Tomado de:
Experientia Docet
Ciencia sencilla, ciencia divertida, ciencia fascinante...
¿Por què dedicamos en "Conocer Ciencia" un especial a los desiertos? Lea el siguiente post y atèrrese copn las imágenes y sabrà el porquè...
.
¿Es posible que la estupidez humana pueda hacer desaparecer un lago milenario de la faz del planeta en tan solo unas décadas? ¿Es posible que los intereses económicos de unos pocos primen sobre las vidas de millones de personas? ¿Es posible que armas biológicas estudias durante la guerra fría puedan ser desenterradas por cualquier niño con una paleta de playa? Todo esto, y mucho más, es la historia del Mar de Aral.
Mar de Aral, situado al sur de Kazajstán y el norte de Uzbekistán. Final de la década de los cincuenta del siglo pasado. El Mar de Aral, con unos 1.060 km3 de agua, es el cuarto lago salino más grande del planeta. De él viven directa o indirectamente millones de personas. Alrededor de 50.000 toneladas de pescado, de sus 30 especies comerciales, son extraídas todos los años del lago. En sus riberas, decenas de ciudades de tradición pesquera despiertan todos los días con el bullicioso y frenético vaivén de todo tipo de personas; comerciantes, pescadores, armadores de barcos, ganaderos o agricultores. Todos tienen allí alguna tarea por delante que, desde tiempos inmemoriales el Mar de Aral les has proporcionado. El nivel freático poco profundo de las aguas subterráneas, permite la construcción de pozos para el regadío en una vastísima extensión alrededor del lago, que dotan a toda la zona de su peculiar vergel, de el cuál se suministran todas las ciudades en cuanto a frutas y vegetales y que también da trabajo a miles de personas. Un ciclo natural que lleva siglos manteniéndose en el que naturaleza y civilización se han mantenido en equilibrio.
Mar de Aral, en nuestra época actual. La pesca se ha reducido de las 50.000 toneladas de los años 50 a ¡CERO!. El volumen del lago se ha reducido en un 80% contando ahora con apenas 200 km3 y su salinidad, de 1 gramo por litro en los 50 llega ahora en algunos puntos a 100 gramos por litro, su nivel, ha disminuido aproximadamente 25 metros. De todas las especies que habitaban el lago, tan solo quedan un par en algunos puntos concretos… y que tienen las horas contadas. El nivel freático ha descendido a más de cincuenta metros de profundidad y la mayoría de pozos para el riego han quedado inservibles. Seis millones de hectáreas de tierras agrícolas han sido destruidas como consecuencia de la salinización y la desertificación. Donde antes había un mar vivo, ahora descansan sobre su lecho blanco y yermo centenares de barcos viejos y oxidados, con la única y eterna función, hasta que la podredumbre los haga desaparecer por completo, de hacer sombra a los camellos cansados del que ahora se podría llamar, desierto de Aral. Las tormentas de viento y polvo, arrastran la sal de los lechos secos hasta más de doscientos kilómetros a la redonda, arruinando para siempre las tierras ante cualquier intento de cultivo. Los pueblos y las ciudades de las riberas han quedado prácticamente desiertas y millones de personas, al igual que las aguas del lago, se han evaporado del lugar.
¿Qué ha pasado con el Mar de Aral? Porqué se rompió el ciclo milenario que mantenía este lago vivo y en equilibrio.
LOS ASESINOS DEL MAR DE ARAL
La respuesta, que muchos ya habréis intuido es sencilla. La estupidez humana, otra vez y de nuevo, se presenta vergonzosa ante nosotros.
A principios de los años 60, el gobierno de Moscú tiene la brillante idea de tomar parte de las aguas de los ríos Amu Daria y Syr Daria, que alimentan al Mar de Aral, y llevarlas, tras la construcción de un canal de 500 kilómetros, hasta una gran cuenca donde se encuentran los campos de algodón, con la intención de que dicha producción aumente hasta el punto de que la Unión Soviética sea autosuficiente, y no tenga que importar algodón a terceros.
.
.
Su estrategia es todo un éxito, y en apenas un par de décadas, la producción de algodón se multiplica y de igual modo, se duplica la población de la zona.
Por supuesto, a nadie se le ocurrió calcular la cantidad de agua que el Mar de Aral necesitaba recibir para seguir vivo que, lógicamente y sin hacer muchos cálculos, era el 100% de la que recibía de los ríos. En otras palabras, la cantidad de agua que se evaporaba anualmente en el mar era la misma que recibía de los ríos.
Así, con el tercio de agua sustraída para abastecer el regadío de los campos de algodón, el Mar de Aral comienza su rápida y acelerada agonía, que entrará en un bucle sin vuelta atrás. Año tras año, al ser el nivel del agua más bajo, el nivel de refracción solar es menor y más agua se evapora y, así, hasta desaparecer prácticamente por completo.
