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6 de mayo de 2013

¿Cuántas bacterias viven en tu ombligo?

Un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte (EE UU) ha llegado a la conclusión de que existen 2.368 tipos de bacterias diferentes en el ombligo del ser humano, según un análisis genético publicado en la revista PLOS One. Se trata de los primeros resultados de Proyecto "Biodiversidad del ombligo" (http://www.wildlifeofyourbody.org/), dedicado a una zona del cuerpo que, según los investigadores es "el portal por el que nos conectábamos a nuestras madres, y el recordatorio físico de nuestro pasado evolutivo". Además de ser lugares relativamente aislados donde los microbios se mantienen "a salvo".

"Al estudiar los ombligos hemos identificado una inquietante e inmensa riqueza de vida: el ombligo medio de un ser humano hospedaba alrededor de 67 especies, y entre las 66 muestras reunidas encontramos miles de especies distintas", indicó Rob Dunn, coautor del estudio. Algunas de las bacterias identificadas resultaron ser bastante inesperadas, como una que habita también los ambientes marinos.

De todos los microbios analizados, destacaba el papel de ocho bacterias que estaban presentes en más de un 70% de las muestras tomadas, y cuya población representaba el 50% del total de las muestras.

Los autores recuerdan que, sin estos microbios, nuestro sistema inmune no funcionaría adecuadamente, por lo que su papel es fundamental para protegernos de agresiones externas.


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Muy Intertesante

17 de abril de 2013

¿Qué es la flora intestinal?

Cada individuo alberga 100.000 millones de microorganismos de 400 especies, en su mayoría bacterianas. Más del 95% vive en el tracto digestivo, sobre todo en el colon. Es la llamada flora intestinal, un complejo ecosistema lleno de microbios beneficiosos para la salud. En sentido estricto, el interior de la boca, estómago e intestinos son parte de la superficie externa del organismo, pues están en contacto directo con el medio ambiente. Mientras que la piel tiene un área de 2 m2, los intestinos desplegados alcanzan los 400 m2. Los seres humanos nacemos estériles, pero a las pocas horas el tubo digestivo comienza a ser colonizado por los microorganismos que pasan por la boca con los alimentos. A medida que entran en contacto con la capa mucosa del intestino, las bacterias pueden anidar y multiplicarse. A los 2 años, la flora intestinal es prácticamente la definitiva. Puede haber cambios transitorios si se altera la dieta o por el uso de antibióticos, pero son reversibles, de modo que cada individuo mantiene una flora predominante y estable.

La función de la flora bacteriana es la fermentación de la dieta no digerible, como la fibra vegetal; y del moco producido por el epitelio intestinal. Además, los liliputienses del tubo digestivo producen ácidos grasos, vitamina D y K, favorecen la recuperación y absorción de calcio, hierro y magnesio, y previenen la invasión de los microbios patógenos que ingerimos con los alimentos por el llamado efecto barrera. Las bacterias buenas constituyen, por tanto, un eslabón esencial del sistema inmunológico.


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Muy Interesante

18 de marzo de 2013

¡Hay vida en el lugar más profundo del océano!

Cresta de la Fosa de las Marianas

Un equipo internacional de científicos aseguró que el lugar más profundo del océano está lleno de vida.

Los científicos descubrieron que el fondo de la Fosa de las Marianas -a once kilómetros de la superficie en el Océano Pacífico- está lleno de organismos microscópicos.

El estudio -publicado en la revista Nature Geoscience- dice que estos primitivos microbios unicelulares parecen ser más activos que aquellos de las aguas poco profundas. 

Los investigadores dicen que los organismos se dan un festín con las plantas muertas y las criaturas que se llegan desde la superficie del mar.
 
Fuente:
 
BBC Ciencia 

27 de enero de 2013

Hay microbios que viven en las nubes de tormenta

tormenta-veranoUn estudio danés basado en muestras de una tormenta caída en mayo de 2009 revela que las nubes cargadas de lluvia, rayos y truenos también están repletas de bacterias y sustancias químicas, concretamente hasta 3000 compuestos diferentes encontrados de manera habitual en el suelo.

