¿Alguna vez te has preguntado por qué las aves no se pierden durante sus largos viajes migratorios? Sabemos que la magnetorrecepción existe en los animales. ¿También en humanos?
Durante sus largos viajes migratorios las aves se guían por su capacidad de detectar el campo magnético de la Tierra. Hasta ahora, se pensaba que ésta era una capacidad única de los animales y que los humanos carecíamos de este sentido natural de detección magnética. Sin embargo, un nuevo estudio de la Universidad de Massachusetts presentado en la revista Nature Communications habla de la posibilidad de que la magnetorrecepción (así se llama este fenómeno) exista también en los humanos. La clave esté en el ojo, y el secreto: una proteína que podría hacer al ojo humano actuar como "brújula".
Según la investigación, el ojo humano contiene un compuesto sensible a la luz que puede percibir el magnetismo del planeta. Los primeros experimentos se llevaron a cabo con moscas, sin embargo, los científicos aseguran que los resultados y bases de esta investigación permitirán llevar a cabo estudios más amplios sobre el controvertido campo de la biología sensorial en los seres humanos, y aunque todavía no se con claridad cuáles son los mecanismos exactos con los cuales los animales migratorios pueden navegar sus largos trayectos, lo que si se sabe es que muchos animales utilizan una proteína sensible a la luz, llamada criptocromo (CRY), que se cree juega un papel esencial en la capacidad de detectar el campo magnético de la Tierra.
Los investigadores de Massachusetts ya habían demostrado en estudios previos que en el caso de la mosca Drosophila, la proteína criptocromo puede funcionar como un sensor magnético sensible a la luz. Para probar si la proteína criptocromo que posee el ser humano, llamada hCRY2, tiene una capacidad magnética similar, el profesor Steven Reppert y su equipo de la Universidad crearon moscas Drosophila modificadas en las que reemplazaron su proteína CRY original con la proteína humana hCRY2. El objetivo es colocar proteínas de otros animales en la mosca para observar si estos compuestos en sus diferentes formas realmente funcionan como magnetoreceptores. De momento, los resultados son "positivos". Los investigadores descubrieron que en efecto, las moscas con la proteína humana pudieron detectar y responder a la fuerza eléctrica generada por el campo magnético.
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