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17 de diciembre de 2019

Lo que comes afecta tu salud mental

Una dieta saludable tiene un impacto positivo para nuestra salud física. Pero ¿qué hay de enfermedades mentales como la depresión? ¿Pueden empeorar o mejorar según nuestra dieta?

Los estudios más recientes sugieren que sí.


En 2015 un estudio publicado en The Lancet se volvió un punto de referencia en este campo de investigación: sugirió que la nutrición es para la salud mental tan importante como lo es para la cardiología, la endocrinología o la gastroenterología.

Ahora, una revisión de 41 estudios publicados durante los últimos ocho años revela que ciertas dietas parecen tener un efecto positivo para el estado de ánimo y al contrario, que ciertos hábitos alimenticios pobres aumentan el riesgo de depresión. 

Estas conclusiones fueron publicadas en septiembre de 2018 en la revista Molecular Psychiatry

¿Qué dietas ayudan y qué dietas empeoran el estado de ánimo?

Después de analizar decenas de estudios de Reino Unido, Francia, España, Australia y Estados Unidos, en los que participaron unas 31.000 personas, se concluyó que los alimentos procesados y los que contienen grandes cantidades de grasa o azúcar conducen a la inflamación, no solo del intestino sino de todo el cuerpo, en lo que se conoce como "inflamación sistémica". 

Según la doctora Camille Lasalle, que lideró el análisis de los investigadores de la londinense University College London (UCL), "una dieta pro inflamatoria puede inducir a la inflamación sistémica y esto puede hacer aumentar directamente el riesgo de depresión de una manera significativa". 

Y al contrario, los académicos comprobaron que quienes seguían una dieta mediterránea tradicional tenían una probabilidad mucho menor de desarrollar depresión, que es de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mayor causa de enfermedad y discapacidad en el mundo.

La dieta mediterránea es un modelo de dieta saludable que normalmente incluye muchos vegetales, legumbres y cereales, además de aceite de oliva, pescado, frutos secos y carnes y lácteos en moderación. 

Tomado de: BBC Mundo

 

24 de noviembre de 2019

Neuroeducación: ¿los intestino y el estómago son nuestro "segundo cerebro"?

¿Es verdad que tenemos un segundo cerebro en el estómago?





En el estómago y los intestinos tenemos 100 millones de neuronas, tantas neuronas como las del cerebro de un gato, y muchas más neuronas que las que posee nuestra columna vertebral, por ese motivo le han puesto un apodo a los intestinos, le llaman el “segundo cerebro”. Pero es solo eso un apodo.


Todo empezó cuando Michael Gershon, investigador de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, publicó el libro The Second Brain (El Segundo Cerebro) en 1999. Este libro se convirtió en un éxito de ventas pero que ha sido catalogado como pseudociencia, es decir, no tenemos un segundo cerebro.

Y entonces... ¿por qué llaman al intestino el "segundo cerebro"?

Lo que sucede es que los intestinos y el estómago utilizan sus neuronas para poner en contacto, en comunicación al sistema digestivo con el cerebro. Y la vía para que se establezca dicha comunicación es un nervio: el nervio vago.

De esta manera el cerebro se entera de todo lo que estamos comiendo, al cerebro le gusta mantenerse bien informado. 

¡Alo! ¡Hola cerebro, soy yo el estómago! Te llamó para comunicarte que en estos momentos acaba de llegar un delicioso pan con pollo, sí, y como siempre llegó a compañado de su amiga: la chicha morada, y cómo siempre ella toda fresh!

Sí, así se comunican, a todos gracias a tu línea NERVIO VAGO, por que siempre tendrás llamadas ilimitadas gracias a NERVIO VAGO.

Mucho ojo, el llamado "segundo cerebro" no piensa, no elabora pensamientos; pero influye en nuestras emociones. Las emociones están mucho más relacionadas con el sistema digestivo de lo que puedes imaginar.

