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19 de agosto de 2011

Los colores no existen

Atardecer

El cielo es azul, el atardecer naranja... ¿verdad? Los colores que usted ve no son siempre los mismos que los que ve otra persona, pues percibimos el color a través de nuestro cerebro, según le explicó a la BBC el neurocientífico Beau Lotto.


El color es una de las sensaciones más simples: hasta las aguamalas detectan la luz sin siquiera tener un cerebro. Sin embargo, explicar la claridad y el color de una manera más general, es explicar cómo y por qué vemos lo que vemos.

La primera cuestión a recordar es que el color realmente no existe... al menos no en sentido literal. Las manzanas y los coches de bomberos no son rojos, el cielo y el mar no son azules y ninguna persona es objetivamente "negra" o "blanca".

Lo que existe es luz. La luz es lo real.

Se puede medir, tener y contar (de cierta manera). Pero el color no es luz. El color es completamente fabricado por nuestro cerebro.

Experimento

¿De qué color son los cuadritos realmente? Siga las instrucciones al lado.

¿Cómo lo sabemos? Porque una luz puede tomar cualquier color... en nuestra mente.

He aquí un ejemplo. Mire la imagen de al lado, en la que hay cuatro cuadritos grises en la superficie superior del cubo de la izquierda y siete cuadritos grises en la superficie equivalente del cubo de la derecha.

Una vez esté convencido de que esos cuadritos físicamente son del mismo color (porque lo son), mire los cubos de abajo.

Lo que es asombroso es que ahora los cuadritos grises de la izquierda se ven azules, mientras que los mismos cuadritos grises de la derecha se ven amarillos.

Los cuadritos amarillos y azules de los dos cubos comparten la misma luz, no obstante, se ven muy distintos.

Memorias de colores

El color es posiblemente nuestra mejor creación, una que fue engendrada en base a nuestras experiencias pasadas.

Ésa es la razón por la cual vemos ilusiones ópticas, pues, cuando uno ve una imagen de algo ya visto en "la vida real" antes, el cerebro se comporta como si los objetos en las imágenes fueran igual de reales.

Si usamos experiencias pasadas para entender la luz, ¿cuán pronto podemos aprender a ver a la luz de forma diferente?

La respuesta: toma apenas unos segundos. Para demostrarlo, intente la siguiente ilusión óptica.

Primero, note -en la imagen que está abajo- que las dos escenas en el desierto tiene exactamente la misma composición de color. El cielo en ambas es azulado y el desierto, amarillento.

Sin embargo, si usted fija su vista sólo en el punto que está entre los cuadrados rojo y verde por 60 segundos, y luego mira el punto que está entre las dos escenas del desierto, los colores de las dos imágenes idénticas del desierto lo dejarán estupefacto.

Entre más enfocado esté al mirar el punto entre los cuadrados verde y rojo, mejor será la ilusión subsecuente.

Las escenas del desierto cambian de color porque su cerebro incorporó su reciente historia de rojo a la derecha y verde a la izquierda, y la aplica a las imágenes de abajo, al menos por un rato.

Los dos ejemplos anteriores plantean una posibilidad intrigante. Quizás el color es más fundamental para nuestro sentido de identidad de lo que pensábamos. Y efectivamente, lo es.

No se puede olvidar que el color ha sido parte del corazón de la evolución durante millones de años.

Piense en la relación entre los insectos y las flores (las flores son de colores para su beneficio, no el nuestro), o en todos los diferentes colores de los animales y cómo o les sirve para camuflarse o para, como el pavo real, distinguirse para atraer la atención.

Piense en los colores de la ropa que tiene puesta... y por qué los está usando. Toda la industria de la moda, cosméticos y diseño se basan en el color.

¿De qué color es la felicidad?

Lo que esto significa es que nuestra percepción más simple nos ha hecho lo que somos. Más que eso, y esto es realmente asombroso, el color -acuérdese de que no existe- ha moldeado el tejido físico del mundo y ha sido el núcleo de la cultura humana.

Beau Lotto

Beau Lotto es uno de los varios científicos que parten de la pregunta que tantos nos hacemos: ¿ves lo que yo veo?

Debido a nuestra íntima relación con el color, la gente se ha estado preguntando por siglos si usted ve lo que yo veo.

La respuesta nos revelaría no sólo muchísimo acerca de cómo funciona nuestro cerebro, sino también acerca de quienes somos nosotros como individuos, así como sociedades.

