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24 de abril de 2013

Negocios y administración: La falacia del “Puesto de Limonada”


lemonade

Ryan Chacon (@ryanchacon) es el fundador de Stupil.com y es parte de Start-Up Chile. 

¿Has leído alguna vez un artículo sobre un empresario exitoso? Sea que hablen de un millonario/billonario o del dueño de  la próxima startup exitosa, pareciera que cada artículo menciona el “espíritu empresarial” que esta persona exitosa tuvo desde su niñez. Generalmente se hace referencia a un puesto de limonada, o tal vez narre que esta persona vendió caramelos en la escuela, diarios entre sus vecinos, etc.

En los textos de este tipo, el autor pone en contexto el éxito actual de su entrevistado diciendo algo como: “Todos sabían que él iba a ser exitoso, porque desde muy joven tuvo su propio negocio: un puesto de limonadas”. Por favor. Todo niño alguna vez tuvo su propio “puesto de limonadas” o algo parecido, pero eso no necesariamente quiere decir que cada niño al crecer será un empresario exitoso. Los niños a cierta edad “emprenden” porque piensan que es entretenido pintar y martillear para hacer carteles, es divertido gritar fuerte para atraer clientes, y es atractivo ganar algo de dinero para ponerlo en sus alcancías, pero eso es todo. Por ejemplo:
Una amiga mía tenía su propio negocio en el colegio. Con tan sólo 8 años, ella compraba materiales escolares con su propio dinero… y luego los vendía a menor precio en su propio “puesto”. Una genia.
 
Decir que una persona es exitosa actualmente porque ha tenido o mostrado “características empresariales” desde joven es bastante complicado. ¿Cuáles son exactamente esas “características empresariales” que deben verse desde temprano? ¿La capacidad de correr riesgos? ¿Persistencia? ¿Creatividad? ¿Pasión? ¿Fuerte criterio ético? Estamos hablando de niños. Ellos no están arriesgando nada; no están dejando de lado el colegio, o un puesto de trabajo, o arriesgando estabilidad financiera para empezar un negocio. Ellos son persistentes y confiados porque no conocen otra cosa, y porque sus padres están ahí para ayudarles. Los niños tienen personalidades muy obsesivas, tienen una idea y persisten hasta que se aburren. Eso es en uno o dos días.

Los periodistas deberían parar con el estereotipo del “puesto de limonada”. No hay características personales que puedan predecir el éxito. No hay “características empresariales” que toda persona deba mostrar temprano para poder alcanzar el éxito. Es cierto, uno no puede ser la persona más floja del mundo y esperar lograr algo sustancial sin poner algo de trabajo y esfuerzo. Hay personas que confían en sí mismas y que son exitosas y otras que no lo son. Hay personas creativas y apasionadas que son exitosas y otras que no lo son.

No está bien estereotipar a las personas exitosas, implicando además que para alcanzar el éxito tú también tienes que ser como ellos. Esto provoca que las personas traten de desarrollar estas características y mostrarlas, bajo el supuesto de que ser de una manera trae la grandeza… y en este proceso pueden dejar de ser ellos mismos. Con este estereotipo muchos comienzan una aventura lejos de la persona que son y terminan sacrificando las mejores cualidades que ya poseen. Por ejemplo, ellos pueden sacrificar creatividad innata por una forzada determinación, cuando la creatividad ha sido su más fuerte rasgo y que le podría haber dado una mejor oportunidad  para alcanzar el éxito.
Cuando los reporteros crean estereotipos de los emprendedores exitosos, lo que hacen es crear a una persona idealizada que añade presión a quienes quieren iniciar sus negocios. ¿Quién es el indicado para decir qué es lo que hace a una persona exitosa? ¿Quién es el indicado para decir a qué edad se puede empezar un negocio y convertirse en empresario? Tu potencial de éxito no tiene fecha de vencimiento, no aceptes que te convenzan de lo contrario. Mientras antes dejemos de estereotipar al perfil del emprendedor y aceptemos la diversidad que existe entre los que son exitosos, más pronto podemos empezar a generar confianza en potenciales emprendedores. Cuando esto pase, realmente creo que mejores cosas vendrán y podremos empezar a ver un  crecimiento en la innovación como nunca se ha visto antes, y junto con ello  veremos el nacimiento de una clase diferente de empresarios.

Fuente:

FayerWayer

23 de abril de 2013

Electricidad II: Ley de Coulomb

En el primer artículo del bloque introductorio sobre electricidad hablamos acerca del concepto de carga eléctrica y sus unidades. Hoy continuaremos profundizando en este asunto; como siempre en este nivel básico, tratando de centrarnos en los conceptos y no en las fórmulas. Hablaremos en primer lugar de la Ley de Coulomb, y luego de sus consecuencias perceptibles en nuestra vida cotidiana, especialmente los dos tipos fundamentales de electrización.

Como recordarás, terminamos aquel artículo preguntándonos cuánto es un culombio. Dimos una definición oficial, derivada de otras, que no era demasiado informativa, y después otra más fundamental, basada en un número concreto y arbitrario de protones o electrones. Sin embargo, para comprender de verdad si un culombio es mucha carga o poca, hace falta compararlo con algo que podamos percibir: con lo que define la carga de verdad, es decir, la fuerza electromagnética.

