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31 de mayo de 2013

¿Por qué las flores ahora huelen menos?

Cuando nos preguntamos por qué, debemos preguntar casi siempre también ¿para qué? Los tomates son un fruto que antiguamente daba sabor a las ensaladas y a una multitud de guisos. Cuando los tomates los consumían los vecinos de las zonas en que se cultivaban, estos frutos no se mantenían lejos de la planta mas de unas horas.

Hoy todos los ciudadanos, a cientos o miles de kilómetros de los cultivares, quieren sus tomates, y los quieren relucientes. Las empresas tienen que garantizar la tersura del tomate durante varios días o semanas. Las rosas de hace décadas se olían en los rosales. No duraban más de unas horas (lean los poemas del siglo de oro, por ejemplo). Hoy las rosas deben conservarse frescas y lozanas en viajes a través de continentes.

Nos acercamos a Cosmocaixa, el museo de la ciencia de la Obra Social La Caixa; allí, el catedrático de Física Antonio Ruiz de Elvira nos explica por qué.

El olor de las rosas es una estrategia para atraer a los insectos para su polinización. Pero si la rosa se poliniza, la flor ya no sirve de nada y la planta se deshace de ella. Si la rosa no huele, la polinización se retrasa, y la flor se mantiene. Si queremos rosas tersas durante días, tomates lustrosos durante semanas, tenemos que elegir, en la selección artificial, el camino opuesto al de la selección natural. Exactamente esto mismo se aplica a la sociedad y otros muchos sistemas naturales. La cantidad acaba con la calidad. Cuestión de selección.

Fuente:

El Mundo Ciencia

19 de marzo de 2013

Evolución y sociabilidad (1)

Entre los organismos que evolucionan de manera especial nos hallamos nosotros,  los Homo sapiens, un compendio de síntesis catalíticas que nos han llevado a la autocatálisis y a ser lo que somos, una singularidad cósmica del sistema solar. Sí, nosotros somos un experimento de las leyes de la naturaleza y, por lo tanto, una expresión más de las mutaciones y de la selección natural, como ya hemos planteado en numerosos escritos.

Pero en este post vamos ha hablar de una propiedad que de manera emergente, y después socializada, ha hecho posible el aumento de nuestra complejidad y la aparición y consolidación del conocimiento y del pensamiento como algo singular en nuestra forma de adaptarnos. La eusociabilidad, el ser animales con comportamiento social, probablemente ha sido fundamental en la construcción del Homo sapiens, como también lo ha sido en otros órdenes, géneros y especies del reino animal, con los que compartimos esta adquisición.

Homo sapiens

Homo sapiens, nuestra especie

Los animales eusociales necesitamos unos de otros continuamente para poder soportar la selección natural con éxito, por tanto, el altruismo, la división del trabajo y la cooperación son básicos en la adaptación de las especies que subimos al umbral del incremento de sociabilidad. Los humanos lo hemos hecho exponencialmente a través de la tecnología socializada.

Miles de especies de insectos, aves y mamíferos que viven en el planeta tierra, tienen comportamiento eusocial, lo que  les permite organizarse y reproducirse de manera que, sin esta actitud, que posibilita el aumento de sociabilidad, se les hace imposible crear nuevas colonias o ampliar las bandas en los territorios y prosperar. Así que, tanto vertebrados como invertebrados tienen esta propiedad en su génesis adaptativa, desde hace decenas o centenares de millones de años y otros, como los humanos, algunos millones.

Compartir preadaptaciones que después se desarrollan y se hacen fundamentales nos facilita establecer la relación entre distintos grupos de organismos y saber cuáles son los factores limitantes de los mismos. También nos permite saber que se llega a comportamientos parecidos a partir de distintas necesidades y estrategias.