Para el programa de la BBC Horizon, en mi laboratorio creamos varios experimentos únicos para un grupo de 150 personas -de distintas edades, colores, sexo y orígenes- para explorar si todos vemos los colores de la misma forma.

Lo que descubrimos nos sorprendió, aunque no hay que olvidar que nuestros hallazgos son apenas el principio de la respuesta.

En un experimento en el que se probaba la relación entre las emociones y el color, hallamos que casi todos los adultos le asignaron amarillo a la felicidad, azul a la tristeza y rojo a la furia (sorpresa y temor, que son las otras dos emociones universales no tenían un color obvio). Aunque los niños seguían la misma tendencia, sus selecciones eran mucho más mezcladas y variables.

Por otro lado, casi todo el mundo (viejo y joven) mostró una relación similar entre el color y el sonido, dándole a los tonos más bajos azul oscuro y a las notas altas amarillo brillante.

En otras palabras, la gente parece tener mapas mentales internos entre el color y otras cualidades perceptivas, como el sonido y la forma. Increíble, dado que estas relaciones no existen en la naturaleza.

Estructuras de colores

Colores y frutas

La percepción del color hace que, sin importar bajo qué luz veamos el banano, siempre nos parecerá amarillo.

En otro experimento, le pedimos al grupo ubicar 49 bloques de color en una superficie que tenía 49 espacios. Ninguna otra instrucción.

El número de imágenes posibles que se podían crear era 10 a la 62 potencia: una cantidad enorme.

Lo que es extraordinario es que la gente hizo patrones que eran muy predecibles, pues todos agruparon los colores de acuerdo a su similitud. ¿Por qué?

Porque tenemos una necesidad inherente de estructura y, en particular, de estructuras que nos son familiares, en este caso estructuras que son parecidas a las matemáticas de las imágenes en la naturaleza.

Otra prueba exploraba las bases de la visión de color, para ver si había diferencias individuales en el simple acto de detectar la luz.

Lo que descubrimos es que no sólo las mujeres son más sensibles que los hombres, sino también que las mujeres que están más en control son significativamente mejores que las que se sienten impotentes.

Un resultado notable, si uno piensa que sólo está hablando de detección de luz.

Examinamos además si el color puede alterar la sensación del paso del tiempo.

Nuestras observaciones iniciales indicaban que un minuto es más largo para los hombres que para las mujeres... unos 11 segundos más largo, en promedio.

Pero un minuto fue más largo tanto para los hombres como para las mujeres si estaban bañados de una luz roja, en vez de una azul.

Este efecto probablemente está vinculado a la excitación, dado que se sabe que el rojo y el azul producen diferentes niveles de excitación.

¿Engañados?

Mariposa en flor

Las flores son de colores para su beneficio, no el nuestro.

Así que todos vemos el mundo de una forma distinta. De hecho, no tenemos otra opción, dado que nuestras experiencias son diferentes.

Pero ninguno lo ve como es.

En ese sentido, todos vivimos engañados: lo que cada uno de nosotros ve es un significado derivado de nuestras historias individuales y compartidas.

Esta realidad, quizás más que cualquier otra cosa, provee un argumento irrefutable para celebrar la diversidad, más que para conformarse por temor.

Y eso es liberador, pues saberlo le da la libertad de asumir la responsabilidad por sus percepciones futuras sobre sí mismo y sobre los demás.

Fuente:

BBC Ciencia

27 de junio de 2011

¿Por qué vemos en 3D?

Ahora está de moda el cine, la televisión y los videojuegos en 3D e incluso revistas y periódicos tradicionales añaden imágenes en tres dimensiones. Unas imágenes que nos fascinan porque somos capaces de captar volúmenes y ver en profundidad, pero… ¿Por qué tenemos esa capacidad?

Videojuego en tres dimensiones

La respuesta breve es: porque tenemos dos ojos. Ya no hace falta que siga leyendo si es que tiene algo más importante que hacer, como trabajar o insultar a alguien en un foro. A esta visión por medio de dos ojos se le llama estereoscópica y, pese a estar muy difundida en el reino animal, científicos y pensadores hasta bien entrado el siglo XIX no llegaron a comprender su funcionamiento.

Antiguamente se pensaba que teníamos dos ojos al igual que tenemos dos riñones o dos brazos, como una consecuencia más de la bilateralidad y simetría que caracterizan al cuerpo. Así, además, si se estropeaba uno estaría el otro de reserva. No se percataron de que es necesario el funcionamiento de ambos ojos para ver en profundidad. Veamos por qué.

