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2 de noviembre de 2018

¿La homosexualidad está escrita en los genes?

No pocos estudios sugieren que las preferencias sexuales de una persona tienen un origen biológico y no tanto psicológico.



No son pocos los estudios científicos que sugieren que las preferencias sexuales de una persona tienen un origen biológico y no tanto psicológico, como sostienen los psicoanalistas. Estas conclusiones ponen en entredicho la influencia de las vivencias de la  infancia ante la posible existencia de un componente genético, al tiempo que acalla las voces más detractoras de la libertad sexual.

A día de hoy no se tiene plena constancia de los factores que definen la orientación sexual de una persona, si bien es cierto que la comunidad científica se inclina hacia una explicación biológica frente a la puramente psíquica. Algunas hipótesis sostienen que la homosexualidad se gesta durante la etapa intrauterina, es decir, antes del nacimiento del bebé, y que está ligada a los cambios hormonales en el cuerpo de la madre, ya que los niveles de testosterona influyen en el desarrollo de ciertas áreas cerebrales implicadas parcialmente en la atracción sexual.

Otras apuntan hacia una respuesta inmune del cuerpo de la madre hacia un feto de género masculino, que al experimentarse de forma reiterada tras varios embarazos de varones, aumenta las posibilidades de tener un benjamín homosexual. La gran mayoría parece coincidir en los condicionantes prenatales de la identidad sexual.

No son pocos los estudios científicos que sugieren que las preferencias sexuales de una persona tienen un origen biológico y no tanto psicológico, como sostienen los psicoanalistas. Estas conclusiones ponen en entredicho la influencia de las vivencias de la  infancia ante la posible existencia de un componente genético, al tiempo que acalla las voces más detractoras de la libertad sexual.

A día de hoy no se tiene plena constancia de los factores que definen la orientación sexual de una persona, si bien es cierto que la comunidad científica se inclina hacia una explicación biológica frente a la puramente psíquica. Algunas hipótesis sostienen que la homosexualidad se gesta durante la etapa intrauterina, es decir, antes del nacimiento del bebé, y que está ligada a los cambios hormonales en el cuerpo de la madre, ya que los niveles de testosterona influyen en el desarrollo de ciertas áreas cerebrales implicadas parcialmente en la atracción sexual.

Otras apuntan hacia una respuesta inmune del cuerpo de la madre hacia un feto de género masculino, que al experimentarse de forma reiterada tras varios embarazos de varones, aumenta las posibilidades de tener un benjamín homosexual. La gran mayoría parece coincidir en los condicionantes prenatales de la identidad sexual.

Fuente: Muy Interesante 

20 de octubre de 2018

¿Los virus son inmortales?