Esta fuerza puede percibirse en la Naturaleza de dos formas determinadas: como fuerza eléctrica y como fuerza magnética, aunque ambas tengan el mismo origen último. Ahora mismo no nos interesa la fuerza magnética, de la que hablaremos en un bloque diferente: nos centraremos en la versión eléctrica de la interacción electromagnética, descrita en su forma más simple y asequible por el genial Charles-Augustin de Coulomb en su famosa Ley.

La Ley de Coulomb

En el siguiente bloque atacaremos la Ley de Coulomb numéricamente, pero por ahora lo que más me interesa es dejar claro su concepto. Esta ley es una de las dos conexiones (en términos de 1785, por supuesto) entre la carga y su fuerza correspondiente: en este caso, entre la carga eléctrica y la fuerza electromagnética. Expresada con mis palabras, de forma algo más extensa a como lo hizo el buen Coulomb,
Las cargas del mismo signo se repelen; las cargas de signo contrario se atraen. La fuerza con la que lo hacen es tanto mayor cuanto mayores son las cargas, y tanto menor cuanto más lejos están una de la otra, y depende además del medio que separa ambas cargas.
Como cualquier otra ley física, no tiene demostración: se trata de algo que hemos observado que es así, y punto. Si en algún momento se verifica, mediante experimentos, que esta ley no siempre se cumple, o que hay algo más fundamental por debajo de ella y que es simplemente una consecuencia de otra cosa, la descartaríamos, o la dejaríamos como un caso particular de una Ley más amplia. Hasta ahora, todos los experimentos realizados con cargas han cumplido la Ley de Coulomb, con lo que la mantenemos.

Si analizamos la Ley con un poco de calma, no debería resultar demasiado sorprendente. Dos protones se repelen entre sí; dos núcleos de oxígeno, cada uno con ocho protones, se repelen mucho más intensamente. Y, si los alejamos mucho uno del otro, se repelen con menos intensidad. Si ponemos esas cargas en el aire, la fuerza que sufren no es la misma que si están en el agua o dentro de un metal. Cuánto vale esa fuerza exactamente es algo que discutiremos en el siguiente bloque; por ahora, lo importante es que te quedes con la copla de quiénes se repelen y quiénes se atraen, y que la fuerza aumenta con la cantidad de carga y disminuye con la distancia. La influencia de la sustancia que haya entre las cargas tampoco será algo que tratemos en detalle por ahora, porque no es lo importante.

Con esta Ley, podemos responder a la cuestión de ¿cuánto es un culombio? “hacia atrás”. Es decir: Si tuvieras algo con una carga de 1 C en una mano, y un objeto idéntico, con una carga de 1 C, en la otra mano, y tuvieras los brazos extendidos ante ti y separados un metro, ¿qué fuerza notarías? ¿serías capaz de resistir la repulsión y mantener los objetos quietos, o no? ¿podrías ser capaz de vencer esa fuerza y forzar a los objetos a acercarse el uno al otro?

Por ahora, tendrás que creerme en el cálculo, porque no será hasta el siguiente bloque que haremos números con la Ley de Coulomb. Y el resultado tal vez resulte difícil de creer: cada uno de los objetos repelería al contrario con una fuerza de 9 000 000 000 newtons. Dado que tampoco hemos dedicado ningún bloque a la dinámica hasta ahora, permite que “traduzca” esto a términos que nuestra cabeza comprende bien. Para levantar 1 kg en la Tierra hacen falta más o menos 10 newtons. Para levantar un coche de 1 000 kg, por tanto, hacen falta 10 000 newtons. Dicho de otro modo, cada mano que sujeta la carga de un culombio, para mantenerla ahí, quieta, tendría que hacer la misma fuerza que se necesitaría para levantar 900 000 coches. ¡Toma castaña!

Vamos, que la respuesta a “¿cuánto es un culombio”? es: “una verdadera barbaridad”. No sólo no serías capaz de mantener esos dos objetos quietos, si no los soltases a tiempo te arrancarían los brazos de cuajo. La razón, de la que hablaremos más en detalle en el Bloque II, es que la fuerza electromagnética es de una intensidad terrorífica.

De hecho, si has entendido la verdadera magnitud de un culombio, puedes utilizar las células grises para sacar conclusiones sobre las situaciones en las que te das cuenta de que has notado cargas eléctricas: por intenso que te pareciese entonces el fenómeno eléctrico que fuera, tiene que haberse tratado de desequilibrios de carga absolutamente minúsculos.

Por cierto, ¿por qué digo “te das cuenta de que has notado” y no simplemente “has notado”? ¡Porque estás notando la fuerza de Coulomb constantemente! Otra cosa es que no te parezca que haya electricidad por ningún lado cuando coges una piedra o caminas por el suelo, pero un ejemplo relativamente sencillo debería hacerte ver lo contrario:

Los dedos de mi mano están compuestos de átomos. Lo mismo sucede con las teclas con las que estoy escribiendo este texto. Cuando mi dedo está lejos de la tecla (“lejos” = “a una distancia mucho mayor que el tamaño del átomo”), la posición exacta de los electrones y protones en los átomos es irrelevante: mis átomos ven a los de la tecla “negros”, es decir, con cargas superpuestas, y los de la tecla ven a los de mi mano exactamente igual. ¿Qué noto entonces? Absolutamente nada.

