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21 de agosto de 2018

Las papas de colores, desconocidas armas de Perú contra desnutrición y cáncer

El Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) de Perú estudia las características y virtudes de cada una de las variedades para clasificarlas y desarrollar otras nuevas que puedan producirse a gran escala.

Desconocidas fuera de los Andes, las papas de colores como el rojo, morado, negro, naranja o amarillo no solo son idóneas para enfrentar el cambio climático sino que pueden prevenir la desnutrición y el cáncer, según las investigaciones de Perú, cuna mundial de este tubérculo, con más de 3,000 variedades.

Sobre los milenarios andenes donde los incas lograron domesticar las múltiples versiones de la papa, el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) de Perú estudia las características y virtudes de cada una de las variedades para clasificarlas y desarrollar otras nuevas que puedan producirse a gran escala.

Lo hacen en su estación de Zurite, situada en la región andina de Cusco, a unos 3,400 metros de altitud, en la ladera de una montaña convertida en terrazas agrícolas por las civilizaciones del Antiguo Perú, donde las miles de variedades de papas nativas crecen en todo su esplendor.
"Es un lugar privilegiado para nosotros, que tiene más de 3,000 años de desarrollo. Ha sido construido por las civilizaciones preincas. Nos han dejado un legado bien grande, con una valla bien alta, pero creo que podemos superarlo", advirtió el investigador del INIA Ladislao Palomino.
En ese escenario donde se dan la mano la historia y la ciencia, el INIA, adscrito al Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri) de Perú, ha obtenido 26 variedades nuevas para ser comercializadas, donde han logrado conservar las bondades de las papas nativas con una mayor resistencia al clima y un tamaño y forma atractivos para el mercado.
"No lo consideramos como el desarrollo de un simple alimento que llene el estómago, sino que también nos proteja de cualquier enfermedad degenerativa, como los cánceres, por los antioxidantes que tiene", dijo Palomino. 
Ya sean moradas y ovaladas, rojas y redondas o negras protuberantes, las papas nativas que se cultivan en los Andes peruanos tienen "un aporte alto en calorías y proteínas", según Palomino, quien ve en estos tubérculos la solución al problema de desnutrición y anemia que persiste en Perú. 
Esas papas son además las que mejor resistirán el cambio climático por su contenido de fenol, que les da esos colores característicos. 
"Ese es el contenido más importante. Evita que la papa deje de producir con los cambios bruscos de temperatura o de ambiente", agregó Palomino. 
Asimismo, destacó que las papas nativas también pueden ser utilizadas por la industria cosmética para elaborar productos contra el envejecimiento y en el sector textil para elaborar pigmentos. 
El INIA explora así todas las posibilidades comerciales de la papa para ofrecer a los agricultores nuevas alternativas a su milenario producto, que en su mayoría queda para el consumo propio al no encontrar salida en los mercados. 
"No les compran por falta de conocimiento. Al ver la papa de color negro, mucho creen que está enferma, pero están muy equivocados", comentó Palomino, quien reconoció que "hay muchas variedades comerciales de papa nativa, pero hay que hacer promoción y educar al consumidor". 
Por su parte, el jefe del INIA, Miguel Ángel Barandiarán, recordó que uno de los primeros éxitos comerciales de las papas nativas han sido las papas fritas de colores, y también algunas exportaciones de estos tubérculos semicocidos. 
Actualmente en la estación experimental del INIA hay cultivadas 1,251 variedades de papas nativas de las regiones peruanas de Áncash, Cusco, Puno y Apurímac para ser estudiadas e incluidas en el Registro Nacional de la Papa Nativa. 
Ese registro tiene solamente aún 729 papas, muestra de todo el trabajo que le queda por recorrer a Perú para descubrir las virtudes de las miles de papas endémicas que faltan por analizar.

Fuente:

Gestión (Perú)

Inventan en Rusia un cañón láser para destruir basura espacial

Los científicos proponen desarrollarlo a partir de un telescopio instalado en tierra y no en una estación espacial.

Ingenieros de un consorcio instrumental que forma parte de la Agencia Espacial Rusa Roscosmos están desarrollando una tecnología para eliminar la basura espacial, abundante en la órbita, por medio de un láser. Un informe de la corporación al respecto ha llegado a la Academia de Ciencias de Rusia, informa RIA Novosti.