De los microbios descubiertos en las piedras de granizo analizadas por los científicos,  existen tres tipos que podrían considerarse “típicos” habitantes microscópicos de un nubarrón tormentoso: Proteobacteria, Sphingobacteriales y Methylobacterium. Y coinciden con tipos de bacterias que suelen vivir asociados a la superficie de las plantas, según publican los investigadores en la revista PLOS ONE.

Los autores sostienen que la abundancia de ciertos microbios en el granizo de las lluvias de tormenta revela qué microbios sobreviven mejor a los procesos que implica el ciclo de vida de una nube. Y que esto podría afectar a la distribución de los microorganismos a lo largo y ancho del planeta. Dicho de otro modo, las bacterias no solo nacen, se reproducen y se seleccionan a ras de suelo, sino también en la atmósfera. “Las nubes de tormenta son los hábitas más extremos de la Tierra donde hemos encontrado vida”, concluyen los autores del trabajo.


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Muy Interesante

22 de enero de 2013

La felicidad y la inteligencia se pueden transmitir a través de una bacteria

mycobacteriumEn la última década, los científicos han descubierto que el comportamiento, el estado de ánimo e incluso la memoria pueden verse modificados por la acción de microbios externos. Un claro ejemplo son los efectos que nos provoca estar en contacto con Mycobacterium vaccae, una bacteria que vive en el suelo y que inhalamos cuando damos un paseo por el campo, jugamos un rato en el parque o podamos las plantas del jardín. Según un estudio publicado hace unos años en la revista Neuroscience, este microbio estimula a las neuronas de la corteza prefrontal del cerebro humano para que liberen serotonina, el neurotransmisor de la felicidad y el bienestar, lo que nos pone de muy buen humor. Lo que es más, Christopher Lowry, neurocientífico de la Universidad de Bristol (Reino Unido), ha comprobado que inyectando la bacteria en ratones de laboratorio ejercía un efecto antidepresivo muy similar al popular Prozac.

Por si esto fuera poco, Dorothy Matthews, investigadora de The Sages Colleges de Nueva York (EE UU), ha llegado a la sorprendente conclusión de que M. vaccae también puede mejorar la capacidad de aprendizaje. En experimentos con roedores alimentados con la bacteria viva, Matthews y su equipo comprobaron que los animales “infectados” se movían más rápido por los laberintos y sufrían menos ansiedad. “Podemos especular que sería positivo programar en las escuelas un tipo de aprendizaje al aire libre para adquirir nuevas habilidades”, sugiere Matthews. A la vista de estos resultados, tampoco parece descabellado imaginar que, en un futuro no muy lejano, podamos tomar un puñado de estas bacterias para convertirnos en personas más felices e inteligentes. De hecho, en 2003 Rook y Lowry ya dieron el primer paso en este sentido al obtener una patente para el uso de M. vaccae y derivados para tratar la ansiedad, los ataques de pánico y los trastornos alimentarios.



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Muy Interesante

19 de diciembre de 2012

Los dos científicos que violaron la ley para salvar una vida (con la aparición estelar de Hitler)

En 1935, la hija de Gerhard Domagk, el gran microbiólogo, tropezó en la escalera de la casa familiar de Wuppertal, en Alemania, mientras sostenía una aguja. Caerse por las escaleras es un accidente bastante frecuente en el mundo, como ya os expliqué en Ese objeto peligrosísimo que es una escalera (I): más de 300.000 accidentes solo en Reino Unido. De hecho, morir en una escalera es más probable que hacerlo en un vuelo comercial. Pero en este caso, aún era peor: la aguja que llevaba la muchacha, de nombre Hildegard, se le clavó en la mano y se partió en su interior.

Aunque le extrajeron el pedazo de aguja, una insidiosa infección esteptocócica se extendió por todo el brazo de Hildegard. Gerhard sabía que su hija moriría pronto, porque en aquella época aún no existían fármacos capaces de frenar el avance de las bacterias.


Pero Gerhard tenía un as en la manga, un tinte rojo industrial con el que llevaba una temporada experimentando: prontosil. Al parecer, los ratones de laboratorio sobrevivían a las infecciones de estreptococos si recibían una inyección de aquel tinte. 


