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24 de marzo de 2014

¿Por qué soñamos que volamos?

  • Sentimos este sueño con especial viveza porque en realidad es una alucinación
  • Son frecuentes en la infancia y en adultos que están cansados o estresados
Flotando sobre la cama. 

Flotando sobre la cama

Quién no ha soñado alguna vez que flota en el aire y vuela con destreza. Es magnífico. Menos agradable es soñar que uno se cae de la cama o a un pozo o que lo asfixian. Todos estos sueños o pesadillas están bien estudiados por la ciencia.

Son sueños alucinatorios, por eso son tan vívidos. Se manifiestan de manera más intensa porque aunque no exista ningún estímulo físico externo que nos produzca estas sensaciones, las percibimos como auténticas.

Sentimos de verdad que nos tocan o aprietan y notamos como real el vértigo del vuelo o de hundirnos en el mar. Hay personas que confundidas, y buscando una explicación a sus alucinaciones oníricas, aseguran haber sido abducidas por un ovni durante la noche o visitadas en su dormitorio por algún ser amenazante. También los hay que creen haber salido de su propio cuerpo y verlo flotando desde arriba.

Alucionaciones comunes

“Se llaman alucinaciones hipnogógicas, es decir, que se producen en una situación entre la vigilia y el sueño. Pueden ser auditivas, visuales y táctiles”, explica a RTVE.es Gonzalo Pin, jefe de la Unidad del Sueño del Hospital Quirón de Valencia. “No son alucinaciones patológicas. Al contrario, son algo muy común”, señala.

Tenemos este tipo de sueños con frecuencia desde los seis años hasta la adolescencia. En la edad adulta lo soñamos poco y casi siempre en situaciones de estrés y cansancio.

La inmensa mayoría de este tipo de alucinaciones se producen en un momento muy concreto del ciclo del sueño. El sueño tiene dos grandes fases, la NREM y la REM, que se alternan. En una noche se repiten de 4 a 6 de estos ciclos de sueño.

La fase NREM es la del sueño profundo y reparador. En esta etapa nuestros músculos se relajan, la respiración se vuelve uniforme, baja la temperatura, la presión arterial y el ritmo cardiaco. Son periodos amnésicos donde no se recuerda nada de lo soñado. Dura alrededor de una hora y le sigue la fase REM.

Paralizados y rígidos como una roca  

Durante la fase REM, que dura media hora, el cerebro está muy activo, tanto que su estado se asemeja al de vigilia. “En esa etapa soñamos y recordamos los sueños con nitidez porque el cerebro está muy activo y genera recuerdos que almacena en la memoria”, asegura Pin.

En esta fase también aumenta la actividad metabólica, la temperatura corporal y los ojos se mueven mucho bajo los párpados. Tanto es así que su nombre es el acrónimo de Rapid Eye Movement, movimiento rápido de ojos, en inglés.
Cuando soñamos que estamos paralizados y rígidos como una roca es auténtico
Sin embargo, los músculos del resto del cuerpo quedan paralizados. El cerebro segrega una serie de neurotransmisores que inhiben las neuronas motoras. Esta parálisis del sueño es un mecanismo natural que evita que ocurran accidentes mientras dormimos. En este caso concreto, cuando soñamos que estamos paralizados y rígidos como una roca es auténtico.

Al final de la fase NREM, en el estadío de sueño profundo, cuando está a punto de comenzar la fase REM, se alternan momentos de sueño NREM con sueño REM. Es en ese momento del ciclo del sueño cuando se producen las alucinaciones que, admitámoslo, ponen salsa a la vida. De ninguna otra manera podríamos sentir que surcamos el cielo como una majestuosa águila.

Fuente:

RTVE Ciencia

17 de enero de 2014

Hablando con objetividad: ¿Es cierto que "al que madruga, Dios le ayuda"?

Dios suele premiar el sacrificio, la vida recta, alejada de las debilidades de la carne. Es natural, pues, que Dios también premie quien se levanta cuando cantan las gallinas y se acuesta cuando apenas se marcha el sol. Sin embargo, este planteamiento monástico no tiene suficiente sustento científico.

En términos generales, quienes se acuestan más tarde y se levantan más tarde, presentan una salud, unos ingresos medios y unas funciones cognitivas similares a los que madrugan y se acuestan pronto. Si la frase de marras mantiene su vigencia es más por el puritanismo que ella subyace, y lo erróneo de asociar un tipo que se levanta muy pronto como un tipo de costumbres sanas o mayor responsabilidad.