Pero, si acerco mi dedo a la tecla hasta que la distancia sea suficientemente pequeña como para notar las posiciones relativas de cada partícula que compone los átomos (traducción a nuestro lenguaje cotidiano: si “toco la tecla”), mis átomos y los de la mesa se ven como son: un núcleo verde rodeado de una nube roja de electrones. Y, de acuerdo con la Ley de Coulomb, cuanto más cerca están las cargas, con más intensidad se atraen o repelen. Pensemos con un poco de cuidado sobre lo que sucede entonces.

Mis núcleos verdes se repelen con los núcleos verdes de la mesa, y se atraen con los electrones rojos de la mesa; y mis electrones se repelen con los electrones rojos de la mesa, y se atraen con los núcleos verdes de la mesa. Dado que las cargas totales rojas y verdes son las mismas, ¿quién gana? Gana, y con diferencia, la repulsión entre mis electrones rojos y los electrones rojos de la mesa, dado que son los que están más cerca unos de otros.



Es más: si me empeño en seguir acercando mi dedo a la tecla, la repulsión será mayor y mayor. Tanto que, estrictamente hablando, nunca puedo llegar a tocar “realmente”, por ejemplo, una mesa, porque la fuerza de repulsión se hace muchísimo mayor que la que puedo ejercer yo con mis patéticos deditos. Desde luego, todos nos entendemos, pero en este sentido físico, “tocar” significa “acercar una cosa a otra lo suficiente como para notar la fuerza de repulsión entre las nubes electrónicas de ambas cosas”.

De hecho, cuando me empeño en acercarme a la tecla, llega un momento en el que la fuerza con la que nos repelemos es mayor que la fuerza elástica del muelle que la mantiene en su sitio, y entonces, empujo la tecla. Sólo que es un empujón indirecto, como el de un imán que se acerca a otro hasta empujarlo sin realmente tocarlo. La cuestión es que la distancia entre una y otra es tan pequeña que me es imposible verla; y “noto que la toco”, sólo que lo que estoy notando realmente con los nervios de mi piel es esa fuerza de repulsión.

Lo mismo sucede cuando estoy de pie sobre el suelo: realmente, no estoy tocando el suelo “de verdad”, estoy levitando sobre él, pero a una distancia comparable al tamaño de un átomo, claro, o la fuerza de repulsión no vencería a las otras entre protones y electrones de uno y otro lado. De modo que la fuerza de Coulomb es lo suficientemente intensa como para sostenerme sobre el suelo (y mucho más); y, si no existiera, dada la cantidad de espacio vacío entre átomos y dentro de cada átomo, atravesaría el suelo y seguiría cayendo hacia el centro de la Tierra, porque nada me sujetaría. Pero yo no soy lo único que la fuerza de Coulomb sostiene: la propia Tierra no se colapsa sobre sí misma por su propia atracción gravitatoria porque los átomos de las capas más profundas se repelen, a través de las nubes electrónicas rojas de unos y otros, a las capas superiores del planeta.

Colapso gravitatorio y enanas blancas

La fuerza eléctrica, como hemos visto, es de una intensidad tremenda, y basta para “sostener” la Tierra, de modo que su propia gravedad no la haga colapsarse sobre sí misma. Dicho de cierto modo, la fuerza de repulsión entre nubes electrónicas “sostiene el peso de la Tierra”. Pero ¿y si la Tierra fuera mucho más masiva? ¿Llegaría un momento en el que la fuerza de Coulomb no pudiera sostener tal presión gravitatoria?

La respuesta es que sí: aunque intensa, la fuerza eléctrica tiene un límite, y si se acumula suficiente masa sin que nada más sostenga su propio peso, se produce un colapso cataclísmico. Pero, para que eso suceda, hace falta una cantidad de masa mucho mayor que la de la Tierra: la masa de una estrella.
Lo que sucede cuando una estrella no es capaz de sostener su propia masa mediante la Ley de Coulomb y la presión de la radiación producida por la fusión en su interior es algo de lo que hemos hablado en La vida privada de las estrellas y, en particular, en Las enanas blancas.

Aunque por ahora no entraremos más en esto, las fuerzas de atracción entre cargas positivas y negativas desempeñan otros papeles fundamentales, y sin ellas no habría química ni estarías leyendo este artículo. Pero mi objetivo era simplemente hacerte ver que sí, efectivamente, sí que notas la fuerza de Coulomb y el hecho de que las cosas tienen carga todo el tiempo. Es imposible escapar de ella, ya que estamos compuestos de enormes cantidades de carga de ambos tipos (dentro de un momento veremos cuánta).

Pero, a veces, notamos las cargas eléctricas y la Ley de Coulomb de un modo que no podemos ignorar. Uno de los fenómenos en los que las cargas se muestran sin tapujos, y se pone de manifiesto la inmensidad de un culombio, es la electrización.