La conducta social

Ser animales sociales es la respuesta a presiones selectivas muy importantes en nuestros entornos, de manera que es una adquisición fundamental cuando se dan cambios de clima y transformaciones en el medio, que obligan a gastar más energía para adaptarse. La conducta social, por ello, tiene que ser entendida como cualquier otra conducta, pues se trata de un proceso evolutivo para poder soportar la selección natural.

¿Qué tiene de particular nuestra conducta social respecto a la de otros organismos en el planeta? Pienso que esta es la cuestión que deberíamos contestar para poder establecer las bases de una teoría de la evolución social de nuestro género, pero más concretamente de nuestra especie.

Fuente:

Sapiens (El Mundo)

1 de mayo de 2011

Benedicto XVI, como sus antecesores, rechaza la teoría científica de la evolución


Tiene su gracia que prácticamente el mismo día en que Martin Rees, último premio Templeton, regaña a los ateos y llama a una "convivencia pacífica" con las religiones, el papa reafirme urbi et orbi su rechazo de la teoría científica de la evolución. Durante su última homilía en el Vaticano, Benedicto XVI proclamó que "Si el hombre fuese solamente un producto casual de la evolución en algún lugar al margen del universo, su vida estaría privada de sentido o sería incluso una molestia de la naturaleza. Pero no es así: la Razón estaba en el principio, la Razón creadora, divina".

Dejando a un lado que la teoría de la evolución no dice realmente que el hombre sea "una casualidad" (lo que dice es que es una entidad natural, surgida por selección natural) estas declaraciones no aportan realmente ninguna novedad en la postura personal del papa actual, ni se desvían un milímetro de la doctrina tradicional de la iglesia con respecto a la evolución.

Los orígenes del conflicto

La teología católica siempre ha criticado severamente el evolucionismo y la teoría de la evolución, aunque, como explica Rafael A. Martínez en El Vaticano y la evolución. La recepción del darwinismo en el archivo del índice [PDF] "las autoridades de la Santa Sede mantuvieron una cierta prudencia, que evitó un encuentro frontal entre la evolución y la doctrina católica". Esta "prudencia" o sibilinismo, quizás a consecuencia del desastroso caso Galileo, sin embargo no apoya la idea de que la iglesia católica "acepta" la evolución o se ha reconciliado con la ciencia moderna. Nada podría estar más lejos de la realidad. Las interpretaciones "acomodacionistas" entre la teología católica y la evolución no están respaldadas por la iglesia jerárquica, sino por teólogos francamente heterodoxos o por científicos e intelectuales seculares, como Stephen Jay Gould o Francisco J. Ayala, cuyas interpretaciones se han hecho bastante populares.

La ausencia de una condena clamorosa del darwinismo (la única condena explícita data de un concilio provincial celebrado en Colonia en 1860, que carecía de autoridad como declaración de dogma de fe), similar a la condena del copernicanismo de 1616, en definitiva no debe llevar a la errónea conclusión de que la iglesia católica ha asumido la teoría científica de la evolución, ni hacer olvidar el fervor con el que ha combatido a los cristianos darwinistas.

Por el contrario, el evolucionismo se encontró desde la publicación de El origen de las especies de Darwin en 1858 con la más ferviente oposición eclesiástica. La opinión del teólogo y místico Matthias Joseph Scheeben (1835-1888) es perfectamente representativa y entonces alcanzaba tanto a la parte "física" como espiritual del evolucionismo:

Es una herejía pretender que el hombre, en cuanto a su cuerpo, desciende del mono como consecuencia de un cambio progresivo que ha sobrevenido en las formas, incluso en el caso de que se suponga que en la evolución completa de la forma Dios ha creado simultáneamente un alma.

