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19 de febrero de 2018

Una inmunoterapia con virus frena al cáncer cerebral más letal

Un tratamiento experimental desarrollado por dos neurólogos españoles aumenta la supervivencia de pacientes con glioblastoma.

Los neurólogos Candelaria Gómez-Manzano y Juan Fueyo, en el Centro de Cáncer MD Anderson (EE UU).
Hace más de un siglo, algunos enfermos de cáncer experimentaron mejorías sorprendentes tras contraer la gripe. Los médicos nunca pudieron determinar si el virus estaba matando al cáncer o si la infección había espabilado a su sistema inmune, que normalmente no identifica a las células malignas del cáncer. Aunque no podían saberlo, estaban ante casos accidentales de inmunoterapia, el tratamiento que actualmente se usa contra un creciente número de tumores.

Un estudio publicado esta semana persigue ese mismo efecto terapéutico usando un virus del resfriado modificado para hacer enfermar selectivamente a las células tumorales. El trabajo se basa en un adenovirus con dos pequeños cambios en su ADN que fue desarrollado en 2003 por Candelaria Gómez-Manzano y Juan Fueyo, un matrimonio de neurólogos españoles que trabaja en el Centro de Cáncer MD Anderson de EEUU desde 1994. El primer cambio hace que el virus se una selectivamente a las integrinas, proteínas que abundan en la superficie de las células tumorales. La segunda modificación solo le permite replicarse y causar una infección si el gen del retinoblastoma está desactivado, un marcador típico de los tumores ausente en células sanas.
         
Los investigadores han usado este virus, llamado DNX-2401, para combatir el glioblastoma, el tumor cerebral más común y también el más letal. Esta clase de cáncer no responde a la inmunoterapia. Los tratamientos convencionales consisten en extirpar el tumor y aplicar radioterapia y quimio, aunque en casi todos los casos hay recaídas y la mediana de supervivencia es de 14 meses.

Los resultados de un estudio con 25 pacientes con glioblastoma acaban de mostrar que el 20% de ellos vivieron más de tres años tras recibir una sola inyección con el adenovirus en el cerebro. Todos habían pasado previamente por el tratamiento convencional, pero los tumores habían vuelto a aparecer. La supervivencia media de este tipo de casos es de unos seis meses. En el ensayo clínico, el virus redujo el tamaño de los tumores en el 70% de los pacientes y los tres enfermos que mejor respondieron llegaron a vivir más de cuatro años.

“Es la primera vez que un virus oncolítico [que combate el cáncer] muestra unos beneficios así contra el glioblastoma”, resalta Gómez-Manzano. “Desde que comenzamos a estudiar terapias contra estos tumores, el beneficio que han mostrado los pocos fármacos nuevos que han llegado al mercado se han medido en semanas más de vida”, resalta la neuróloga.

En los pacientes que mejor respondieron al tratamiento el virus funcionó como una inmunoterapia. Primero el virus penetra en las células tumorales y comienza a destruirlas. Después, el sistema inmune de los pacientes detecta la presencia del virus y lo elimina eliminarlo. “Este proceso provoca que las células tumorales queden desenmascaradas y que el sistema inmune las aniquile incluso después de que el virus oncolítico haya sido eliminado del organismo”, explica Juan Fueyo. Los resultados de este estudio, en el que han participado científicos en EE UU, España y Países Bajos, se acaban de publicar en Journal of Clinical Oncology.

Lea el artículo completo en:


17 de octubre de 2017

Así aprende el cerebro a reconocer las caras

Un estudio sugiere que la capacidad del cerebro para reconocer a otros a través de sus rasgos no es innata

El hallazgo podría ayudar a desarrollar terapias para trastornos neurológicos como el autismo


La frontera entre lo aprendido y lo innato ha atraído desde siempre a científicos de diferentes disciplinas. Una tarea básica en la vida de un ser humano como es identificar y distinguir a los demás, por ejemplo, era hasta ahora considerada como una habilidad instintiva, tanto en el Homo sapiens como en otros primates. Sin embargo, una nueva investigación cuyos resultados aparecen este lunes en la revista Nature Neuroscience pone en tela de juicio esta teoría y sugiere que la capacidad del cerebro para reconocer a los demás a través de sus rasgos se adquiere con la práctica.