Electrización

“Electrización” es un nombre, en mi opinión, desafortunado, como tantos otros en este Bloque. Electrizar un cuerpo significa conseguir de algún modo desequilibrar las cargas de un cuerpo (quitando cargas de un tipo o añadiendo cargas del contrario). El nombre, como digo, no me parece muy bueno, porque suena como si antes no hubiera “electricidad” en el cuerpo y se la estuviéramos dando, pero no es así — lo único que hacemos es crear un minúsculo desequilibrio entre las cargas de ambos tipos en el cuerpo.

Es así como casi todos entramos en contacto con la electricidad de un modo obvio. Los fenómenos resultantes de la electrización de los cuerpos reciben el nombre colectivo de “electricidad estática”, un nombre que tampoco me gusta lo más mínimo. Seguro que sabes de lo que estoy hablando: frotas un peine de plástico contra tu pelo y, si lo acercas a un trocito de papel, notas la fuerza de Coulomb.

La manera en la que solemos conseguir esto es mediante la triboelectricidad, o electricidad por frotamiento. ¡Otro nombre malísimo! Dicho mal y pronto, cuando se ponen en contacto dos objetos, mediante adhesión, golpes o frotamiento, en determinadas circunstancias, uno de ellos puede “robar” electrones al otro, de modo que uno se queda con un exceso de electrones y el otro con un defecto de electrones, es decir, ambos quedan cargados (en el sentido de que tienen un desequilibrio entre los dos tipos de cargas). De ahí que el nombre no sea bueno: se puede lograr esta electrización por contacto frotando los cuerpos, pero hay otros medios. Si alguna vez has botado un balón de baloncesto y luego has sentido un chispazo al tocar otra cosa, sabes a lo que me refiero.

El caso más típico es el cepillarse el pelo con un cepillo o peine de plástico: a veces, el cepillo se lleva algunos electrones del pelo, con lo que el cepillo o el peine queda cargado negativamente y el pelo positivamente, y ambos se atraen (quién roba electrones a quién depende, en último término, de la naturaleza de los dos materiales a escala atómica y de sus “hambres de electrones” relativas). Estoy convencido de que has notado esto. Dicho en términos de nuestras cargas de colores, el cepillo se ha llevado un poco de carga roja del pelo:

Triboelectricidad

Tanto el pelo como el cepillo quedan cargados, y se atraen. Esto es precisamente lo primero que te pedí que hicieras en el Experimento 1 del artículo anterior (si no lo hiciste, no pasa nada, puedes seguir entendiendo esto sin problemas aunque no lo hayas visto tú mismo): que frotases un cepillo o peine de plástico contra tu pelo. Ahora entiendes la primera de las dos cosas importantes que sucedieron durante el experimento — el cepillo “robó” algunos electrones a tu pelo.

Pero para entender qué es lo que sucedió después (que, al acercar el peine al agua, el chorro de agua se curva y se acerca al peine de plástico) hace falta comprender el segundo método fundamental de electrizar una sustancia. Es posible desequilibrar las cargas de un cuerpo sin tocarlo; es decir, es posible inducir, indirectamente, un desequilibrio de cargas en un cuerpo, utilizando la maravillosa Ley de Coulomb. El resultado no es que el cuerpo tenga más cargas positivas que negativas ni viceversa, de forma total, sino que la distribución de cargas sea diferente a la de antes, de modo que una parte del cuerpo quede cargada negativamente y la contraria positivamente. Esta electrización sin contacto, indirecta, se denomina inducción electrostática, y es lo que hiciste tú al acercar el cepillo de plástico al agua del grifo.

Es evidente que lo que pasa al acercar el peine al agua no es trata de un fenómeno triboeléctrico, porque el peine nunca toca el agua, de modo que no ha podido “robarle electrones”. Si la materia realmente no tuviera carga alguna, lo que viste al hacer el experimento nunca podría suceder. La clave de la cuestión es que tanto el cepillo como el agua son una superposición de verde y rojo; en el caso del agua, una superposición completa (el agua es “negra”), en el caso del cepillo, con un poco más de rojo que de verde, porque robó electrones a tu pelo, con lo que tiene un ligero exceso de electrones, de carga roja. ¿Qué pasa al acercar el cepillo al agua? Que la Ley de Coulomb hace su aparición una vez más, y se produce la inducción electrostática.

La situación, en gráficos de rojo y verde, es básicamente la siguiente (los dibujos, por si no lo habéis notado, son míos, no de Geli, así que la calidad es… bueno, la que es):

Inducción electrostática 1

Pero recuerda: el agua en el dibujo no es negra porque no tenga ninguna carga; es negra porque es la superposición de rojo y verde. Y esos rojo y verde sufren sendas fuerzas al acercar el cepillo… la carga roja es repelida, la carga verde atraída… y entonces se rompe la superposición completa, porque las cargas se mueven dentro del agua: no mucho, como veremos más adelante, simplemente un poquito:

Inducción electrostática 2

El agua se ha electrizado, es decir, se hace ahora evidente que existen cargas en ella, aunque su carga total siga estando completamente equilibrada. Esta electrificación no es por contacto como antes, sino por un simple acercamiento: el agua se ha electrizado por inducción. Esta inducción, por cierto, no es la misma que la inducción de las ollas de inducción, a eso llegaremos más adelante en la serie. ¡Pero la cosa no acaba aquí!

