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3 de enero de 2011

NASA: "2012", la película más absurda


John Cusack, en una escena de '2012'.

'2012', 'El Núcleo' y 'Armaggedon' son los filmes más rocambolescos
'Blade Runner', 'Gattaca', 'Metrópolis' y 'Parque Jurásico', las más plausibles
Desde el punto de vista científico, la mayoría de las películas salen mal paradas


En términos estrictamente científicos -y puede que también cinéfilos- '2012' es la película más absurda de la historia del cine. Así al menos lo creen en la NASA, cuyos expertos han repasado el género de la ciencia ficción buscando los argumentos menos afortunados.

Varios miembros de la Agencia Espacial Estadounidense se reunieron en California para charlar sobre las películas de ciencia ficción que más se aproximan a la realidad y también sobre las que tienen unas tramas más absurdas o descabelladas. Y si bien encontraron argumentos plausibles, como el de la mítica 'Blade Runner' de Ridley Scott o el de la menos conocida 'Gattaca' -la película de Andrew Niccol protagonizada por Ethan Hawke, Uma Thurman y Jude Law-, la mayoría de cintas analizadas desde el punto de vista estrictamente científico no salen muy bien paradas.

También recibieron los parabienes de los expertos el clásico 'Metrópolis' y la primera entrega de 'Parque Jurásico'. Harrison Ford, en una escena de 'Blade Runner'.

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El Mundo Ciencia

1. Los occidentales somos demasiado raros para representar a la "naturaleza humana"

De acuerdo con Henrich, Heine y Norenzayan [PDF], los trabajos científicos basados en estudiantes de universidades norteamericanas o europeas sencillamente no sirven para hacer fastuosas generalizaciones sobre el género humano. Los habitantes de las sociedades occidentales democráticas, liberales y burguesas estamos situados en un extremo del espectro humano en cuyo recorrido se aprecian diferencias significativas en aspectos tan variados como el razonamiento económico o la percepción del espacio. Cuidado por tanto con la "naturaleza humana".

2. Los niños saludables no necesitan "un padre y una madre"

Las ciencias sociales no apoyan las vehementes protestas de los líderes religiosos y sus amigos contra la paternidad y maternidad no heterosexual. Según el único estudio longitudinal sobre Familias Lesbianas en los EE.UU., publicado hasta la fecha, en la revista Pediatrics, los hijos criados por parejas lesbianas son tan saludables y sociables (de hecho, algo más saludables y sociables) como los criados por parejas heterosexuales. Las evidencias sí respaldan la idea de que los niños criados por dos padres (o por dos madres) son más saludables y menos conflictivos que los criados por familias monoparentales o desestructuradas, pero no sirven para avalar la censura dogmática contra padres o madres del mismo sexo.

3. Las adolescentes que abortan no tienen más problemas mentales

El llamado "síndrome posaborto", tan divulgado por los activistas contrarios al aborto, está fundamentado en ciencia cuestionable y en serias dificultades metodológicas que hacen que sus resultados sean imposibles de replicar, según un análisis de Julia Steinberg (Universidad de California) y Lawrence Finer (Instituto Guttmacher) publicado en Social Science and Medicine [PDF]. Este estudio apoya la idea de que la salud mental posterior al aborto no está condicionada en sí por la experiencia del aborto, sino por el estado previo de la salud mental en la mujer.

4. El maltrato animal está asociado al maltrato de seres humanos

Este mismo año un trabajo de dos criminólogos, publicado en Journal of Interpersonal Violence [PDF] confirmó la sospecha largamente sostenida de que el maltrato a los animales es una "bandera roja" del maltrato doméstico interpersonal y que, en consecuencia, parece existir una relación bastante estrecha entre la crueldad contra los animales y contra los seres humanos. Nuria Querol Viñas [PDF], especialista en crueldad contra los animales, también había alertado contra el impacto negativo que el ser testigo o partícipe de estos actos de crueldad tiene sobre el desarrollo emocional de las personas, sugiriendo líneas de intervención más tempranas y sensibilizadoras en niños y adolescentes. Resulta prácticamente inevitable deducir que este conjunto de estudios convergentes son significativos para informar los debates públicos sobre espectáculos que involucran formas de maltrato animal.

5. Los ateos saben más de religión que los creyentes. Y los científicos son bastante "místicos"

El ateísmo normalmente no se fundamenta en una ignorancia de la religión. De hecho, los no creyentes encuestados por Pew Forum on Religion and Public Life este año resultaron ser los que más conocimientos acreditaron sobre religión, por encima de todos los grupos confesionales (quienes más se acercaron fueron judíos y mormones). Por otra parte, la socióloga Elaine Ecklund, después de encuestar a más de 1700 científicos (procedentes tanto de las ciencias naturales como de las humanas, aunque con la destacada ausencia de filósofos y matemáticos) ha subrayado el carácter "espiritual" del gremio, incluso entre quienes se consideran ateos. Este trabajo está claramente orientado a mostrar que los científicos son menos hostiles a la religión de lo que se piensa, aunque sus resultados también muestran con claridad que los científicos son mucho menos confesionales, mucho más escépticos y mucho más ateos que prácticamente cualquier otro segmento de población.