Viendo el desastre ecológico que se avecinaba, los dirigentes rusos, en lugar de intentar subsanar el error cometido todavía lo incentivaron más, aumentando el caudal del canal de riego paulatinamente. En los años ochenta, el 90% del caudal de los ríos era destinado a los campos del algodón.
La progresiva desaparición del gran lago no sorprendía a los soviéticos. Ya lo habían esperado. Aparentemente, en la URSS se consideraba que el Aral era un “error de la naturaleza”, y un ingeniero soviético habría dicho en 1968 que “es evidente para todo el mundo que la desaparición del Mar de Aral es inevitable”.
La mayoría de gente que vivía gracias al lago con relativa paz y armonía, se vio obligada a trasladarse al lugar que, paradójicamente, había sido la causa de su desgracia. Pescadores, agricultores, artesanos, armadores… ahora todos son simplemente recolectores de algodón trabajando de sol a sol que, en los días de fiesta, sueñan con comer un buen pescado importado de algún lugar lejano.
Los que decidieron quedarse padecen la escasez de agua dulce, unos veranos e inviernos muchísimos más duros al desaparecer el lago, que era un regulador natural del clima y una serie de enfermedades producidas por la contaminación del lugar como, anemias, enfermedades respiratorias y problemas renales.
En fin, todo un cúmulo de despropósitos que incluso tienen mucho que ver el en cambio climático mundial, puesto que los últimos estudios han demostrado que en lugares tan lejanos como el Everest, se han encontrado muestras de los contaminantes y la sal que ha quedado en el lecho vacío del Mar de Aral, variando incluso el índice de fundición de la nieve o de los glaciares próximos.
.
.
Tormenta de polvo sobre el mar Aral
En el ciclo de desecación, el Mar quedó dividido en dos partes, conocidas como sur y norte. Entre los dos se construyó un muro para intentar salvar la parte norte, menos salinizada y quizás con alguna esperanza más que la sur. Dejando esta última a su completa suerte. Vanos intentos, puesto que la asfixia de más de cuarenta años que ha sufrido el Mar de Aral, según los expertos, ya no tiene reanimación posible.
CEMENTERIO DE BARCOS… Y DE ANTRAX
Antiguos laboratorios abandonados en la isla de Vozrozhdenie
Y si con todo esto piensan que los despropósitos del gobierno ruso con la zona de Aral son imperdonables, todavía queda algo igualmente terrible.
El Aral también es tristemente famoso por la isla de Vozrozhdenie (Renacimiento), que en la época soviética fue polígono de armas bacteriológicas y que hoy en día permanece abandonado. En 1988, en plena perestroika de Gorbachov, los científicos uralenses trasladaron desde Yekaterimburg a Uzbekistán centenares de toneladas de bacterias de ántrax, que fueron enterradas en la isla. La mortífera carga fue puesta en barriles con lejía y enviada con gran secreto en un tren de 12 vagones. En Renacimiento, los soldados cavaron grandes hoyos y enterraron los gérmenes.
.
Tras desaparecer la URSS, los soldados rusos abandonaron la isla en 1992, y unos tres años después científicos militares de EE UU comenzaron a viajar en misiones secretas a la isla para tomar muestras de las bacterias enterradas. Pese a que las bacterias habían sido tratadas con lejía al menos dos veces (al ponerlas en los barriles y al enterrarlas) y estar cubiertas por un metro y medio de arena, algunas de las esporas aún sobrevivían con vida. El problema de contaminación es claro, y aumenta por el hecho de que, debido a que el Aral se está desecando, la isla terminará (ya ha terminado) por dejar de ser tal y se uniría a la tierra firme..
MÁS FOTOGRAFÍAS
Tejido por Sinuhé
Fuentes:
Información al detalle (inglés):
Galerías fotográficas:
España es uno de los países más afectados por la desertificación y la erosión de los suelos. Uno de los componentes claves para evitar esta situación es mantener un buen nivel de materia orgánica. Para este fin, Amigos de la Tierra resalta la importancia del compostaje, como una práctica viable, económica y fácil de aplicar, que regenera el desgaste del suelo a través de la materia orgánica producida.
El 40% de la superficie de España se ve amenazado por severos procesos de erosión y desertificación. En la actualidad, nuestro territorio es uno de los países industrializados más afectados por este problema. Por esta razón, cada vez se hace más urgente implantar medidas preventivas y correctoras que impidan el aumento progresivo de la desertificación.
