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10 de junio de 2014

Máquinas y test de Turing: ¿Inteligencia real o imitación?

El test propuesto por el matemático inglés Turing en su artículo Computing machinery and intelligence, publicado en 1950 en la revista Mind, está considerado uno de los hitos históricos del desarrollo de la inteligencia artificial. Originalmente se denominaba El juego de imitación y era ligeramente diferente, con un hombre, una mujer y un interrogador, situado en una habitación separada, que debía determinar cuál era el hombre y cuál la mujer, mientras éstos trataban de engañarle. 


Turing usó está misma idea para su test, y actualmente el interrogador se comunica con un humano y una máquina con mensajes de texto durante cinco minutos, y decide cuál es el humano. Si la máquina consigue ganar más del 30% de las veces supera el test. Es lo que se supone que han conseguido Eugene Demchenko y Vladimir Veselov

Esto no significa que ya existan máquinas con una inteligencia igual a la humana: el test planteado por Turing es muy controvertido, y muchos aseguran que es tan bueno como sus jueces. Un buen examinador debe ser capaz de detectar respuestas fuera de contexto, ya que a fin de cuentas, se enfrenta a un simple algoritmo. Y lo que mide es solo una parte de la inteligencia humana; es decir, es un buen simulador de conversaciones, pero, por ejemplo, no necesariamente creativo. Imita la inteligencia pero ¿es realmente inteligente?

El logro rompe un reto que se resistía, como ocurrió con la victoria de Deep Blue a Gari Kasparov en ajedrez en 1997, pero no va a suponer grandes avances en la teoría de computación o en la inteligencia artificial. Tiene, eso sí, implicaciones sociales. Actualmente, con miles de robots y humanos buscando nuestros datos e invadiendo nuestra intimidad, este paso debería servirnos para reflexionar sobre nuestra creciente indefensión para discernir la verdad o falsedad de lo que se nos comunica por las redes. 

Tomado de:

El Mundo (España)

Filipinas: Tiene 15 años y creó plantillas que generan energía eléctrica

Usa y convierte la energía cinética producida al caminar para cargar dispositivos móviles.



Angelo Casimiro, un estudiante filipino creó una solución para que no te quedes sin batería en el celular o smart watch cuando estás fuera de casa y sin posibilidades de enchufar tu dispositivo.

Se trata de unas plantillas que capturan la energía generada al caminar para transformarla en energía eléctrica. La carga es mediante un puerto de entrada USB.  El chico de apenas 15 años participa con este proyecto en el Google Science Fair 2014

Para ver cómo funciona ingresa al siguiente video.



El siguiente video corresponde a la demostración del principio de presión mecánica transformada en energía eléctrica.


Fuente:

17 de mayo de 2014

¿Quién inventó el carrito de supermercado?

¿Quién inventó el carrito de supermercado?

Antaño, comprar los víveres era un pasatiempo de la gente más o menos rica. Los clientes los pedían por teléfono y la tienda los entregaba sin cargo extra. Nadie tenía que ir personalmente a comprar melones. Sin embargo, en los años 20 Sylvan Goldman, un magnate del comercio en Oklahoma, fue un pionero de lo que empezó a llamarse “autoservicio”: el sistema de venta en que el cliente toma lo que necesita y lo paga al salir. Pero en una canasta no caben muchas cosas. “Si encontrábamos el modo de darle al cliente dos canastas para poner sus compras, dejándole libre una mano, venderíamos mucho más”, contó Goldman después.
Una noche, en 1936, el empresario tuvo una revelación. “Mientras trabajaba en su oficina se fijó en dos sillas plegables”, relata Terry P. Wilson en The Cart That Changed the World (“El carrito que cambió al mundo”), biografía de Goldman publicada en 1978. ¿Y si apilara las sillas?, se preguntó. ¿Y si a cada una le pusiera encima una canasta? ¿Y si tuvieran ruedas? Así nació el moderno carrito de supermercado.

Goldman publicó anuncios en los periódicos locales y puso a “una chica atractiva” junto a la puerta de su tienda para promover el nuevo artefacto. Al ver que éste le interesaba sólo a la gente mayor, contrató actores para que empujaran carritos por los pasillos.

Cuando proliferaron los supermercados, la Folding Basket Carrier Company de Goldman se mantuvo a la vanguardia. En 1940 introdujo un carrito con un asiento para niño. En 1947 salió al mercado el Nest Kart, cuya parte trasera abatible permitía ahorrar espacio a las tiendas. Cinco años después se creó la versión para niños, el Nest Kart Junior.