6. La igualdad es buena para la salud (también de los ricos)

Un recordatorio difícil de seguir en tiempos de crisis es que las sociedades más igualitarias (y liberal-democráticas; no vale Corea del Norte) casi siempre son más saludables en términos generales. La idea es defendida por dos expertos en epidemiología social, Pickett y Wilkinson, en British Medical Journal: "los beneficios de una mayor igualdad tienden a ser mayores entre los pobres pero parecen extenderse a todo el mundo", que además invitan a los políticos y expertos para que reparen los daños sociales provocados por el aumento de las desigualdades, al menos desde la década de los 70 del año pasado. Y por sí los datos socioeconómicos y políticos no bastaran, las neurociencias también apoyan últimamente la idea de que en el ser humano existe una "aversión a la desigualdad" que podría hacer que las políticas igualitaristas nos resultaran más "naturales" y quizás más recomendables.

7. La educación científica previene contra la religión

Según un trabajo de Darren Sherkat (comentado aquí) el efecto de las creencias religiosas sobre la educación científica es palpablemente negativo en particular entre extremistas (por ejemplo, cristianos literalistas) en los EE.UU. La asociación ha sido analizada también por Tom Rees, empleando datos del World Values Survey que confirman una relación claramente negativa entre el conocimiento científico y el porcentaje de personas para las que la religión es "muy importante" (cuánta más importante es la religión para las personas, menos conocimientos científicos tienden a tener). Por más esfuerzos que los "acomodacionistas" intenten hacer para reconciliar ciencia y religión, las tendencias sociales muestran una y otra vez que la relación tiende a ser negativa a la larga.

Fuente:

La Revolución Naturalista

Redes: El cerebro no busca la verdad sino sobrevivir

Un título bastante discutible. He aquí el video:




Vanidoso y ególatra, nuestro cerebro trata de convencerse siempre de la opción más cómoda, de la que concuerda mejor con su propia realidad. Por eso memoria e inconsciente se encargan de ajustar lo que no encaja, de cambiar lo que no gusta, de eliminar lo que duele y de ensalzar lo que agrada.

De esos mismos mecanismos surge en los humanos la habilidad para caer fácilmente en estereotipos y prejuicios que, llevados al extremo, pueden conducir a tensiones y conflictos.

De la mano de la psicóloga Cordelia Fine conoceremos las artimañas que utiliza el cerebro humano para construirse un mundo más agradable y benévolo. Veremos además lo mal que lleva la fuerza de voluntad y hasta dónde le pueden llevar los miedos y prejuicios.

John Bardeen, el único hombre en ganar dos premios Nobel de Física

La historia de la ciencia no siempre es justa con sus protagonistas: Mientras que algunos científicos gozan de enorme popularidad, otros son poco conocidos o incluso olvidados por la población en general. Y lo más curioso es que, paradójicamente, en muchas ocasiones estos científicos "poco conocidos" han realizado importantísimas aportaciones a la ciencia. Es el caso del físico John Bardeen, uno de los científicos más importantes del siglo XX y que, por desgracia, no goza de una fama a la altura de sus contribuciones. El periódico Chicago Tribune definió a la perfección la figura de Bardeen en la historia:

“Para los científicos Bardeen es un Einstein. Para el público en general es un … ¿John qué?”

Bardeen nació en Madison (Wisconsin) en el año 1908. Su padre era profesor de anatomía y llegó a ser el primer decano de la facultad de medicina en la universidad de Wisconsin, y su madre, que gozaba de cierta fama, se dedicaba al mundo del arte. Por tanto, se puede decir que John nació en una familia intelectual que siempre le alentó a los estudios. Además, el chico era bastante despierto y tenía pasión por la ciencia: Cuando estaba en séptimo grado, su profesor le dijo que gozaba de un gran talento para las matemáticas y que en un futuro podría conseguir un trabajo dentro de ese campo.

Terminó la educación secundaria con 15 años, pero sus profesores aseguraron que, si él hubiera querido, podría haberla abandonado varios años antes (se cree que la decisión de no abandonarla por parte de Bardeen fue la muerte de su madre, que tenía cáncer, además de que quería ampliar sus estudios todo lo posible). En la universidad pasó a formar parte de algunas de las más importantes asociaciones estudiantiles y se licenció en ingeniería. Más tarde, en el año 1936, acabaría consiguiendo un doctorado en la materia que más amaba: La física matemática.

