A partir del carácter social del hombre se descubren relaciones que lo llevan a conformar comunidades que trabajan buscando el Bien común. Es así que aparece la política como elemento aglutinante de todos aquellos esfuerzos que buscan el bien común, pero con el transcurso de los tiempos la política se convierte en asegurar el bien común de unos pocos: de los que llegan a poder. A partir de la mera observación podemos deducir que el hombre no vive solo. De hecho, los hombres han vivido desde siempre en estado social.
La sociabilidad le viene al hombre no del hecho de que convive con otros hombres sino de su propia naturaleza. En realidad, el hombre no puede ser comprendido sin incluir alguna referencia a su dimensión social. En este sentido, Aristóteles y Santo Tomás de Aquino enseñan que el hombre es un animal social y... además político.
Y, además, el vivir en grupos tra beneficios a la salud, tanto corporal como psíquica. Veamos.
Formar parte de un grupo social puede reducir el riesgo de sufrir infarto y demencia e incluso prevenir resfriados, según revela un nuevo trabajo de las universidades australianas de Exeter y Queensland presentado en el British Science Festival.
El trabajo remite a varios estudios previos, como uno publicado a principios de 2009 en Psychology and Aging que mostraba que después de permanecer seis semanas dentro de un grupo, 73 personas de la tercera edad mejoraban su memoria en un 12%.
Según Alex Haslam, de la Universidad de Exeter, “somos animales sociales, que vivimos y hemos evolucionado para vivir en grupo; formar parte de un grupo, desde un equipo de futbol a un club de lectura o un grupo de voluntarios sociales nos da una sensación de identidad social”. Y añade que esto es “indispensable para tener vidas plenas, y por esa razón los grupos son cruciales para la salud, el equilibrio mental y el bienestar”.
Su compañera Catherine Haslam va aún más lejos y sugiere que los sistemas de salud deberían “reconocer el papel que juega sobre nuestra salud mental y física participar en grupos”. “Es mucho más barato que medicarse, tiene menos efectos secundarios y es más divertido”, añade.
Pero antes conozcamos principios básicos del "Diseño Inteligente", la teoría que pretende demostrar que un Diseñador Inteligente (o sea Dios) creó la Naturaleza:
El Diseño Inteligente
"La Teoría del Diseño Inteligente" dice que las causas inteligentes son necesarias para explicar la compleja información de las ricas estructuras de la biología y que estas causas son empíricamente detectables.
Ciertas características biológicas desafían la explicación Darwiniana de "coincidencias fortuitas". Ellas parecen haber sido diseñadas. Puesto que el diseño lógicamente necesita de un diseñador inteligente, la aparición del diseño es citado como evidencia para la existencia de un Diseñador.
Hay tres argumentos primarios en la Teoría del Diseño Inteligente: (1) complejidad irreducible, (2) complejidad especifica, y (3) el principio antrópico..
La complejidad irreducible
(1) La complejidad irreducible es definida como un solo sistema, el cual está compuesto por varias partes interactivas bien integradas que contribuyen a la función básica, en donde el retiro de cualquiera de las partes causa que el sistema deje de funcionar con efectividad. En otras palabras, la vida es comparada con partes interconectadas que descansan una en la otra a fin de resultar útil. La mutación fortuita puede contribuir al desarrollo de una parte nueva, pero no puede contribuir para el desarrollo concurrente de las múltiples partes necesarias para el funcionamiento del sistema.
Por ejemplo, el ojo humano es obviamente un sistema muy útil. Sin el globo ocular (el cual es en sí mismo un complejo sistema irreducible), el nervio óptico, y la corteza visual; una mutación fortuita del ojo, sería en realidad contraproducente para la supervivencia de una especie, y por lo tanto sería eliminada a través del proceso de la selección natural. Un ojo no es un sistema útil, a menos que todas sus partes estén presentes y funcionando apropiadamente al mismo tiempo.