Frases célebres

Examinemos algunas expresiones del saber popular que resultaron ser ciertas a la luz de la neurociencia:

- Cuando decimos nos cagamos de miedo pues es cierto, ante situaciones de miedo podemos quedar paralizados, sin poder siquiera gritar... y se relajan los esfínteres, entonces tenemos la sensación de que nos podemos defecar... de miedo.

- La frase se me hace un nudo en el estómago se debe a que cuando estamos tensos el estómago responde deteniéndose y creando una sensación de que estamos llenos, de que estamos saciados, y se siente el famoso nudo en el estómago.

- Y lo mismo sucede cuando nos enamoramos y estamos ante el ser amado, de ahí surge la frase siento mariposas en el estómago, que es una sensación de nerviosismo que se ve reflejada... en el estómago.

- O cuando decimos se me quitó el apetito. Esto sucede porque perdemos el hambre ante situaciones que nos angustian como pasar un examen o una entrevista de trabajo. También perdemos el deseo de comer si estamos enojados.

Como puedes ver: emociones y sistema digestivo están bastante conectados.

El estrés y tus intestinos

Frente a situaciones de estrés llega menos sangre a tus intestinos. Entonces, los movimientos del intestino grueso se vuelven más lentos y aparecen los gases y el estreñimiento. Entonces la mejor receta contra el estreñimiento siempre serán las ciruelas y beber abundante agua, pero también debemos agregar la relajación, sí, relajarse a través de la meditación o el mindfulness.  

¿No sabes lo qué es el mindfulness? Suscríbite a mi canal, porque te lo explicaré en un próximo video. 

Bien. Para aliviar el estrés se recomienda 15 o 20 minutos al día de meditación. Después de hacerlo a diario, durante cuatro semanas, se convertirá en un hábito, y sentirás un gran alivio mental... y alivio a tus problemas estomacales. No te volverás a estreñir.

Así que desestresarse es muy, muy importante. 

Pero, atención, si tus problemas de estreñimiento continúan deberás visitar a un médico. 

La agresividad

En un estudio reciente, publicado en Science, se ha comprobado que cuando tenemos hambre nos ponemos más agresivos de lo normal. Y aquí entra en escena otra hormona: la serotonina.

Cuando no comemos nuestros niveles de serotonina disminuyen y nos ponemos de mal humor. y si la serotonina sigue disminuyendo es peor, nos ponemos de mkuy, muy mal humos, nos ponemos insoportables. Por lo tanto ante una decisión importante como pedir un aumento de sueldo, iniciar un proceso de negociación como cerrar una venta  o hacer las paces con tu novia procura que todos estén con el estómago lleno, primero vayan a lamorzar o a cenar; así todos estarán de buen humor y se incrementarán tus posibilidades de éxito. Haz que la serotonina se ponga de tu lado.

Los microbios que viven dentro de tí

Estamos rodeados de microbios. Hay microbios en la tierra, en el mar y hasta el aire.

¿Y hay microbios dentro de nuestro cuerpo? Claro que sí. Hay microbios en TODAS las partes de nuestro cuerpo.

Solo en nuestro intestino viven 100 billones de microbios a los que se les conoce como microbioma o flora intestinal.

Es más, tenemos más microbios en nuestro intestino que células en el cuerpo. Si juntas a todos los microbios que hay dentro de ti pesarían 3 kilos, ¡el doble de lo que pesa tu cerebro! Además tu mcrobioma es único, ¡es como si fuera tu huella digital! No hay otra persona con un mocrobioma idéntico al tuyo. 

O sea que le puedes a tus amigos: soy único,mis 100 millones de microbios son diferentes a los tuyos.

Estos microbios son clave para la digestión porque gracias a ellos nuestro cuerpo puede absorber ciertos nutrientes de los alimentos.

