CHUS NEIRA | OVIEDO
-¿Cómo se encuentra?
-Pues muy bien, ya ve, reincorporado de nuevo al trabajo, con ganas, muy bien.
-Recientemente se ha puesto en marcha el famoso acelerador de partículas de Ginebra.
-Ah, sí, el LHC.
-Bien, pues sabrá que circulan esas teorías apocalípticas acerca de cómo ese experimento podría acabar con el mundo. Cosas sobre las que la gente charla, en broma, pero que revelan cierto recelo ante lo científico, aunque sea en un nivel humorístico.
-Es verdad, es muy cierto esto. Tenga en cuenta una cosa. Piense que lo que hemos heredado es el pensamiento revelado o dogmático. Y este pensamiento, por definición, era un pensamiento mágico, el del mundo de los milagros, de los dioses. Y ese mundo era totalmente ajeno al mundo de los humanos. Ahora, lo que ha ocurrido es que, por primera vez, y gracias a la revolución científica, el conocimiento real compite con el conocimiento revelado en esa proximidad a lo mágico. La ciencia por primera vez parece mágica. Está ocurriendo algo parecido a cuando se inventó la electricidad. Se cuenta que en las plazas de Inglaterra la gente se electrocutaba dándose besos. ¿Se imagina? Chillaban y se divertían con eso. A eso me recuerda lo del acelerador.
-Ya que habla del pensamiento mágico, las aplicaciones de estos grandes aceleradores, como el Gran Colisionador de Hadrones, parece que pueden ser, entre otras, las de abrir la puerta a la posibilidad de que nuestro cerebro modifique nuestro organismo. ¿Cree que algún día veremos algo parecido?
-Vamos a ver. Aquí hay un hecho nuevo que no había ocurrido con ninguna especie, que es la triplicación de la esperanza de vida de los seres humanos. De pronto, la gente se encuentra con cuarenta años de vida redundante en términos evolutivos.Y por primera vez en la historia de la humanidad tiene futuro, en el sentido más literal de la palabra.Y al tener futuro se plantea por primera vez la posibilidad de ser feliz, de no ser condenado a la hoguera, de profundizar en el conocimiento de las cosas y las personas con unos efectos benefactores insospechados.
-¿Por ejemplo?
-Pues por primera vez en la historia del conocimiento, por ejemplo, hemos podido comprobar que la salud mental de un adulto depende de lo que le haya ocurrido hasta que tuvo cinco o seis años. Ahora sabemos que si no se genera en un niño cierta autoestima y seguridad en sí mismo, por una parte, y una cierta curiosidad, por otra, de profundizar en el conocimiento de las personas y las cosas, va a llegar con inseguridades y desconfianza a la edad adulta.
-Explicaba la importancia de esos primeros años de vida. Una etapa, sin embargo, según le he oído en alguna ocasión, de la que nos resulta imposible recordar nada, por lo menos de los dos primeros años de vida.
-Mire, no sabemos por qué somos incapaces de recordar nada de lo que ha ocurrido hasta los dos años de nuestras vidas, pero lo que sí sabemos es que se pueden producir trastornos importantes en la edad adulta por culpa de lo que ha ocurrido en el vientre de la madre, en esa gran tormenta hormonal, sólo repetida en la adolescencia. Sabemos que el desamparo, el abandono, el miedo, todas esas cosas, han dejado una marca imborrable en el inconsciente de los seres humanos, que se puede manifestar en enfermedades mentales en la edad adulta.
-Usted es un gran creyente en la ciencia. Sin embargo, le he leído algunas declaraciones suyas, en concreto a raíz de su enfermedad, en las que hablaba de la separación entre el desarrollo científico y la realidad que puede percibir y de la que puede beneficiarse el ciudadano. ¿Qué sucede? Demasiados intermediarios?
-Hay un factor importante con el que Asturias, además, está intentando lidiar algo mejor de lo que se lidia en otras comunidades autónomas; es la reforma educativa en favor de una educación en la que se enseñe la gestión de las emociones, a cuestionar el conocimiento heredado y a innovar. Esto por una parte. El otro factor culpable del bache, de la separación, entre innovación científica y su aplicación a las mayorías tiene que ver, casi siempre, y en el caso de España más, con la falta de compenetración entre el sector industrial, el académico y el sector político. En ese sentido España está a años luz de Estados Unidos. Allí es justamente al revés. Allí esa proximidad entre uno y otro lado es muy poderosa.
-Y en África es mucho peor, imagino. No siempre hablamos o pensamos en términos globales cuando hablamos de desarrollo.
-Sí, claro. Pero yo diría que es justamente la globalización de la cultura lo que permitirá es quemar etapas a países en vías de desarrollo, etapas que sin embargo en nuestros países no pudimos quemar. A veces hay una tendencia demasiado acusada de culpar a los países ricos de lo que les ocurre a los países pobres, y no se tiene en cuenta que la corrupción y la demografía suelen ser sus principales problemas.
Hacer cambiar de opinión a un homínido
Eduard Punset fue el encargado de pronunciar recientemente la conferencia central del acto de presentación del Informe de la Sociedad de la Información en España correspondiente al año pasado. En su intervención, Punset zanjó el debate entre genética y conducta al reflexionar sobre la condición única de los seres humanos, ya que, explicó, el comportamiento lo determinan las leyes del desarrollo del cerebro y en éste es vital cada experiencia, pues deja una huella en el inconsciente sobre la que luego se fabrica el futuro. El divulgador ejemplificó este funcionamiento de las huellas y del futuro con la obsesión nacional, aquí, en España, con la Guerra: "Un futuro desvinculado del pasado siempre es engañoso", concluyó. Al hilo de estas obsesiones y un poco también de la cerrazón humana, Punset detalló como los homínidos son muy reacios a cambiar de opinión, con lo que una petición en sentido contrario a sus rutinas hace que los circuitos cerebrales no funcionen.
Fuente:
LaOpinion.es