La empresa de Goldman hoy se conoce como Unarco, pero su invento permaneció y floreció. Ahora hay minicarritos, carritos con etiquetas que emiten ondas de radio, otros que parecen camionetas, y han surgido empresas para prevenir su robo. Con todo, quizá la mayor innovación sea atribuible a otro nativo de Oklahoma. En 1995 Mark Mumma concibió el primer icono de carrito de supermercado para comprar en línea, y que luego le permitió fundar la empresa RealCart. Hoy el icono ocupa un lugar central en el negocio de los programas informáticos de comercio electrónico.

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Selecciones

13 de mayo de 2014

¿Quién inventó la pinza (gancho) de ropa?



El diseño actual logró imponerse a muchas otras variantes.

La supervivencia de la pinza de ropa con sistema de muelle en la era moderna tiene una insólita historia de selección darwiniana. Entre 1852 y 1887, la oficina de patentes de Estados Unidos expidió 146 patentes de este adminículo. El primer diseño semejante a la pinza de ropa actual lo patentó en 1853 David M. Smith, un prolífico inventor que residía en Springfield, Vermont. Este hombre inventó también la cerradura de combinación, un trinquete para torno mecánico y un muelle elevador para cajas de fósforos. Su “abrazadera de resorte para tendedero” consistía en un elegante “par de palancas” unidas por un muelle de tal manera que “las dos patas largas se puedan mover la una hacia la otra y al mismo tiempo las patas cortas se separen”.

Luego, en 1887, otro inventor de Vermont, Solon E. Moore, mejoró el diseño de Smith con una nueva patente. Su gran contribución fue el “fulcro [punto de apoyo] enrollado”, hecho con un alambre que unía las dos piezas de madera acanaladas en el centro de la pinza. La variante de Moore tenía la ventaja de ser resistente (mantenía la prenda de ropa bien asegurada a la cuerda del tendedero) y fácil de fabricar.

La mayoría de las demás variantes —entre ellas la voluminosa “pinza de ropa mejorada” de Edmund Krelwitz, consistente en “una tira continua de lámina” doblada en forma de U”— se perdieron para siempre.

Vermont fue el Valle del Silicio de la tecnología de las pinzas de ropa del siglo XIX, pero la historia previa del invento es más difícil de rastrear. “Es posible que los colonizadores británicos hayan concebido la idea”, dice Barbara Suit Janssen, conservadora del Museo Nacional de Historia Estadounidense. “Las primeras pinzas de ropa estaban hechas a mano, talladas en madera”.

La primera patente estadounidense de una pinza de ropa data de 1832. Pero el prototipo del inventor, Samuel Pryor, se perdió cuatro años después en un incendio que destruyó la oficina de patentes. No fue hasta finales de la década de 1840 cuando las pinzas se empezaron a fabricar en serie.

Los primeros diseños consistían en una pieza bifurcada de madera con una cabeza en el extremo. En la solicitud de patente de su pinza de dos piezas, David Smith explicó la ventaja de la abrazadera de resorte: “El viento no la puede desprender de la ropa, tal como ocurre con la pinza común, un serio inconveniente para las lavanderas”.

En esta era de las lavadoras y las secadoras, la supervivencia de las pinzas de ropa se puede atribuir en parte a que sirven para hacer artesanías (es muy fácil convertirlas en renos navideños). Pero la industria está en crisis, y muchos fabricantes estadounidenses de pinzas de ropa ya han cerrado sus negocios.

Barbara Janssen recuerda una exposición de pinzas de ropa de la que estuvo a cargo hace una década: “A un niño de unos siete años de edad que estaba viendo la exposición con su padre, lo oí decir: ‘Papá, ¿qué es una pinza de ropa?’”

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¿Quién inventó la caja negra?

MH370




Los equipos han estado usando un localizador de la señal "ping" para escuchar señales de la caja negra del avión desaparecido de Malaysia Airlines.

Pero como no se han oído nuevas señales desde el 8 de abril se teme que se haya acabado la batería de la caja negra

Los equipos en búsqueda del avión desplegarán un submarino robótico por primera vez. El Bluefin-21 (en la foto) será sumergido para buscar restos del avión en el fondo del mar. 