¿Quiéres tener una mascota, un gato o un perro, y tus padres no te dejan? Pues bien, tal vez te sirva de consuelo saber que los microbios son como nuestras pequeñas mascotas internas, y las tenemos que cuidar y alimentar. 

Tenemos 1000 clases diferentes de microbios. Y no comen lo mismo, cada clase de microbio tiene su comida favorita. Y por eso el microbioma intestinal mejora con una dieta variada.

Un microbioma rico y variado genera una mayor salud intestinal, y ello genera un mayor bienestar general. 

Y por el contario, las personas que siempre comen lo mismo tienen un microbioma más pobre. 

En conclusión: Cuanto más diversificada la dieta, más diverso el microbioma.

¿Y qué tiene que ver el microbioma con la neurociencia?

El año 2019, en un estudio con más mil personas en la Universidad Leuven de Bélgica, se ha demostrado por primera vez que el microbioma intestinal está relacionado con la salud mental. Hay dos bacterias en nuestros intestinos que causan la depresión. Ahora la medicina apuntará hacia esas dos bacterias con la finalidad de mejorar nuestros estados de ánimo.

Y esto recién comienza, aun sabemos muy poco sobre el microbioma, tal vez en estos microbios encontremos la cura para muchas enfermedades.

En conclusión

1. Solo tenemos un cerebro y está en tu cabeza. Lo del segundo cerebro es un apodo que se le da al estómago e intestinos, pero es solo eso un apodo. Si alguién te pone de apodo Pikachu no significa que ya te convertiste en un Pokémon.

2. El estómago se comunica con tu cerebro a través del nervio vago. Esta comunicación es de ida y vuelta

3. El sistema digestivo y las emociones están muy conectados. Situaciones de tensión, nerviosismo o estrés afectan a tu estomago e intestinos. 

4. Cuando tienes hambre te pones de mal humor, te vuelves agresivo. Y al contario, tener el estómago lleno te pone alegre y optimista. Debido a los niveles de serotonina.

5. Asimismo, tu salud mental influirá en tu salud intestinal. Aprende a relajarte a través de la meditación. Tu salud, en general, mejorará.


6. En tu instestino viven 100 millones de microbios, a ese conjunto se le conoce como microbioma (o flora intestinal). Estos microbios están relacionados con tu salud mental.

7. Y para mejorar tu salud intestinal:
  • Seguir una dieta diversa para diversificar el microbioma intestinal
  • Bajar el nivel de estrés, haciendo meditación, relajación, mindfulness o yoga
  • Si ya tienes síntomas de algún problema intestinal es mejor evitar el alcohol, la cafeína y las comidas picantes porque pueden exacerbarlos.
  • Trata de dormir mejor: un estudio demostró que si cambias o interrumpes el reloj biológico alterando tus patrones de sueño, también interrumpes el de los microbios de tu intestino, y lo que quieres más bien es mimarlos.

Con información de:

Cultura Científica

Regenera

Muy Interesante

Clarín (Argentina)

BBC en español

El Comercio (Perú)

La Vanguardia

16 de diciembre de 2012

¿Por qué rugen las tripas?

Rugido ¿Por qué rugen las tripas? ¿A quién no le han rugido alguna vez las tripas en el momento más inoportuno? En contra de la creencia popular, que dice que sólo aparecen cuando hay hambre, estos molestos ruidos aparecen con mucha frecuencia en situaciones que provocan ansiedad (exámenes, reuniones, ir a la casa de la suegra por Navidad…) y no hay nada más incómodo que uno de estos ruidos cuando coincide justamente con un silencio pasajero de todo el grupo.

En medicina, a estos “rugidos de tripas” se le llaman borborigmos. Son ruidos gastrointestinales producidos por el movimiento de líquidos y gases. Este movimiento se produce por la contracción coordinada (peristaltismo) del estómago e intestinos.