Ahora entra en juego, otra vez, la influencia de la distancia en la Ley de Coulomb: sí, el rojo del cepillo repele al rojo del agua y atrae al verde del agua… pero el verde está más cerca. Como consecuencia, la atracción es más fuerte que la repulsión, y el agua se acerca al cepillo. Incluso la carga negativa se acerca, porque las fuerzas internas del agua son más intensas que las que ejerce el cepillo, con lo que la carga verde que se acerca “tira” del resto del agua, y todo el líquido se curva hacia el cepillo:

Inducción electrostática 3

La verdad es que verlo con tus propios ojos es mucho más revelador que leer mi descripción o ver los tristes diagramas, pero bueno.

Según el agua sigue fluyendo hacia abajo y se aleja del cepillo, claro, las fuerzas de atracción y repulsión van desapareciendo hasta que no se notan, con lo que el líquido vuelve a caer verticalmente como si el cepillo no estuviera ahí, mientras que el agua “nueva” que cae del grifo, al acercarse al cepillo cargado, sufre el mismo fenómeno. Pero, si has realizado este experimento y anteriormente entendiste la magnitud real de un culombio, creo que la conclusión debería ser clara: las cargas “desnudas” (sin ser solapadas por una carga igual de signo contrario) que percibimos en la vida cotidiana son minúsculas comparadas con un culombio. Si no fuera así, esa leve y sutil fuerza que sufre el agua te bañaría en una ducha infernal, mientras que el cepillo se rompería en pedazos por las fuerzas cataclísmicas que sufriría.

Dicho de otro modo: cuando frotas el cepillo contra tu pelo, el desequilibrio entre cargas es una nimiedad comparado con la carga total, positiva y negativa, que hay en tu cuerpo. Fíjate que ya hemos dicho –y creo que deberías estar convencido– que un culombio “desnudo” originaría una fuerza de Coulomb catastrófica, con lo que cualquier desequilibrio de carga que hayas visto seguramente ha sido mucho más pequeño. Pero, igual que un culombio es mucho mayor que las cargas “desnudas” que has visto, la carga total de cada tipo en tu cuerpo es muchísimo mayor que 1 C. Para que te hagas una idea, hay unos cuantos miles de millones de culombios (!) de carga negativa, y aproximadamente los mismos de positiva, en tu cuerpo. ¡Tela marinera!

Lea el artículo completo en:

El Tamiz

La Primera Parte AQUÍ: (Electricidad I - Carga Eléctrica)

7 descubrimientos al azar que cambiaron la historia



La casualidad forma parte de muchos de los descubrimientos que se realizan a diario en la ciencia. Algunas de estas invenciones han tenido evidentes aplicaciones prácticas en la sociedad.

Hoy presentamos una lista de descubrimientos al azar, inventos que nacieron de la casualidad, y que han cambiado buena parte de nuestra forma de vida como sociedad. Gracias a sus descubridores, que fueron conscientes de lo fortuito de su invento, y supieron desarrollarlo, contamos con varias aplicaciones en diversas áreas, como la medicina o la tecnología:

El antibiótico descubierto gracias a un descuido

Cuentan que Alexander Fleming, científico escocés que trabajaba en el ámbito de la microbiología en el Hospital St. Mary de Londres, era un hombre un tanto despistado. Su laboratorio estaba realmente desordenado, dicen que incluso fumaba trabajando, algo hoy impensable en cualquier centro de investigación.
Fleming observó que en unas placas donde había cultivado una bacteria llamada Staphylococcus aureus, había crecido de repente un hongo contaminando su trabajo. En lugar de enfadarse, Fleming observó que alrededor de donde estaba localizado el hongo, no existía cultivo bacteriano. Parecía como si “algo” producido por el hongo inhibiera el crecimiento de la bacteria. Efectivamente ese “algo” se comprobaría más tarde que era la penicilina, uno de los antibióticos más utilizados para tratar las enfermedades infecciosas.
Posteriormente, gracias a los trabajos de otros investigadores como Florey y Chain, se pudo aislar la penicilina y purificarla para su producción masiva. Pero sin duda, este antibiótico forma parte de esos descubrimientos al azar que mejoraron la medicina.

Nuestros imprescindibles post-it

La historia de los conocidos Post-it también forma parte de esta lista de descubrimientos al azar. El investigador Spencer Silver, que trabajaba en la compañía 3M, trataba de mejorar los adhesivos de acrilato. Lo que descubrió en realidad fue un adhesivo que “se formaba a sí mismo en pequeñas esferas y no conseguía pegarse con mucha fuerza”. ¿Pero para qué podría servir?

Art Fry, otro de los investigadores de 3M, resolvió esta cuestión gracias a una frustración personal. Cansado de que el papel separador de las páginas se le cayera constantemente, pensó que el adhesivo de Silver podría utilizarse para construir notas adhesivas. Una historia cuanto menos curiosa, que une el azar con una aplicación práctica muy utilizada en nuestro día a día.