La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) prevé que, en 2030, el agua disponible se reducirá en torno a un 25%, lo que implica que el 65% de la población española sufrirá “estrés hídrico”. Estas condiciones han sido generadas por una gestión incorrecta del agua, unas prácticas agrícolas inadecuadas, una construcción desmesurada de infraestructuras y el desarrollo urbanístico descontrolado del litoral, entre otros factores, que llevan a la disminución de la proporción orgánica del suelo.
“El suelo, como parte fundamental de los ecosistemas, debe recuperar su importancia. Es necesario revalorizar su fertilidad, tener en cuenta su fragilidad ante los impactos ambientales y detener la enorme especulación económica, que no solo amenaza al medio ambiente, sino a nuestras vidas y sustentos”, señala María Durán, responsable del área de residuos de Amigos de la Tierra.
Enfrentar la desertificación se convierte en un proceso lento, pero posible con soluciones basadas en medidas que garanticen la integridad del suelo. El compostaje de la materia orgánica contenida en los residuos domésticos se convierte en este contexto en una herramienta imprescindible: aporta un abono que mantiene la cobertura vegetal y respeta los ciclos naturales, logrando desembocar en un uso racional del terreno. Amigos de la Tierra exige que toda la materia orgánica procedente de los residuos urbanos se recupere con el fin de aprovechar este recurso para frenar la desertificación, siendo un paso esencial su recogida selectiva.
La solución al problema no requiere de tecnologías innovadoras ni costosas, sino de un cambio de actitud de las administraciones y la ciudadanía en asuntos clave como el cambio climático, la gestión de residuos orgánicos o la ordenación del territorio con criterios de sostenibilidad. Así, la práctica del compostaje es una alternativa, que demuestra su alta efectividad para frenar la pérdida de riqueza vegetal en nuestros suelos.
Amigos de la Tierra lleva 8 años trabajando con proyectos de compostaje doméstico en más de 30 municipios de Galicia, Baleares, Madrid, Andalucía y Navarra. Los resultados han demostrado la capacidad de implantación del modelo con la ciudadanía, que gestiona sus propios residuos orgánicos transformándolos en un abono natural de alta calidad, el compost.
Para evitar la pérdida de riqueza del suelo mediante la contención de materia orgánica, la práctica del compostaje es una medida efectiva y muy viable para devolver al suelo esta materia, porque aumenta las propiedades físicas del suelo, favoreciendo su estabilidad y estructura, y aumentando su porosidad y permeabilidad; se refuerzan sus propiedades químicas, incrementando su contenido en nutrientes y su actividad biológica, actuando como soporte y alimento de los microorganismos que contribuyen a su mineralización, al mismo tiempo, proporciona estructuras más propicias de retención de agua. Además, se evita la introducción de fertilizantes químicos, que aceleran el proceso de desertificación.
Fuente:
EcoticiasLa Región autónoma china de Mongolia Interior ampliará en 800 mil hectáreas su cobertura forestal este año para evitar la desertificación y las tormentas de arena que afectan a la parte norte del país.
Hoy celebramos el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Suena algo lejano, abstracto y burocrático, pero nos afecta mucho más de lo que pensamos. Con estos calores, anticipo de un duro verano, no está de más pensar en los peligros del avance imparable de un desierto, el Sáhara, que empujado por el cambio climático, los incendios forestales y la sustitución del paisaje agrario por especulativas macrourbanizaciones ha saltado el Mediterráneo.
El mayor desierto cálido del mundo hace 5.000 años no existía, era un lugar verde y agradable donde abundaba el agua. Desde entonces no ha hecho más que crecer, cada vez más rápido y más voraz. En los últimos 50 años ha consumido una superficie equivalente a dos veces la de España, un país que sufre como pocos los efectos devastadores de su llegada. Tan sólo debido a la erosión, el 42% del territorio español pierde más de 12 toneladas de suelo fértil por hectárea y año, y otro 12% más hasta 50 toneladas. Para el conjunto del Estado se calcula una pérdida total anual de suelo de 1.156 millones de toneladas, 60 millones de camiones bien cargados cada año.
La diferencia entre desertización y desertificación somos nosotros. La primera se debe a causas naturales imposibles de evitar, pero la segunda es toda culpa nuestra. Sin árboles, sin cultivos, sin pastos, sin agua, millones de personas de todo el planeta han pasado a convertirse en sedientos y hambrientos refugiados climáticos. Huyen del desierto como antes huían de las guerras. Y una vez asentado tiene mal arreglo lograr su retirada.
Hace unos días tuve la suerte de tener en mis manos el retoño de uno de los últimos 231 cipreses del desierto que sobreviven en el Sáhara. Al tocarlo me temblaron las manos. ¿Pasará algo parecido con nuestros bosques ibéricos?