Cazadores, triangulación y camuflaje

Piluca no puede ver bien en profundidad

En primer lugar porque tener dos ojos no basta para ver en tres dimensiones. Deben ocupar además una posición frontal para que las imágenes que captan puedan superponerse y luego procesarse en el cerebro. Los animales herbívoros necesitan tener un amplio campo de visión para detectar depredadores mientras están pastando. Por ello tienen cada ojo a un lado de la cara, de forma que disfrutarán de una visión panorámica de casi 360 grados, aunque a cambio no podrán captar la profundidad adecuadamente.

Los animales cazadores y/o arborícolas de los que provenimos en cambio no necesitan tanto una visión panorámica de su entorno como una visión precisa de la distancia a la que se encuentra su presa o próxima rama a la que saltar. Por eso estos animales tienen (tenemos) los ojos en el centro de la cara. De esa manera se capta una misma imagen desde dos ángulos ligeramente distintos, lo que permite calcular la distancia por medio de un poco de trigonometría, que nuestro cerebro es capaz de realizar intuitivamente.

Otra ventaja que tuvo para nuestros lejanos antepasados la visión estereoscópica es que así puede detectarse los camuflajes, especialmente de insectos. Si el depredador puede captar el volumen, por similar que sea el color del insecto con el del fondo sobre el que se mueve tarde o temprano será engullido.

Una aplicación más moderna de este principio está en las fotografías aéreas tomadas por los aviones espía. Primero se realizan varias capturas de un mismo sector en breves intervalos durante el vuelo (lo que se conoce como traslape), a continuación un analista observa cada par de fotos mediante un visor que muestra una de esas fotografía consecutivas para cada ojo, el llamado “par estereoscópico”. De esta forma los objetos camuflados al no ser planos no se superpondrán correctamente. Serán diferentes en cada ojo y al analista por lo tanto se le aparecerán en relieve. Ahí está el enemigo escondido.

Y llegó el cine en 3D

Pintura callejera

No obstante hay que aclarar que la visión binocular no lo es todo a la hora de captar el relieve. Basta cerrar un ojo para comprobar que el mundo sigue estando ahí, sin volverse plano como una fotografía y los piratas no se caían por la borda continuamente a pesar de tener un parche en el ojo. El cerebro, que en una parte considerable está dedicado a la visión, tiene otros recursos para interpretar los datos que le llegan, como los ángulos en zigzag de los contornos y las sombras. Un artista habilidoso sabrá retratar bien las perspectivas y hasta cierto punto podrá engañar a nuestros ojos.

Una familia un tanto extraña y tridimensional

Al movernos, además, contemplamos como los objetos más cercanos se mueven más rápido que los lejanos, lo cual contribuye a dar sensación de profundidad y es un recurso utilizado en diversos gifs, como el que acompaña estas líneas. Aquí pueden verse más.

Sin embargo, por hábiles que sean estas triquiñuelas siempre topan con el obstáculo de la visión estereoscópica. En un mundo en relieve, como decíamos, cada retina recibirá una imagen levemente diferente, que al unirse dentro del cerebro crean la conciencia de una tercera dimensión.

Pero un cuadro o una pantalla de cine proyectan una misma imagen para ambos ojos. La solución en teoría es sencilla, aunque algo difícil de llevar a la práctica. Se trata de proporcionar a cada ojo una imagen algo distinta para que surja ese relieve, a la manera del analista militar anteriormente mencionado. ¿Y cómo se logra?

Una de las primeras películas en 3D

Pues en los antiguos sistemas de cine de 3D, por medio de las clásicas gafas con un color diferente en cada lente, una roja y otra verde azulada. Se proyectaban dos imágenes con diferentes colores y sin que estuvieran perfectamente superpuestas de manera que los tonos rojizos quedasen filtrados por una lente y los azulados por la otra. El cerebro interpretaba esa diferencia en la imagen de cada ojo como volumen y… tachán, ahí se nos aparecía la criatura del lago saliéndose de la pantalla. También estaba el método de las gafas polarizadas, con rendijas para captar la luz en diagonales distintas para cada ojo, un sistema que Hitcock utilizó en la película “Crimen perfecto”.