La pastilla azul para tratar la angina de pecho

La investigación de medicamentos está caracterizada por ser a veces de lo más fortuita y sorprendente. Como ocurrió con la penicilina, la historia del sildenafilo (más conocido como Viagra) es cuanto menos particular. En 1985, la compañía farmacéutica Pfizer trabajaba en un fármaco para tratar la angina de pecho y la hipertensión.

Cuando comenzaron los ensayos clínicos, vieron que el sildenafilo no cumplía las expectativas esperadas. Sin embargo, al aumentar la dosis al máximo, vieron que existían varios efectos secundarios (dolor de cabeza, indigestión, problemas visuales, dolores musculares y…curiosamente, un cambio en la función eréctil).
Los investigadores en Pfizer comprobaron que el nuevo fármaco podría ser utilizado en pacientes con impotencia. El resto de la Historia es conocido por todos: ventas millonarias de la famosa pastilla azul y un tremendo éxito comercial importantísimo para esta compañía.

Del caucho quemado a una gran empresa de neumáticos

Conocemos como vulcanización al proceso mediante el cual se calienta caucho crudo en presencia de azufre, con el objetivo de endurecerlo y volverlo resistente al frío. Este proceso de fabricación fue descubierto por accidente por Charles Goodyear en 1839.

Cuatro años más tarde patentaría su invención, y en 1853, en un libro autobiográfico, contaría su experiencia. Curiosamente, la famosa compañía de neumáticos Goodyear no fue fundada por el descubridor de la vulcanización del caucho, sino por Frank Seiberling, quien utilizó esa denominación de la empresa como homenaje al inventor por casualidad de uno de los productos más usados hoy en día.

LSD: Todo empezó en un parto

Albert Hoffman era un químico que a finales de los años treinta trabajaba tratando de purificar los compuestos producidos por el cornezuelo de centeno, para así utilizarlo y evitar las hemorragias que se producen tras el parto.

De este modo consiguió aislar la dietilamida del ácido lisérgico, y trabajando con este nuevo compuesto en su laboratorio, lo ingirió por accidente, al caerse una gota en sus dedos. Contaba Hoffman en una entrevista que “estaba en el laboratorio y comenzó a sentirse extrañamente mareado, vio cómo los colores cambiaban, su humor también, tenía la impresión de que hasta su personalidad había variado”. En otras palabras, el químico realizó “el primer viaje” sin quererlo, antes de el LSD fuera la conocida droga psicodélica famosa en los sesenta y setenta.

Los rayos desconocidos

Esta invención fue merecedora del Premio Nobel de Física en 1901. Wilhelm Conrad Röntgen trabajaba en unos experimentos con los rayos catódicos y gracias al azar, observó cómo una lámina de cartón (impregnada en cianuro de Pt-Ba) mostraba fluorescencia.

Röntgen lo difundió entre la comunidad científica y hasta hubo quien le tachó de mentiroso. Sin embargo, la publicación de un artículo suyo en el British Medical Journal, donde adjuntó una de las primeras radiografías en la que se veía un brazo fracturado, sirvió para que se creyera su descubrimiento y su potencial uso diagnóstico. Como curiosidad, el científico llamó a su descubrimiento “rayos X” porque no sabía muy bien su origen.

Grafeno: el material que vino del celo

El descubrimiento del que se conoce como material del futuro es cuanto menos curioso. En 2004, el físico Andre Geim trabajaba en la Universidad de Manchester, buscando una nueva línea de trabajo para un alumno de doctorado. Como otro de sus estudiantes trabajaba en grafito, y para hacerlo se necesitan superficies que estén lo más limpias y pulidas posibles, utilizaban un sistema bastante rudimentario para conseguirlo.

¿Cómo se obtienen estas superficies limpias y pulidas? El método empleado es bastante arcaico, ya que pegan un trozo de cinta adhesiva sobre la superficie, y tiran con fuerza. Así consiguen arrancar las capas más superficiales, y posteriormente analizaban el grafito que quedaba. Las cintas de celo utilizadas anteriormente se desechaban sin más. Sin embargo, a Geim se le ocurrió investigar qué era lo que quedaba en el celo, y lo que ocurrió fue increíble. En las cintas que antes se tiraban, quedaban monocapas cristalinas de grafito, en otras palabras, grafeno.

Las propiedades de este material están provocando una auténtica revolución tecnológica en nuestros días. Este último invento de la lista de descubrimientos por azar es de tal importancia que fue el motivo por el que Geim y su estudiante recibieron el Nobel de Física en 2010.

Existen muchos más descubrimientos al azar aparte de los que hemos contado hoy. Inventos como el velcro o el teflón, productos utilizados en medicina como los primeros anticoagulantes y otro tipo de aplicaciones forman parte de ese conjunto de hallazgos fortuitos que cambiaron la historia.

Sin duda, hechos que ocurrieron por casualidad, pero cuya aplicación práctica no hubiera sido posible sin la causalidad y el trabajo constante de sus inventores. Porque como decía Louis Pasteur, “la suerte solo favorece a las mentes preparadas”.