Un equipo de neurobiólogos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, liderado por la profesora Margaret Livingstone, afirma en el artículo que las regiones del cerebro responsables del reconocimiento facial se forman y se desarrollan a través de la experiencia.

Livingstone y su equipo llevaron a cabo un experimento en el que monitorizaron la actividad cerebral de dos grupos de macacos, una especie que se utiliza habitualmente en este tipo de estudios por su estrecha relación evolutiva con los humanos. De acuerdo con los investigadores, el papel formativo que las primeras experiencias tienen en el desarrollo sensorial y cognitivo es el punto crucial para adquirir esta habilidad social.

Los autores confían en que sus resultados contribuyan además a arrojar nueva luz sobre algunos trastornos del desarrollo neurológico, como el autismo o la prosopagnosia, un síndrome que impide reconocer ninguna cara, incluida la propia.

"Algunos de los déficits de habilidades sociales que se desarrollan en personas con trastornos del espectro autista pueden ser un efecto secundario derivado de la falta de experiencia a mirar a la cara", explica Livingston, "algo que los niños con estos síndromes tienden a evitar". De confirmarse, los resultados apuntan a que terapias que fomentan la exposición temprana a rostros humanos podrían jugar un papel clave para paliar problemas de habilidades sociales.

Los autores explican que, pasados los 200 días de vida, aparecen grupos de neuronas asociados con el reconocimiento facial, agrupados en un área del cerebro llamada surco temporal. Esta aparición temprana, combinada con el hecho de que los niños muestran durante los primeros meses de vida tendencia a fijarse en los rostros antes que en otras partes del cuerpo, han sido los principales argumentos para afirmar que esta capacidad puede ser innata.

Sin embargo, los especialistas de Harvard rebaten esta teoría de reconocimiento de rostros. Señalan que tanto los seres humanos como otros primates desarrollan áreas en el cerebro que responden a estímulos que sólo existen desde hace poco tiempo -en términos evolutivos- como pueden ser edificios y/o textos. Esto implicaría, a su juicio, que su conocimiento no puede depender de la herencia genética.

El experimento

Para comprender mejor las bases del reconocimiento facial, los científicos dividieron a los macacos en dos grupos. En el primero, utilizado como grupo de control, los animales fueron criados por sus madres e interactuaron libremente con otros especímenes, además de con sus cuidadores humanos. El segundo fue criado durante un año exclusivamente por seres humanos que llevaron máscaras a lo largo de todo el experimento.

Cuando ambos grupos alcanzaron los 200 días de vida, los investigadores comenzaron a realizar resonancias magnéticas para obtener imágenes cerebrales e identificar la presencia de los grupos de neuronas responsables del reconocimiento facial, así como de otras regiones claves en la identificación tanto de objetos y como de otras partes del cuerpo. La única diferencia significativa entre ambos grupos fue la detectada en las células encargadas del reconocimiento facial, que no se habían desarrollado en el grupo criado por sólo por humanos.

Posteriormente, los investigadores mostraron fotografías de humanos y primates a ambos grupos. El grupo de control prestaba atención principalmente a las caras mientras que los macacos criados sin exposición facial se fijaban más en las manos. De acuerdo con los científicos, estos resultados sugieren que la privación sensorial tiene un efecto selectivo muy importante en la forma en la que el cerebro crea sus conexiones. "El cerebro tiende a ser muy bueno en reconocer cosas que el individuo ve a menudo", declaró Livingstone, "y muy pobre en reconocer cosas que nunca o rara vez ve".

Fuente:

El Mundo Ciencia

9 de agosto de 2016

El "cupping" y los extraños moratones circulares de Michael Phelps

Michael Phelps no solo llamó este domingo (07 de agosto de 2016) la atención del público por ganar su 19º medalla de oro olímpica o por participar en su quinta edición de unos Juegos Olímpicos, sino que también lo hizo por unos extraños moratones circulares que lucía en sus hombros y espalda. 