La ausencia de una condena formal no impidió que la iglesia jerárquica persiguiera a los autores católicos (Leroy, Zahm, Bonomelli, Hedley &c) que sostuvieron ideas evolucionistas en la última mitad del siglo XIX. Las obras de estos autores fueron de hecho severamente reprendidas e incluidas en el índice de libros prohibidos, que advierte a los fieles sobre lecturas poco recomendables. Como explica Martínez en su trabajo, esta inclusión en el índice de libros "darwinistas" cristianos suponía una condena de facto del darwinismo, aunque nunca alcanzara un rango oficial. En general, la condena cultural y teológica se endureció progresivamente, alejando en la práctica cualquier tentativa de "acomodación" entre el dogma y la evolución.

Ni Pio XII ni Juan Pablo II "aceptaron" la evolución

Esta situación no cambia sustancialmente a lo largo del siglo XX. El primer papa en referirse explícitamente a la evolución es Pio XII, que en su Humani generis no prohibe la investigación evolucionista "en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente". Sin embargo, la encíclica se opone claramente a una indagación evolucionista del lado espiritual del ser humano, dado que "la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios".

En su famoso discurso ante la Academia Pontificia de las Ciencias de 1996, Juan Pablo II reiteró idéntica doctrina. Reconoció que la evolución era "más que una hipótesis", pero restringió su alcance legítimo a la evolución "física", prohibiendo expresamente la compatibilidad de una comprensión evolucionista del alma con el dogma católico:

Las teorías de la evolución que, en función de las filosofías en las que se inspiran, consideran que el espíritu surge de las fuerzas de la materia viva o que se trata de un simple epifenómeno de esta materia, son incompatibles con la verdad sobre el hombre. Por otra parte, esas teorías son incapaces de fundar la dignidad de la persona.

Benedicto XVI y el "diseño inteligente"

Quizás el episodio reciente mejor conocido sobre la difícil acomodación del darwinismo en el catolicismo sea el cese en 2006 del jesuita George Coyne como director del Observatorio Vaticano, tras la polémica con el cardenal Schönborn, que había publicado un artículo en el New York Times claramente favorable al llamado "diseño inteligente".

Aunque los científicos católicos más sofisticados -a veces auspiciados por el Vaticano- siguen rechazando la teoría del diseño inteligente, la visión de la evolución de Schönborn es probablemente la que más se asemeja a la del propio Ratzinger, tal y como se refleja en sus intervenciones públicas y aparece ya publicada en un libro de 2004, Fe, verdad y tolerancia. En este libro, Ratzinger considera que una ética basada en la evolución es una ética "sedienta de sangre" y califica como directamente "irracional" la pretensión evolucionista de explicar el mundo sin referencia a un creador.

Como sus antecesores, Benedicto XVI sólo asume una versión drásticamente mutilada de la evolución que se refiere a las cosas "físicas", pero que prohibe una investigación evolucionista de las cosas espirituales. Este dualismo es acientífico y un escrúpulo inaceptable para la inmensa mayoría de los científicos evolucionistas, que estudian de hecho la evolución de las cualidades llamadas "espirituales" justamente dentro del marco materialista rechazado por los teólogos católicos. La teoría de la evolución no trata sólo del "cuerpo", no se ocupa sólo de por qué evolucionaron el húmero, el cúbito, el radio y la mano de los vertebrados tetrápodos, pongamos por caso. Es una teoría global que explica por qué probablemente evolucionaron los instintos prosociales, los sentimientos morales e incluso las ideas religiosas. En consecuencia, "Aceptar" la teoría de la evolución, pero restringiéndola a la evolución "física", es una elección tan arbitraria como aceptar sólo la segunda ley de la termodinámica o sólo la mitad de los elementos químicos de la tabla periódica. Y es una arbitrariedad que no está más justificada por el hecho de que se fundamente en prejuicios religiosos.