Sin embargo, Gerhard no confiaba demasiado en aquella sustancia, tal y como explica Sam Kean en La cuchara menguante:

El prontosil, una molécula orgánica aromática que, de forma un tanto insólita, contenía un átomo de azufre, poseía algunas propiedades impredecibles. En aquella época los alemanes creían, extrañamente, que los tintes mataban los gérmenes porque teñían sus órganos vitales de color equivocado. Pero el prontosil, aunque letal para los microbios en los ratones, en un tubo de ensayo no parecía tener ningún efecto sobre las bacterias, que nadaban felizmente en el líquido rojo. Nadie sabía por qué, y a causa de esta ignorancia muchos europeos habían atacado la “quimioterapia” alemana, que desdeñosamente consideraban inferior a la cirugía para el tratamiento de las infecciones.
Gehrhad se encontraba en la tesitura de si debía o no probar aquel tinte con su hija, habida cuenta de que los primeros ensayos con humanos provocaban, en algunos casos, graves efectos secundarios; sin contar que los pacientes quedaban rojos como la grana. 

Era el mismo dilema al que se había enfrentado el héroe intelectual de Gerhard, Louis Pasteur, 50 años antes, cuando recibió el caso de un niño herido por la mordedura de un perro rabioso. Pasteur, sin la licencia de médico reglamentaria, infringió la ley y le administró al niño una vacuna contra la rabia que sólo se había probado en animales. Pasteur salvó la vida del niño, pero corrió el riesgo de ser denunciado por un delito criminal.

Como sucede en muchas películas de mad doctors o científicos que actúan extramuros de la legalidad, Gerhard decidió que era hora de seguir el mismo camino que su ídolo Pasteur. Hildegard ya estaba a punto de sufrir una amputación del brazo y no podía esperar más: se llevó varias dosis del fármaco experimental y le inyectó aquel suero rojo a su hija.

La audacia de Gerhard fue recompensada, y Hildegard salvó la vida gracias a la primer fármaco del mundo verdaderamente antibacteriano, pero Gehrhad guardó silencio sobre su éxito a fin de no influir en los sucesivos ensayos clínicos que tuvieron lugar con aquel tinte rojo.

En 1939, Gerhard Domagk recibió el premio Nobel de Medicina o Fisiología. Sin embargo, si bien había salido airoso de su violación de la ley, obteniendo el máximo de los parabienes (el premio más prestigioso y salvar la vida de su hija), tuvo que enfrentarse a un hecho funestamente inesperado: Adolf Hitler.

Hitler odiaba al comité del Nobel por haber concedido el premio de la Paz de 1935 a un periodista y pacifista antinazi, tras lo cual Die Führer prácticamente había declarado ilegal que un ciudadano alemán ganara el premio Nobel. En consecuencia, la Gestapo arrestó y trató con brutalidad a Domagk por su “crimen”. Cuando estalló la segunda guerra mundial, Domagk se redimió un poco al convencer a los nazis (que al principio se negaban a creerlo) de que sus fármacos podían salvar a los soldados que sufrieran gangrena. Pero para entonces los Aliados ya tenían las sulfas, y no debió aumentar precisamente la popularidad de Domagk que en 1942 sus fármacos salvaran la vida de Winston Churchill, un hombre decidido a destruir Alemania.


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Xakata Ciencia

3 de diciembre de 2012

Tu iPhone funcionará con bacterias no con pilas



De la misma manera que nosotros respiramos oxigeno, hay bacterias que respiran hierro!. Nuestras células usan la materia orgánica, el azúcar por ejemplo, para metabolizarlo hasta CO2, que expulsamos en la respiración. En ese proceso, el oxigeno que respiramos lo transformamos en vapor de agua, H20.


Geobacter, una bacteria que normalmente se encuentra en el suelo, es capaz de respirar hierro. Para ello, degradan la materia orgánica hasta CO2, pero en vez de emplear el O2 para formar H2O, emplean óxidos de hierro insolubles (Fe3+) que transforman en magnetita (Fe3O4). De esta manera transfieren electrones sobre los óxidos de hierro. El proceso se denomina respiración microbiana anaerobia.