La idea inicial era instalar un láser para dispararlo contra dichos residuos desde la Estación Internacional Espacial, recuerda la fuente. Fue impulsado por científicos japoneses y sus colegas de Europa y Rusia también aportaron posteriormente a su desarrollo. Sin embargo, esta vez los científicos rusos optan por un sistema instalado en tierra.

El informe recomienda desarrollar un "sistema localizador óptico con uso de un láser de cuerpo firme y un módulo de transmisión-recepción óptico adaptivo". Se propone reconvertir en un "cañón láser" el telescopio óptico de 3 metros de diámetro que se está construyendo en el Centro Titov de Óptica Láser de Altái. La función de este telescopio hasta el momento ha sido monitorear los movimientos de los satélites y la basura espacial que les podría amenazar.

Para el suministro eléctrico del cañón se estiman dos modificaciones de osciladores de estado sólido diseñados por la Universidad de Tecnologías de Información, Mecánica y Óptica (ITMO, por sus siglas en ruso) de San Petersburgo.

Fuente:

RT en español

20 de agosto de 2018

Un macabro hallazgo revela dónde y cuándo se registró el primer caso de peste bubónica

Dos esqueletos de la Edad del Bronce hallados en Rusia contenían el genoma de la bacteria ancestral que generó las pandemias más mortíferas del Medievo.

Un reciente hallazgo hecho en un túmulo de la Edad del Bronce en la provincia rusa de Samara suma 1.000 años al primer caso comúnmente aceptado de peste bubónica, que habría ocurrido hace 2.900 años.


El cambio se debe a las excavaciones practicadas en el sitio arqueológico Mijáilovski II entre el 2015 y el 2016, cuando fueron extraídos dos esqueletos enterrados hace aproximadamente 3.800 años. Una osamenta masculina y otra femenina yacían juntas y su estado de conservación permitió identificar la enfermedad que los llevó a la tumba.

Fue la peste bubónica, según determinó un equipo integrado por expertos de la Universidad Federal de Kazán (Rusia) y el Instituto Max Planck para la Ciencia de Historia Humana (Alemania). La cepa no solo fue reconocida por su ADN, sino que este fue secuenciado.

Precursor de la muerte negra

La secuenciación estableció que los dos difuntos del mencionado sitio murieron víctima de la bacteria Yersinia pestis, directamente ancestral a la que generó la plaga de Justiniano en el Imperio bizantino del siglo VI y posteriormente la muerte negra en toda Europa en el XIV y la peste china del siglo XIX.

Dichos brotes tenían a las pulgas como el "vector principal" de la transmisión infecciosa, explicó la biólogo Rezedá Tujbátova. El caso aislado de Samara también tenía "todas las propiedades genéticas para la transmisión eficaz a los roedores, los humanos y otros mamíferos".

Todos los casos previamente conocidos de la cepa de la peste en la Edad del Bronce genéticamente no tenían nada que ver con las posteriores pandemias. La evidencia más temprana del bacilo mortal con capacidades epidémicas se remontaba al siglo IX a.C. y fue recogida en Armenia, según los estudios previos al descubrimiento.

Fuente:

RT en español

19 de agosto de 2018

Siembra y cosecha de agua en Ayacucho

Durante más de 10 mil años, las poblaciones de los Andes establecieron un modelo de vida basado en la agricultura y, a pesar de los enormes cambios sociales, económicos y poblacionales de los últimos siglos, los valores de desarrollo en armonía con el medio ambiente y de complementariedad y reciprocidad siguen siendo la base de la cultura andina, en la cual el agua juega un papel central.

Para las comunidades campesinas andinas el agua es un ser vivo y fuente de vida. Por ello viven en armonía con ella y la protegen. La Asociación Bartolomé Aripaylla (ABA) respalda activamente lo mencionado y trabaja en forma conjunta con las familias campesinas ubicadas en Quispillacta, entre 3500 y más de 4000 msnm, en la provincia de Cangallo, Ayacucho, Perú. ABA es una institución que se identifica con los problemas y necesidades cotidianas de la zona, pues se encuentra conformada por un equipo de profesionales originarios de Quispillacta y otras comunidades aledañas.

Desde hace más de 20 años trabajan juntos y con una sola visión: contar con agua para su consumo, riego de pastos y para la conservación de los pastos comunales. Las prácticas ancestrales aún vigentes han ayudado a estas comunidades a proveerse de agua durante todo el año.