Bien, ahora, leyendo Ciencia Kanija me entero que la complejidad irreducible ¡ha siso reducida!, es decir se ha encontrado una explicación al cómo evolucionaron nuestras células (y las máquinas moleculares que las conforman) . Disfrútenlo:
Un equipo internacional de investigadores dice que ha descubierto un diseño para una comprensión general de la evolución de la “maquinaria” de nuestras células, proporcionando más pruebas a nivel molecular, que apoyan uno de los principios clave de la Teoría de la Evolución de Darwin.
Una explicación no Darwiniana, procedente de los creyentes en el Diseño Inteligente, propone que estas complejas máquinas eran de una “complejidad irreducible”. En otras palabras, son tan claramente complejas y completas que no podrían haber evolucionado sino que deben haber sido diseñadas por una entidad inteligente.
“Nuestras células, y las células de todos los organismos, están compuestas de máquinas moleculares. Estas máquinas están compuestas de partes, cada una de las cuales contribuye a una función parcial o elemento estructural de la máquina. Cómo unas máquinas de múltiples componentes tan sofisticadas pudo evolucionar ha sido algo bastante misterioso y muy controvertido”, dijo el profesor de la Universidad Monash Trevor Lithgow. “Nuestra investigación demuestra que estas máquinas, aunque completas y complejas, fueron el resultado de la evolución. Las máquinas “núcleo” simples se establecieron en los primero eucariotas basándose en las proteínas pre-existentes que habían proporcionado anteriormente funciones distintivas simples. Por tanto se mantienen como una prueba de que la Teoría de la Evolución de Darwin accede al nivel molecular”.
Como sistema modelo, la investigación se centró en una máquina molecular específica, el complejo TIM, el cual transporta proteínas a las mitocondrias. Las mitocondrias son un compartimento de las células humanas que sirven como “centrales” de producción de energía. En una primera etapa de la evolución, las mitocondrias se derivaron a partir de las bacterias que vivían en las primeras células eucariotas.
“Nuestras células literalmente son quimeras de una célula “nodriza” y estas bacterias intracelulares. Las bacterias no tienen complejos TIM – para comprender de dónde procede el complejo TIM simplemente aplicamos el razonamiento científico aplicado y observamos a las bacterias modernas similares a los organismos que dieron lugar a las mitocondrias”, dijo Lithgow.
El grupo estudió la bacteria Caulobacter crescentus y encontró proteínas bacterianas relacionadas con los componentes del complejo TIM mitocondrial. Demostraron entonces que estas proteínas bacterianas no se encuentran como parte de máquinas de transporte de proteínas.
“François Jacob describió la evolución como un mecánico, adosando proteínas de una función para generar máquinas más complejas capaces de nuevas funciones”, dijo Lithgow. “Nuestro trabajo describe un ejemplo perfecto de la propuesta de Jacob, y demuestra que la Teoría de la Evolución de Darwin explica maravillosamente cómo pueden llegar a existir las máquinas moleculares”.
El documental 'No Impact Man' muestra cómo durante año una familia ejerce un impacto cero sobre la naturaleza, renunciando a cualquier comodidad cotidiana que repercutiese negativamente en el medioambiente.
Volver a usar la bañera como lavadora puede parecer una medida drástica, y es sólo un ejemplo de lo que se puede hacer para salvar el planeta. El trailer del documental:
Nada de televisión, ni electricidad, ni frigorífico. Uno de los protagonistas fabricó la pasta de dientes u el champú con bicarbonato, que también sirve para lavarse los dientes.
Del baño desaparecieron los cosméticos y hasta el papel higiénico. Además del beneficio ecológico, sus gastos se recortaron un 50%.
Ir a todas partes en bicicleta y cambiar el botón noveno del ascensor por las escaleras mejoró su forma física. Puede que ahora vean también los beneficios del libro y la película que su experiencia ha generado.
Mientras, siguen llevando una vida sostenible aunque han vuelto a guardar las velas para cuando no hay luz eléctrica.
Conozca al "Hombre Cero Impacto" (No Impact Man)
Se dice que un activista no es aquel que se preocupa por un problema, sino aquel que hace algo por remediarlo.