Ahora, un equipo de físicos y microbiólogos de la Universidad de Massachusetts (EE.UU.) ha descubierto que Geobacter es capaz de transferir electrones fuera de la célula y transportarlos varios centímetros (lo que supone miles de veces el tamaño de la propia bacteria!). Esto lo consiguen a través de unos filamentos proteicos que ella misma produce, que los denominan “nanocables” microbianos. Estos “nanocables” forman una red que recorren las biopelículas o biofilms que forma la bacteria y tienen una conductividad comparable a la de los polímeros sintéticos que se utilizan comúnmente en la industria electrónica. Además, la conductividad del biofilm puede ser afinada mediante la regulación de los genes de la bacteria. Es la primera vez que se observa la conducción de carga eléctrica de tipo metálico a lo largo de un filamento de proteínas.

Esta propiedad puede emplearse para transferir electrones a un ánodo, como en una pila. Así, Geobacter es una bacteria capaz de convertir la energía química (la que está “encerrada” en los enlaces químicos de los compuestos orgánicos) en energía eléctrica. 


Geobacter posee otras propiedades muy interesantes desde el punto de vista práctico y medioambiental. Por ejemplo, es capaz de alimentarse de sedimentos y residuos, de degradar los contaminantes derivados del petróleo o deshechos radioactivos y transformarlos en CO2 (bioremediación), o incluso en metano que puede emplearse como fuente de energía “limpia” (biofuel). 

Este hallazgo, publicado en Nature Nanotechnology, abre la posibilidad de emplear esta bacteria para generar electricidad a partir de residuos y desperdicios orgánicos. Podría revolucionar la nanotecnología y la biotecnología, ya que podría conducir en un futuro a la creación de nanomateriales más baratos y no tóxicos para los biosensores y la electrónica que interactúan con los sistemas biológicos.


Tomado de:

Microbioun

1 de noviembre de 2012

¿Cómo y por qué los virus del herpes se reactivan?

La sola mención de la palabra “herpes“ evoca generalmente imágenes y estereotipos negativos, pero la mayoría de las personas se han infectado alguna vez con algún tipo de este virus.

Para la mayoría, aparece una herida, se cura y se olvida, aunque el virus permanece latente a la espera de las condiciones adecuadas para volver.

Ahora, el misterio que existía sobre lo que hace que el virus se reactive de nuevo está más cerca de ser resuelto, gracias a una nueva investigación publicada en el número de Noviembre de Journal of Leukocyte Biology.

En el informe, los científicos muestran cómo el sistema inmune puede perder su control sobre el virus cuando se enfrenta a nuevas amenazas microbianas, como cuando tiene que defenderse de otros invasores virales o bacterias.
Debido a que casi todas las personas que están infectadas por uno o más virus de la familia herpes durante su vida, el impacto potencial de estos resultados son significativos. Esperamos que mediante la comprensión de cómo estas infecciones virales latentes son controladas, podamos prevenir la reactivación y mejorar la vida de las personas
Comenta Charles H. Cook, director de cuidados intensivos de la The Ohio State University College of Medicine en Columbus, e investigador involucrado en el trabajo.

Para hacer este descubrimiento, los investigadores estudiaron ratones infectados con herpes de la familia citomegalovirus (CMV). Encontraron que las células T responsables de control de CMV se redujeron significativamente durante una nueva infección con bacterias.

En efecto, esto redujo que lo que mantenía al virus bajo control, permitiendo que el virus se reactivara y causara enfermedad. Cuando el sistema inmune siente la reactivación al cabo de un tiempo, los niveles de las células T vuelven a la normalidad, restaurando el control del virus sobre el cuerpo.
Encontrar formas para controlar brotes de herpes es importante, no sólo para la salud del individuo con el virus, sino también para la prevención de su transmisión. Este informe destaca la interacción importante cuando nos co-infectamos con más de un microbio, proporcionando importantes ideas sobre por qué el sistema inmunológico a veces falla y cómo puede recuperar el control de las infecciones
Concluye John Wherry, editor de Journal of Leukocyte Biology.

Fuente:

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