No hay consenso en la comunidad científica sobre si los virus son o no organismos vivos.
Los virus plantean un problema a los biólogos porque no tienen células, por lo que no forman parte de ninguno de los tres grupos principales de seres vivos.
Responder a esta pregunta no es trivial puesto que no hay consenso en la comunidad científica sobre si los virus son o no organismos vivos. En ocasiones se habla de ellos como estructuras al límite de la vida. Pero vayamos a lo que sí son con toda seguridad: agentes infecciosos que necesitan de un organismo vivo para multiplicarse, es decir, parásitos. No son células pero infectan a todo tipo de organismos vivos: animales, plantas, hongos, bacterias y protozoos, ¡hasta se han encontrado parasitando a otros virus! Son tan pequeños –100 nanómetros de media o lo que es lo mismo, una milésima parte del grosor de un cabello- que no pueden observarse con el microscopio óptico, solo cuando se inventó el microscopio electrónico, en 1931, que es capaz de ver objetos minúsculos, pudimos tener una imagen de ellos. Al observar al microscopio electrónico los virus extraídos de un organismo infectado se pudo comprobar que aparecían múltiples partículas. Cada una de esas partículas víricas era extraordinariamente sencilla, estaba formada por una cubierta hecha de proteína y llamada cápside en cuyo interior se protege el material genético que puede ser ADN o ARN. En algunos tipos de virus las partículas tienen también un envoltorio lipídico, es decir formado por lo que normalmente llamamos grasas, que roban de las membranas de las células que infectan.
1) El virus de la gripe se une a una célula epitelial diana. 2) La célula engulle el virus mediante endocitosis. 3) Se libera el contenido del virus. El ARN vírico se introduce en el núcleo, donde la polimerasa de ARN lo replica. 4) El ARN mensajero (ARNm) del virus sirve para fabricar proteínas víricas. 5) Se fabrican nuevas partículas víricas y se liberan al líquido extracelular. La célula, que no muere en el proceso, sigue fabricando nuevos virus.
Un virus puede existir como ente individual pero en cuanto entra en un organismo vivo, si es competente para multiplicarse, o como decimos los biólogos para replicarse, lo hará en muy poco tiempo creando múltiples copias de sí mismo. Así que cuando en ciencia nos referimos a un virus que infecta un organismo no hablamos de una sola de esas partículas sino de una población de partículas. Sobre si son o no inmortales la respuesta no es obvia. Para ser mortal -o inmortal en este caso- un organismo debe, primero, estar vivo y, tal como decía antes, no está del todo claro que los virus lo estén. Es verdad que los virus tienen estructura genética, evolucionan por selección natural y se reproducen creando réplicas, aunque no idénticas, de sí mismos pero no están compuestos de células y, según la teoría celular, esas son las estructuras básicas de la vida así que sin ellas no podría considerarse que un virus sea un ser vivo. Hay otro argumento más en contra de considerarlos seres vivos, los virus no tienen metabolismo propio, necesitan las células de los organismos que infectan para replicarse.

Pero volvamos sobre la cuestión inicial. Una partícula de virus tiene una existencia muy corta fuera de un ser vivo pero cuando entra en un hospedador empieza a replicarse a un ritmo fortísimo. Sabemos, por ejemplo, que en un individuo infectado por el virus del VIH o de la hepatitis C puede haber entre 10.000 millones y 100.000 millones de virus. Su vida media es de 6 a 24 horas pero como se replican tan rápido esas poblaciones enormes están en continua renovación. Y eso quiere decir que nunca estamos hablando de un solo virus sino de poblaciones de virus en equilibrio que en virología se conocen con el nombre de cuasiespecies víricas. Así que la respuesta a la pregunta de si son inmortales es que si estamos hablando de un solo virus o partícula vírica, por supuesto que no es inmortal, está claro que desaparece. Pero dado que realmente no podemos hablar de un solo virus sino de una población de virus esa sí podría no desaparecer nunca si a la muerte de su hospedador se hubiera transmitido ya a otro huésped. No será exactamente la misma entidad porque se replica en copias que no son idénticas pero a menos que evolucione tanto como para convertirse en otro virus diferente seguirá siendo el mismo virus. En mi opinión no hay nada inmortal pero lo más cercano a la inmortalidad sería ese conjunto de mutantes que sin parar de replicarse van poco a poco cambiando en el tiempo para seguir manteniéndose ellos mismos y en condiciones óptimas podrían perdurar indefinidamente. Ello sucedería hasta el momento en que no tuvieran ningún ser vivo al que parasitar, entonces desaparecerían.

3 de octubre de 2018

Once secretos para ser feliz

Hay ciertos comportamientos y maneras de pensar que favorecen los sentimientos de felicidad sin excepciones.


La felicidad que sentimos tiene un componente genético marcado en nuestro temperamento. Se considera que aproximadamente supone el 50%. La satisfacción de tener posesiones materiales, económicas y buena salud aporta un 10 %. Y el 40% restante lo causa la forma en que pensamos y nos comportamos.