Influenciado y apoyado por científicos tan importantes como Paul Dirac, Werner Heisenberg o Van Vleck, su carrera tenía un futuro prometedor. Y así fue.

Su carrera profesional pasó por varias etapas. En un principio, trabajó como profesor, luego trabajó para varias empresas e, incluso, le ofrecieron participar en el Proyecto Manhattan (trabajo que rechazó, a pesar del éxito que pudiera haber ganado allí). Finalmente, el lugar en el que se sintió más cómodo fue en el laboratorio Bell, donde pasaría una buena parte de su vida.

Pero dejemos a un lado su trayectoria y vayamos a lo importante: ¿Por qué Bardeen se merece un puesto más importante en la historia de la física? Vamos a verlo...

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El Busto de Palas

¿Por qué no vivimos eternamente?



La vida es un bien preciado por la humanidad desde tiempos ancestrales. Leyendas y mitos a lo largo y ancho del globo muestran como un gran tesoro el elixir de la eterna juventud. Con la evolución de la ciencia y la medicina en los últimos años hemos conseguido alargar notablemente la esperanza de vida media, pero aún así sigue siendo complicado llegar a los cien años. ¿Acaso existe un límite infranqueable?

La experiencia nos muestra que nacemos, crecemos, envejecemos y morimos. La vida consiste básicamente en el crecimiento y el envejecimiento. Estos dos procesos que normalmente asociamos a edades tempranas y a edades tardías, en cierto modo están siempre presentes. En los primeros años dominan los procesos de crecimiento, mientras que una vez que alcanzamos la edad adulta, son los procesos degenerativos los que dominan. Estos procesos degenerativos consisten en un deterioro gradual de la estructura y la función corporal, que conllevan una disminución de las capacidades que tiene el cuerpo humano para prevenir la enfermedad, que será lo que termine en última instancia con la vida.

Las células del cuerpo no se limitan a dividirse y hacer su trabajo durante el limitado tiempo de vida para luego morir. A medida que el cuerpo envejece, el proceso de división celular se ralentiza. Poco a poco van aumentando las células del llamado pigmento de “desgaste natural”. No importa lo que intentemos ocultarlo, porque al final, cualquier cuerpo muestra signos de envejecimiento. La piel se arruga, perdemos elasticidad, los cabellos se van mostrando grises y delgados. Y sí, la cirugía estética puede ocultar todo esto, pero no oculta los signos internos: perdemos capacidad de regular la temperatura corporal, los niveles de azúcar o el pH de la sangre.

La causa por la que el cuerpo envejece, y finalmente muere, es que estamos programados para ello. Cada célula de nuestro cuerpo se reproduce por división, pero el número de divisiones de cada célula está limitado. Hasta los años 60, los científicos pensaban que en teoría nuestras células podrían vivir eternamente. Pero ensayos de laboratorio han demostrado que las células humanas se dividen un número característico de veces, y después mueren. De hecho, se ha probado que una célula tomada de un anciano se divide muchas menos veces que una célula de un joven. Incluso si trasplantamos células de un animal viejo a uno más joven, las células trasplantadas mueren en su momento predestinado, sin tener en cuenta la juventud del cuerpo receptor.

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Recuerdos de Pandora

Los cosmonautas de Stalin

El 12 de abril de 1961 un ser humano alcanzó el espacio por primera vez y el mundo ya no volvería a ser el mismo.

La hazaña de Yuri Gagarin es de sobra conocida, pero pocos saben que en 1950 la Unión Soviética estuvo a punto de lanzar cosmonautas en vuelos suborbitales por encima de los cien kilómetros de altura, la tradicional -y subjetiva- frontera del espacio.

De haberlo conseguido, la URSS de Stalin podría haber enviado un hombre al espacio casi una década antes del vuelo de la Vostok 1.

Tijonrávov, el GIRD y la V-2

Para encontrar el origen de esta historia debemos remontarnos al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas aliadas avanzaban por las ruinas de la Alemania nazi encontrando a su paso las instalaciones abandonadas de los cohetes A-4 de Wernher von Braun, más conocidos por el resto del mundo como V-2.

El A-4 era el misil balístico más grande y avanzado jamás construido. La nación que lograse hacerse con su tecnología tendría una clara ventaja en la Guerra Fría que ya se vislumbraba en el horizonte.

Los estadounidenses se cobraron las mejores piezas en esta carrera por conseguir el botín de guerra del A-4 -incluido el propio von Braun-, mientras que los soviéticos tuvieron que conformarse con unas pocas migajas.

Pero eso no detuvo a Stalin.

Centenares de ingenieros soviéticos viajaron a Alemania para estudiar los restos del programa de misiles nazi e interrogar a los ingenieros alemanes. Entre ellos se encontraban figuras como Valentín Glushkó o Serguéi Koroliov, que apenas doce años después se convertirían en los padres de la cosmonáutica soviética.

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