A nivel práctico, sin embargo, lo importante es el número de horas que se duerma, no si el despertador suena una hora antes o una hora después (obviamente, sin excesos, porque estamos diseñados para vivir durante las horas de luz). Teniendo en cuenta, además, que por norma no suele ser divertido para casi nadie levantarse pronto.

Lea el artículo completo en:

Xakata Ciencia

3 de enero de 2014

¿Por qué es difícil dormir cuando estamos emocionados?


El estar emocionado por algo nos hace anticipar lo que podría suceder así que nos pone a pensar e imaginar diferentes escenarios.
Eso requiere un tanto de concentración, lo que nos mantiene despiertos.

Cuando estamos echados en la cama, cansados mas no somnolientos, a veces imaginamos cuán agotados estaremos al día siguiente si no conciliamos el sueño. Nuestro propio insomnio empieza a dominar a nuestra mente y entre más nos concentramos en ello, más se acelera el proceso mental y sentimos menos sueño.

El estrés, la preocupación y la emoción también fomentan la producción de adrenalina e hidrocortisona, una hormona y un esteroide naturales del cuerpo que nos mantienen aún más despiertos

Fuente:

BBC Ciencia

13 de noviembre de 2013

Tender la cama es perjudicial para la salud, afirman

Un estudio de la Universidad británica de Kingston demostró que dejar la cama sin tender ayuda a que mueran los ácaros, causantes del asma y las alergias en los seres humanos.

El estudio revela que cuando la cama no se deja ordenada, estos insectos microscópicos no se sienten atraídos, ya que la clave de todo esto es la humedad y calor que despide nuestro cuerpo mediante el sudor cuando dormimos.

Por esta razón, si dejamoslas sábanas al aire libre y ‘destendidas’ durante todo el día, los ácaros van a deshidratarse y a morir de forma automática.

El doctor Stephen Pretlove, responsable del estudio, afirmó que este descubrimiento podría reducir de forma considerable la cantidad de dinero invertido en enfermedades como el asma, una de las más comunes provocadas por estos diminutos arácnidos.

Fuente:

RPP Noticias

7 de septiembre de 2013

¿Qué tanto afecta a nuestro cuerpo la falta de sueño?

¿Qué ocurre dentro de nuestros cuerpos después de una racha de noches con poco sueño? Puede afectar a nuestro cuerpo en muchos niveles, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Surrey.

Se analizó la sangre de 26 personas después de que habían pasado una semana durmiendo hasta 10 horas cada noche. Luego pasaron una semana durmiendo menos de 6 horas diarias, y se compararon ambas muestras.

Se descubrió que más de 700 genes se alteraron durante este cambio. Cada uno de ellos contiene las instrucciones para construir proteínas, así que se alteró el contenido químico del cuerpo. En ocasiones se produjeron más proteínas, pero en otros casos se entorpecían las funciones.

También se encontró que se ven afectados el sistema inmune y la forma en que el cuerpo responde al daño y al estrés. “Claramente, el sueño es crítico para reconstruir el cuerpo” dijo el profesor Colin Smith, “si no podemos reparar y reemplazar a nuestras células, entonces eso nos llevará a enfermedades degenerativas”.
 
Por si fuera poco, existen demasiadas personas que obtienen mucho menos horas de sueño, o por tiempos más prolongados, que los sujetos del estudio, así que estos padecimientos son comunes. Por suerte, se pueden prevenir con tomar una o dos horas extras de sueño

Fuente:

Ecoosfera

5 de septiembre de 2013

El sueño afianza el aprendizaje motor desarrollado durante el día

El sueño afianza el aprendizaje motor desarrollado durante el día, tal y como ha evidenciado una investigación internacional liderada por la  Universidad de Brown (Estados Unidos) y publicada por la revista especializada 'Journal of Neuroscience'.

   De esta forma, este trabajo expone que, por ejemplo, si una persona toma una lección de piano antes de dormir tres horas, al despertar "tocará mejor la secuencia de notas aprendida". Por ello, tal y como recoge la Plataforma SINC, concluyen que el aprendizaje motor "se afianza en las horas de descanso".