En la práctica el resultado dejaba bastante que desear porque sólo los espectadores de las filas centrales podían captarlo en el caso de las gafas polarizadas, y en el otro parte del público padecía el efecto denominado “rivalidad binocular”. Se produce cuando el cerebro no puede unir adecuadamente ambas imágenes, dando prevalencia alternativamente a una u otra, un efecto incómodo y que acaba provocando dolor de cabeza.

Desde Avatar se ha popularizado un sistema más eficaz. Se proyectan alternativamente diferentes perspectivas y las gafas -sincronizadas con el proyector- vuelven trasparente u opaca cada lente a una velocidad mayor de la que podemos percibir, de manera que cada ojo siempre recibe la misma perspectiva mientras el otro está tapado. Pero qué mejor que mostrar las diferentes técnicas precisamente mediante imágenes -en dos dimensiones, eso sí- como en esta página de onlineschools.

Artículo escrito en colaboración con José Javier Vallés Vilar, alias “Tío Patillah”, Doctor en Física por la Universidad de Valencia y autor de la tesis “Correlaciones invariantes de objetos tridimensionales“.

Tomado de:

Ciencia para Gente de Letras

* Inicio Pareidolia o cómo Jesucristo se me apareció en la pared

Seguro que habéis oído más de una vez algún caso de personas a las que se les ha aparecido Jesús o la Virgen (no sé por qué seguimos llamándola así) en una humedad. ¿O a caso no habéis visto nunca en la tele a una fotografía donde un fantasma aparece al lado de una persona que ya falleció? Seguro que nuestro amigo Iker Jimenez de Cuarto milenio nos ha enseñado más de una. Y seguro que también habéis oído casos de gente que ha pagado por ver cualquier cosa de las de antes. Bien, siento deciros que esto tiene una explicación muy obvia. Además, que si yo fuera Jesucristo no tendría muchas ganas de aparecer en una humedad.

Cómo se enrolla el tío..

¿Cuántas veces has mirado al cielo y has visto una nube con forma de animal? ¿No has visto nunca ningún objeto que pareciera tener ojos, nariz y boca? ¿Qué me dices de esta imagen tan macabra? ¿No ves al diablo?

Pues todo esto se corresponde con el mismo fenómeno psicológico: la pareidolia.

A mí no me insultes.

No hombre, no. La pareidolia es un fenómeno psicológico consistente en que un estímulo vago y aleatorio (habitualmente una imagen) es percibido erróneamente como una forma reconocible.

Y es que el ser humano tiene esa tendencia a querer darle significado a todo, y cuando nos topamos con una imagen abstracta, el cerebro toma las riendas y empieza a buscar patrones definidos anteriormente, como una cara, una casa, un perro.. y en el caso de los religiosos Jesucristo o la Virgen.

¿Qué me decís de la cara de Marte?

Fotografía tomada por la sonda Viking I en Marte. Esta foto dio la vuelta al mundo en pocas horas, y como no, los magufos de turno empezaron con sus paranoias y conspiraciones sobre alienígenas.

Y es que al cerebro le encanta engañarnos. Pero es que en la mayoría de ocasiones de nuestra vida cotidiana acierta. Reconocemos pelotas, caras, cubos, rombos, rectángulos, sillas, etc. ¿Por qué no íbamos a reconocer objetos en manchas?

Y es que en eso se basa el famoso Test de Rorschach:

Pero no todo son imágenes. También lo encontramos en los sonidos. ¿Nunca te han dicho que una canción reproducida del revés dice mensajes subliminales y demás tonterías? Pues sí, es lo mismo. Todo se basa en la sugestión.

Así que no nos extrañe si alguna vez vemos a un fantasma en la ventana, o oímos los pasos de un violador detrás de nosotros, o voces de nuestra suegra vengándose. Todo es producto de la pareidolia mezclado con un poco de miedo y desconocimiento.

En fin, os dejo que estoy cobrando entrada a la gente, que a mí esta mañana se me ha aparecido el señor Roca:

Fuente 1 y Fuente 2

Tomado del blog:

¿Quién te ha preguntao?

24 de junio de 2011

¿Es el ojo humano una brújula?

¿Alguna vez te has preguntado por qué las aves no se pierden durante sus largos viajes migratorios? Sabemos que la magnetorrecepción existe en los animales. ¿También en humanos?

Durante sus largos viajes migratorios las aves se guían por su capacidad de detectar el campo magnético de la Tierra. Hasta ahora, se pensaba que ésta era una capacidad única de los animales y que los humanos carecíamos de este sentido natural de detección magnética. Sin embargo, un nuevo estudio de la Universidad de Massachusetts presentado en la revista Nature Communications habla de la posibilidad de que la magnetorrecepción (así se llama este fenómeno) exista también en los humanos. La clave esté en el ojo, y el secreto: una proteína que podría hacer al ojo humano actuar como "brújula".

