca fueron
buenos y en el caso de nuestro cuerpo menos. Por propia voluntad y sin
ninguna base racional nos atiborramos de comida y luego hacemos dietas
depurativas a base de líquidos, o derivados azucarados, que privan al
cuerpo de nutrientes incluso más de una semana. La finalidad de este
comportamiento es supuestamente depurar el organismo, y sobre todo el
hígado, de las sobrecargas de nutrientes y toxinas que le embutimos.
Pero, ¿es realmente necesario someter de vez en cuando al cuerpo a una
limpieza general como a nuestra casa?
Tras varios días sondeando en
Internet sólo encontré artículos de dietas depurativas y limpieza
hepática en páginas de pseudociencias y de timonutrición (si ellos
inventan nombres, ¿por qué yo no?).
Leyendo esas páginas lo único
que conseguí fue enfadarme, ya que toda la información que recopilé,
carece de uniformidad de criterios; los autores lanzan teorías de forma
espontánea como si se las hubieran recibido por inspiración divina y
recomiendan técnicas y tratamientos cada cual más esotérico, que parecen
más propios de la película “El exorcista” que de una terapia curativa.
Estaba a punto de abandonarlo
todo y pasar del tema, cuando recibo en mi correo eléctrónico un mensaje
un tanto misterioso, remitido por un tal “Hepato-burnout”. Dudé entre
abrirlo o enviarlo directamente a la papelera. Me decidí por lo primero
aún a sabiendas de que arriesgaba mi ordenador (en el mundo virtual pasa
lo mismo que en el mundo real, no puedes abrirle las puertas a
extraños, so pena de que te trasquilen). No sé si fue el nombre lo que
me llamó la atención o fue mi desidia por haber pasado toda la tarde
leyendo páginas de pseudociencias, lo que al final me llevó a abrirlo.
Al comenzar a leerlo me sentí igual que si tuviera en mis manos una
botella traída por las olas de allende los mares, con un mensaje dentro
de algún náufrago que me contaba sus desdichas:
Mensaje:
Mi nombre es glándula
hepática aunque coloquialmente me llaman hígado. Hoy hace 30 años que me
encuentro en simbiosis con otros órganos funcionales para formar un
ente superior llamado Pepa. Soy el capitán al mando de las funciones
metabólicas orgánicas más importantes que se desarrollan en su interior.
Los primeros 15 años de mi
existencia fueron tranquilos con un aporte de nutrientes a demanda sin
eventos destacables. En los últimos 20 años, nuestro general al mando,
el cerebro, presenta conductas que rondan lo patológico, sobre todo en
lo referente a la alimentación. Estamos bajo una dictadura donde la
orden es clara y precisa: “Conseguir la mínima superficie corporal a
cualquier precio”.
Mi situación es
desesperada y no sé si tendré fuerzas para seguir. No pretendo que me
ayuden porque no creo que mis problemas tengan mucha solución. Sólo
necesito sentir que no estoy solo, que alguien en algún lugar lee mi
diario y se lamenta de mi desdicha. Sólo tengo un ideal: ” Si he de
morir ha de ser metabolizando”.
En el documento adjunto os remito el diario de a bordo de los últimos días para que comprendáis mejor la situación que me ha llevado a escribiros.
Diario de a bordo:
933.120.000 segundos tras mi embriogénesis
Toda la jornada ha sido
tranquila. Hubo afluencia equilibrada de nutrientes en horario regular, 5
comidas y equilibrio nutricional al igual que en los últimos días. Se
notó la falta de ejercicio por lo que se disminuyó el gasto energético,
teniendo que incrementar la producción de glucógeno, colesterol,
fosfolípidos y proteínas, al no quemarse el excedente de energía con la
práctica física.
933.206.400 segundos tras mi embriogénesis
Jornada irregular. Amanece
la jornada con alerta grado 3 por predicción de cena copiosa. Se
percibe aumento de hormonas de estrés. El desayuno y la comida se han
desarrollado sin incidencias. No se llevó a cabo la merienda.
-20:00 horas: Llevamos 5
horas sin aporte de combustible. Para mantener el nivel de glucosa
corporal, activo la glucogenolisis en mi área, es decir, desempaqueto
paquetes de glucógeno para generar glucosa, motivado por un descenso de
insulina que detecto de inmediato.
- 21:00: La alerta pasa a
grado 2. Todos los órganos son sometidos a presión por un uniforme
externo, llamado vestido en el argot humano, especialmente estrecho
sobre todo al nivel en el que estoy situado.
-De 22:00 a 12:00:
Afluencia de comida y bebida sin intermitencia. 700 g de comida y 1.200 g
de bebida, con el siguiente balance:
-
Energía: 2.857 Kcal
-
Hidratos de carbono: 184,5 g
-
Grasas: 106,6 g
-
Proteínas: 138,9 g
-
Alcohol: 35 g
En este intervalo de
tiempo y en las tres horas siguientes, la situación es de máxima
actividad estimulada por el aumento de insulina.
Los hidratos de carbono
los empaqueto para producir glucógeno, el resto lo derivo para la
producción de grasas. Los niveles de glucógeno dentro de mis células
están alcanzando un nivel máximo constituyendo ya el 8 % de mi peso.