   Según señala el autor principal del estudio e investigador postdoctoral en este centro universitario norteamericano, el doctor Masako Tamaki, hasta ahora los mecanismos de consolidación de la memoria respecto al aprendizaje motor "eran inciertos".

   Debido a ello, el experto y su equipo de investigadores han intentado averiguar la razón de este proceso, para lo cual han analizado tres tipos de imágenes del cerebro a partir de la colaboración de nueve voluntarios a los que se les escaneó el cerebro durante tres noches de sueño.

   El resultado ha sido el logro de "cuantificar con precisión los cambios producidos en ciertas ondas cerebrales y la ubicación exacta los mismos en la actividad cerebral", señalan. Precisamente, sostienen que "los más significativos" se produjeron en el área motora suplementaria.

   Estos datos fueron recogidos en el Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos) y, posteriormente, fueron analizados en la universidad. Tras ello, han constatado que las modificaciones en las ondas cerebrales se produjeron durante la fase del sueño conocida como "de onda lenta".

Fuente:

Europa Press

4 de agosto de 2013

Comprobado: La luna llena quita el sueño

Las personas duermen 20 minutos menos cuando el satélite está en su plenitud

Científicos de Basilea demuestran que su influjo dificulta pegar ojo



Los mitos sobre la luna llena deben ser tan antiguos como la especie, y tan virales como un tuit de Lady Gaga, pero al menos uno de ellos ha resultado finalmente cierto: que no deja dormir bien a la gente. Con la luna llena, las ondas delta en el electroencefalograma —un indicador estándar del sueño profundo— se reducen un 30%, se tarda cinco minutos más en conciliar el sueño y se duerme en total 20 minutos menos. Por el momento sigue sin haber evidencias del hombre lobo.

Si el lector es escéptico sobre el influjo de la luna llena, lo será aún más cuando sepa que los dos principales autores del trabajo, Christian Cajochen y Anna Wirz-Justice, trabajan en un tal Centro de Cronobiología de un hospital psiquiátrico suizo. Pero lo cierto es que tanto el centro como el hospital forman parte de la prestigiosa Universidad de Basilea, y que los resultados se acaban de publicar en la revista Current Biology, una excelente publicación científica poco dada al género gótico.

La investigación ofrece, según los editores, “la primera evidencia científica” del efecto de la luna —¿o habría que decir influjo de la luna?— sobre el sueño humano. Cajochen y Wirz-Justice, en realidad, van más lejos en su artículo técnico y sostienen que su trabajo es la primera demostración científica de cualquier efecto de la luna sobre las personas, sea sobre el sueño o sobre cualquier otra cosa. Estos científicos admiten algunas evidencias recientes de que los ciclos lunares afectan el comportamiento de ciertos organismos marinos, pero certifican que nunca se ha probado nada parecido en el ser humano. No, ni siquiera los ciclos menstruales. Y no, tampoco el hombre lobo.

Pero el influjo de la luna llena sobre el sueño ya se puede considerar apoyado por los hechos. “El ciclo lunar parece influir sobre el sueño humano”, dice Cajochen, “incluso cuando el individuo no ve la luna y ni siquiera conoce cuál es la fase lunar en ese día”. El equipo ha hecho un gran esfuerzo por erradicar esos y otros sesgos de sus mediciones, y ha trabajado en doble ciego: ni los sujetos ni los investigadores de base sabían realmente de qué iba el estudio de Cajochen. Esto evita el efecto placebo y otros efectos relacionados con las cosas raras en que suele creer la gente.

Los científicos utilizaron a 33 voluntarios de dos grupos de edad, y les hicieron dormir en el laboratorio, situado como queda dicho en un hospital psiquiátrico de la Universidad de Basilea. No se fiaron de sus descripciones subjetivas sobre la calidad de su sueño —aunque también las recabaron—, sino que les sometieron a una batería de aparatos y analíticas para medirla: registro electroencefalográfico, estructura del sueño, fases de movimientos rápidos de los ojos o de la falta de ellos y secreción de melatonina y cortisol, dos de las hormonas más relacionadas con el simple acto de dormir.

La actividad cerebral es lo bastante diferente en la vigilia y en el sueño como para detectarse desde fuera del cráneo con técnicas neurológicas tan venerables como el electroencefalograma (EEG), que no percibe la actividad de cada neurona, sino la de muchas que se disparan al unísono, o establecen armonías identificables.