Según las normas de aviación internacionales, estos aparatos hoy son obligatorios en todos los vuelos comerciales ya que graban todos los datos del viaje y son clave en las investigaciones sobre accidentes de avión.


Caja negra

La caja negra revolucionó la industria aeronáutica.
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Gracias a ellos nueve de cada diez accidentes se pueden explicar. Por eso se busca con tanto empeño la caja del vuelo MH370 de Malaysia Airlines desaparecido hace un mes.

Como ocurre con tantos otros inventos sofisticados, no tiene un único inventor, pero el primer prototipo de caja negra data de 1939 y fue diseñado por el ingeniero francés François Hussenot.

Se trataba de una rudimentaria caja hecha con film fotográfico calibrada con espejos. Los sensores a bordo lanzaban flashes en el film fotográfico y así se registraba el historial del vuelo.

Consciente de lo importante de su invento, se dice que Hussenot escondió la caja del ejército invasor alemán enterrándola cerca de una playa del Océano Atlántico en junio de 1940.

Y como también ocurre con tantos avances tecnológicos, la guerra perfeccionó la tecnología, que se extendió a los vuelos comerciales en todo el mundo.

Después de la guerra, algunos dispositivos usaban fotografía y otros imprimían los datos en bobinas de aluminio.

El artículo completo en:

BBC Ciencia

9 de mayo de 2014

¿Quién inventó el lápiz labial?


Sólo a una mujer se le podía ocurrir crear un colorete de labios que fuera fácil de aplicar y permaneciera en su sitio.

En los años 40, el lápiz labial tendía a correrse y a manchar. Las mujeres se revisaban los dientes todo el tiempo para ver si no tenían manchas rojas y retocarse los labios. Hazel Bishop, una bioquímica especialista en aceites y petróleo, se propuso solucionar este problema. Usando como laboratorio la pequeña cocina de su apartamento, en Manhattan, Nueva York, puso a cocer en baño María diversas pociones y mezcló pigmentos en la tabla para picar. Utilizaba tantos polvos en sus experimentos, que en su refrigerador algunas veces encontraba la mantequilla teñida de rojo. Es cierto que el lápiz labial existía desde hacía siglos, pero Bishop esperaba crear uno duradero para la mujer moderna, que resistie-ra la fricción de las tazas de café, los cigarrillos y los besos. Así dio con una fórmula hecha con lanolina y pigmentos que penetraban profundamente en la piel. Para demostrar su permanencia, convenció a un vecino farmacéutico para que se dejara pintar la mano con rayas de su lápiz labial. El hombre marcaba las compras en la caja registradora y las rayas rojas se mantenían intactas. 

Pronto Bishop recurrió a un publicista llamado Raymond Spector para que le ayudara a lanzar una campaña en todo el país; como no contaba con capital, le pagó con acciones de su empresa. A mediados de los años 50, Hazel Bishop Inc. tenía 25 por ciento del mercado de los lápices labiales, a pesar de que la competencia ya había introducido sus propias fórmulas “a prueba de besos”. Las palabras “Hazel Bishop” se convirtieron en sinónimo de un producto diseñado desde la perspectiva de una mujer, cómodo de usar y confiable. Sin embargo, a la larga Spector adquirió la mayoría de las acciones de la empresa y se hizo propietario de ella.

Luego de verse obligada a dejar la compañía que fundó, Bishop se reinventó como analista financiera. “No había nada de femenino en el negocio de los cosméticos”, le comentó a un reportero en 1978. “Fue un mundo masculino de principio a fin”.

Tomado de:

22 de abril de 2014

¿Quién inventó el cepillo de dientes?



Los orígenes de este ubicuo objeto se remontan a China.

"No tengo ninguno de los cepillos dentales que se llevaron a la Luna”, dice Ben Swanson, ex presidente de la Academia de Historia de la Odontología, de Estados Unidos. Este hombre guarda en su sótano un tesoro de 40,000 artefactos relacionados con la historia dental. Alguna vez soñó con poseer todo cepillo de dientes que hubiera en el mundo, pero terminó coleccionando sólo algunos cientos. “Me di por vencido porque había demasiados tipos”, explica. De hecho, sería casi imposible tenerlos todos; el cepillo de dientes es uno de los objetos reinventados más veces por el hombre, con miles de patentes registradas.

La historia empieza en la China medieval, donde algunas personas se cepillaban los dientes con cerdas de animales. Algunos siglos después, William Addis talló un hueso y le incrustó cerdas mientras cumplía una condena en la cárcel londinense de Newgate, y hoy se le suele reconocer como el primero en patentar un cepillo de dientes.

