Un estudio desvela nuevas claves de la amebiasis, una enfermedad olvidada que mata hasta a 100.000 personas al año, la mayoría niños en países en desarrollo.
En 1903, Fritz Schaudinn, un zoólogo alemán, descubrió el
parásito que causaba un tipo de disentería que llevaba décadas matando
en Europa. Se trataba de una ameba, un organismo unicelular que se movía
por el interior del cuerpo humano produciendo en ocasiones fuertes
diarreas y lesiones en el colon y el hígado hasta acabar con la vida de
los pacientes, frecuentemente niños. Tres años después de descubrir a la
Entamoeba histolytica, el mismo Schaudinn murió a los 35 años
por una infección con amebas adquirida durante sus experimentos. Hoy, el
tipo de disentería que estudiaba apenas afecta a los habitantes de los
países desarrollados, pero, más de un siglo después de su
descubrimiento, es una enfermedad olvidada que
se lleva hasta 100.000 vidas cada año. De hecho la amebiasis, la
dolencia que estudió el zoólogo alemán, es la tercera enfermedad
parasitaria que más mata en el mundo. La sufren sobre todo niños en
países pobres donde el agua se contamina con frecuencia con las amebas
que la producen.
“En nuestros estudios en las zonas de infravivienda en
Daca, la capital de Bangladesh, vimos que uno de cada tres niños estaba
infectado en el primer año de vida”, explica a Materia el médico estadounidense William Petri,
investigador de la Universidad de Virginia. A nivel global, la
amebiasis produce problemas de salud a 50 millones de personas y se
lleva hasta 100.000 vidas al año. La amebiasis se ceba sobre todo en
zonas de África, el Sudeste Asiático y América Central y del Sur y es
habitual en Bangladesh, Suráfrica, Mali, México y Mozambique. Esta
dolencia está entre las 10 primeras causas de diarrea en todo el mundo. Y
prevenir la diarrea salvaría la vida de más de 760.000 niños al año,
según datos de la OMS. A pesar de las escalofriantes cifras, la
amebiasis tiene un escaso interés económico para la industria
farmacéutica.
“La amebiasis es una enfermedad infecciosa importante, pero
la estudian muy pocos científicos ya que afecta desproporcionadamente a
niños en zonas pobres”, reconoce Petri. Hoy este médico y el resto de
su equipo publican un estudio que pone fin a un malentendido que dura
desde los tiempos de Schaudinn y que puede ayudar a encontrar una vacuna
contra la amebiasis. En concreto, el trabajo describe cómo este
microbio se interna en el organismo y destruye el tejido del sistema
digestivo y otros órganos.
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