Las marcas del nadador estadounidense son producto de una terapia denominada cupping —masaje con ventosas— y que consiste en aplicar ventosas sobre el cuerpo, a las que se les extrae el aire, y que se manipulan con el fin de eliminar toxinas de la sangre. En teoría, esta técnica mejora el flujo sanguíneo y ayuda a relajar los músculos. 


Phelps, de 31 años, no es el único atleta que ha utilizado esta técnica en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Recientemente, el gimnasta estadounidense Alex Naddour publicó una foto en su cuenta de Instagram donde se veía una marca del cupping, así como el gimnasta Chris Brooks o la exnadadora Natalie Coughlin. "Este es el secreto que he utilizado este año y que me mantiene saludable", dijo Naddour a USA Today. "Es el dinero mejor gastado". 



Para realizar este masaje con ventosas se calientan unas pequeñas esferas de cristal que se colocan en la piel. El efecto vacío provoca que se succione la piel, mejorando así la circulación sanguínea y linfática, y haciendo que se relajen los músculos. Los moratones restantes duran, al menos, dos semanas.

Fuente:

El País (España)

24 de abril de 2015

¿Qué es la Terapia Dialéctico Conductual?


Sabemos que nos estaban extrañando, así que seguimos con la serie de terapias de tercera ola. Hemos cubierto hasta ahora una introducción general sobre qué demonios son las terapias de tercera ola y luego hemos ido dedicando sucesivos artículos describiendo las características de cada uno de esos modelos: hablamos de terapias basadas en mindfulnessterapia metacognitivaentrevista motivacionalpsicoterapia funcional analíticaactivación conductual y terapia conductual integrativa de parejas. Hoy, después de un largo hiato, es el turno de Terapia Dialéctico Conductual (“DBT” para los amigos, por las siglas en inglés), uno de los modelos que más me gustan, debo confesar.

Un extraño híbrido

Para empezar, imaginen que son terapeutas frente a esta situación:
El télefono del consultorio suena a las seis de la tarde un viernes; has tenido una larga y estresante semana y estás anticipando un fin de semana relajado. Quien llama es una de tus pacientes. Te dice que tiene una crisis suicida y está parada en ese momento en un puente con intenciones de tirarse. Había planeado dejarte un mensaje en el teléfono disculpándose por su acción. Tiene una emocionalidad apagada e indica que varios eventos que sucedieron en las últimas 48 horas han incrementado su riesgo, ya crónicamente alto. Ha sido frecuentemente hospitalizada en situaciones similares en el pasado, pero esto rara vez ha ayudado. Se siente desesperanzada y reacia a hablar.
¿Cómo responder frente a un caso así? “¿Permanecés en el teléfono y tratás de calmarla ofreciéndole apoyo u otras intervenciones? ¿Intentás resolver el problema que llevaron a la crisis? ¿Intentás averiguar dónde está para enviar servicios de emergencia en su ayuda? Y si es así, ¿te quedás con ella en el teléfono hasta que lleguen? ¿Vas a requerir una hospitalización? ¿Qué vas a hacer, y principalmente, qué principios vas a utilizar para decidir qué hacer?”
—Swales y Heard, Dialectical behaviour therapy, distinctive features. 2009.
A todo terapeuta, experimentado o no, le corre un escalofrío por la espalda ante situaciones de este estilo. Y es justamente para responder a este tipo de casos que surgió DBT.

En aguas turbulentas

DBT se propuso inicialmente como un abordaje dirigido exclusivamente a pacientes multiproblemáticos, con conductas suicidas, problemas interpersonales serios y autolesiones, lo que dentro del sistema de diagnóstico DSM se denomina “Trastorno Límite de la Personalidad” (TLP).
El TLP es un trastorno de la personalidad que se caracteriza por “un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, en la autoimagen y en la afectividad y una notable impulsividad que comienzan al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos” (DSM-IV, 1994).
Lea el artículo completo en:

14 de septiembre de 2014

Terapia de Boro: Inteligencia contraterrorista contra el cáncer

Real-time biodistribution patterns of the COSAN derivatives

El cáncer en última instancia son células. Son células que no se comportan como el resto de las células, pero células. Por eso los tratamientos no quirúrgicos, a saber, la quimioterapia y la radioterapia, suelen tener efectos secundarios muy importantes, porque afectan a las células que no son cancerosas. Si bien los tratamientos intentan ser cada vez más específicos, esta especificidad acarrea también sus problemas como, por ejemplo, cómo saber que un tratamiento está llegando a donde tiene que llegar, porque con los generales no hay problema, llegan a todas las células.