Por lo tanto, a la hora de promover la felicidad en nuestros hijos, lo importante es, a diferencia de lo que solemos creer, no centrarse en el 10 %, pues es mucho esfuerzo para muy poca recompensa. La clave es invertir en la “fuente” del 40%. Es, como se ve, una cuestión de rentabilidad.

De hecho, los estudios científicos demuestran que ciertos comportamientos y maneras de pensar favorecen los sentimientos de felicidad sin excepciones, a menos que, claro, está, suframos una patología. Así que tomen nota, porque estos consejos valen tanto para niños como para adultos:

1. Expresar gratitud. En la actualidad las posesiones materiales de un niño multiplican por 10 las que tenía un niño hace 50 años. Incluso un niño de clase media baja tiene mucho más que lo que tenía un niño de clase alta hace medio siglo. Sin embargo, es una evidencia que los niños actuales no son 10 veces más felices. Algo falla, pues. El hecho de desear siempre más no es una buena idea, de modo que hay que aprender y enseñar a estar agradecido con lo que se tiene. Es una actitud típica de la filosofía budista y estoica: hay que fijarse en el presente y estar conforme con él, sin agobiarse demasiado con el futuro y sin lamentarse del pasado. Si los niños aprenden a valorar y agradecer lo que tienen, aprenden a su vez a valorar lo que tienen los demás, por lo que previsiblemente serán más generosos y empáticos.

2. Ser optimista. Pero sin caer en la ingenuidad. Hay que confiar en la autonomía de los niños para hacer las cosas y en su competencia para hacerlas bien. Sin duda cometerán no pocos errores, pero es un paso necesario para el correcto desarrollo: para un escritor, por ejemplo, no hay mejor herramienta que la papelera. La conciencia de saber que trabajar duro aumenta la posibilidad de que las cosas en efecto salgan bien es fundamental para alcanzar un estado de bienestar. A menudo, puede que no salgan bien, pero si no hay trabajo rara vez saldrán como queremos. Los optimistas no se dan por vencidos fácilmente y muchas veces esa es también la causa de su éxito.

3. Evitar pensar demasiado. Como dijo Buda, «el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional». La mayor parte de nuestra infelicidad no viene de las cosas negativas que nos pasan –dolor– sino de lo que pensamos acerca de ellas –sufrimiento–. Es decir, del relato que hacemos de lo que nos ha pasado. Pensemos que, por ejemplo, la angustia es la conciencia de una posibilidad, pero no necesariamente de una realidad. Damos muchas vueltas a las cosas, la mayoría de las veces innecesariamente. En nuestras sociedades modernas occidentales, donde en general no hay problemas vitales acuciantes, el agobio por cualquier nimiedad -ahí está la tropa de “ofendidos” de las redes sociales- se ha convertido en un estado de ánimo permanente. Este comportamiento lo contagiamos involuntariamente a los que nos rodean, especialmente a nuestros hijos. Es lo que en psicología se llama rumiación, que es agarrar un pensamiento –normalmente negativo– y empezar a manosearlo en nuestra mente hasta que el estado de ánimo es mucho peor que el inicial. Una pérdida de tiempo y de energía.

El artículo completo en: El País 

¿Se hereda la longevidad?

Las mellizas Phyllis Jones e Irene Crump

El estilo de vida influye, pero existe un factor genético hereditario que ayuda a vivir más años.

Las mellizas Phyllis Jones e Irene Crump, que el 20 de noviembre de 2016 cumplieron cien años en la ciudad británica de Stourport-on-Severn, atribuyen el secreto de su larga vida al trabajo duro y a la dieta. Así se lo explicaron a los medios al mismo tiempo que les informaban de los familiares que habían fallecido superados los noventa años. Sin embargo, también hay un factor genético. Estas hermanas son un ejemplo de que la longevidad se hereda, según confirman todos los estudios.