En este marco hay quienes día a día intentan hacer de este mundo un lugar más sustentable; sin embargo surge la pregunta ¿Podría realmente alguien vivir de una manera 100%sostenible en una gran metrópoli, buscando tener un impacto nulo sobre el medio ambiente? Más aún… ¿Podría hacerlo una familia?
Ése fue el proyecto del escritor Colin Beavan y su documental No Impact Man: él, su mujer, su hija y su perro han vivido un año en su apartamento en Manhattan llevando una vida con impacto ambiental nulo. El proyecto nace del deseo de dar realidad a sus convicciones ecologistas y su preocupación por el futuro, primero con una semana de prueba pero posteriormente, buscando lograr un año con este comportamiento.
Colin Beavan, junto a su mujer e hija, a bordo de su triciclo. | Paul Dunn/Yes Magazine
Un ecologista pasa un año sin electricidad para reducir su huella ambiental
Se define como "un progre con complejo de culpa que intenta salvar el planeta"
Durante el experimento su familia dejó de producir más de 1.000 kilos de basura
Comieron sólo alimentos de su entorno cercano y cultivaron una huerta
"¿Dónde está tu bicicleta?", nos pregunta Colin Beavan, más conocido como el 'No Impact Man'. Acabamos de ver su película y no podemos ocultar cierto complejo de culpabilidad. Nos olvidamos del taxi de vuelta y optamos por una larga caminata. Nada más volver a casa, completamos el último cambio de bombillas. Al día siguiente, hacemos la compra en el mercado local de granjeros y nos proponemos volver a compostar. Repasamos mentalmente nuestros pecados y hacemos propósito de enmienda...
"¿Dónde está tu bicicleta?", nos increpa casi el 'No Impact Man', aferrado al manillar. Su triciclo familiar, compartido con su mujer Michelle y su hija Isabella, se ha convertido en su seña de identidad en la Gran Manzana. Pero cazarle al vuelo es una misión tan imposible como la de pillar in fraganti a Superman. Llevamos más de un año siguiéndole la pista por las calles del barrio, y ahora que se publica su libro en medio mundo ('No Impact Man', 451 Editores) ha llegado por fin la oportunidad. El propio Beavan admite que su experimento literario e íntimo -cómo reducir al máximo el impacto ecológico de una famila en la gran ciudad- se ha desbordado hasta convertirse en una avalancha mediática de imprevisibles consecuencias.
Antes de reencarnarse en el 'No Impact Man', Beavan se ganaba la vida como escritor especializado en historia. Su primer libro fue un viaje a los orígenes de las huellas dactilares, y tuvo un relativo éxito con Operación Jedburgh. Pero su inmersión en el Día D le dejó totalmente desfondado. A la crisis de los 40, y al nacimiento de su hija, Isabella, se añadió una creciente procupación: "Mi problema era la total falta de acción".
El 'No Impact Man' se define a sí mismo como "un progre con complejo de culpa que intenta salvar el planeta". Con Obama en la Casa Blanca y Michelle haciendo surcos en el huerto ecológico, cualquiera diría que Beavan llega en el momento justo. Pero hasta la prensa progre -léase el New York Times- ha disparado bajo su línea de flotación con titulares como éste: "El año en que vivimos sin papel higiénico".
En el año que duró el experimento, el 'No Impact Man' y su familia dejaron de producir más de 1.000 kilos de basura, incluidos 2.184 pañales desechables. De paso ahorraron 572 bolsas de plástico, 1.248 recipientes de comida para llevar y 2.190 vasos de papel. Estuvieron seis meses sin electricidad y usaron una nevera de camping (el hielo se lo prestaba la vecina). Comieron exclusivamente alimentos producidos en 250 kilómetros a la redonda y cultivaron su propia huerta en un jardín comunitario.
A su manera, el 'No Impact Man' sudó lo suyo para poder embarcar en la odisea ecológica a su mujer, Michelle, adicta al café y devoradora de carne, obligada a renunciar a su deporte favorito -el 'shopping'- y a cambiar a la bicicleta y el patinete como medios de transporte urbano.
