Entras en un bar y la música te va golpeando. Las cabezas se
zarandean y los pies comienzan a seguir el compás en sincronía. De
alguna manera el ritmo del sonido asume el control cerebral de todo el
mundo en la sala obligándolos a realizar simultáneamente el mismo
comportamiento en sincronía. ¿Cómo es posible? ¿Este control mental
inconsciente del sonido rítmico conduce sólo a nuestros movimientos
corporales, o podría estar afectando a procesos mentales más profundos?
El misterio es más profundo de lo que se piensa, según la psicóloga
Annett Schirmer, cuyo informe incluye nuevos hallazgos presentados en
una reunión de la Sociedad de Neurociencia en Nueva Orleans. El sonido
rítmico "no sólo coordina el comportamiento de la gente de un grupo,
sino que también coordina sus pensamientos, los procesos mentales de los
individuos del grupo sincronizado."
Este hallazgo, extiende el poder bien conocido de la música para
aprovechar los circuitos cerebrales que controlan la emoción y el
movimiento, que controlan efectivamente los circuitos cerebrales de la
percepción sensorial. Este descubrimiento ayuda a explicar cómo los
tambores unen a las tribus en una ceremonia, por qué los ejércitos
marchan al son de la corneta y el tambor a la batalla, por qué el culto y
las ceremonias están impregnados de canciones, por qué el habla es
rítmico, marcado por los ritmos del énfasis en sílabas y palabras
particulares, y tal vez por qué bailamos.
Schirmer y su estudiante graduado Nicolas Escoffier, de la Universidad
de Singapur, primero probaron a los sujetos mediante los flashes de una
serie de imágenes en un monitor de vídeo, y les pidió que identificaran
rápidamente cuando una imagen se había vuelto al revés. Mientras los
participantes se centraban en esta tarea, un tambor electrónico sonaba
con un suave ritmo de cuatro tiempos de fondo, sincopado para saltarse
el cuarto tiempo de cada compás.
Los resultados mostraron que cuando la imagen flasheaba en ese latido
perdido, los sujetos reconocían la imagen invertida mucho más rápido que
cuando la imagen flasheaba fuera de tiempo de sincronización con el
compás o cuando dichas imágenes se presentaban en silencio. De alguna
manera, la toma de decisiones del cerebro se vio acelerada por el ritmo
auditivo externo y acentuaba los puntos precisos en sincronía con el
ritmo. Dado que era evidente que el poder del ritmo aumentaba el
rendimiento cognitivo con el ritmo perdido cuando no se presentaba
ningún sonido, y que el efecto no tenía nada que ver con el sonido del
tambor que actuaba como estímulo. El procesamiento mental debía de caer
en un ritmo de acentuada expectativa o de un rendimiento superior sobre
el ritmo anticipado.
Más adelante, los investigadores colocaron unos electrodos en el cuero
cabelludo de los participantes, para determinar si la actividad
eléctrica del cerebro se veía afectada de alguna manera por el ritmo del
sonido. El registro del EEG detecta la actividad eléctrica combinada de
miles de neuronas que trabajan juntas en la corteza cerebral. Igual que
el rugido de una multitud en un partido de béisbol, las ondas de la
actividad eléctrica del cerebro se generan cuando las neuronas
individuales de la corteza cerebral se combinaban en la acción. Los
registros del EEG mostraron que las ondas de actividad cerebral (ondas
alfa y beta) se sincronizaron en torno al ritmo auditivo. Es decir, el
devenir de las oscilaciones de las ondas cerebrales se desplazaba a una
fase cuyo pico de onda siempre ocurría en un punto preciso relativo al
siguiente latido del ritmo de tambor. El sonido rítmico sincronizaba las
ondas cerebrales.
Las grabaciones de las ondas cerebrales también revelaron un efecto más
sorprendente del ritmo en la función cerebral. Cualquier estímulo
sensorial, como el ver una imagen o escuchar un sonido, podía generar
una breve onda cerebral en la región de la corteza cerebral donde se
recibe y procesa tal información. Los investigadores descubrieron que la
onda cerebral de evocación sensorial, medida en la parte posterior del
cráneo, sobre la región donde se procesa la visión, tenía su pico cada
vez que se presentaba una imagen, pero cuando la imagen se presentaba
simultáneamente con la pérdida de ritmo de tambor, la respuesta
eléctrica evocada por la imagen era más grande que cuando la imagen era
presentada fuera de ritmo o aparecía en la pantalla en silencio. Estos
circuitos visuales eran más sensibles cuando la imagen aparecía en
sincronía con el ritmo auditivo.
Esta región del cerebro procesa los primeros pasos de la visión, son los
circuitos que detectan los estímulos visuales. Esto significa que
nuestra percepción del mundo externo entrar en nuestra mente a través de
los ojos y se ve afectado por el ritmo de lo que oímos. Algo visto en
un punto preciso de tiempo con ritmo auditivo es más probable que se
perciba que si aparece fuera de sincronía con ese ritmo. Esta compuerta
de entrada visual por el ritmo auditivo no requiere de una meditación
prolongada sobre el ritmo, para hacer que la persona entre en una
especie de estado de trance, los efectos son casi instantáneos. "En el
espacio de unos pocos compases de la música las ondas cerebrales
comienzan a ponerse en sintonía con el ritmo", subrayó Schirmer.
Steven Pinker decía que la música es un "pastel auditivo", sin ninguna
ventaja particular en la evolución de nuestra especie. Schirmer cree que
sus nuevos hallazgos no apoyan esta opinión. "El ritmo facilita
nuestras relaciones interpersonales en términos que no sólo abarca a
cómo nos movemos, sino la forma en que hablamos y pensamos", concluye
ella. "El ritmo facilita que la gente interactúe mediante la
sincronización de las ondas cerebrales y aumente el rendimiento de la
percepción de lo que la otra persona está diciendo y haciendo en un
momento determinado." El ritmo, ya sea con la letra de canción o con la
medida de un poema facilita el procesamiento del lenguaje, por eso ella
está llevando a cabo nuevos experimentos para poner aún más a prueba
esta idea. "Cuando la gente se mueve en sincronía tienen más tendencia a
percibir el mundo de forma sincronizada, lo que facilita su capacidad
para interactuar."
- Autor: Douglas Campos una autoridad reconocida
internacionalmente en las interacciones neuronas-glía, en el desarrollo
del cerebro y los mecanismos celulares de la memoria. Es miembro del
consejo editorial de varias revistas de neurociencia y autor de más de
150 artículos y el libro “El otro cerebro” (The Other Brain).
Fuente:
Bit Navegante