Según la investigación, el ojo humano contiene un compuesto sensible a la luz que puede percibir el magnetismo del planeta. Los primeros experimentos se llevaron a cabo con moscas, sin embargo, los científicos aseguran que los resultados y bases de esta investigación permitirán llevar a cabo estudios más amplios sobre el controvertido campo de la biología sensorial en los seres humanos, y aunque todavía no se con claridad cuáles son los mecanismos exactos con los cuales los animales migratorios pueden navegar sus largos trayectos, lo que si se sabe es que muchos animales utilizan una proteína sensible a la luz, llamada criptocromo (CRY), que se cree juega un papel esencial en la capacidad de detectar el campo magnético de la Tierra.

Los investigadores de Massachusetts ya habían demostrado en estudios previos que en el caso de la mosca Drosophila, la proteína criptocromo puede funcionar como un sensor magnético sensible a la luz. Para probar si la proteína criptocromo que posee el ser humano, llamada hCRY2, tiene una capacidad magnética similar, el profesor Steven Reppert y su equipo de la Universidad crearon moscas Drosophila modificadas en las que reemplazaron su proteína CRY original con la proteína humana hCRY2. El objetivo es colocar proteínas de otros animales en la mosca para observar si estos compuestos en sus diferentes formas realmente funcionan como magnetoreceptores. De momento, los resultados son "positivos". Los investigadores descubrieron que en efecto, las moscas con la proteína humana pudieron detectar y responder a la fuerza eléctrica generada por el campo magnético.

Fuente:

Ya me lo sé

19 de enero de 2011

La ciencia de cantar


Estudios recientes intentan descubrir por qué ciertas voces suenan encantadoras a nuestros oídos.

Hasta para el oído menos entrenado, es un sonido mágico.

Niños pertenecientes a coros y más recientemente también niñas, han encantado a congregaciones por siglos gracias sus distintivas voces.

Algunos dicen, es el tono puro, otros, un destello angelical, y también hay varios que simplemente admiten no poder descifrarlo.

En la catedral de Ripon en Yorkshire, sólo los mejores intérpretes son elegidos para formar parte del coro.

Edmund Aldhouse, director asistente de música de la catedral, afirma: "cuando hacemos las pruebas de voces y audiciones para el coro, algo que tenemos en cuenta es el 'factor de brillo': si ha deslumbrado o no, la niña o niño evaluado".

"Y es simplemente algo que uno sabe dentro de sí, que tal vez uno no puede definir".

Ello no ha impedido que los investigadores sigan tratando de encontrar el secreto.

Pero ¿cómo?

El profesor David Howard, de la Universidad de York trabaja la instructora musical Jenevora Williams para tratar de determinar exactamente qué tienen las voces de estos cantantes que hacen su sonido tan especial.

"La hipótesis es, si realmente podemos oír la diferencia, deberíamos percibir algo que nos muestre cuál es el atributo acústico que tiene significado para el cerebro, que lo escucha de todas maneras", explica Howard.

Para estudiar esto, es necesario contar con una cámara anecoica, un cuarto diseñado para prevenir que cualquier sonido sea reflejado, y de esta manera sólo los tonos más puros de intérpretes voluntarios sean grabados.

El profesor utiliza un programa especial para darle seguimiento a los coristas mientras cantan.

El programa descompone el canto en un set único de frecuencias que conforman su sonido.

Lea el artículo competo en:

BBC Ciencia

7 de noviembre de 2010

Ritmos cerebrales: La orquesta sinfónica del cerebro

Simulación de un neurona. | Lasserre

Millones de neuronas conectadas entre sí forman nuestro cerebro, el órgano gracias al cual somos capaces de realizar complicadas tareas. Aunque las células nerviosas se organizan en distintas áreas funcionales, cuando se trata de acciones complejas deben ponerse a trabajar neuronas de muchas zonas. Según un grupo de investigadores de la Universidad de California en Berkeley (EEUU), existen ciertos 'ritmos' cerebrales que actúan como un director de orquesta, reclutando a sus músicos en el momento preciso estén donde estén.