Es algo totalmente normal (fisiológico) en nosotros que tengamos estos ruidos. De hecho, prácticamente siempre los tenemos, lo que ocurre que suelen ser bastante débiles y no los apreciamos. Con un fonendoscopio colocado a nivel del abdomen se puede comprobar que en realidad casi siempre están ahí. Y, cuando tras mucho tiempo intentando escuchar, no se consigue oír nada, es mala señal, porque puede indicar una parálisis o una obstrucción intestinal.

Lo contrario a la parálisis intestinal puede ocurrir cuando hay un exceso de los movimientos gastrointestinales (hiperperistaltismo) y se da en casos de diarreas, flatulencia excesiva, intestino irritable, celiaquía y un largo etcétera. Por supuesto, también puede ocurrir de forma pasajera en situaciones de estrés y ansiedad como he comentado más arriba. Cuando todo eso ocurre, el movimiento de los líquidos y gases es mucho mayor y, por tanto, también lo serán los ruidos resultantes.

En cuanto al rugido del estómago, puede darse tanto en el proceso normal de digestión como cuando han pasado varias horas desde la última comida y empieza a haber hambre. El estómago está constantemente contrayéndose, esté lleno o vacío. 

Cuando se da la situación en la que sentimos lo que llamamos “hambre” se produce un reflejo nervioso parasimpático que prepara al estómago y los intestinos para recibir comida. Es decir, aumenta las contracciones y la secreción de fluidos. Estas contracciones y los líquidos, unido a que el estómago vacío está más lleno de gas que cuando está lleno, provoca el sonido del “rugido” estomacal tan característico. Por eso, sólo hace falta pensar, ver u oler comida para que las contracciones gastrointestinales aumenten. Y no es lo único en los que se nota este reflejo, la salivación también aumenta (“se hace la boca agua”).

Como dato curioso, hay personas que tienen tanto pánico al rugido de tripas en público que evitan las reuniones o las situaciones sociales en qué podrían escucharse. Normalmente suele darse en gente ya de por sí tímida que tienen unos ruidos gastrointestinales bastante frecuentes y sonoros.

Fuente: MEDTempus

5 de noviembre de 2012

¿Qué es la intolerancia a la lactosa?

 

Un vistazo en el supermercado basta para saber que la intolerancia a la lactosa está de moda y todo el mundo quiere tomarse el colacao sin sufrir hinchazón abdominal ni molestas “flojeras intestinales”. Estantes llenos de leche de soja, leche sin lactosa, derivados de la leche sin esta dichosa sustancia.

La lactosa es un disacárido, un azúcar contenido en la leche. Para su absorción es necesaria la acción de una enzima llamada lactasa, la cual se encuentra en el intestino. Dicha enzima se encuentra en gran cantidad cuando nacemos para facilitar el aprovechamiento de los nutrientes de la leche materna. Posteriormente, muchos sufrimos la disminución de actividad de esa enzima o su pérdida parcial, con lo que se dificulta la absorción de este disacárido, que es eliminado con las heces originando una serie de molestos síntomas abdominales como hinchazón, continua expulsión de gases, diarrea, dolor cólico.

Se conocen tres tipos de hipolactasia o deficiencia de lactasa: congénita, primaria o secundaria.

La intolerancia congénita es una patología muy rara (sólo se conocen 40 casos en el mundo) en la que se nace sin poseer esta enzima, con lo que desde la primera vez que se amamanta a ese bebé sufre diarreas continuas, cólicos e hinchazón abdominal, además de déficit de nutrición.

La malabsorción primaria en el adulto es una afectación en la tras pasar el periodo de amamantamiento va disminuyendo gradualmente la actividad de la lactasa a lo largo de la vida, hasta llegar a un punto en el que se manifiestan los molestos síntomas al no poderse absorber bien la lactosa. Hace tiempo se descubrió la existencia de un gen que regula la formación de lactasa, la cual puede mantenerse o no con el tiempo, según el gen heredado. Este gen de perdurabilidad  está más presente en la población europea, sobre todo Centroeuropa, mientras que apenas se observa en el sur de África, Japón y América del Sur, donde se observa una mayor prevalencia de intolerancia a la lactosa. Existe la hipótesis de que la capacidad de digerir la leche siendo adultos es una cualidad que ha surgido a partir de una mutación en aquellas poblaciones que incluyeron la leche en su dieta habitual, siendo una gran ventaja evolutiva.