Aunque luego los cepillos empezaron a venderse en las tiendas, muchas personas preferían frotarse los dientes con un trapo. Todavía en los años 20 “muchos estadounidenses no se cepillaban los dientes”, dice Swanson. Una razón es que los primeros cepillos eran un riesgo: vista en el microscopio, la punta de una cerda de marrano parece una lanza. En los años 40, las cerdas sintéticas ofrecieron una solución. Un anuncio pregonaba: “Durante años, sólo las cerdas de marrano permitían hacer cepillos dentales adecuados. Ahora la ciencia nos ofrece cepillos con cerdas suaves y de puntas redondeadas para proteger las encías”.

El surgimiento de los plásticos permitió dar toda forma imaginable a los cepillos de dientes. Se lanzaron modelos que entonaban melodías al usarlos. Luego los cepillos llegaron a las vitrinas de las farmacias, en empaques herméticos y provistos de cerdas “antihumedad”.

Al pedirle a Swanson que eligiera el cepillo favorito de su colección, nos mostró un modelo que limpia ambas caras de los dientes a la vez. “Un año lanzaron un cepillo de dos cabezas, pero a la gente no le gustó”, dice. O sea que, en el mundo de los cepillos de dientes, dos cabezas no siempre son mejores que una.

Fuente:

3 de abril de 2014

¿De qué está hecha la plastilina?

  • La inventó el profesor de arte inglés William Harbutt en 1897
  • Es arcilla con cera, derivados del petróleo y colorante
  • Es un producto imprescindible en las mochilas de los escolares
La plastilina es un material basado en la arcilla con aditivos que le dan color y textura.

La plastilina es un material basado en la arcilla con aditivos que le dan color y textura

En plena vuelta al cole, los padres están comprando el material necesario, como libros, cuadernos, bolígrafos o gomas. Entre los utensilios requeridos para los trabajos manuales destaca la plastilina, esa atractiva masa de colores deformable. Con ella todos hemos jugado alguna vez, dado rienda suelta a nuestra imaginación y creado pequeñas esculturas.

“La plastilina es un material basado en la arcilla con algunos aditivos que le dan otra suavidad, color y  textura”, resume a RTVE.es el químico Bernardo Herradón, investigador del CSIC y miembro de la Real Sociedad Española de Química.

“La calidad de la plastilina depende de la arcilla que se use. Estas tienen pequeñas variaciones en la composición química y el grado de hidratación. A esta base se le añaden sales de calcio (como talco) y parafinas (un derivado de petróleo). También se suelen añadir ceras para darles textura y olor si se usa una aromática como la de abeja”, desarrolla.

Para rematar se le añade colorantes para hacer más atractiva la masa gris original y estimular la imaginación. La plastilina es maleable, no se pega, no es tóxica por contacto, mantiene su forma y no se seca al aire. Tampoco se solidifica con el calor, todo lo contrario, se vuelve más fluida y solo arde a muy altas temperaturas.

Los artistas pedían el “barro que no se seca”    

La composición de la mezcla y las propiedades del producto han variado poco desde su invención allá en 1897. La inventó el profesor de arte inglés William Harbutt . Él observó que sus estudiantes novatos tenían dificultades al usar la arcilla tradicional. Los bloques eran demasiado pesados y la masa dejaba de ser moldeable cuando se secaba, en muchas ocasiones antes de que acabaran de darles la forma deseada.
Hizo pruebas con distintos materiales en el jardín y el sótano de su casa en Bath hasta que dio con la mezcla más adecuada. Empezó a usarla en sus clases y el boca a boca hizo que “el barro que no se seca” llegara a oídos de algunos artistas que empezaron a solicitarlo para sus obras. Pero lo que convenció definitivamente a Harbutt para patentar el material fue la fascinación que demostraron sus hijos y nietos moldeando la masa. Patentó el invento en 1899.

Recién estrenado el siglo XX montó una fábrica familiar en Bathampton que nutrió a más de 50 países con el producto. El inventor murió en 1921 y sus vástagos continuaron con el negocio hasta que cerró en 1983.
Hoy en día la plastilina es imprescindible para los niños en los colegios. Entre los adultos también es muy apreciada para construir maquetas y en las últimas décadas crear pequeñas esculturas para trabajos de animación.

Fuente:

RTVE Ciencia
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