El último, financiado en el Reino Unido por el Consejo de Investigación Médica (MRC, por sus siglas en inglés), apunta que el riesgo de morir por una enfermedad cardiaca es un 20 % menor por cada década de más que viven los padres cumplidos los setenta años. La investigación, publicada en el Journal of The American College of Cardiology, ha llegado a esta conclusión tras analizar los datos de unas 190.000 personas.

Este tipo de estudios reviste especial importancia porque permite identificar, en función de su perfil genético, a los pacientes con mayor riesgo de morir y poner así en marcha medidas preventivas. Por ejemplo, puede conocerse si una persona es propensa a tener resistencia a la insulina y evitar que llegue a desarrollar diabetes. Una de las características de los centenarios es que envejecen con salud, conservan las facultades y pueden valerse por sí mismos hasta muy poco antes de la muerte. Biólogos y médicos investigan estos casos con un objetivo: diseñar medicamentos que eviten el desgaste del cuerpo, igual que existen para controlar el colesterol.

Tomado de: Muy Interesante

4 de julio de 2018

Juan Carlos Izpisúa: “Hemos alargado la vida de animales y nada indica que no se podrá hacer en humanos”

El investigador español habla de avances que pueden retrasar el envejecimiento o producir órganos en animales para trasplantes.


Javier Sampedro contó en este periódico que hace unos años a Juan Carlos Izpisúa (Hellín, Albacete, 1960) le diagnosticaron una enfermedad renal grave, una que afecta a sus dos riñones y puede costarle la vida. Su reacción ayuda a compartir la fe que transmite el investigador del Instituto Salk de la Jolla en California (EE UU) cuando habla de lo que hace en su laboratorio, hazañas que parecen de ciencia ficción, pero son solo ligeramente futuristas. Tras asimilar la noticia, abrió una línea de investigación renal en sus laboratorios de medicina regenerativa y en 2013, presentó unos minirriñones construidos a partir de células madre humanas. El trabajo fue incluido por la revista Science entre los más destacados del año.

En un estudio más reciente, mostró cómo había modificado la expresión génica de ratones enfermos doblando su esperanza de vida. El tipo de tratamiento no actuaba sobre la mutación causante de la dolencia sino que modificaba una serie de marcas químicas que se acumulan sobre el genoma. Izpisúa cree que estos tratamientos epigenéticos (del griego epi, sobre, porque van por encima de los genes) son una llave para combatir el envejecimiento y prolongar el número de años que podremos vivir con salud. “Hemos prolongado la vida de animales con cambios epigenéticos y no hay nada que me indique que no se podrá hacer en humanos”, afirma.

Si todas estas promesas se hacen realidad, el impacto social será inmenso y el investigador cree que los políticos no parecen conscientes de esta revolución que ya se está gestando. “Todo esto se debe regular, pero nuestros gobernantes desconocen hasta los experimentos que estamos haciendo. ¿Cómo van a poder regular? Deberían tener un poquitín más de interés en saber qué es lo que están haciendo los científicos para apoyarlo, regularlo y que se beneficie toda la sociedad y no solo unos pocos”, remacha poco antes de dar una conferencia en Madrid con motivo del 350 aniversario de la farmacéutica Merck.

Lea el artículo completo en:

El País Ciencia

26 de junio de 2018

Los hombres viven menos que las mujeres en todo el mundo y la ciencia lleva décadas buscando por qué

Las mujeres sufren más estrés, más depresión, más ansiedad. Además, son más proclives a enfermedades crónicas. En muchos países, ganan menos dinero que sus compañeros masculinos; en otros tantos, tienen (muchos) menos derechos civiles y políticos. Y, sin embargo, viven más.

Es así. Las mujeres viven más tiempo que los hombres en todos los países del mundo. En todos, sin excepción. Y, en muchos de ellos, la diferencia es de más de una década. Como decían Austad y Bartke en 2016, “no hay patrón más robusto en la biología humana”. La cuestión es que no sabemos por qué.

