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30 de abril de 2014

¿Pueden pensar las máquinas?

El matemático británico Alan Turing, decisivo para derrotar a los nazis en la Segunda Guerra Mundial, propuso un test para averiguar si una máquina determinada puede ser tan inteligente como un ser humano.





Este texto es un capítulo del libro ‘Rompiendo Códigos. Vida y legado de Turing’, recién publicado por el CSIC y la editorial Los Libros de la Catarata. El matemático británico Alan Turing (1912-1954) fue uno de los científicos más brillantes del siglo XX y su obra sentó las bases de la informática actual. Su trabajo aceleró el final de la Segunda Guerra Mundial al vulnerar las comunicaciones alemanas rompiendo los códigos de las máquinas de cifrado nazis.


Los debates que se generaron en aquella época en torno a las futuras relaciones (beneficiosas o peligrosas) entre las nuevas máquinas y los humanos influyeron seguramente en la siguiente etapa de la investigación de Turing: la in­teligencia artificial. En 1950 publicaba un artículo clave para el futuro desarrollo de esta disciplina: Máquinas de computación e inteligencia.

El artículo, publicado en Mind, una revista de corte fi­losófico, estaba basado en una conferencia que Turing ha­bía pronunciado tres años atrás; empezaba con el epígrafe El juego de la imitación, y decía:

Propongo que se considere la siguiente cuestión: “¿Las máquinas pueden pensar?”. Para ello, lo primero sería dar definiciones del significado de los términos “máquina” y “pensar”. Estas definiciones pueden plantearse de manera que queden lo más alejado posible del uso habitual, pero esta acti­tud es peligrosa. Si los significados de las palabras “máquina” y “pensar” se obtienen del uso común, es difícil escapar de la conclusión de que el signi­ficado y la respuesta a la pregunta “¿las máquinas pueden pensar?” tendrá que ser rastreada en una encuesta estadística del tipo “sondeo de Gallup”. Pero esto es absurdo. Entonces, en vez de intentar dar ninguna definición, deberíamos quizá cambiar la pregunta por otra, que esté muy relacionada y que esté expresada en palabras relativamente precisas.

Tras esta introducción propone el método alternativo a la pregunta, lo que él llama el Juego de la imitación y que hoy conocemos más familiarmente como test de Turing, que se usa para averiguar si una máquina determinada puede ser tan inteligente como un ser humano. Esa era la propuesta de Turing: puestos a debatir si las máquinas pueden pensar, dejemos de reflexionar de manera teórica, atrapados en definiciones imposibles, cambiemos de tercio y veamos, de manera práctica, si una máquina se puede comportar de manera indistinguible de un ser humano.

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Materia


Según 'Starcraft 2', la velocidad de rendimiento cognitivo entra en declive a los 24 años

Según un estudio de la Universidad Simon Fraser (Canadá), publicado en la revista Plos One, a los 24 años se alcanza el punto máximo en términos de desarrollo motor y cognitivo. A partir de esas edad empieza ya el declive.

Para realizar el estudio, se llevó a cabo un análisis de los registros de rendimiento online de 3.305 jugadores, con edades comprendidas entre los 16 y los 44 años de edad, con el videojuego Starcraft 2 (de Blizzard, los responsables de World of Warcraft). ¿Por qué Starcraft? Porque a juicio de los investigadores es una suerte de ajedrez de alta velocidad.


En consecuencia, se analizó de qué forma respondieron los jugadores a sus oponentes y qué tiempo emplearon para reaccionar en base a miles de horas de las estrategias cognitivas en tiempo real. Los resultados los resume Joe Thompson, autor principal del estudio:
después de los 24 años, los jugadores muestran una desaceleración en sus reacciones; esta disminución del rendimiento cognitivo estaba presente incluso en los jugadores con más habilidad.
La buena noticia es que la experiencia adquirida con los años también provoca que nos desenvolvamos con más eficiencia, lo cual hace compensar la pérdida de velocidad originada por la edad.
Si tienes 39 años, y compites contra un persona de 24 años, y los dos están en el mismo nivel de habilidad, se espera que el efecto de la edad compense una gran parte de tu desempeño.
Con todo aún hay lagunas, como un sesgo sexual: sólo 20 de los 3.000 participantes eran mujeres.

Fuente:

Xakata Ciencia

27 de abril de 2014

Estos son los cuerpos masculinos y femeninos perfectos según hombres y mujeres

Ni siquiera una sola celebridad es “perfecta“ en sí misma, sino que ha sido necesario recrear un fantasma de perfección a partir de varios segmentos de ellas. Un copy + paste del ideal estético de nuestra cultura. 

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Los estereotipos culturales de aprobación y belleza fueron puestos a prueba una vez más en una encuesta conducida por la empresa de lencería Bluebella, quienes entrevistaron a hombres y mujeres para describir al hombre y la mujer “perfecta” utilizando características de celebridades.

Lo destacable (fuera de algunos clichés esperables) es que los hombres y las mujeres tienen concepciones muy distintas de la “perfección” femenina, pero en cuanto al cuerpo masculino el prototipo parece reducirse a un atleta más o menos musculoso (un futbolista), pero no demasiado.

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Ambas imágenes pueden ser leídas como las proyecciones de un imposible ideal, plagado de bits estereotípicos cortesía del mainstream y el marketing, frente al cual una buena porción de la humanidad no deja de compararse cada mañana cuando se miran al espejo —ideal que, sin embargo, sólo existe en el imaginario colectivo alimentado por el star system. Lo paradójico es que ni siquiera una sola celebridad es “perfecta” en sí misma, sino que es necesario unir varios retazos de ellas para formar eso que es “más perfecto que lo perfecto”, y que queda caracterizado de manera entre cómica y grotesca en estas imágenes.
Fuente:

 

El efecto Romeo y Julieta: ¿por qué nos atraen las relaciones clandestinas?