¿En qué consiste la siembra y cosecha de agua?

En el marco de la cosmovisión local, el agua al igual que el suelo y otros componentes de la naturaleza, son considerados “personas” que tienen vida (kawsaqmi). Los pobladores mencionan que hay que “llamar”, “almacenar" y “llevar” al agua, a través de cantos ceremoniales.
La siembra y cosecha de agua de lluvia, consta de las siguientes actividades:
  • Qucha ruway (almacenamiento de agua de lluvia en vasos naturales u hoyadas).
  • Puquio waqaychay (protección y conservación de puquiales emergentes).
  • Plantación de plantas que “llaman agua” o “madres del agua” en ojos emergentes y bofedales.
  • Lliwas (formación de bofedales o humedales).
  • Puquio laqay (mantenimiento festivo de los ojos de agua).
El Qucha ruway consiste en el almacenamiento de agua de lluvia en vasos naturales mediante la construcción de diques de piedra con núcleos de arcilla. La actividad es ceremonial y se realiza con profundo respeto a las deidades del lugar donde se va “fundar” la laguna. El objetivo es la siembra de agua para que se infiltre a través del suelo y subsuelo, y alimente a los acuíferos que dan origen a manantes, localmente llamados “ojos de agua” o puquios, y a los bofedales o humedales de puna.

El Qucha ruway es una modalidad alternativa de almacenamiento del agua en ‘vasos’ impermeabilizados, por lo que la recuperación de la vegetación circundante para evitar el arrastre de sedimentos finos por la escorrentía superficial hacia el lecho de las lagunas, es otro de sus objetivos. Las lagunas se estabilizan después de varias temporadas de lluvia, lo cual ocurre por el nivel de reposición del agua en la napa freática.

Los nuevos puquios que aparecen como efecto del almacenamiento del agua de lluvia, así como los existentes, son “criados” con plantas que a su vez “crían agua”, y se conocen como yakupa maman (plantas madres del agua) o yaku qayaq (plantas que llaman agua), como son la putaqa (Rumex peruvianus) y otras plantas que tienen las cualidades de hacer brotar agua donde no hay e incrementar el volumen del manante. Se las protege del daño de los animales con pukutus o pukullus (infraestructuras de protección del manante) de piedra y, además, estas plantas, confieren energía a las lagunas y a los nuevos ojos de agua: “les hacen encanto”.

Las actividades que siguen son la formación y ampliación de los bofedales y el mantenimiento de los puquiales y lagunas en cada año agrícola, lo que significa la limpieza de sedimentos acumulados en los puquiales y la rehabilitación de conductos subterráneos que comunican al puquial madre (maman puquio) con los de uso (puquiales secundarios).

Este mito del uso y el cuidado del agua está vinculado a los rituales que se celebran en ceremonias y fiestas de gran amplitud como es el Yarqa Aspiy (limpieza de canales) donde la ceremonia central es la ofrenda al Puquio laqay (mantenimiento de puquiales), que se celebra entre mayo y septiembre. También se vincula con un alto nivel de organización comunal, protagonizada por los jóvenes y niños, quienes se encargan de la festividad y la limpieza de todos los puquiales.

La recuperación de todo este conjunto de actividades basado en la cosmovisión propia de los campesinos de Quispillacta, ha sido realizada con el acompañamiento de ABA, pues los campesinos las estaban olvidando debido al consumo de agua entubada y al abandono de las técnicas tradicionales especiales para la regeneración del agua y la naturaleza.

Los que paticipamos en la pasantía hemos constatado la fuerza que tiene la cultura para provocar cambios de actitud en las personas. Donde antes había abandono, desolación y lágrimas, hoy desborda el entusiasmo y respeto entre los comuneros y sus autoridades, traducido también en una mayor disponibilidad de agua para el cultivo, para el “buen vivir” (kausakuy). Los productores han visto que a partir de condiciones naturalmente más difíciles que las propias, se pueden lograr situaciones de bienestar, que las creencias que les transmitieron sus abuelos están vivas también en otros lugares, y que les dan la fuerza para vivir mejor. “En mi sitio no hay putaqa, es más frío, más húmedo, pero voy a buscar unas parecidas, probarlas, criarlas en silencio. Cuando resulten, recién voy a mostrar a los comuneros”.

Doris Romero
Asociación ETC Andes
Correo-e: romerodo@yahoo.es



Tomado de Leisa Agro Ecología

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