Existe una nueva terapia muy específica, todavía en fase experimental, llamada terapia de boro con captura neutrónica (BNCT, por sus siglas en inglés). Un grupo de investigadores encabezado por Kiran Gona, del CIC biomaGUNE (San Sebastián, España) ha desarrollado una forma de seguir la distribución del complejo de boro que se usa para preparar los fármacos que se emplean en BNCT. Esto permitirá evaluar la efectividad de un tratamiento muy prometedor y acortar el tiempo hasta su uso clínico. Los resultados se publican en Chemical Communications.

Para entender el procedimiento permítasenos hacer un símil con un grupo terrorista que, en este caso, es el cáncer. El grupo terrorista vive infiltrado y mimetizado con el barrio y la ciudad en la que reside pero hay cosas que hacen sus miembros que los diferencian de las personas no terroristas. Una de ellas es que están deseando aumentar el número de integrantes del grupo, por lo que varios de sus miembros, llamados receptores, se dedican a reclutar activamente nuevos candidatos para el grupo.

Las fuerzas de defensa tienen capacidad militar para arrasar el barrio en el que se sabe que se encuentra el grupo terrorista, pero ello está descartado porque causaría la muerte de muchas personas inocentes. Por lo tanto la Brigada Nacional Contra Terrorista, BNCT, decide infiltrar a varios de sus miembros de élite, los boro-10, en el grupo aprovechando que están reclutando. Una vez dentro se les proporcionarán armas y los ahora boro-11, se encargan de eliminar a las células cancerosas y sólo a ellas.

Los fármacos que usan el complejo de boro COSAN (cobaltabisdicarballuro) usan la sobre-expresión de los receptores de membrana de las células cancerosas para introducir niveles terapéuticos de boro-10 dentro de las células. Si bien el boro-10 es un isótopo estable, cuando se aplica una haz de neutrones de baja energía a la célula el boro-10 captura un neutrón y se desintegra, emitiendo una partícula alfa de alta energía que destruye a la célula. Esta es la base de la BNCT.

La BNCT es, como decíamos más arriba muy específica, por lo que es muy interesante. Además, los compuestos de boro son inorgánicos, por lo que no son metabolizados por las enzimas celulares. Sin embargo, el principal problema que tiene esta técnica es la ausencia de un método efectivo que permita medir la acumulación del boro in vivo (en nuestro símil, un sistema que permita saber que los agentes están infiltrados en el grupo y su localización). Este problema dificulta la evaluación de los distintos fármacos disponibles.

Lo que han hecho Gona et al. es desarrollar una estrategia consistente en etiquetar un derivado de COSAN bien con iodo-124 (que emite positrones), bien con iodo-125 (que emite rayos gamma), por lo que la distribución del fármaco se puede realizar usando tomografía por emisión de positrones (PET-CT) o un contador gamma.

Los investigadores usaron una reacción de intercambio de iodo catalizada por paladio para marcar el derivado de COSAN con uno de los isótopos. Después se realizaron estudios in vivo con ratones para cuantificar la ingesta celular. Los resultados muestran muy buena correlación entre ambos métodos.

Armados con una herramienta que les permite medir, oncólogos y físicos médicos están ahora más cerca de convertir los experimentos de laboratorio en una práctica clínica que mejore la calidad de vida de los pacientes.

Referencia:

Kiran B. Gona, Adnana Zaulet, Vanessa Gómez-Vallejo, Francesc Teixidor, Jordi Llop & Clara Viñas (2014) COSAN as a molecular imaging platform: synthesis and “in vivo” imaging Chem. Comm. DOI: 10.1039/C4CC05058D

Tomado de:

Cultura Científico

13 de mayo de 2014

El Yo: un concepto con fecha de caducidad

La conciencia del yo es una fase del desarrollo humano que implica la separación con el entorno para adquirir la identidad, la individualidad y la independencia. En tanto en cuanto esta separación significa un aislamiento y oposición del/al entorno, su visión es parcial y, como tal, es ficticia. El concepto de campo de self organismo-entorno de la teoría de la terapia gestalt traslada la naturaleza del “yo” de identidad a función, y se inserta en el paradigma que se expresa a través de la física cuántica y de las ciencias de la complejidad.