La literatura ha sido fuente inagotable a la hora de bautizar trastornos médicos, como el efecto Pinocho, el síndrome de Rapunzel, o el de Cenicienta, el de Münchhausen y un largo etcétera. Incluso Romeo y Julieta sirven para describir un tipo de relación que resulta particularmente atractiva para muchos: la prohibida. Es lo que se denomina “efecto Romeo y Julieta”. 

El psicólogo de Harvard Daniel Wegner ha señalado que el secretismo en las relaciones románticas o sexuales funciona como un afrodisíaco, ya sea porque los amantes están siendo infieles, o por prohibición paterna expresa.

Para llegar a tal conclusión, su estudio consistía en sentar a parejas de desconocidos en mesas llenas de gente. Unos rozaban sus tobillos sin que nadie se diera cuenta, y otros lo hacían abiertamente o no lo hacían en absoluto. Los primeros terminaban por sentir una atracción mutua mayor. 

Tal y como añade Alex Stone en su libro Engañar a Houdini:
Esta naturaleza magnética del secretismo se ha llegado a argüir como posible explicación de los niveles de infidelidad asombrosamente altos entre las parejas casadas. ¿Por qué la infidelidad incide sobre más de un tercio de los matrimonios? Quizá la naturaleza encubierta de una aventura extramatrimonial (la intriga y las maquinaciones) aumente el deseo artificialmente, prolongando un devaneo que a plena luz el día terminaría por marchitarse. Y el secretismo también tiene secuelas. Las personas muestran una tendencia mayor a recordar una antigua aventura si, en su momento, esta fue secreta.
Dicho lo cual, los defensores del matrimonio tradicional por su función reproductora tienen un argumento extra: empuja a la infidelidad. Que también es una forma de reproducirse. 

Fuente:

Xakata Ciencia

Cómo derrotar a la ameba que devora el intestino de 50 millones de personas

Un estudio desvela nuevas claves de la amebiasis, una enfermedad olvidada que mata hasta a 100.000 personas al año, la mayoría niños en países en desarrollo.

Dos niños en los suburbios de Dhaka, capital de Bangladesh / ONU
En 1903, Fritz Schaudinn, un zoólogo alemán, descubrió el parásito que causaba un tipo de disentería que llevaba décadas matando en Europa. Se trataba de una ameba, un organismo unicelular que se movía por el interior del cuerpo humano produciendo en ocasiones fuertes diarreas y lesiones en el colon y el hígado hasta acabar con la vida de los pacientes, frecuentemente niños. Tres años después de descubrir a la Entamoeba histolytica, el mismo Schaudinn murió a los 35 años por una infección con amebas adquirida durante sus experimentos. Hoy, el tipo de disentería que estudiaba apenas afecta a los habitantes de los países desarrollados, pero, más de un siglo después de su descubrimiento, es una enfermedad olvidada que se lleva hasta 100.000 vidas cada año. De hecho la amebiasis, la dolencia que estudió el zoólogo alemán, es la tercera enfermedad parasitaria que más mata en el mundo. La sufren sobre todo niños en países pobres donde el agua se contamina con frecuencia con las amebas que la producen.

“En nuestros estudios en las zonas de infravivienda en Daca, la capital de Bangladesh, vimos que uno de cada tres niños estaba infectado en el primer año de vida”, explica a Materia el médico estadounidense William Petri, investigador de la Universidad de Virginia. A nivel global, la amebiasis produce problemas de salud a 50 millones de personas y se lleva hasta 100.000 vidas al año. La amebiasis se ceba sobre todo en zonas de África, el Sudeste Asiático y América Central y del Sur y es habitual en Bangladesh, Suráfrica, Mali, México y Mozambique. Esta dolencia está entre las 10 primeras causas de diarrea en todo el mundo. Y prevenir la diarrea salvaría la vida de más de 760.000 niños al año, según datos de la OMS. A pesar de las escalofriantes cifras, la amebiasis tiene un escaso interés económico para la industria farmacéutica.

“La amebiasis es una enfermedad infecciosa importante, pero la estudian muy pocos científicos ya que afecta desproporcionadamente a niños en zonas pobres”, reconoce Petri. Hoy este médico y el resto de su equipo publican un estudio que pone fin a un malentendido que dura desde los tiempos de Schaudinn y que puede ayudar a encontrar una vacuna contra la amebiasis. En concreto, el trabajo describe cómo este microbio se interna en el organismo y destruye el tejido del sistema digestivo y otros órganos.
Una instantánea del video tomado con microscopio y que muestra cómo la ameba 'Entamoeba histolytica' (verde) devora células humanas (rosa) / Katy Ralston


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Materia 

26 de abril de 2014

¿Existe una luna del tamaño de la Tierra?


La Luna

No hay lunas más grandes que la Tierra.

El proceso normal con el que se forman las lunas, la llamada acreción, no es lo suficientemente eficiente para producir lunas de más de 0,025 veces la masa de la Tierra.

Esto explica porqué la luna de Júpiter, Ganímedes, que es el satélite más grande del Sistema Solar, tiene sólo 2% de la masa de la Tierra.

Pero existen otras formas con las cuales los planetas pueden obtener lunas.

Un planeta grande puede trastornar un sistema binario de dos planetas del tamaño de la Tierra expulsando a uno de ellos y capturando al otro para convertirlo en luna.

Fuente:

BBC Ciencia
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