Sin temor a que nos llamen 'socialistas', le preguntamos al 'No Impact Man' que cuándo veremos plasmar su ejemplo en una 'acción colectiva' en EEUU. "La acción política es muy importante, y tengo esperanzas de que la Ley del Cambio Climático salga reforzada del Senado y que Obama mande un mensaje muy claro por todos nosotros en Copenhague", reponde Beavan. "Pero no podemos esperar a que el sistema cambie: nosotros, los individuos, somos el sistema".
El 'No Impact Man' reta a cualquiera a que emulemos su experimento, comprimido en una semana, y a que calibremos por nosotros mismos los cambios. "¿Cuál es propósito de nuestra vida? ¿Qué nos hace más felices y plenos?", se pregunta. Su ejercicio de la simplicidad extrema -incluidos los seis meses a la luz de las velas- le acercó no sólo a la respuesta, sino a la eterna gran pregunta que nos lanza desde el sillín de su bicicleta: "¿Y tú qué vas a hacer por el bien del planeta?".
La mitad del pescado que se consume en el mundo viene de piscifactoría
¿Qué es la piscicultura?
La acuicultura se define como la acción y rubro comercial productivo, en la crianza de recursos hidrobiológicos, conocidos también como peces, moluscos, crustáceos y vegetación acuática, en ambientes físicos controlados, con el fin de reemplazar y mejorar las condiciones que estos organismos encuentran en ambientes normales. Actualmente, esta actividad está industrializada totalmente.
¿Qué es una piscifactoría?
Es una instalación dedicada a la cría industrial de peces. En función de si se dedican al cultivo de peces de agua dulce o marina se diferencia entre piscifactorías continentales y marinas. Mayores detalles en Encarta.
Un trabajador capturando una dorada en una piscifactoría. | E. Salas
La acuicultura ya produce la mitad del pescado que se vende en las pescaderías de todo el mundo. El dato, al que las previsiones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) auguraban que se llegaría en 2015, puede parecer muy positivo para la salud de las pesquerías salvajes.
Pero nada más lejos de la realidad. Una investigación realizada en la Universidad de Stanford, en California (EEUU), ha revelado que algunas piscifactorías requieren hasta cinco veces más carne de especies marinas, para la alimentación de los animales de la instalación, de la que producen las propias especies comerciales presentes en ellas.
«El salmón de piscifactoría, por ejemplo, requiere cinco kilos de peces salvajes capturados en el mar [pero de escaso valor en el mercado] para obtener un solo kilo de pescado con valor comercial», asegura Rosamond L. Taylor, autora principal del estudio publicado en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' ('PNAS') y directora del Programa de Medio Ambiente y Seguridad Alimentaria de la Universidad de Stanford.
Dos importantes investigaciones recientes, ambas publicadas en la revista Science, dan idea del mal estado de salud en el que se encuentran los océanos. La primera aseguraba que el 91% de las especies marinas de valor económico o ecológico se han reducido a la mitad desde 1950. Mientras que el otro estudio ponía el grito en el cielo al demostrar que el 40% de los océanos de todo el mundo están afectados de forma grave debido a la acción del hombre.
En este escenario, la producción de pescado y marisco para consumo humano se triplicó desde el año 1995 hasta 2007. Y una de las causas principales es el gran aumento de la demanda de especies ricas en ácidos grasos Omega-3, cuyos beneficios en la reducción de los riegos de padecer enfermedades cardiovasculares han sido puestos de manifiesto por la medicina en los últimos años.
Uno de los grandes problemas del incremento en la demanda de este tipo de ácidos grasos es, según los autores, que las especies más ricas en estos nutrientes -como el salmón- son precisamente las que necesitan mayores aportes de piensos y aceites obtenidos a partir de las capturas en mar abierto.
Los mercados mandan
«La gran expansión de la acuicultura está impulsada por la demanda», dice Naylor, «mientras sigamos queriendo cubrir con pescado nuestras necesidades de estos ácidos grasos, estaremos sometiendo a las pesquerías salvajes a una gran presión ambiental para alimentar a las piscifactorías». En los sistemas naturales, las especies sin valor comercial, a partir de las cuales se elaboran los piensos y aceites de pescado, desempeñan un importante papel en la pirámide ecológica transformando el plancton en alimento disponible para los depredadores. «La sobrexplotación de estos organismos puede generar un gran estrés a las especies situadas en la parte alta de la pirámide trófica, como el atún», dice Naylor.
