El aprecio que uno tiene de sí mismo varía con el tiempo y es bueno conocer cómo lo hace.
La autoestima varía con el tiempo y es bueno conocer cómo lo hace, para actuar sobre ella y también ayudar a otros.
Pero antes de ver sus fases, hagamos una pequeña matización. La
autoestima es subjetiva y no depende ni de las características objetivas
de la persona ni de lo que digan los demás. Hay personas a las que las
opiniones ajenas no les afectan, y otras, que son terriblemente
vulnerables. Sin embargo, como demuestra la ciencia, querernos a
nosotros mismos nos ayuda a tener más seguridad para afrontar los retos
profesionales o académicos, a sentirnos mejor y a disfrutar de una mayor
salud física, emocional y mental. Y algo importante: autoestima no es narcisismo
y decirse todo el rato lo maravilloso que uno es. Son cosas diferentes.
Mientras que el narcisismo es egoísta y antisocial, al considerar una
persona que está por encima del resto; la autoestima es una actitud
positiva, que valora también a los demás. Pues bien, hechas estas
matizaciones, veamos qué dice la ciencia sobre su evolución en nuestras
vidas.
Orth, Erol y Luciano han publicado un artículo que recoge el análisis
de 331 estudios sobre la autoestima, lo que equivale a analizar los
datos de 160.000 personas a lo largo del tiempo. En dicha publicación se
comprueba que la autoestima pasa por distintas etapas, que no depende de la década en que se nace,
aunque, lógicamente, podrá variar en cada persona. Veamos las fases que
estos investigadores han recogido, con algunas sugerencias de lo que
podemos hacer:
- La autoestima mejora hasta los ocho años, gracias a
varios factores: la autonomía personal, la sensación de dominar el
contexto y la posibilidad de elegir a los amigos. Por ello, podemos
deducir que, en la medida en que les demos a nuestros pequeños la
capacidad de ser autónomos con lo que les rodea, les ayudaremos a que se
sientan mejor con ellos mismos.
- En la adolescencia la autoestima permanece constante, y aumenta a los 15 años.
Antes de esta investigación, se pensaba que la transición de la
infancia a la adolescencia afectaba a lo que nos queríamos. Sin embargo,
parece que no es así, que permanece constante desde los 11 a los 15 en
términos generales. Lógicamente, como matizan los autores, “algunos
adolescentes pueden experimentar disminuciones en su autoestima debido a
cambios en la pubertad, conflictos con los padres y trastornos del
estado de ánimo en este período de desarrollo”, pero eso no significa
que sea una época de tormenta y estrés en el arte de quererse a uno
mismo. Así que vale la pena desmitificar este momento retador para los
padres.
- Durante la edad adulta sigue aumentando la autoestima, y esta alcanza el nivel más alto a los 60 y 70 años.
Antes se pensaba que a los 50 alcanzábamos el pico de intensidad de
querernos a nosotros mismos, pero se ha comprobado que no es así. Que al
final de la segunda edad y principios de la tercera, es cuando estamos
en nuestro mejor momento. Los motivos son varios: no le damos tanta
importancia a lo que se supone que socialmente tenemos que conseguir
(éxito, buen trabajo, casa…) y tenemos una mejor capacidad de aceptarnos
a nosotros mismos tal cual somos sin necesidad de aparentar nada.
- La autoestima desciende ligeramente a partir de los 70 y
hasta los 90, y disminuye de manera más acusada a partir de los 94 años.
Sin embargo, los autores reconocen que habría que analizar con más
profundidad qué nos sucede a partir de esta edad, porque existen pocos
estudios. En la medida en que nuestros mayores tengan más autoestima,
mejorará su nivel de bienestar, lo que contribuirá a evitar la aparición
de síntomas y trastornos depresivos.
En definitiva, la autoestima humana vive un proceso de U invertida,
que comienza en la infancia y alcanza su nivel máximo a los 60-70 años.
Será de gran ayuda trabajar nuestra autonomía personal, aceptarnos a
nosotros mismos y dejar de querer ser lo que los demás esperan de
nosotros. Y como diría Oscar Wilde “amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida".
Fuente: Laboratorio de la Felicidad (El País)
Usted es listo, ¿verdad?
Inteligente, bastante gracioso... Igual que yo. Por supuesto, usted y yo
somos personas geniales. Pero, ¿no sería terrible si ambos estuviéramos
equivocados?
Los psicólogos han demostrado que tenemos tendencia a ser ciegos ante nuestras propias fallas, mucho más de lo que llegamos a darnos cuenta.
Esto explicaría por qué algunas personas incompetentes son tan exasperantes. Y también sirve para inyectar una saludable dosis de humildad a nuestra autoestima.
En 1999, los investigadores Justin Kruger y David Dunning, de la Universidad de Cornell, en Nueva York, evaluaron si las personas que carecen de ciertas destrezas en un determinado campo son más propensas a no notar esta falta de habilidad que alguien más diestro o hábil para igual labor.
Al comienzo de su investigación, citaron el ejemplo de un ladrón de bancos de Pittsburgh, llamado McArthur Wheeler, que fue arrestado en 1995, poco después de cometer dos asaltos en plena luz del día y sin usar máscara ni ningún tipo de disfraz.
Cuando la policía le mostró las imágenes registradas por la cámara de seguridad de una de las entidades bancarias, el hombre protestó:"¡Pero si estaba usando el jugo!"
El desafortunado criminal creyó que, si se restregaba un limón por la cara y quedaba embadurnado con el jugo, se volvía invisible para las cámaras de seguridad.
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BBC Ciencia