El test propuesto por el matemático inglés Turing en su artículo Computing machinery and intelligence, publicado en 1950 en la revista Mind, está considerado uno de los hitos históricos del desarrollo de la inteligencia artificial. Originalmente se denominaba El juego de imitación
y era ligeramente diferente, con un hombre, una mujer y un
interrogador, situado en una habitación separada, que debía determinar
cuál era el hombre y cuál la mujer, mientras éstos trataban de
engañarle.
Turing usó está misma idea para su test, y actualmente el
interrogador se comunica con un humano y una máquina con mensajes de
texto durante cinco minutos, y decide cuál es el humano. Si la máquina
consigue ganar más del 30% de las veces supera el test. Es lo que se
supone que han conseguido Eugene Demchenko y Vladimir Veselov.
Esto no significa que ya existan máquinas con una inteligencia igual a
la humana: el test planteado por Turing es muy controvertido, y muchos
aseguran que es tan bueno como sus jueces. Un buen examinador debe ser
capaz de detectar respuestas fuera de contexto, ya que a fin de cuentas,
se enfrenta a un simple algoritmo. Y lo que mide es solo una parte de la inteligencia humana;
es decir, es un buen simulador de conversaciones, pero, por ejemplo, no
necesariamente creativo. Imita la inteligencia pero ¿es realmente
inteligente?
El logro rompe un reto que se resistía, como ocurrió con la victoria de Deep Blue a Gari Kasparov en ajedrez en 1997, pero no va a suponer grandes avances en la teoría de computación o en la inteligencia artificial.
Tiene, eso sí, implicaciones sociales. Actualmente, con miles de robots
y humanos buscando nuestros datos e invadiendo nuestra intimidad, este
paso debería servirnos para reflexionar sobre nuestra creciente
indefensión para discernir la verdad o falsedad de lo que se nos
comunica por las redes.
Tomado de:
El Mundo (España)