La investigación refleja que la cantidad media de pescado necesario para producir un kilo de carne de una especie de piscifactoría ha descendido de 1,04 kilos en 1995 -más de un kilo de pescado salvaje para generar un kilo de un pez de pescadería- hasta 0,63 kilos en 2007. Sin embargo, para los científicos este dato aún debe mejorarse mucho si queremos que las piscifactorías supongan una ayuda para el mar, en lugar de una amenaza.
Los autores proponen algunas soluciones para reducir la demanda de piensos marinos en estas instalaciones. Entre ellas está reducir los aceites presentes en la dieta de los salmones en un 4%. «Sólo esta medida reduciría las necesidades de pescado salvaje de manera que para producir un kilo de salmón se pasaría a necesitar 3,9 kilos de pescado, en lugar de cinco», dice Naylor.
Además, la investigación señala dos vías principales para lograr reducir el ratio en productos como el salmón: alimentar a las especies de piscifactoría con ácidos grasos Omega-3 de origen vegetal terrestre y desarrollar de forma decidida la incipiente tecnología de la extracción de aceites a partir de microorganismos unicelulares.
Londres estrena un moderno centro dedicado al evolucionista para 2.500 visitantes diarios.
El público podrá interactuar con 200 investigadores.
La segunda fase del llamado Centro Darwin, en los locales del Museo de Historia Natural de Londres, abrirá sus puertas desde hoy a 2.500 visitantes diarios que podrán interactuar no sólo con los instrumentos científicos y de comunicación puestos a su disposición, sino con los 200 científicos que tendrá su laboratorio en las nuevas instalaciones y que, si quieren y pueden, podrán dialogar con los visitantes.
El nuevo edificio es una espectacular estructura vertical con forma de capullo de gusano de seda de 60 metros de alto, 12 metros de ancho y paredes de 30 centímetros de grosor capaces de mantener en el interior del edificio una temperatura de 17 grados y una humedad relativa del 45%, consideradas condiciones ideales para el trabajo de los científicos. Diseñado por el despacho escandinavo de arquitectos C.F. Møller, con sede en Åarhus (Dinamarca), el edificio está cubierto por una inmensa urna de vidrio que lo une a las viejas instalaciones victorianas del museo, uno de los más característicos de los varios que se levantan en esa zona de Londres, en el selecto barrio de South Kensington.
La primera fase del Centro Darwin se inauguró en septiembre de 2002 y permitió conservar en alcohol un total de 22 millones de especímenes zoológicos. La segunda fase, adjudicada a C. F. Møller en 2001 tras convocarse un concurso internacional, ha costado 78 millones de libras (88,5 millones de euros), se ha construido en 25 meses y permite mantener 17 millones de ejemplares entomológicos y tres millones de muestras botánicas. Sus 16.000 metros cuadrados se distribuyen en ocho plantas que contienen unos 3,3 kilómetros de aparadores y pueden acomodar a 220 empleados y científicos visitantes.
El llamado Cocoon por su forma como la crisálida de muchos insectos, como el gusano de seda, contiene 40 instalaciones de alta tecnología para que los visitantes puedan interactuar con un mundo científico que hasta ahora trabajaba a espaldas del público. Podrán ver cómo viajan, cómo nombran nuevas especies, cómo preparan especímenes y organizan colecciones y cómo todo ese trabajo puede ser utilizado para estudiar problemas reales como pueden ser la malaria o el cambio climático.
Muchos laboratorios sólo están separados del público por gruesas paredes de vidrio y el visitante dispone de intercomunicadores con los que puede interpelar al científico sobre las tareas que está desarrollando en ese momento. Uno de los objetivos del museo es precisamente enseñar a los estudiantes cómo funciona la ciencia.