Tomado de:

La Mula

Miyoung Chun, del Proyecto BRAIN: “Quizás ni sepamos lo que queremos aprender”

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A principios de abril se conoció la noticia de que el gobierno de Estados Unidos invertirá US$100 millones para mapear el cerebro humano, mediante un proyecto similar al que se emprendió para lograr el mapa del genoma humano.

El BRAIN (por sus siglas en inglés Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies), fue anunciado por el presidente Barack Obama durante su discurso del Estado de la Unión, donde destacó que el éxito del proyecto dependerá de la cooperación del gobierno, universidades, fundaciones y empresas.

Pero quien ha sido en parte responsable de este logro es Miyoung Chun, especialista en genética molecular y vicepresidenta de los programas científicos de la Fundación Kavli, dependiente de la Universidad de Yale, quien durante el último año y medio coordinó la comunicación y avances del proyecto entre los organismos involucrados para lograr este punto de partida.

En una entrevista realizada por el sitio Technology Review, Miyoung Chun destacó como un hito este emprendimiento pero fue sincera sobre lo que les esperará a los científicos involucrados: “Quizás ni sepamos lo que estamos tratando de aprender”.

Chun destacó los avances logrados los  últimos 100 años en materia de neurociencia, pero también aclaró que a pesar de que en la actualidad es posible medir la actividad de entre 30 mil y un millón de neuronas en simultáneo, muchas de las funciones cerebrales más importantes requieren desde cientos de miles a varios millones de neuronas, algo imposible de medir en este momento.

El principal objetivo de BRAIN será justamente generar herramientas para medir este tipo de actividades masivas, para no sólo mapear el cerebro sino también tener una teoría general definitiva de su funcionamiento.


“Queremos entender cómo razonamos, cómo memorizamos, cómo aprendemos, cómo nos movemos, cómo funcionan nuestras emociones. Estas habilidades nos definen. Y sin embargo, casi no entendemos nada de ellas”, afirmó Chun, quien considera imprescindible el aporte de la nanotecnología a este proyecto, ya que el cerebro funciona a esa escala.

 ¿Qué sentido tiene poder medir más si no entiendes lo que significa?, le preguntaron a la científica, a lo que respondió que BRAIN no sólo se trata de medir actividad sino de relacionarla con enfermedades y sucesos conocidos en la actualidad y lograr crear mejores prótesis, optimizar tratamientos de recuperación e incluso crear nuevas estrategias para el desarrollo de la educación y las tecnologías inteligentes, con el objetivo de ampliar los límites actuales.

Con respecto al proyecto del Genoma Humano, Chun cree que existen ciertas similitudes con BRAIN por su visión a largo plazo, compromiso global y la alta cantidad de fondos que necesitarán para concretarlo, pero difieren en el objetivo final.

En el caso del Genoma Humano, el proyecto sabía cuándo terminaría: “Cuando se lograran secuenciar 3 mil millones de nucleótidos el trabajo estaría terminado. Para el mapa de la actividad cerebral, sería imprudente fijar un objetivo como el de medir 100 mil millones de neuronas, ya que no sólo es probable que no logremos ese objetivo, sino que tampoco sabemos si una pequeña porción de esas neuronas podrían llegar a darnos todo el conocimiento que necesitamos”.

Como ejemplo de su explicación, recuerda un caso de éxito en estimulación neuronal: “En la actualidad, existen casos como el del científico John Donoghue de la Universidad de Brown que logró que un paciente suyo con un derrame cerebral de más de 15 años, pudiera mover los brazos de un robot para tomar un café, con sólo estimular menos de 100 neuronas ¿Se imaginan lo que podríamos llegar a lograr si pudiéramos estimular 100 mil?”.

Miyoung Chun asegura que no quiere tomarse el proyecto como algo personal, pero que indudablemente, uno de los campos que la desvela de este emprendimiento es el relacionado con la creación de los pensamientos: “A pesar de que asumimos que otras especies tiene pensamientos, los nuestros parecen ser mucho más integrales y complejos. El razonamiento humano, eso que nos lleva a decidir desde lo más pequeño hasta los más grandes actos, hoy es lo más misterioso que vayamos a encarar en este proyecto”.

Link: Entrevista con la pionera el proyecto BRAIN, Miyoung Chun (technology review)

Tomado de:

FayerWayer

"Packbot": el robot que ayudó a buscar al sospechoso del atentado en Boston

Esta máquina permite inspeccionar zonas en busca de explosivos y desactivarlos sin poner en riesgo la vida de los agentes.




Así es el robot que se usó tras el atentado en Boston. (Youtube)
La búsqueda y captura del ciudadano checheno Dzhokhar Tsarnaev, uno de los presuntos autores del antentado en Boston tuvo un protagonista de bajo perfil que colaboró activamente con la policía y que, además, no era humano.

Se trata del “Packbot 510”, un robot fabricado por la empresa iRobot que permitió inspeccionar las zonas en las que, suponían los agentes, los terroristas habían plagado de bombas.

Sin embargo, este robot no solo es capaz de desactivar explosivos, sino también es capaz de soportar extremas condiciones climáticas y hasta se puede usar para negociar con terroristas gracias a un dispositivo de radio.