El 3 de abril escribí en este blog:

Existen tres razones fundamentales por las que el público no "cree" en la evolución, y ninguna de ellas tiene que ver con el análisis de las evidencias. La primera de estas razones es la autoridad. Si -para poner sólo un ejemplo- el jefe de la iglesia católica escribe que una ética basada en la evolución es "una ética sedienta de sangre" o afirma categóricamente que el hecho de la evolución es "irracional", lo más probable es que las ideas evolucionistas no sean muy bien recibidas por los creyentes. La segunda razón está dentro de nuestros propios cerebros, escépticos o creyentes, que según nos cuentan los psicólogos cognitivos, habrían evolucionado sesgos favorables a ver "diseño inteligente" en la naturaleza (Kelemen y Rosset, 2009) [PDF]. La tercera razón, según un trabajo publicado en Public Library of Science, tendría que ver simplemente con el miedo a la muerte.

Seguramente estas tres razones están presentes en la negativa de la teología católica a aceptar la teoría de la evolución en su integridad. La última afirmación negacionista del papa, como autoridad influyente, no deja de ser un severo correctivo a quienes, como Martin Rees, sostienen que un diplomático acomodacionismo es la postura más sensata para defender la comprensión pública de la ciencia. No es verdad. La mejor y de hecho la única manera de enseñar ciencia al público es hacerlo de forma íntegra y sin cortapisas teológicas de ninguna clase.


"Los primeros padres fueron creados inmediatamente por Dios."

Muy interesante: Pope on evolution. More on the same teleological thinking

Fuente:

La Revolución Naturalista

29 de noviembre de 2010

Las hembras de los vertebrados rechazan a los machos perdedores


Peces cíclidos africanos, como los usados en el experimento.

Disminuye el tamaño del textoAumenta el tamaño del textoEl sentimiento de atracción de las hembras por los machos no es una cuestión emocional. Tiene un fundamento mucho más pragmático y cerebral, según ha descubierto un equipo de científicos de la Universidad de Stanford (Estados Unidos). Los investigadores, en experimentos con peces de colores de la familia de los cíclidos, descubrieron que las hembras que muestran una preferencia por un varón particular, cambian esa inclinación cuando el macho pierde en una pelea con un contrincante.

Los investigadores detectaron que hay áreas del cerebro relacionadas con la ansiedad que tienen una actividad creciente después de ser testigo de un altercado. "Es como si una mujer se hubiera fijado en un boxeador y viera que ese compañero pontencial recibe un golpe que le deja K.O. Inconscientemente, piensa que ya no puede sentir atracción por ese individuo porque es un perdedor", señala Julia Desjardins, investigadora de este trabajo, que ha sido publicado en la revista 'Proceedings of National Academy of Science'.

Los biólogos creen que esta respuesta en los pequeños peces puede ocurrir igual en los seres humanos porque las áreas del cerebro implicadas están presentes en todos los vertebrados y realizar funciones comparables.

Según Desjardins, en el caso de las personas este cambio en el subconsciente puede producrise en respuesta a cualquier situación competitiva, como perder el trabajo o en un juego, sin necesidad de intercambio de golpes. También los hombres pueden sentir diferente si ven que el interés de una hembra decae en una competición.

Pero no todo está acabado para el perdedor. "Los humanos podemos hacer caso también al corazón por nuestra capacidad cognoscitiva, algo que no tienen los peces, y razonar nuestras dudas. Además, las relaciones a largo plazo son muy diferentes a aquellas que acaban de comenzar", afirma Desjardins.

Entre los peces, los investigadores también encontraron que cuando prevaleció el varón preferido, la hembra demostró la excitación creciente en las partes del cerebro asociado a la reproducción, así como en los centros del placer. " En este caso, la hembra gira su cuerpo y se prepara para acoplarse físicamente con este varón que eligió previamente" , añade la bióloga. Al parecer, incluso siente cierto estímulo placentero en su cuerpo.