Aunque el Centro Darwin no está directamente relacionado con Charles Darwin, el director del proyecto, Paul Bowers, sostiene que la manera de trabajar del museo y la del célebre naturalista británico tienen grandes paralelismos: "Darwin observaba y coleccionaba y luego volvía y estudiaba. Ése sigue siendo el tipo de ciencia que hacemos aquí", asegura.
Los 2.500 visitantes que cada día recorran el centro podrán hacer lo mismo a pequeña escala: dispondrán de una tarjeta para personalizar su viaje a través del Cocoon con la que podrán coleccionar sus especímenes favoritos para después ampliar sus conocimientos a través de Internet y unirse después si lo desean a las discusiones con científicos del museo.
Dos de las principales atracciones para el público son el Estudio Attenborough -un moderno centro de comunicaciones con proyecciones diarias y espectáculos en directo- y el Muro del Cambio Climático, 12 metros de pantallas con proyecciones de películas y gráficos interactivos que muestran cómo el museo trabaja para facilitar la comprensión de ese fenómeno.
"Nunca hasta ahora había sido tan importante comprender la diversidad de la vida en la tierra y cómo está cambiando, si queremos afrontar muchos de los problemas que hoy afrontan los humanos", declaró ayer el naturalista sir David Attenborough en la ceremonia de inauguración oficial de las instalaciones.
"El Centro Darwin va a inspirar a la próxima generación de naturalistas y científicos a través de su combinación de conocimientos científicos, especímenes, diálogo público, películas y medios interactivos. Nos va a permitir a todos explorar las maravillas de nuestro mundo e investigar sus secretos", añadió sir David Attenborough.
El ecosistema Ártico y los organismos que habitan en él se están viendo seriamente afectados por el cambio climático. Es la conclusión a la que han llegado el biólogo Eric Post y sus colegas tras revisar todos los datos reunidos durante el Cuarto Año PolarInternacional. Según revelan en un estudio que publica hoy la revista Science, las especies más afectadas son las gaviotas, las morsas, diversos tipos de focas, los narvales y los osos polares.
En concreto, la investigación indica que los osos polares y cierto tipo de focas que dan a luz en cuevas bajo la nieve pierden a muchas de sus crías cuando esas cavidades se derrumban debido a las prematuras lluvias de primavera. Esas especies, advierte Post, podrían estar condenadas a la extinción.
Por otra parte, la investigación señala que algunas especies que habitan zonas más templadas están avanzando hacia el norte donde las temperaturas se han hecho más cálidas. Es el caso de los zorros rojos que han desplazado a los zorros árticos de territorios que eran más fríos, y las polillas invernales que han arrasado grandes extensiones de abedules y otras especies vegetales, lo que afecta al hábitat, incluyendo la actividad microbiana.
Por si esto fuera poco, en los últimos 20 a 30 años, la capa estacional de hielo en el Ártico se ha reducido en 45.000 kilómetros cuadrados por año. También se ha reducido de manera creciente la capa de nieve, que ha comenzado a derretirse y desaparecer mucho antes de lo normal. Y si en los últimos 150 años la tierra ha experimentado un incremento de 0.4 grados centígrados, la temperatura ha ascendido dos o tres veces más en el mismo periodo en el Ártico. "Donde quiera que uno mire, en tierra firme, en el aire o en el agua, estamos viendo las señales de un rápido cambio", señala Post, que advierte que "el Ártico, como lo conocemos, muy pronto podría ser una cosa del pasado".
El buey almizclero (Ovibos moschatus) es una de las especies en peligro de extinción en el Ártico.
Animado por el alza de las temperaturas, el zorro rojo está desplazando al zorro ártico de su hábitat natural.
El caso del caribú migratorio de Groenlandia es un claro ejemplo de los efectos perniciosos del calentamiento del Ártico. Este animal no ha sido capaz de adaptar su época de parto a los cambios en el ritmo de crecimiento de las plantas de las que se alimenta.
Los investigadores están preocupados. “Es difícil predecir qué puede pasar si se cumplen los pronósticos y las temperaturas suben 6 gradosmás durante este siglo”, se lamentan.