La cuestión es muy simple de decir, aunque no tan sencilla de comprender. El concepto de “yo” pertenece al paradigma newtoniano; y el del “self organismo-entorno” [1] (Perls, Hefferline y Goodman, 1951) de la teoría de la terapia gestalt es un concepto del paradigma de campo, y se une al camino que están abriendo la física cuántica y las nuevas ciencias de la complejidad.

Por organismo nos referimos a una persona; por entorno a cualquier circunstancia exterior a la misma, normalmente otra persona. El self es la relación dialógica entre ambas personas, que se constituyen en los polos del campo que forma esa relación.

Por otra parte, el concepto de yo es una experiencia-conciencia personal (en términos de Wilber, 1980) y el de self organismo-entorno otra manera teórica de enfocar la experiencia-conciencia transpersonal, al menos en las fases iniciales de esa experiencia.

El concepto de campo, en el que está inmerso, sitúa al self en una perspectiva afín a otras ciencias que poco o nada tienen que ver con la psicología. Este lugar de posicionamiento de la teoría de la terapia gestalt abre el camino para el diálogo con otros enfoques no psicológicos de la realidad. Por ende, este enfoque teórico, desde esa misma teoría de campo, hace más accesible la comprensión racional del concepto de “transpersonal” a las personas ajenas a la psicología del mismo nombre.

La paradoja del yo

Y si me permiten la paradoja, el hecho de que el yo sea una ilusión (Francisco J. Rubia), maya según la filosofía budista, no significa que no sea ‘real’, que no tenga su efecto en la realidad. La paradoja entre realidad y ficción o ilusión es también un asunto a resolver. Pues, al fin y al cabo, lo que así llamamos ‘ficción’ es también un componente de la realidad.

“...las nuevas teorías de la información [...], desde la filosofía (Whitehead), la psicología (Keeney) o la ciencia (Laszlo), basan la descripción de la realidad no en el ‘punto newtoniano’, sino en la malla de interrelaciones que existe entre todos los ‘puntos’ del universo. Es decir, en estas concepciones no existen puntos aislados sometidos a una fuerza y velocidad vectoriales, sino un complejo campo de interrelaciones en las que cada ‘punto’ está conectado por una información que comparte con todos los otros “puntos”, siendo, al mismo tiempo, cada uno de esos otros ‘puntos’. En realidad, hablar de ‘punto’ en estas concepciones carece de sentido, pues en ellas no existe lo que en términos newtonianos entendemos por ‘punto’” [2].

De una manera rápida y sencilla el ‘yo’ es ese ‘punto’ newtoniano; y el self organismo-entorno es esa “malla de interrelaciones”. Dicho de otra manera, que ampliaremos al final, el yo es el ‘colapso de la función de onda’ del self organismo-entorno.

Otra cosa que hay que decir también y rápido es que el hecho de que el yo tenga fecha de caducidad no significa que vaya a desaparecer. Significa que será sustituido por un concepto más amplio, el del self, que lo abarca, pero no que sea inútil y no tenga su función en la realidad.

El self no es el concepto de una entidad (o ‘instancia’, según el psicoanálisis) individualizada, como el yo (personal y por lo tanto subjetiva), sino el de una función objetiva de relación recursiva que se da entre el organismo y el entorno. No ‘pertenece’ ni al organismo ni al entorno, pues el concepto se refiere al hecho mismo de la información que transcurre entre ambos. Esa información es como las líneas de fuerza, invisibles, que conectan los polos de un imán. Los polos de este ‘imán’ serían el organismo y el entorno.

Por lo tanto el self no está en el individuo, no podemos decir ‘mi self’. En todo caso podríamos hablar del self que hay entre ‘...’ (persona, situación, objeto exterior...) y yo mismo.

