Científicos españoles y australianos han comparado los efectos del uso del móvil con los del alcohol en la conducción de automóviles.
Su experimento, realizado con ayuda de simuladores, demuestra que el
riesgo de utilizar el "manos libres" y mandar mensajes equivale al que
implica conducir con una tasa de alcoholemia por encima de lo legal.
Según explicaba a la agencia SINC Sumie Leung Shuk Man, investigadora
de la Universidad de Barcelona y coautora del estudio que publica la
revista Traffic Injury Prevention, el experimento se realizó
con estudiantes voluntarios "con licencia de conducir, tenían que
mantener su posición en el centro del carril de la izquierda de la
pantalla, a una velocidad de entre 60 y 80 kilómetros por hora y frenar
cada vez que veían aparecer un camión". El test de simulación de
conducción duró dos días, separados por una semana cada uno. Por un
lado, realizaron la prueba después de consumir alcohol, y por otro,
mientras utilizaban el teléfono móvil. Los bebedores habituales y los
que no habían injerido nunca alcohol antes del experimento se excluyeron
de participar en el test.
Al comparar el nivel de concentración de alcohol en sangre (BAC) con los efectos del uso del teléfono móvil, vieron que cuando
la conversación telefónica requería una alta demanda cognitiva o cuando
los conductores a un mensaje de texto, el equivalente en el test de
alcoholemia estaba por encima de lo permitido en España (0,5
gramos/litro). Para simular el efecto del manos libres utilizaron unos auriculares y un micrófono.
Los dos niveles diferentes de conversación por el manos libres que
contempla el estudio equivalen a: una conversación natural –en la que el
sujeto y el científico hablan sobre temas interesantes pero como
pasatiempo– y a un diálogo con preguntas más específicas –exigentes
cognitivamente– como, por ejemplo, que el sujeto respondiera si era
capaz de describir la ruta en coche desde su trabajo hasta llegar a su
casa, o que enumerara cuántos de sus amigos tienen nombres que empiezan
por vocal.
“Nuestros resultados sugieren que el uso de dispositivos de manos libres también pueden suponer un riesgo importante para los conductores.
Aunque debe estar permitido, requieren más investigaciones para
determinar su regulación y, por supuesto, que las autoridades nacionales
conozcan los pros y los contras minuciosamente”, concluye la experta.
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Muy Interesante
Rápido, limpio y eficiente, el
coche a vapor fue en un tiempo el vehículo preferido de los conductores.
¿Por qué desapareció de las carreteras?
Principalmente producido por las compañías estadounidenses Stanley y White, los motores de vapor tenían una serie de ventajas sobre el novedoso motor de combustión interna.
Seguro y fácil de manejar
Con pocas piezas móviles, funcionaban silenciosamente y podían alimentarse con cualquier cosa que se quemara.
Producían 100% de su energía en reposo, por lo que eran fáciles de manejar y más seguros para los peatones. Podían detener su potencia en cualquier momento para reducir la velocidad más rápido que los frenos poco efectivos de entonces.
Pero los coches de vapor también tenían desventajas. Erán más complicados que sus rivales y podían llegar a pesar entre dos y tres toneladas.
Los más antiguos necesitaban grandes calderas y tanques de agua que perdían hasta 3 litros de líquido por kilómetro.
Stanley remedió esto parcialmente con la introducción de condensadores en 1915, que convertían gran parte del vapor en agua líquida antes de que pudiera escaparse. Pero incluso entonces, podía perder 0,3 litros por kilómetro.
Otro inconveniente era cuánto tardaba en aumentar la presión de vapor antes de comenzar el viaje.
El manual de uso del modelo de coche "Stanley steamer" publicado en 1918 sugería que esto podía llevar entre 10 y 15 minutos, pero con el clima frío tardaba mucho más tiempo.
El encendido también fue un problema para los vehículos propulsados por los novedosos motores de combustión. Los primeros modelos necesitaban manivelas manuales para iniciar el proceso y podía romper brazos y muñecas cuando el coche petardeaba.
Pero la invención del arranque eléctrico dio al motor de combustión interna una ventaja y permitió que las grandes compañías manufactureras invirtieran en su desarrollo.
Raros y anticuados
Pronto, el modelo Ford T ocupó el lugar de Stanley como el coche más popular en las carreteras estadounidenses.
Los fabricantes de automóviles de vapor se adaptaron a la marginación a la que fueron relegados, y comenzaron a comercializar sus coches como productos de lujo. Stanley anunciaba en los diarios el "suave y delicado movimiento" de su vehículo e invitaba a los lectores a "reconocer la superioridad fundamental del vapor".
Pero en 1918 el modelo "Stanley steamer" valía casi 6 veces más que el Ford T.
La compañía dejó de comercializar sus coches en 1924. Los coches de vapor ya eran considerados raros y anticuados.
Desde entonces, han desaparecido de las carreteras. Sin embargo, muchos han sido preservados por entusiastas como Alun Griffiths, secretario del Club de Coches a Vapor de Gran Bretaña, que posee un coche modelo "Stanley Steamer" del año 1916.
"Puedo escuchar el silbido que hace el viento al acariciar el capó y ningún otro ruido aparte del leve golpeteo de las bombas de agua, como si fuera el sonido del corazón de la máquina".
"Se ha dicho que los motores de vapor en general parecen vivos en comparación con otras maquinarias y yo estoy de acuerdo", dice Griffiths.
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