El secreto de 'la química
Pese a las diferencias entre estos pequeños peces y los humanos, Desjardins defiende que las zonas del cerebro implicadas en los juicios rápidos sobre los varones que hacen las mujeres son las mismas. "Uno no sabe porqué, rápidamente, le atrae cierta persona y no otras, por ejemplo. Pero ahí están este tipo de reflejos internos, que son inconscientes, y que compartimos con todos los vertebrados, incluyendo los pescados, que nos hacen tener esa sensación mucho antes de que tengamos tiempo de pensar en ello". Es la llamada 'química'. Se cree que en estas mismas regiones cerebrales podrían setar otras respuestas reflexivas, como el instinto de una madre por proteger a su niño.

Para llevar a cabo su experimento sobre el coqueteo entre los peces, Desjardins y sus colegas usaron una gran pecera dividida en tres partes. En la sección central, pusieron a la hembra, con un macho en el cada tanque de los lados. Los machos eran de un tamaño y peso similares. Durante dos días, 20 minutos, colocaron los mismos tres peces en la misma posición. La hembra daba vueltas un rato y después se colocaba con el varón elegido, exhibiendo cierto comportamiento relacionado con el acoplamiento.

Una vez hecha su elección, nunca dudaba sobre quién era su favorito. Pero, el tercer dia, los investigadores metieron en el compartimento del afortunado a otros peces macho de la misma familia, que son muy territoriales, y enseguida comenzaron a pelearse. Según Desjardins, no sólo era una lucha física, sino una exhibición de sus capacidades y su valor.

La hembra no perdía ojo de lo que ocurrió durante los 20 minutos de enfrentamiento. Y su reacción fue la esperada. Al analizar su cerebro encontraron la prueba evidente de cómo había reaccionado su cerebro cuando elegía al macho que ganaba y al que perdía.

Los investigadores repitieron la prueba con 15 hembras, y en todas ocurría igual. "Me sorprendió mucho. Para un observador exterior parecían dos luchas entre dos peces similares, pero para las hembras era algo muy diferente", apunta la biológia en declaraciones a 'ScienceDaily'. "Ahora que sabemos las hembras reaccionan ante estas batallas, la siguiente pregunta es: ¿cambian al perdedor por el ganador?

Fuente:

El Mundo Ciencia

6 de noviembre de 2010

Perú: Conzca al cuy G

Animal tiene cero mortalidad al nacer, es más grande y su carne tiene menos grasas


Tras cinco años de trabajo, el Instituto Veterinario de Investigación Tropical y Altura (Ivita) de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos presentó en la estación experimental del Mantaro, en la provincia de Jauja, una nueva raza de cuy que ha sido denominada cuy G.

A diferencia de los cuyes tradicionales, es más grande (en siete meses puede alcanzar el tamaño de un conejo mediano), tiene más carne y menos grasa, resiste mejor las enfermedades y se reproduce en mayor número por camada.

Un equipo de 8 investigadores y 10 técnicos obtuvo este tipo de cuy mediante la selección natural genética de miles de cuyes que se recolectaron de productores del valle del Mantaro. Así se ha logrado que estos animales pesen un kilo en 84 días alimentándose solo de pasto fresco y afrechillo (una mezcla de trigo]. Las otras razas logran el mismo peso en 100 días y con una alimentación en la que abundan vitaminas y hormonas.

Otra ventaja de este cuy es que puede llegar a tener hasta diez crías en una sola camada y con cero mortalidad. El cuy común tiene en promedio seis crías, de las cuales la mitad muere.

Alfredo Delgado Castro, director de Ivita, destacó que la producción del cuy G responde a la necesidad actual de crear alimentos inocuos. “Es el resultado de una investigación con un alto grado de rigor científico, que debe generar otras investigaciones para producir alimento sano y orgánico”, sostuvo Delgado.

Se van para Áncash

Cinco mil ejemplares del cuy G han sido comprados por criadores de Áncash. Ellos también obtendrán asistencia técnica especializada.