Esto hace que como función de campo el self sea un fenómeno objetivo. Y, sin embargo, como función self de una determinada relación organismo-entorno, dada su naturaleza personal, es un fenómeno subjetivo.

El yo es a la conciencia como los enfoques newtoniano y geocéntrico a la realidad física. Tienen su función, y aunque las teorías relativista y cuántica y el sistema heliocéntrico los hayan sustituido, no los han hecho desaparecer. Seguimos utilizándolos con provecho en nuestra actividad cotidiana.

Así, el yo y la experiencia que tenemos de él seguirá siendo útil y cumpliendo la función-ficción que ha cumplido siempre. Únicamente el concepto deja de ser egocéntrico (geocéntrico en el símil astronómico) y pasa a ser asimismo ‘exocéntrico’, una función de campo incluida en el self. En el símil astronómico, el mundo ya no gira en torno a mi yo, es mi yo el que gira alrededor del mundo. Pero en cualquier caso... el yo sigue ‘girando’...

El yo es una de las funciones del self en la teoría de campo (las otras son el ello y la personalidad) de Perls, Hefferline y Goodman (1951). Es decir, tampoco el concepto de yo desaparece en la teoría de campo. El yo conserva la mayoría de los atributos que le adjudican las psicologías newtonianas (identidad, autorreferencia, toma de decisiones...), pero al verse como una energía de campo deja su estatuto de entidad para convertirse en una función. Es decir, el propio yo, con sus atributos, pasa también a ser una función, una función del self organismo-entorno.

“El concepto de campo en la teoría gestalt aparece como el todo que forma el organismo con el entorno. No hay un “punto” llamado organismo y otro “punto” llamado entorno, hay una realidad única indiferenciada” (El self, pág. 2).

“Así pues, para entender el self hay que adoptar una perspectiva no-dual en la que no distinguimos al yo del otro o del entorno. El self, implica situar el centro de la vida fuera de lo que somos como individuos. El self es algo que está en constante movimiento en el campo. [...] Eso es el self, el movimiento constante de las interacciones mutuas.” (El self, pág. 3).

“...el self es una propiedad del campo organismo-entorno.” (El self, pág. 4).

“...todo suceso ocurre en un campo más amplio que nos contiene y en el cual los procesos que tienen lugar y de los cuales formamos parte son el resultado de esa totalidad que pretendemos abarcar bajo el concepto de campo.” (El self, pág. 4-5).

“Percibir al self, tal como lo exponen Goodman y Perls, no es fácil desde nuestro antropocentrismo e individualismo cultural (como no estamos inclinados a “ver” el movimiento de la Tierra alrededor del Sol, desde nuestro geocentrismo). Hay que hacer un acto consciente (consciousness) de voluntad racional (modo activo) y estar abiertos (awareness, modo pasivo) a la percepción trans-yoica de la realidad para llegar a comprender-percibir la realidad unitaria del campo que nos trasciende como individuos aislados.” (El self, pág. 6). 

El artículo completo en:

Tendencias 21 

20 de enero de 2014

¿Es bueno acariciar a las mascotas?

caricia a gato

Sí que lo es. Las caricias son el equivalente a acicalarse y esa es la manera en la que los gatos, perros, y muchos otros animales mantienen su relación con los demás. Además de disfrutar, esto los ayuda a mantenerse limpios.

Pero, y este "pero" es importante, estas caricias tienen que ser consensuadas. Los animales se acercan los unos a los otros con cautela, pidiendo y ganando el permiso para acicalarse, y los humanos deberíamos hacer lo mismo.

Así como los humanos odiamos que un extraño nos toque sin permiso entonces podemos imaginar cómo se siente un gato o un perro cuando lo tocan inesperadamente.

Un estudio reciente midió los niveles de hormonas del estrés en gatos y descubrió que los más estresados eran gatos a los que no les gustaba ser acariciados y sin embargo lo toleraban.

Los resultados fueron malinterpretados en el sentido de que se pensó que no había que acariciar a los gatos, pero esa no fue una conclusión del estudio.

A muchos gatos les gusta que los acaricien, pero es una actividad íntima y deberíamos tratarla como tal.

Fuente:

BBC Ciencia
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