Seguramente, lector, se habrá preguntado alguna vez por qué los seres humanos no tenemos la habilidad para respirar bajo el agua, como lo hace Acuamán o el Hombre de la Atlántida,
o… los peces. Una de nuestras fuentes de energía diaria es el oxígeno,
el cual obtenemos del aire mediante la respiración. Pero en el agua
también hay oxígeno, y los peces pueden obtenerlo justamente de allí, ¿así que por qué es que nosotros no? Hagamos un paseo evolutivo para ver cómo es que ha cambiado tanto la respiración.
Una interesante pregunta que nos permite remontarnos a unos 400 a 380
millones de años, que es cuando los primeros seres anfibios se expanden
fuera del agua. Hasta esos tiempos, sólo las plantas y los insectos
habían colonizado la tierra, el resto de la vida animal tenía el océano como única morada desde hacía miles de millones de años. Así es que nosotros los humanos, que somos primates y mamíferos, evolucionamos
a partir de aquellos peces que comenzaron a vivir en aguas bajas, y se
ayudaban con las aletas delanteras para moverse por el bajo fondo así
poder cazar las presas que surcaban la superficie del agua. De esas
criaturas surgieron los tetrápodos, primeros reptiles cuadrúpedos de los que evolucionaron todos los animales terrestres, incluyendo a los reptiles, mamíferos y aves.
Volvamos al oxígeno, tan necesario para mantener nuestro cuerpo
funcionando. Nosotros lo respiramos a través de la nariz o la boca,
luego baja por la tráquea hacia los pulmones, donde se dispersa por los
alvéolos, que se encargan de intercambiar gases con las células
sanguíneas. Los desperdicios, como el dióxido de carbono,
siguen el camino inverso, y son espirados hacia fuera por la boca o la
nariz. Los peces hace más o menos lo mismo, pero sólo que no permiten la
entrada de aire a su sistema, sino que lo que entra es agua. Esta pasa
por sus órganos especializados, las branquias, y allí se extrae el oxígeno, y se descarta el dióxido de carbono.
Son dos sistemas incompatibles. Nuestro sistema respiratorio no está
capacitado para poder extraer el oxígeno del agua, ni los peces con
branquias pueden hacerlo del aire. Así que, pasamos de preguntarnos por
qué no podemos respirar bajo el agua a querer saber ¿cómo sucedió que de unos peces evolucionamos todos los animales que respiran aire hoy en día?
Cuando nosotros los humanos no somos más que un embrión, no somos tan
diferentes a un pez. Incluso tenemos unas hendiduras llamadas el arco branquial,
situadas a ambos lados de nuestra faringe, es decir la garganta. En los
peces, esas hendiduras se abren para formar las branquias por las que
pueden respirar el agua, en nosotros los mamíferos esas hendiduras se
cierran. Pero en raras ocasiones nacen niños en los que esas hendiduras
branquiales no se han cerrado del todo, lo que puede provocarles
quistes, y en casos más extremos niños en los que crezcan vestigios de
cartílagos similares a las branquias de los peces.
Esos son vestigios de nuestro pasado evolutivo. Hoy en día existen unos peces que respiran como nosotros, y no hablamos de los delfines y ballenas, que no son peces, sino mamíferos, sino que nos referimos a los llamados peces pulmonados.
Estos respiran aire, y no agua. Sus antepasados eran parientes de los
que dieron origen a los tetrápodos, que comenzaron también a respirar
aire, y nos alejaron de la posibilidad de respirar bajo el agua.
Si vieron alguna vez un pez que es sacado del agua, verán que mueve
la boca, como queriendo respirar por ella. En cierto modo lo hacen, no
están capacitados para aspirar aire como los animales terrestres, pero
pueden tragar aire y el tejido del estómago llega a captar algo, muy
poco, ya que esos vasos sanguíneos no están capacitados para el
intercambio de gases. Los peces de hace 400 millones de años que
reptaban por las aguas barrosas comenzaron a tener órganos un poco más
eficientes en captar el oxigeno del aire, luego aparecieron los
anfibios, que pueden obtenerlo a través de la piel o tragándolo, como
hacen las ranas, y más tarde evolucionaron los reptiles, y a partir de
ellos las aves y los mamíferos, grupo al que pertenecemos.
