Los orígenes de este ubicuo objeto se remontan a China.
"No tengo
ninguno de los cepillos dentales que se llevaron a la Luna”, dice Ben
Swanson, ex presidente de la Academia de Historia de la Odontología, de
Estados Unidos. Este hombre guarda en su sótano un tesoro de 40,000
artefactos relacionados con la historia dental. Alguna vez soñó con
poseer todo cepillo de dientes que hubiera en el mundo, pero terminó
coleccionando sólo algunos cientos. “Me di por vencido porque había
demasiados tipos”, explica. De hecho, sería casi imposible tenerlos
todos; el cepillo de dientes es uno de los objetos reinventados más
veces por el hombre, con miles de patentes registradas.
La historia empieza en la
China medieval, donde algunas personas se cepillaban los dientes con
cerdas de animales. Algunos siglos después, William Addis talló un hueso
y le incrustó cerdas mientras cumplía una condena en la cárcel londinense de Newgate, y hoy se le suele reconocer como el primero en patentar un cepillo de dientes.
Aunque luego los cepillos
empezaron a venderse en las tiendas, muchas personas preferían frotarse
los dientes con un trapo. Todavía en los años 20 “muchos estadounidenses
no se cepillaban los dientes”, dice Swanson. Una razón es que los
primeros cepillos eran un riesgo: vista en el microscopio, la punta de
una cerda de marrano parece una lanza. En los años 40, las cerdas
sintéticas ofrecieron una solución. Un anuncio pregonaba: “Durante años,
sólo las cerdas de marrano permitían hacer cepillos dentales adecuados.
Ahora la ciencia nos ofrece cepillos con cerdas suaves y de puntas
redondeadas para proteger las encías”.
El surgimiento de los
plásticos permitió dar toda forma imaginable a los cepillos de dientes.
Se lanzaron modelos que entonaban melodías al usarlos. Luego los
cepillos llegaron a las vitrinas de las farmacias, en empaques herméticos y provistos de cerdas “antihumedad”.
Al pedirle a Swanson que
eligiera el cepillo favorito de su colección, nos mostró un modelo que
limpia ambas caras de los dientes a la vez. “Un año lanzaron un cepillo
de dos cabezas, pero a la gente no le gustó”, dice. O sea que, en el
mundo de los cepillos de dientes, dos cabezas no siempre son mejores que
una.
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