A principios del siglo XX, el alemán Hans Berger descubrió la existencia de ondas cerebrales. Impulsos eléctricos de los que nada se sabía y que abrieron una nueva puerta en el estudio del órgano gris. Era "como escuchar a un grupo numeroso de gente. Si estás a mucha distancia, oyes un murmullo pero eres incapaz de distinguir las conversaciones", explica a ELMUNDO.es José Carmena, profesor del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Ciencias Computacionales, y del Instituto de Neurociencias de la Universidad de California en Berkeley (EEUU).

Percibirlo como un todo

Con los años, el estudio del cerebro y sus ondas propició un cambio de paradigma que culminó con la edición del libro 'La organización del comportamiento' del neurocientífico Donald Hebb, que proponía que las unidades funcionales del sistema nervioso no eran las neuronas de forma individual -como se pensaba desde que las viera por primera vez Santiago Ramón y Cajal- sino grupos de células que cumplían una misma misión y que podían situarse a gran distancia unas de otras.

"Es una vieja teoría de los años 50 que viene a decir que no importa el sitio del cerebro en el que ocurren las cosas sino las conexiones que existen entre las diferentes zonas", señala Manuel Martín-Loeches, responsable de la sección de Neurociencia Cognitiva del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos. "Esta idea de que nuestro comportamiento tiene más que ver con las conexiones que con otra cosa se ha ido afianzando con los años".

[foto de la noticia]

Pero la hipótesis de Hebb planteaba un problema: cómo esas neuronas eran capaces de coordinarse a gran distancia para activarse a la vez. Las pruebas de imagen mostraban que, efectivamente, durante la realización de una tarea compleja -por ejemplo, coger una pelota- hay varias zonas del cerebro que se ponen en marcha para poder calcular su trayectoria y velocidad pero también para adecuar la posición del cuerpo y hacer los movimientos pertinentes, para observar su tamaño, forma, color, etc.

"Cuando percibimos una fruta, vemos su color, su tamaño, su brillo, su sabor, su olor... y se activan distintas zonas en la corteza. Sin embargo, nosotros tenemos una sensación de unificación: una manzana", explica Martín-Loeches. "Esta unificación es posible gracias a la coordinación de las distintas partes del cerebro", añade.

Pero, ¿cómo sucede? Ahí es donde empezaron a cobrar protagonismo las ondas cerebrales.

"Hebb dijo, básicamente, que las neuronas no eran la unidad más importante de trabajo del cerebro, sino que son los grupos celulares los que realmente importan", explica Ryan Canolty, alumno de postdoctorado en el laboratorio de Carmena. Pero "se desconoce cómo varias neuronas de distintas regiones corticales coordinan su actividad fugazmente para formar estos conjuntos".

Tocando la misma partitura a gran distancia

Esta sincronía podría residir, según los experimentos de Carmena y Canolty publicados en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' ('PNAS'), en las oscilaciones neuronales. Gracias al análisis de los datos procedentes del seguimiento de cuatro macacos mientras que estos realizaban ciertas tareas (de memoria y de interfaz cerebro-máquina), los autores observaron que estas oscilaciones, en el momento adecuado, se acoplan en múltiples áreas de la corteza cerebral coordinando así la actividad de varios grupos neuronales.

Para averiguarlo, "básicamente, han registrado la actividad individual de las neuronas", indica el investigador del UCM-ISCIII. Las células nerviosas producen constantemente lo que los investigadores llaman 'espigas', impulsos eléctricos que van variando en su frecuencia. "Esta actividad aparentemente espontánea de una neurona no lo es tanto", subraya este experto, "ya que depende de lo que sucede en otras partes del cerebro; tanto en sus alrededores -cosa que ya se sabía-, como a gran distancia -tal y como demuestra el estudio".

"La actividad -indica Carmena- ocurre en muchas neuronas distribuidas en distintas partes del cerebro que se coordinan gracias a los ritmos cerebrales". Cuando una de estas oscilaciones alcanza una frecuencia concreta, las neuronas que responden a esa en particular se activan. Igual que ante cierto movimiento de la batuta los violines primeros tocan su partitura y con otro gesto empieza su melodía el viento.

Esta aportación refuerza el papel de las redes neuronales y esclarece algo su funcionamiento. Pero, en lo que al cerebro se refiere, estamos muy lejos de comprenderlo ya que cuanto más sabemos sobre él, más complejo se revela. La esperanza de Martín-Loeches es que "algún día un buen ordenador nos ayude a entenderlo porque nosotros solos no podemos".

Fuente:

El Mundo Salud

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