Una correlación bien establecida se da entre el sueño profundo, cuando los ojos dejan de dar sacudidas, y una onda de EEG llamada delta. Y el principal resultado de Cajochen y sus colegas de Basilea es que la actividad de onda delta se reduce en un promedio del 30% en la fase de luna llena. El trabajo parece minucioso, estadísticamente significativo, y ha pasado los controles de una revista científica revisada por pares.

"Es la primera evidencia fiable de que un ritmo lunar puede modular la estructura del sueño en las condiciones altamente controladas de un protocolo de laboratorio circadiano y sin pistas sobre el tiempo", dicen Cajochen y sus colaboradores. No sé ustedes, pero yo no me presentaría como voluntario a uno de estos estudios suizos.

Si el hombre lobo existiera, tendría insomnio. No lo olviden.

Cerca de un día

La biología está llena de ritmos circadianos, o de cerca de un día. Sus periodos no son de 24 horas exactas, sino más bien de 23 y media, de algo menos de 26 y cosas así. Pero no por imprecisión, sino por diversidad: si una especie, o un proceso biológico dentro de ella, tiene un ritmo de 23 horas y media, lo tiene de forma reproducible; es solo que otras especies lo tienen distinto. Como relojes que atrasan o adelantan en cada casa, y esto es casi más una descripción que una metáfora, porque los seres vivos estamos llenos de relojes por todas partes.

Nuestros ritmos circadianos nos hacen dormir y despertarnos, pero también regulan la tasa de crecimiento de nuestras células —más alta durante la vigilia—, el nivel de funcionamiento de nuestro metabolismo (la cocina de cada una de nuestras células), la temperatura del cuerpo, el latir del corazón y la tensión de la sangre. No es que todos los subsistemas se vayan a dormir a la vez —el sistema digestivo acelera su funcionamiento durante el sueño, al contrario que el urinario—, sino que todos están bajo el control del mismo reloj biológico.

A partir de ahora habrá que hablar también de ritmos circalunares, o de cerca de 29,5 días.
Tomado de:

2 de agosto de 2013

10 hábitos que tal vez tengas pero que dañan tu cerebro

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, este es el top de prácticas usuales que solemos tener y dañan el funcionamiento ideal de nuestro cerebro:

No desayunar. Las personas que no desayunan no tienen el nivel óptimo de azúcar y proteínas que necesita nuestro sistema sobre todo durante las primeras horas del día, lo cual conduce a un suministro insuficiente de nutrientes al cerebro causando su pronta degeneración.
Reacciones violentas o estrés prematuro. Esto causa el endurecimiento de las arterias del cerebro, provocando una disminución en la capacidad mental.

Fumar. Disminuye considerablemente la masa encefálica y se ha comprobado que es un agente conductor importante a la enfermedad de Alzheimer.

Consumo elevado de azúcares. El exceso de este carbohidrato interrumpe la absorción de proteínas y nutrientes, causando malnutrición e interferencia con el desarrollo del cerebro.

Exposición constante a ambientes contaminados. El cerebro es elórgano de nuestro cuerpo que más consume oxígeno. La inhalación de aire contaminado disminuye el suministro de oxígeno al cerebro, dando lugar a una disminución de la eficiencia cerebral.

Dormir poco.  Dormir 8 horas diarias permite que nuestro cerebro descanse y obtenga un remanso de nuestras demandantes tareas diarias. Privarse del sueño acelera la muerte de las células cerebrales a corto plazo.

Cubrirse la cabeza mientras se duerme. Dormir con la cabeza cubierta aumenta la concentración de dióxido de carbono y disminuye la de oxígeno, lo que puede ocasionar efectos dañinos en el cerebro.

Forzar al cerebro durante la enfermedad. Trabajar mucho o estudiar a marchas forzadas estando enfermo, provocará una disminución en la eficacia del cerebro a largo plazo.

Falta de estímulos y ejercicios mentales. Pensar es la mejor manera de entrenar nuestro cerebro: un memorama, un acertijo, o simplemente dar rienda suelta a nuestra imaginación, estimulará nuestro cerebro y lo mantendrá en forma.

Entablar pláticas con temáticas elaboradas. Iniciar conversaciones de temas con cierto grado de complejidad promueve la salud de nuestra materia gris.

Fuente:

Mamá Natural
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