Los Walipinis son un poco mágicos. Con su aspecto tosco, de tejados casi al ras del suelo, pueden pasar fácilmente desapercibidos en medio del paisaje árido y sepia del Altiplano de Bolivia.
Y
sin embargo, dentro, bajo tierra, pueden esconder un verde brillante,
desproporcionadamente vivo en esta gigantesca planicie de clima extremo,
donde al aire libre casi todas las plantas mueren.
Gabriel Condo lo sabe y por eso hace casi tres años decidió construir
una de estas estructuras baratas e ingeniosamente simples, con la que
ha podido mejorar la dieta de sus cinco hijos y aliviar el bolsillo.
"Ya
no compramos verduras en el mercado, ahora las producimos aquí", me
contó orgulloso frente a su Walipini, semienterrado a unos 4.000 metros
de altura en un remoto lugar del departamento de Oruro, al final de
media hora de viaje por una pista arenosa que se vuelve inaccesible
cuando llueve.
El sonoro nombre aymara de estos invernaderos
significa literalmente "muy bueno" o "muy bien", porque logran crear
bajo tierra un paraíso de suaves temperaturas en medio de un clima
imposible, de días calurosos y noches heladas, vientos fuertes y agua
escasa hasta cuando cae, solo durante tres meses al año.
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BBC Mundo
Operan en células y atacan
ciudades con bombas. Pero estos "guerrilleros" argentinos poco tienen en
común con sus violentos antepasados de los años 70. Por el contrario,
son un grupo de pacíficos artistas cuyo fin es promover la ecología y la
cultura libre.
La idea nació en 2009 de la mano de Judith Villamayor, una artista argentina con un interés por la horticultura, que venía trabajando en esculturas sembradas y figuras hechas a base de semillas, cereales y diversos alimentos.
"Me crié en la provincia de Santa Fe y mis padres tenían una huerta, crecí con eso", explicó la artista a BBC Mundo desde Madrid, donde se encuentra desarrollando talleres y difundiendo la tarea de Articultores.
Fue una visita a la península ibérica y un encuentro con artistas españoles lo que la inspiró, hace cuatro años, a lanzar este movimiento, que combina tres intereses: el arte, las huertas y las personas.
Villamayor conocía el trabajo de los Green Guerrillas (Guerrillas Verdes), los activistas ecológicos en Estados Unidos que, de la mano de la artista Liz Christy, transformaron lotes abandonados en jardines públicos en la ciudad de Nueva York, en los años 70.
También siguió el más reciente movimiento Guerrilla Gardening (Guerrilleros de Jardinería) en Londres. Su creador, el inglés Richard Reynolds, se propuso embellecer espacios abandonados.
Pero la artista quiso ir más allá. "Se me ocurrió que en un país con el suelo fértil que tiene Argentina no es posible que haya gente muriéndose de hambre y entonces me pregunté por qué no se podían embellecer los espacios abandonados, pero con comida", recuerda.
Pensando en verde
La clave de la labor de los Articultores son las "bombas de semillas", un invento creado por el biólogo y agricultor japonés Masanobu Fukuoka, fallecido en 2008.
Estas bolas de arcilla y tierra (conocidas en japonés como nendo dango) contienen las semillas de hortalizas que, con solo ayuda de la lluvia, empiezan a brotar.
"Lo bueno de las bombas de semillas es que las podemos tirar en algunos terrenos baldíos, donde no se puede acceder de otra forma", contó Florencia, una artista que se hizo articultora.
El movimiento elige "atacar" espacios tanto públicos como privados con sus bolas de cultivos, aunque Villamayor aclara que no se busca la confrontación ni tampoco la denuncia de espacios en desuso.
"No se hace nada ilegal", afirma. De hecho, si bien se trata de una organización apolítica, distintos organismos estatales apoyan la actividad donando insumos o lugares de trabajo.
Los Articultores también se aseguran de llevar a cabo su tarea de día para que los vecinos de la zona se informen sobre su actividad y, si así lo desean, sigan cuidando y cosechando el espacio sembrado.
Guerrilla Huerta
María Emilia, otra artista que se sumó al movimiento en 2011, dijo a BBC Mundo que la idea del grupo es "que la ciudad se convierta en una gran huerta".
Con este fin, a través del sitio articultores.net y una página en la red social Facebook, se convoca a voluntarios a formar parte de Guerrilla Huerta, el espacio donde se aprende a hacer y se confeccionan las bombas de semillas.
Según María Emilia, cualquiera puede ser un articultor, no hace falta tener conocimientos de jardinería.
Por su parte, Villamayor cuenta que las reuniones para fabricar las bolas de barro y semillas son el corazón del movimiento.
"Es casi un ritual. Sentarse en el piso en ronda para trabajar la tierra y hablar", relata.
Una vez creadas las "municiones", los voluntarios deben esperar dos días para que estas se sequen antes de ser arrojadas.
La fase final es el "ataque", cuyo lugar es elegido por consenso y marcado debidamente en un mapa publicado en el sitio.
"La idea es que después el que quiera puede ir a ver si germinaron las semillas", explica la fundadora.
En el sitio también hay fotos de los diversos y originales lugares donde los Articultores dejaron sus huellas: desde canteros y veredas hasta terrenos cercados.
Todos los sábados, el grupo da cuenta de sus últimas novedades a través de un programa radial, "Activate", que es transmitido por FM La Boca.
Así, de a poco, estos guerrilleros ecológicos pretenden ir cambiándole la cara no sólo a Buenos Aires, sino también a las otras ciudades donde tienen presencia, como Córdoba, Rosario, Comodoro Rivadavia y La Plata. Y Madrid, donde también plantaron su semilla.