Fuente:

El Comercio (Perú)

2 de junio de 2010

El 90% de las proteínas humanas repetitivas compartidas con mamíferos se mantienen por selección

Miércoles, 02 de junio de 2010

El 90% de las proteínas humanas repetitivas compartidas con mamíferos se mantienen por selección


El 90 por ciento de las proteínas humanas que presentan estructuras repetitivas, en las que un mismo aminoácido se repite varias veces seguidas, y que al mismo tiempo se encuentran conservadas en otras especies de mamíferos, se conservan por selección y por tanto su razón de ser sería funcional para el organismo, según un estudio.

El trabajo, desarrollado por el grupo de investigación en Genómica Evolutiva del Programa de Investigación en Informática Biomédica (Grib) del Instituto Municipal de Investigación Médica (Imim-Hospital del Mar) y la Universitat Pompeu Fabra (UPF), se publica ahora en la revista 'Genome Resarch'.

Los investigadores han estudiado los genomas de once especies de vertebrados, incluyendo animales más próximos a los humanos como el ratón y la vaca, y otros más alejados como los peces, y observaron que la repetición de las proteínas está relacionada con el papel desarrollado por la selección natural en su preservación.

El estudio comparó el grado de conservación de los motivos repetitivos --las estructuras de un mismo aminoácido que se repiten, y que se encuentran en cerca del 20% de las proteínas humanas-- con el grado de conservación de una colección de motivos que no desarrollan ninguna función aparente.

"La mayoría de motivos repetitivos en las proteínas humanas podrían tener una función, ya que observamos una huella importante en la selección natural", señaló la coordinadora del grupo de investigación, Mar Albà.

Fuente:

Eco Diario

28 de abril de 2010

Las gaviotas de un vertedero mallorquín prueban la teoría de Darwin


Miércoles, 28 de abril de 2010

Las gaviotas de un vertedero mallorquín prueban la teoría de Darwin


Un ave de cetrería y una gaviota. | CSIC

Un ave de cetrería y una gaviota. | CSIC

  • El estudio muestra que los depredadores no eligen sus presas al azar
  • Las rapaces prefieren cazar aves jóvenes, enfermas o con deformaciones

Decía Charles Darwin que sólo los más aptos y los que mejor se adaptan al cambio logran sobrevivir. Ahora, un grupo de científicos españoles del CSIC ha llevado a la práctica la teoría del naturalista con las gaviotas de un vertedero de Mallorca.

Los investigadores realizaron su estudio aprovechando los trabajos del Servicio de Gestión de Residuos del Consell de Mallorca para reducir la población de aves en el basurero. La investigación, liderada por Meritxell Genovart, ha sido publicada en la revista PLoS ONE.

La afluencia masiva de gaviotas a este vertedero para alimentarse hizo necesaria la intervención de las autoridades, que contrataron a un tirador que disparaba a las aves de manera aleatoria.

Para cazar las gaviotas, se utilizaron aves de cetrería (depredadores como los halcones o busardos), que también sirvieron para disuadir a las gaviotas de acercarse al basurero.

No cazan al azar

Según este estudio, las presas favoritas de las rapaces eran las gaviotas jóvenes, menos capacitadas para volar y más débiles. También cazaban animales con deformaciones corporales y con patologías internas, inapreciables para el hombre pero que los depredadores sí son capaces de detectar.

Asimismo, los investigadores comprobaron que los halcones y los busardos se decantaban tanto por los ejemplares más flacos como por los más obesos.

Los científicos cotejaron los datos sobre la situación física de las gaviotas fallecidas con las de aquellas que lograron sobrevivir para comprobar si éstas realmente estaban más sanas que las víctimas. En concreto, examinaron 506 gaviotas que habían sido disparadas y 122 cazadas por depredadores.

El estudio muestra cómo funciona la selección natural en animales salvajes y prueba que los depredadores no eligen sus presas al azar. Seleccionan a sus víctimas y cazan principalmente a individuos débiles o con alguna patología.

Fuente:

El Mundo Ciencia

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