Veamos los factores biológicos y culturales de este fenómeno AQUÍ

25 de marzo de 2018

Un árbol genealógico gigante desvela nuevos secretos de la historia de la humanidad

Los investigadores han unificado millones de perfiles públicos de una página de genealogía colaborativa.


Investigadores de varias instituciones estadounidenses e israelíes han aprovechado datos publicados en internet por aficionados a la genealogía para trazar la relación familiar de 13 millones de personas en un único árbol genealógico. La documentación de esta gran familia abarca una media de 11 generaciones y su estudio, publicado en la revista Science, ha revelado nuevos detalles sobre la influencia de la cultura occidental en la diversificación genética de las poblaciones humanas. El equipo de investigación, que reúne a genetistas y científicos informáticos, también ha analizado el árbol para estimar la base hereditaria de la longevidad, que calculan en torno al 16%.

Los datos provienen de la página web de genealogía colaborativa Geni.com, donde cada usuario completa su árbol familiar, con la opción de integrar árboles de otros usuarios que tengan parientes en común. Los autores del estudio emplearon teoría matemática de grafos para limpiar y ordenar los datos de 86 millones de perfiles públicos, en un intento de fundir todas las familias disponibles. Además, validaron sus resultados utilizando datos de ADN que estaban disponibles para algunas genealogías. “Por primera vez se puede hacer historia de población de una manera amplia gracias a las genealogías recogidas en la web”, dice Jaume Bertranpetit, un científico del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC) ajeno a este estudio. “De hecho, creíamos que el caso de Islandia, donde sí se ha hecho, era único; ahora vemos que esto puede hacerse mucho más general”, agrega.

Del análisis se desprendieron 5,3 millones de árboles inconexos; el más grande de ellos une a 13 millones de personas, algo más que la población actual de Bélgica. “Toda la humanidad es parte de la misma familia”, apunta el autor del estudio Yaniv Elrich, un genetista y científico informático de Columbia University (EE UU) que también es director científico de MyHeritage, la empresa propietaria de Geni.com. “Según la teoría matemática, si cada persona pudiera proyectar 75 generaciones, el árbol genealógico de la humanidad conectaría a todo el mundo: desde un aborigen en Australia, pasando por una persona europea o africana, hasta un inuk en Alaska”, explica Elrich. “Y 75 generaciones no es tanto, son unos 2.000 años; no hablo de volver a la prehistoria”, matiza.

El artículo completo en:


10 de diciembre de 2017

Estudio revela que los genes explotan al llegar al espacio

"La expresión génica en el espacio es como los fuegos artificiales despegando, tan pronto como el cuerpo humano entra al espacio", dijo el científico Chris Mason.




Los viajes al espacio desatan en los astronautas un proceso explosivo de activación y desactivación de los genes, así lo revelaron los resultados preliminares del estudio Twins de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA).

"Algunas de las cosas más emocionantes que hemos visto al observar la expresión génica en el espacio es que realmente vemos una explosión, como los fuegos artificiales despegando, tan pronto como el cuerpo humano entra  al espacio", dijo el investigador principal del estudio, Chris Mason.

"Con este estudio hemos visto miles y miles de genes cambiar la forma en que se encienden y se apagan. Esto sucede tan pronto como un astronauta llega al espacio y parte de la actividad persiste temporalmente al regresar a la Tierra", agregó el científico.

El estudio representa, según Mason, uno de los puntos de vista más completos de la biología humana, precisó que establece la base para comprender los riesgos moleculares de los viajes espaciales así como las formas de proteger potencialmente y corregir los cambios genéticos. 

Twins (gemelos) lleva su nombre debido a los astronautas Scott Kelly y Mark Kelly, quienes una vez retirados de los viajes espaciales, comenzaron a combinar datos y revisar la enorme cantidad de información en busca de correlaciones.
Fuente:
google.com, pub-7451761037085740, DIRECT, f08c47fec0942fa0