El robot examinó un vehículo y fue fotografiado por un usuario de Twitter, lo que permitió su identificación
Fuente:

Las raíces de la agresividad: Los primates terroristas

Los dos hermanos chechenos, presuntos autores del atentado de Boston. | Reuters

Los dos hermanos chechenos, presuntos autores del atentado de Boston. | Reuters
En los atentados terroristas, como el ocurrido en Boston el martes pasado, en el que varias bombas estallaron al paso de los corredores de una maratón, se puede extraer mucha información a partir de la cual generar debate sobre el simio bipolar que es el ser humano, como dice el primatólogo Frans de Waal.

Por un lado están los autores del atentado, los cuales, presuntamente han sido dos jóvenes estudiantes chechenos con permiso de residencia en los Estados Unidos. Sea cual sea el mantra que se repitieron a sí mismos para justificarlo, uno de los elementos esenciales es que estamos ante grupos de personas que utilizan el miedo como elemento de persuasión, debido a que apuestan por causas que no pueden ser defendidas mediante las palabras y el debate.

Los chimpancés carecen de lenguaje hablado y de afiliación religiosa, pero existen comunidades en los que un individuo o varios pueden llegar a comportarse como verdaderos terroristas. Algunos individuos muestran comportamientos xenofóbos, motivados una ansiedad que, tanto a ellos como a nosotros los humanos, nos genera "el otro" o "lo diferente". Por esta razón hay que tener mucho cuidado cuando se forman grupos de primates de manera artificial, ya que siempre es un momento de gran tensión.

El resentimiento del macho expulsado

Pero también hemos identificado otras causas. En varias especies de primates, algunos machos jóvenes son expulsados del grupo a la fuerza. Estos suelen aliarse con otros machos que están en su misma situación, creando así una tropa compuesta exclusivamente de machos expulsados o periféricos. Este tipo de alianzas pueden ser peligrosas.

De modo similar y sin ser en caso alguno una justificación para realizar tales atrocidades, muchos terroristas y asesinos en serie tienen en común un sentimiento de rechazo o expulsión, ya sea en su país de origen o destino.

En Sudáfrica, por ejemplo, se han producido más de cien muertes de rinocerontes por ataques de elefantes en tiempos recientes, una especie con la que no se tenía noticia de que entraran en conflicto. Cuando se estudió el historial de los agresores, todos tenían en común el que eran huérfanos macho que habían presenciado la muerte de sus madres, en la mayoría de los casos por armas de fuego, a manos de cazadores furtivos. La solución consistió en introducir individuos adultos de elefantes que controlaran la agresividad de los más jóvenes.

Hasta tiempos recientes, se pensaba que los terroristas eran psicópatas, pero en estudios de personalidad quedó reflejado que no poseen trastornos de la personalidad diferentes a los de las personas 'normales'. Posteriormente se hicieron estudios en barrios donde habían nacido y habitado tradicionalmente los terroristas. Tampoco se encontró una mayor tasa de este desorden.

El lado positivo de nuestro instinto tribal

Pero por otro lado está la reacción de las víctimas y la sociedad a la que pertenecen. Tanto en el 11-S como el 11-M, la actitud de la ciudadanía fue ejemplar. Boston no ha sido una excepción. En estas circunstancias es cuando más comportamientos altruistas por segundo se producen. Es el momento en el que se activa el lado más positivo del instinto tribal que todos llevamos dentro, responsable de los actos más bellos de nuestra especie.

Gente que se queda sosteniendo la mano de víctimas hasta que una ambulancia libre pueda atenderles, personas que comparten su poco o mucho conocimiento para afrontar este tipo de situaciones, grupos de vigilancia que se organizan de manera espontánea para vigilar los barrios y un largo etcétera.
Del mismo modo, entre primates no humanos es frecuente que se consuelen los unos a otros tras un suceso que ha generado angustia. Estos suelen abrazarse, lo que disminuye el estrés. Y es que la cohesión es una buena estrategia ante las consecuencias psicológicas del miedo.

Cohesión y unidad frente al dolor

Pero los humanos, además del uso del contacto físico, también somos capaces de contener la ansiedad del grupo mediante la palabra, lo que nos permite llegar a más gente de manera simultánea. El discurso pronunciado por Obama es un intento de aliviar el dolor psicológico en forma de estrés, tristeza o angustia que estos atentados terroristas han generado. La llamada a la cohesión, la unidad y la corresponsabilidad en superar estos sucesos es lo mismo que haría un líder de una tribu africana tras un asesinato de uno de sus miembros.

Algunos expertos en psicología del terrorismo, como Clark McCauley, creen que debemos aceptar que todos podemos ser terroristas bajo determinadas circunstancias. Aceptemos o no esta hipótesis, esta ínfima minoría violenta representa lo peor del ser humano. El límite extremo negativo de lo que es capaz de hacer el simio bipolar que representa el ser humano.

Aún así, no podemos permitir que acontecimientos como el de Boston nos hagan centrar la atención en el lado más oscuro y eclipsen el hecho de que por cada gramo de metralla emergen miles de acciones altruistas, las cuales ponen al descubierto nuestro mejor lado como especie.

Fuente:

El Mundo Ciencia
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