Fuente:
Sinapsit
En el podcast de SciFri, “Steven Strogatz: The Joy Of X,” 23 Nov 2012, le preguntan a Strogatz por qué funciona la prueba del nueve (“casting out nines” en inglés) y no sabe contestar. Como buen matemático y como buen profesor no tiene miedo en confesar que nunca se ha preocupado por buscar la razón detrás de esta prueba, por ello no puede contestar a la pregunta. Todo ello me ha traído a la memoria la prueba del nueve, que no siempre funciona, como muestra este dibujo de Luis Vives, “Aritmética. Segundo Grado,” Zaragoza, 1949. ¡Qué no te acuerdas de la prueba del 9! Solo hay dos opciones, o eres muy joven, o eres un poco desmemoriado. Veamos como nos la explica Vives en su libro.
La prueba del nueve sirve para comprobar sumas, restas, productos y divisiones. En esta figura tienes la explicación para el caso del producto. Sobran más palabras. ¿Cuál es el secreto de la prueba del nueve que Strogatz no ha sido capaz de recordar? Obviamente, utilizar aritmética módulo 9. Nada más simple. En el caso del producto si a = b (mód 9), y c = d (mód 9), entonces ac = bd (mód 9). Lo mismo ocurre con sumas y restas, y con operaciones que involucren un número finito de sumas, restas y productos (como la división).
¿Funciona siempre la prueba? Obviamente, no. ¿Cuál es la probabilidad de fallo? Como nueve posibles resultados, la prueba del nueve fallará 1/9 de las veces (un 11% de las veces). ¿Se puede utilizar una prueba del siete o de cualquier otro número? Por supuesto y combinar dos pruebas asegura la corrección del resultado con mayor probabilidad (1/54 corresponde a un 1,6% de fallos). “Acerca de la prueba del nueve,” y Antonio, “La ¿prueba? del 9,” Tito Eliatron Dixit, 20 mayo 2009, explican cómo aplicarla a la división. Más información en María Luz Callejo de la Vega, “Una nueva mirada a “la prueba del 9″,” SUMA 30: 53-58, feb. 1999, y en Michel Ballieu, “La prueba del nueve,” Investigación y Ciencia 334, Julio 2004. Por cierto, este último artículo reproduce un fragmento de un texto de Al-Khwarizmi del siglo IX donde se explica cómo realizarla, aunque lo que destaca es su contundente inicio…
“En la clase el ambiente es tenso. El maestro, severo pero justo, permanece en un extremo de la tarima. El niño, ante el gran pizarrón negro, gacha la cabeza, trata de esquivar la mirada de reproche que le lanza su instructor. “Vamos a ver… ¿estás seguro de que 171 x 231 son 39.401?”, le pregunta, impaciente la voz. La respuesta es tímida. “Esto… ¿sí, señor?”. El maestro estalla. “¡Pequeño cabestro! ¿No te das cuenta de que te has equivocado? ¿Te has olvidado de la prueba del nueve?” El niño, aterrorizado, guarda un silencio culpable y siente revolotear sobre sí la amenaza del castigo. La sentencia no tarda en llegar. “Abre la mano”, ordena el profesor, que golpea con su larga regla de hierro la palma infantil…”En inglés recomiendo consultar Peter Hilton, Jean Pedersen, “Casting Out Nines Revisited,” Mathematics Magazine 54: 195-201, Sep. 1981, y Murray Lauber, “Casting Out Nines: An Explanation and Extensions,” The Mathematics Teacher 83: 661-665, Nov. 1990. El uso de la prueba del nueve en Educación Básica ha sido criticado por algunos y defendido por otros. Ver por ejemplo, Maxim Bruckheimer, Ron Ofir, Abraham Arcavi, “The Case for and against “Casting out Nines”,” For the Learning of Mathematics 15: 23-28, Jun. 1995.
Atención, pregunta, ¿merece la pena que los profesores de Educación Básica recuperen la prueba del nueve en lugar del uso de la calculadora para chequear resultados? Utiliza los comentarios para ofrecer tu opinión, si te apetece.
Esta entrada participa en la Edición 3.14159265 del Carnaval de Matemáticas, que en esta ocasión se organiza en PiMedios. La aventura de las matemáticas.
PS: En los comentarios Emm Alva escribe que “Creo que los niños de Educación Básica no deberían utilizar calculadora o algún dispositivo electrónico, porque siento que gracias a esas herramientas su aprendizaje no es tan sólido y cada vez les cuesta más trabajo hacer cosas que se dicen básicas.” Yo soy de la misma opinión. Creo que usar calculadora en Educación Primaria es como usar reglas de letras de molde (ver figura abajo) para aprender a escribir. Nadie puede aprender a escribir de esa manera. Lo que no quita que en Educación Secundaria sea muy recomendable que los alumnos aprendan a usar correctamente la calculadora y el ordenador.