Detecto mucha afluencia de
quilomicrones en mis capilares, procedentes del intestino. Con la
enzima lipoproteinlipasa hidrolizo los triglicéridos contenidos en ellos
y libero los ácidos grasos y el glicerol. Los primeros los mando a los
depósitos grasos y el glicerol lo utilizo para generar energía.
Los aminoácidos que llegan
desde el intestino, procedentes de las proteínas de la dieta, los
derivo para la reposición de proteínas corporales y el resto va para
formar glucógeno y grasa, aunque me permito el lujo de desechar una
parte transformándolos en urea, que se la envio a mi colega, el riñón,
para que la elimine.
Por último, el alcohol lo metabolizo primero en acetaldehido y después en acetato.
933.292.800 segundos tras mi embriogénesis
Histeria en el mando
superior, se detecta un incremento de más o menos medio kilo de depósito
graso, sobre un remanente de 20 kilos. Se emite la orden irrevocable de
permanecer 7 días con dieta depurativa a base exclusivamente de agua.
933.379.200 segundos tras mi embriogénesis
Han pasado 6 horas desde
la última comida y mi trabajo cambia totalmente. Me dedico a fabricar
glucosa ya que sus niveles están bajando en sangre y las hormonas
contrarreguladoras (glucagón y adrenalina) apremian para que fabrique
más de inmediato.
Desdoblo mis moléculas de
glucógeno y así le envío combustible a todos los órganos corporales. No
me causa problemas porque lo llevo haciendo todas las noches durante 30
años.
Como ya nos fue informado por el mando central en su momento, durante 168 horas estaremos sin aporte energético del exterior.
La situación se torna
crítica a partir de las 15 horas de ayuno. Tengo los depósitos de
glucógeno agotados y el cerebro, la médula renal y los hematíes están
pidiendo auxilio porque no saben utilizar otra forma de energía que no
sea la glucosa.
Urgentemente pongo en
marcha la “gluconeogénesis”, es decir, formar glucosa como sea. Me
encuentro en una difícil situación, ya que con las grasas no puedo
contar, sólo aprovecho de ellas el glicerol con el que fabrico 20 g de
glucosa al día, muy alejados de los 150 g de glucosa diarios que
necesita el cerebro. No tengo otra opción que quemar también las
proteínas musculares. Capto de la circulación 90 g de aminoácidos de las
proteínas musculares sobre todo alanina y con ellos me pongo a
sintetizar glucosa. Mientras tanto, las otras células corporales no
tienen problemas para utilizar como combustible las grasa de depósito.
Por otro lado, activo la
cetogénesis, es decir, oxido a medias las grasas y formo cuerpos
cetónicos (acetato, hidroxibutirato y acetoacetato) que me valen como
fuente de energía supletoria, que incluso el cerebro puede utilizarla en
caso de necesidad.
933.811.200 segundos tras mi embriogénesis
La situación es
extremadamente crítica. Han pasado 5 días sin aporte calórico del
exterior y ya llevamos un balance de 1.500 gramos de proteínas
musculares metabolizadas. La situación es insostenible ya que tendremos
que empezar a quemar proteínas con funciones vitales, como las
cardíacas.
933.897.600 segundos tras mi embriogénesis
La situación es
desesperada. Los augurios son nefastos, uno por uno, los órganos que
integran el ente superior Pepa presienten que el final está cerca. Como
la situación es insostenible entramos en estado de semihibernación. El
metabolismo basal se reduce en un 40 %, pasando todos a funcionar a
medio gas, así evitamos la progresión de la proteolisis llamada de forma
coloquial “autocanibalismo”.
933.984.000 segundos tras mi embriogénesis
Por fin, la alarma de
ayuno ha terminado, empiezan a entrar los primeros alimentos por vía
digestiva. Hay clamor general, lo peor ya ha pasado y volvemos a nuestra
añorada situación anterior.
Para sorpresa de todos la
alarma se reactiva, pero esta vez no se trata de una alarma por ayuno
sino más bien, una alarma por realimentación.
La mucosa intestinal, que
se encarga de la absorción de los alimentos, está muy dañada ya que fue
la primera que perdió proteínas en la primera fase del ayuno. Al perder
su integridad, la absorción de nutrientes no se lleva a cabo
satisfactoriamente, con el riesgo añadido de tener abierta la puerta de
entrada a los organismos patógenos.
934.070.400 segundos tras mi embriogénesis
Vuelven progresivamente todas las funciones orgánicas a la normalidad.
Postdata:
Querido lector, sé que
saldré de esta travesía más o menos recuperado, pero habrá otras, más o
menos traumáticas y peligrosas. Esta situación no tendrá fin mientras
nuestro general al mando, el cerebro, siga con la obsesión de tener una
apariencia externa perfecta, a cualquier precio, aún a costa de su
salud.
Me despido con una enorme
emoción y agradecimiento por sentir que estás conmigo al leer este
mensaje. Como despedida y colofón quiero dejar un consejo para la
posteridad, que me gustaría que transmitieras:
“No hipotequemos la salud de nuestros órganos por ser delgad@s”
Fuente: