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6 de mayo de 2010

¿Se puede explicar el mal con las leyes de la Termodinámica?

Miércoles, 06 de mayo de 2010

¿Se puede explicar el mal con las leyes de la Termodinámica?

¿Qué es la termodinámica?

La
termodinámica es una rama de la física que estudia los efectos de los cambios de magnitudes de los sistemas a un nivel macroscópico. Los cambios estudiados son los de temperatura, presión y volumen, aunque también estudia cambios en otras magnitudes, tales como la imanación, el potencial químico, la fuerza electromotriz y el estudio de los medios continuos en general. También podemos decir que la termodinámica nace para explicar los procesos de intercambio de masa y energía térmica entre sistemas térmicos diferentes.

Para tener un mayor manejo especificaremos que calor significa "energía en tránsito" y dinámica se refiere al "movimiento", por lo que, en esencia, la termodinámica estudia la circulación de la energía y cómo la energía infunde movimiento. Históricamente, la termodinámica se desarrolló a partir de la necesidad de aumentar la eficiencia de las primeras máquinas de vapor.

Homer%20el%20bien%20o%20el%20mal ¿Se puede explicar el mal con las  leyes de la Termodinámica?

Si piensas que esta relación Termodinámica-mal es estrambótica, he de decirte que no es, ni mucho menos, la primera vez que se usan las leyes de la física para argumentar un comportamiento humano. (Al final os extraigo, del fantástico artículo “La termodinámica, su historia y sus implicaciones sociales. Una revisión historiográfica” de Stefan Pohl Valero, algunas ideas generales que nos demuestran hasta que punto puede ser utilizado un concepto científico para fines sociales e ideológicos.)

Aunque se arriesga uno a cometer errores al interpolar las leyes de la física al comportamiento humano, voy a intentar explicar el mal con las leyes de la termodinámica. Espero no meter mucho la gamba.

El mal

Se ha filosofado durante toda la historia sobre el mal y el bien. El mal ha sido un concepto tratado por filósofos y religiosos durante muchos siglos. ¿Es el hombre bueno o malo por naturaleza? Parece claro que el mal y el bien son conceptos relativos que dependen de la moral y la ética de una época y sociedad determinada. Por ejemplo, la esclavitud en la Roma Antigua formaba parte de la sociedad romana, donde el esclavo constituía el escalón más bajo de la sociedad , y el propietario ejercía sobre el esclavo un poder absoluto. En ningún momento un ciudadano romano, noble y honrado, sería considerado amoral por aceptar la esclavitud como parte necesaria de la estructura social y económica.

Hoy día esta “institución” no sería aceptada bajo ningún concepto. Pero actualmente también existen grandes diferencias éticas y morales entre sociedades que defienden el mismo concepto del mal y el bien. La pena de muerte, el aborto o la eutanasia pueden ser ejemplos claros.

El mal en la naturaleza.

El mal es un invento humano, en la naturaleza no existe el mal ni el bien. Que el león mate a las crías de otro león para procrear con la leona es pura supervivencia; que la viuda negra o el pulpo mate al macho después de procrear es supervivencia. No podemos extrapolar la moral humana a la naturaleza. Desde que la primera bacteria tuvo que comerse o utilizar a otra para sobrevivir, la vida de un ser vivo no se sostiene sin la muerte de otro.

¿Se puede explicar el mal con las leyes de la Termodinámica?

¿Puede ser que las leyes de la física sean las que empujen al ser humano a hacer el mal?

Las leyes de la Termodinámica pronostican que un sistema aislado evolucionará hacia un estado de mínima energía y máxima entropía (máximo desorden). El equilibrio entre estas dos variables termodinámicas determinan si un fenómeno ocurre o no. Nosotros tendemos al desorden, pero al no estar aislados, usamos la energía del Sol para permanecer ordenados. Ahora bien, una vez que consumimos la energía necesaria para permanecer ordenado y vivos, siempre tendemos a gastar la mínima energía al realizar una actividad. Por ejemplo, para ver la televisión nos sentamos o nos tumbamos, porque nuestro estado y gasto energético es menor que viéndola de pie.

Pongamos varias situaciones para intentar aclarar el asunto:

  1. En un examen: Estamos delante de un examen y no hemos estudiado nada, lo hacemos mal y lo suspendemos. Hacer mal el examen requiere mucho menos gasto energético que hacerlo bien. Para hacerlo bien tengo que gastar mucha energía para pensar y memorizar durante semanas o meses.
  2. Robando una televisión: Un ladrón roba una televisión. ¿Por qué lo hace? Lógicamente robar una televisión requiere mucho menos gasto energético que trabajar y ahorrar durante meses para comprársela.
  3. Una mujer le es infiel a un hombre y éste mata al amante: Matando al amante resuelve el problema mucho más rápido y con menos gasto energético que aceptando la infidelidad y encontrar otra pareja.

En todos estos ejemplos no sólo hace falta más energía para hacer el bien, sino que hay que emplear más tiempo en permanecer ordenados para hacer el bien.

Desde que se inventó la primera herramienta se inventó la primera arma. Una azada puede servir para arar la tierra, o golpear al vecino en la cabeza y quedarse con sus tierras, duplicando así la plantación y los beneficios. Un acto que ahorra mucha energía, ya que para doblar la producción practicando el bien, el agricultor tendría que trabajar el doble, para ganar el suficiente dinero para comprar las tierras del vecino y trabajarlas.

Así, el mal no es más que la tendencia del ser humano a seguir la ley física del mínimo gasto energético.

“La termodinámica, su historia y sus implicaciones sociales. Una revisión historiográfica” de Stefan Pohl Valero

En la segunda mitad del siglo XIX las leyes de la termodinámica tuvieron implicaciones sociales en el contexto europeo. Además de las posibilidades que parecía ofrecer el concepto de la energía para el estudio y manejo de la sociedad, el hecho de que esta misma sociedad y sus individuos se interpretaran como una máquina térmica sirvió de manera idónea para legitimar diversos ordenes sociales. En la Europa del último tercio del siglo XIX, la imagen de una compleja máquina térmica, regida por las leyes de la termodinámica, se convirtió en una de las principales metáforas que explicaban cómo el universo, la sociedad y el hombre funcionaban. Desde esta visión, las leyes de la termodinámica sirvieron para justificar toda una serie de ideologías y reformas sociales. Si entendemos el “darwinismo social” como un término que expresa las influencias e implicaciones sociales y culturales del darwinismo -la interacción entre teorías biológicas y teorías sociales - , y en el que las férreas fronteras entre lo científico y lo social parecen difuminarse, entonces podríamos igualmente hablar de la “termodinámica social.”

En el libro Energy & Entrpopy. Science and Culture in Victorian Britain (1989), el lingüista Greg Myers escribió un ensayo titulado “19th Century Popularization of Thermodynamics and the Rhetoric of Social Prophecy,” en el que exploraba cómo el lenguaje de la crítica social y moral influyó en la retórica de los divulgadores de la física victoriana, y cómo el lenguaje de los físicos fue utilizado para hacer crítica social y moral. Al igual que como ocurrió con el darwinismo, tanto pensadores de derechas como de izquierdas se apropiaron de las leyes de la termodinámica para legitimar de forma científica sus posturas políticas e ideológicas

Para el círculo de Thomson y Maxwell, por ejemplo, las leyes de la energía sirvieron para respaldar una visión cristiana del cosmos. A partir de la segunda ley de la termodinámica, Thomson dedujo una consecuencia cosmológica de indudables repercusiones teológicas.

La ley de la entropía caracterizaba entonces un universo material que necesariamente debía tener un inicio y que se dirigía inevitablemente hacia un fin, aquel donde toda la energía estaría disipada en forma de calor y por lo tanto no habría posibilidad de ningún tipo de vida. Cuando Thomson publicó en 1852 su artículo “On a Universal Tendency in Nature to the Dissipation of Mechanical Energy,” en el que explicaba la llamada “muerte térmica del universo”, se estaba escribiendo una profecía bíblica con la autoridad de una fórmula matemática. La segunda ley de la termodinámica se convertía así en una confirmación física de una verdad moral.

Thomson veía en la muerte térmica del universo una confirmación científica de la visión decadente de la tierra expuesta en el Antiguo Testamento y en especial en el pasaje Isaías 51:6.24 Para Thomson, las dos leyes de la energía caracterizaban precisamente el contraste que aparecía en este pasaje bíblico que anunciaba el fin de la tierra y la desaparición de los cielos, pero a la vez la eternidad de la salvación. Este contraste entre temporalidad y eternidad se reflejaba en las leyes de la energía: en la tierra desaparecería el pecado así como se disiparía la energía, pero igualmente la salvación, la rectitud y la energía permanecerían para siempre. Con esto, Thomson pretendía preservar el sentido conservador de una teología natural que demostraba el poder del creador sobre la naturaleza.

En el último tercio del siglo XIX, la idea de que el universo alcanzaría un estado de equilibrio térmico se convirtió en la mejor arma contra las doctrinas materialistas y naturalistas de la época. Dentro de un amplio debate público entre ciencia y religión, que tenía como telón de fondo la búsqueda de diversas posibilidades reformistas que abarcaban el Estado, las instituciones y la sociedad, la conservación de la energía -al igual que la teoría de la evolución- representaron los mejores argumentos para promover una visión materialista del universo y para cuestionar valores tradicionales religiosos. Estas teorías científicas fueron muy importantes a la hora de ofrecer una visión del mundo que se regía exclusivamente por leyes naturales y donde la mano de Dios y lo sobrenatural no tenían cabida. En este sentido, la termodinámica fue utilizada para cuestionar el poder de la Iglesia y para proponer una nueva moral basada en la razón. Pero si para los intelectuales reformistas la primera ley de la termodinámica significó una excelente herramienta para la secularización de la sociedad y la separación de la Iglesia y el Estado, para numerosos líderes intelectuales conservadores la segunda ley representó la confirmación de una visón del mundo que implicaba la existencia de un Artífice de un universo con principio y final. Numerosos intelectuales católicos en toda Europa recurrieron a la ley de la entropía -y con ello a la creciente autoridad social de la ciencia- en su campaña por mantener dentro la Iglesia la autoridad moral y su poder sobre la sociedad.

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Ciencia On Line

26 de marzo de 2010

Earthlings: El documental

Viernes, 26 de marzo de 2010

Earthlings: El documental


Earthlings (Terrícolas) es un documental acerca de como nuestra especie utiliza actualmente a otras especies animales. Para ello se utilizan cámaras ocultas e imágenes del día a día de las prácticas de algunas de las más grandes industrias del mundo que se enriquecen con los animales.

El documental está dividido en cinco partes: mascotas, alimentación, pieles, entretenimiento y experimentación. La finalidad del documental es la denuncia de las actividades especistas.

Les ofrecemos la primera parte:



Vea todo el documental completo en:

YouTube

Determinan el área del cerebro que crea los juicios morales

Viernes, 26 de marzo de 2010

Determinan el área del cerebro que crea los juicios morales

Conocida como corteza prefrontal ventromedial, hace posible la integración de emociones e intención


La capacidad para emitir ciertos juicios de valor acerca de las acciones de otros depende de un área concreta del cerebro conocida como corteza prefrontal ventromedial (VMPFC), revela un estudio reciente realizado por científicos del MIT. Las personas con trastornos en esta área son incapaces de evaluar moralmente acciones maliciosas, en caso de que éstas fracasen o no tengan resultados nocivos. La investigación añade así una nueva pieza al puzzle que explicaría cómo el cerebro humano construye la moral.


Patrick Gillooly.  MIT

La capacidad para emitir ciertos juicios de valor acerca de las acciones de otros depende de un área concreta del cerebro, señalan los resultados de un estudio reciente, realizado por científicos del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) y de la University of Southern California.

En un comunicado emitido por el MIT, se explica que personas con daños producidos en una parte del cerebro conocida como corteza prefrontal ventromedial (VMPFC) no son capaces de generar una respuesta emocional normal ante un agravio, sino que se fijan sólo en el resultado de éste.

Es decir, que si, por ejemplo, alguien intenta hacer daño a otra persona pero, finalmente, no lo consigue, piensan que su acción es moralmente admisible.

Evaluación moral atípica

Ya se sabía que la corteza prefrontal ventromedial está relacionada con la toma de decisiones de contenido emocional.

Por otro lado, debido a sus conexiones con otras áreas de la corteza y con estructuras subcorticales, como la amígdala, se sabía también que juega un papel mediador entre cognición y emoción, y que desempeña una función fundamental en la regulación y el control del comportamiento.

El presente estudio ha demostrado que la VMPFC funciona, además, ante situaciones muy concretas provocando una reacción extraña: una evaluación atípica del valor moral de las acciones de los perpetradores, en caso de que éstos no consigan llevar a cabo su objetivo.

Según Liane Young, investigadora del MIT y directora de la investigación, los resultados obtenidos añaden una nueva pieza al puzzle que explicará cómo el cerebro humano construye la moral.

Young afirma que, lentamente, se está horadando en la estructura que posibilita esta aptitud humana y que, aunque no sea la primera vez que se demuestra que las emociones condicionan la moralidad, el estudio sí que delimita hasta qué punto las emociones importan para la formación de los juicios morales.

Aceptar el intento de asesinato

Según explican los investigadores en un artículo aparecido en la revista Neuron, los juicios morales, tanto los de la vida cotidiana como los que se emiten en las salas de justicia, dependen de nuestra capacidad de inferir intenciones.

Gracias a dicha capacidad, podemos perdonar daños no intencionados o accidentales o, por el contrario, condenar lo intentos fallidos de hacer daño.

Estudios anteriores habían demostrado que pacientes con trastornos en la corteza prefrontal ventromedial emitían juicios anómalos como respuesta a dilemas morales y que dichos pacientes eran incapaces de generar respuestas emocionales ante hechos abstractos o intenciones.

En el presente estudio, lo que se ha demostrado es que, concretamente, si el resultado de una mala intención es nulo, incluso ante una acción tan perversa como el asesinato, estas personas son incapaces de valorar dicha intención.

Lea el artículo completo en:

Tendencias 21

12 de marzo de 2010

La moral en los monos


Viernes, 12 de marzo de 2010

La moral en los monos

Para que la evolución de la cooperación fuera posible, ha sido fundamental para los individuos poder comparar sus esfuerzos y recompensas con las de sus compañeros. Para este fin, es fundamental desarrollar un estándar sobre lo que consideramos justo e injusto. El rechazo surge cuando se rompe con las expectativas del sujeto sobre lo que debería haber pasado según ese patrón o estándar.



Los monos capuchinos tienen capacidad de enfadarse si sus compañeros reciben una recompensa mayor que la suya en igualdad de condiciones. (Imagen: Aitor Agirregoikoa.)

Te dan cien euros con la única condición de que lo repartas con otra persona. Tú decides cuanto te quedas tú y cuanto ofreces al compañero. La regla del juego consiste es que si él rechaza la propuesta, los dos os quedáis sin nada. El 75 % de los individuos suele rechazar cualquier oferta inferior al 30 o 40% de la cantidad y ambos acaban con los bolsillos vacíos. A este experimento se denomina “juego del ultimátum” y de sus resultados se desprende la idea de que el sentimiento de justicia que posee nuestra especie es tan poderoso, que preferimos quedarnos con nada antes que aceptar situaciones que consideramos injustas.

Para que la evolución de la cooperación fuera posible, ha sido fundamental para los individuos poder comparar sus esfuerzos y recompensas con las de sus compañeros. Para este fin, es fundamental desarrollar un estándar sobre lo que consideramos justo e injusto. El rechazo surge cuando se rompe con las expectativas del sujeto sobre lo que debería haber pasado según ese patrón o estándar. Un sistema de dar y recibir favores, como es el de los primates, no se sostiene por gran tiempo si los actores no ponen obstáculos a conductas que lo destruyen, como la injusticia, el engaño, etc. Si alguien hace trampas, pone en peligro el sistema y los intereses de aquellos que no las hacen. Seguramente esta es la causa de que los humanos seamos en promedio tan buenos detectando a mentirosos. Este mecanismos es tan importante para el individuo, como para el grupo, pues si la cantidad de individuos egoístas supera en número a los altruistas, el futuro del grupo se verá amenazado y probablemente desaparezca. Este es uno de los argumento que apoya la teoría de que descendemos de homínidos muy cooperativos.

Los primatólogos Sara Brosnan y Frans de Waal, de la universidad de Emory, enseñaron a monos capuchinos a cambiar unas fichas de plástico por dos tipos de recompensa: uvas y pepino. Estos primates, al igual que nosotros, tienen preferencia por las uvas, pero se comen el pepino de una manera natural y sin grandes miramientos. El experimento comienza con el intercambio de la ficha por un trozo de pepino. En el siguiente paso, se introduce la condición de injusticia, dando sólo a uno de los dos una uva por la misma ficha. Lo interesante del caso es que cuando ven a un compañero recibir una recompensa mayor, llegado su turno rechazan el pepino y se niegan a realizar el intercambio, arrojando el alimento fuera de la instalación y mostrando conductas que nos recuerdan a la indignación humana. El principio de equidad requiere de la capacidad cognitiva de saber calcular el valor de lo que uno recibe y lo que da y es un potente mecanismo evitador de los conflictos sociales. Además, cumple la función de equilibrar la diferencia entre los costes y beneficios de la vida en grupo.

El sentido de la justicia, intercambio y atribución de valor en los primates:

Lea el artículo completo en:

Somos Primates

17 de febrero de 2010

El dulce olor d ela moralidad o cómo los olores dan forma a nuestro pensamiento


Miércoles, 17 de febrero de 2010

Los olores dan forma a nuestro pensamiento

Un estudio publicado recientemente en la revista Psychological Science sugiere que los olores pueden afectar algo tan complejo como el comportamiento ético. Investigadores descubrieron que reuniendo personas personas en una sala recientemente aromatizada con un limpiador con aroma de cítricos, se comportaban de manera más justa jugando al clásico juego de la confianza(Trust Game). En otro experimento, el olor del limpiador hizo a los sujetos más afines a la beneficencia. La tradición filosófica occidental relegó el olfato a un lugar secundario.


¿Puede un olor a limpio convertirte en una mejor persona?

Un equipo de investigadores encontraron que cuando las personas se encontraban en una sala recientemente aromatizada con un limpiador con aroma de cítricos se comportaban de manera más justa. En otro experimento, el olor del limpiador creó más probabilidades de obtener voluntarios para una organizaciones benéficas.

Los resultados sugieren que simplemente oliendo algo limpio hace que la gente limpia su comportamiento - es decir un olor puede provocar un salto mental entre la limpieza y la moral, haciendo que la gente piensa de manera diferente sobre el mundo que les rodea. Los autores sugieren incluso que los olores pueden ser empleados como una herramienta para influir en las acciones de las personas.

La idea de que un olor puede afectar a algo tan complejo como el comportamiento ético resulta sorprendente, sobre todo porque el olor ha sido visto como uno de los "sentidos más bajos", jugando con nuestras emociones y los instintos, mientras que nuestra razón y el juicio operaban en otro plano. Pero la investigación demuestra cada vez más que el olor no sólo afecta a cómo nos sentimos: Afecta a nuestra forma de pensar, de manera que apenas están empezando a ser entendido.

Otros estudios han confirmado que los olores pueden desencadenar la generosidad, y que afectan a nuestros procesos de toma de decisiones y los juicios en lugar de las emociones solamente. Incluso cuando los olores no están en la vanguardia de nuestra conciencia, nuestra mente está tratando de coincidir con otra información sensorial para interpretar nuestro entorno.

El sentido del olfato, resulta, es más compleja e influyente que se pensaba. Los especialistas en marketing ya están tratando de usar los olores de nuevas maneras para configurar nuestro consumo. Y una mejor comprensión del olfato tiene implicaciones más amplias, así, puede ayudar a explicar las fuerzas ocultas que motivan nuestras percepciones y comportamiento, e incluso la apertura de nuevas vías para que la experiencia del mundo.

Lea el artículo completo en:

Boston.com

4 de marzo de 2009

El ser humano obedece ciegamente a las órdenes de hacer daño

La repetición del experimento de Milgram confirma que todavía la autoridad subyuga a la moral. Interesante artículo tomado de Tendencias 21.

En los años 60 del siglo XX, el psicólogo Stanley Milgram realizó un controvertido experimento con el que demostró que la obediencia a las órdenes de una autoridad está por encima de la moral de casi cualquier individuo. Personas normales que creían estar aplicando dolorosas corrientes eléctricas a otras personas (en realidad actores que fingían estar sufriendo) no se detuvieron, y siguieron haciendo daño hasta que se les ordenó. Ahora, un experimento similar acaba de arrojar resultados similares: en cincuenta años, apenas nada ha cambiado en este sentido, aún “la férrea autoridad se impone a los fuertes imperativos morales de los sujetos de lastimar a otros”. Por Yaiza Martínez.

Experimento de Milgram: El investigador (V) persuade a L para que dé lo que éste cree son descargas eléctricas dolorosas a S,  que en realidad es un actor. Fuente: Wikiemedia.

En los años 60 del siglo pasado, un psicólogo de la prestigiosa Universidad de Yale llamado Stanley Milgram realizó un controvertido experimento que fue bautizado como Experimento de Milgram.

El fin de la prueba era medir la buena voluntad de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad, incluso cuando dichas órdenes entrasen en conflicto con su conciencia personal.

Los experimentos comenzaron en julio de 1961, un año después de que Adolf Eichmann fuera juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania.

Milgram estaba intrigado acerca de cómo un hombre completamente normal, e incluso aburrido, y que no tenía nada en contra de los judíos había podido ser un activo partícipe del Holocausto.

La curiosidad de Milgram

La curiosidad obligó a este psicólogo a llevar a cabo un experimento, en el que los participantes creyeron que estaban probando los efectos del castigo en el aprendizaje.

El Experimento de Milgram consistió en que un voluntario debía infringir daño a otro voluntario, que en realidad era un actor compinchado con el investigador y que simulaba dolor, sin que el otro voluntario fuera consciente del engaño.

Situado el actor en un módulo de cristal visible para el primer participante, se le colocaban electrodos a través de los cuales el primer voluntario debía enviar corrientes eléctricas al actor, corrientes que supuestamente eran extremadamente dolorosas. Estas corrientes iban aumentando de intensidad, mientras el actor hacía que sentía cada vez más dolor.

Los participantes se iban poniendo nerviosos de ver sufrir al otro, pero seguían obedeciendo al investigador, al menos hasta cierto punto.

Hagamos un paréntesis para conocer un poco más sobre el experimento de Milgram en esta presentación de Conocer Ciencia:




Ahora, casi medio siglo después de que se desarrollara este experimento, otro psicólogo de la Santa Clara University, de Estados Unidos, ha descubierto que nada ha cambiado: la gente sigue dispuesta a hacer daño a otros, si se lo ordena una figura autoritaria.

Obediencia universal

Según la American Psychological Association, Jerry M. Burger repitió el Experimento Milgram demostrando que las tasas de obediencia ciega a la autoridad –por encima del dolor que esté sintiendo la otra persona- son tan sólo ligeramente más bajas que hace cincuenta años.

Por otro lado, la investigación demostró que no había diferencias en el grado de obediencia entre hombres y mujeres.

En la revista especializada American Psychologist, que pertenece a la American Psychological Association, ha aparecido un artículo en el que se explican estos resultados.

Según Burger, la copia del experimento ha demostrado que los mismos factores de situación que afectaban a la obediencia en el Experimento de Milgram siguen funcionando en la actualidad.

Milgram descubrió que, tras escuchar los primeros gritos de dolor del participante (actor) al aplicarle corrientes de 150 voltios, el 82,5% de los participantes seguían administrando descargas. Y de ese porcentaje, el 79% continuó haciéndolo, hasta los 450 voltios. En la réplica experimental de Burger, los porcentajes fueron similares, aunque las corrientes fueron aplicadas sólo hasta los 150 voltios.

Variaciones en la prueba

Las técnicas de Milgran fueron muy debatidas al publicarse los resultados de su experimento. Como resultado, existe actualmente un código ético para la experimentación psicológica, y ningún estudio utilizando procedimientos idénticos a los de Milgram había sido publicado en más de tres décadas, según Burger.

Este investigador introdujo una serie de variables en la prueba para lograr la aprobación institucional para su trabajo: la limitación a 150 voltios de las descargas (en lugar de hasta 450 voltios) fue una de ellas. Ese punto en las descargas es el más crítico, porque es cuando comienzan a aparecer más resistencia por parte de los participantes.

Además, en el estudio de Burger, se les repitió a los participantes que podían abandonar el experimento en cualquier momento, y que recibirían el dinero aunque lo dejasen a la mitad.

Por último, para que los voluntarios creyesen que las descargas eléctricas eran reales, se les suministró una descarga de 15 voltios (en el Experimento de Milgram las descargas “cebo” fueron de 45 voltios). A pesar de los cambios, las pruebas demostraron que la bondad no gana aún a la obediencia.

Resultados similares en experimento virtual

El Experimento de Milgram ha sido tan controvertido que se han llegado a realizar simulaciones virtuales de él. Tal y como explicamos hace un tiempo en Tendencias21, el University College de Londres repitió en un entorno virtual dicho experimento con personajes reales y virtuales.

En este caso, los voluntarios sabían que los que sufrían las descargas eléctricas eran personas irreales. Una parte de ellos se comunicó con los personajes virtuales a través de un interfaz textual, y un segundo grupo fue introducido en un entorno gráfico, en el que podían ver a su interlocutor: la representación tridimensional de una mujer.

Los resultados, publicados en PlosOne fueron los siguientes: en el primer grupo todos los participantes administraron las 20 descargas eléctricas que se les pidió. En el segundo, tres personas aplicaron 19 descargas, mientras que otras tres provocaron, respectivamente 9, 16 y 18.

La mitad del segundo grupo admitió que había deseado detenerse, pero, de nuevo, la autoridad venció a sus propios impulsos. Aunque la finalidad de esta prueba era probar si es útil la realidad virtual para la investigación psicológica, de nuevo se recogieron resultados similares a los informados por Milgram y Burger.

Según lo describió Milgram, la férrea autoridad se impone a los fuertes imperativos morales de los sujetos de lastimar a otros y, aún con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los participantes, la autoridad subyuga con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento de estos experimentos.

Ya lo decía el político revolucionario Lenin "Salvo el Poder todo es Ilusión". Las personas que toman el poder en las sociedades actuales, de corte capitalista, tienen intereses concretos: eternizar el sistema establecido, y para ello, como es bien sabido aplican todo tipo de métodos, sin caer en razones éticas y morales. Nuestras sociedades modernas viven bajo el influjo de las personas e instituciones que detentan el poder, y que detentan múltiples recursos disuasivos y coercitivos para imppner su voluntad. No es sano vivir en estas sociedades, el ejemplo anterior es una clara muestra de ello, las sociedades capitalistas enferman mentalmente y deshumanizan, llegando a los extremos mencionados.

Por ende se requiere de nuevas sociedades que liberen al hombre, liberación en todos sus aspectos y dimensiones. Pero para ello se requiere tomar el poder. Con personas conscientes al mando es posible cambiar las estructuras sociales y generar individuos sanos, libres y felices.


Fuente:

Tendencias 21

17 de julio de 2008

Los niños son propensos a la empatía y al juicio moral

Los niños son propensos a la empatía y al juicio moral

¿Nacemos con el juicio moral preinstalado en nuestros cerebros o éste se crea a través de la educación? ¿Distinguen los niños entre el bien y el mal? Sabemos que el cerebro humano madura lentamente y solamente alcanza su plena madurez cuando se termina la adolescencia, ¿influye esto en juicio moral? Estas preguntas son, sin duda, muy interesantes de tratar de contestar. Ahora empezamos a vislumbrar algunas de sus respuestas.

Actividad cerebral cuando el niño ve una imagen de daño accidental (A) o infligido (B). Foto: Universidad de Chicago.

Según unos investigadores de la Universidad de Chicago los niños de entre siete y doce años de edad parecen naturalmente inclinados a sentir empatía hacia el dolor de los demás. Este resultado está basado en imágenes de resonancia magnética funcional y es similar al que se puede obtener en adultos. Entonces, y según estos datos, los niños, al igual que los adultos, muestran una respuesta al dolor en las mismas regiones cerebrales.

Los investigadores descubren además aspectos adicionales en la actividad cerebral, que se manifiestan cuando los sujetos ven a otra persona siendo lastimada por un tercero de manera intencionada y que estaría relacionado con el juicio moral.
Según Jean Decety este estudio examina tanto la respuesta neuronal al dolor de los demás como el impacto al ver a alguien causar dolor sobre otro.

Un artículo titulado “Who Caused the Pain? An fMRI Investigation of Empathy and Intentionality in Children” y publicado en Neuropsychologia describe estos resultados y el método experimental empleado.

Según estos investigadores la empatía estaría preprogramada en el cerebro de niños normales y no sería enteramente un producto de la educación de los padres o del entorno social. Según Decety la comprensión del papel del cerebro en respuesta al dolor puede ayudar a los investigadores a entender cómo ciertas discapacidades cerebrales influyen en el comportamiento antisocial, como en el caso del acoso escolar.

El equipo de investigadores mostró a 17 niños (en el grupo había ocho niños y nueve niñas) de entre 7 y 12 años de edad fotos y animaciones de gente sufriendo dolor. Dolor que recibían accidentalmente o era infligido a propósito. La actividad cerebral de los sujetos era estudiada mientras tanto con un sistema de resonancia magnética funcional.

Las imágenes procedentes de este sistema mostraron que las partes del cerebro que se activaban en estos sujetos eran las mismas que se activaban en adultos bajo esas mismas condiciones.

La percepción del dolor de los demás estaba asociada con una aumento de la actividad hemodinámica (riego sanguíneo) en los circuitos neuronales relacionados con el procesamiento del dolor de primera mano. Sin embargo, cuando los niños veían imágenes de alguien causando dolor intencionadamente, la región cerebrales que se activaban estaban relacionadas con la interacción social y el razonamiento moral.
El estudio proporciona pistas sobre la percepción que tienen los niños sobre lo que están bien y lo que está mal, y sobre su procesamiento cerebral. Según Decety, aunque el estudio no se nutre del juicio moral explícito, la percepción de una intencionalidad individual de dañar a otro hace al observador consciente del mal moral.

Las entrevistas posteriores que se hicieron a los niños muestran que éstos eran conscientes del mal comportamiento moral cuando alguien era lastimado intencionadamente en las animaciones visionadas. Trece de ellos dijeron que esas situaciones eran injustas y preguntaron por las razones que pudieran explicar el comportamiento observado.

Fuentes y referencias:
Nota de prensa Universidad de Chicago .

Tomado de:

NeoFronteras
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