En el caso de la malabsorción secundaria, ciertas patologías  como la celiaquía, la gastroenteritis y la enfermedad de Crohn provocan un déficit de lactasa de forma temporal, reapareciendo nuevamente esta enzima al tratarse esas enfermedades. Éste es el motivo por el que cuando se padece una gastroenteritis se aconseja esperar al menos tres días antes de tomar leche y derivados.

Muchas personas se autodiagnostican intolerancia a la lactosa; no es raro escuchar a más de uno comentar que en cuanto dejaron de tomarse el café con leche, la sustituyeron por leche de soja o leche sin lactosa dejaron de tener hinchazón abdominal y “urgencias defecatorias”. Existen diversas pruebas para confirmar esta enfermedad, como curva de tolerancia a la lactosa, la cual consiste en tomar en ayunas un preparado de agua con lactosa, extrayéndosele posteriormente sangre a los 30, 60, 90 y 120 minutos. Se sabe que en condiciones normales la lactasa descompone la lactosa para facilitar su absorción y llegada a la sangre, donde se transforma en glucosa; por tanto, lo normal es que conforme se saca sangre se compruebe un aumento de glucosa en la misma y si este aumento no se da o incluso disminuye la glucemia se confirma la malabsorción. Otra prueba es el test del aliento, en el que se administra al paciente una cierta cantidad de lactosa disuelta en agua y al no poder absorberla bien las bacterias intestinales la descomponen, produciendo una gran cantidad de hidrógeno a través del aliento que se detecta y mide (por encima de un cierto nivel y asegurándose que no hay otra causa de incremento de producción de gas se puede determinar la existencia de malabsorción de lactosa).

¿Y qué hacemos cuando se confirma la malabsorción de lactosa? La leche y sus derivados son una importante fuente de calcio y vitamina D, por lo que suprimirlos por completo de la dieta quizá no sea buena idea, sobre todo en el caso de los niños al ser la leche y sus derivados productos agradables y fáciles de tomar para ellos. En el mercado existen productos sin lactosa y por otra parte sabemos que los derivados de la leche fermentados pierden este azúcar durante el proceso de fermentación, con lo que un queso curado tiene escaso contenido del mismo, al revés que un queso fresco. En un artículo de encontré como curiosidad que la toma de alimentos probióticos favorece la absorción de lactosa  al poseer beta-galactosidasa y lactasa, lo cual podría ayudar a la digestión de los lácteos. Otra opción es tomar suplementos de lactasa antes de la ingesta de leche o sus derivados. Hay muchas más opciones más allá de suprimir los lácteos de la dieta.

Fuente:

15 de mayo de 2012

¿Qué bichos habitan en tu intestino?

Cientos de muestras de heces humanas revelan cómo los microbios intestinales cambian con la edad y varían entre las personas de diferentes países.

Los humanos de diferentes culturas y localizaciones geográficas difieren en la diversidad de bacterias de sus intestinos, aunque las funciones metabólicas de las comunidades microbianas sirvan para lo mismo, según un informe de 9 de mayo en la revista Nature. Los hallazgos provienen de un proyecto de secuenciación a gran escala llevado a cabo sobre 531 muestras de excrementos humanos de África, Sudamérica y los Estados Unidos.

"Se trata de un trabajo descomunal, con diversos hallazgos importantes", dijo el científico nutricional David Mills, de la Universidad de California, en Davis. "Un impresionante y complejo trabajo", coincidió el biólogo molecular Jeremy Nicholson, del
Imperial College de Londres, aunque ellos no participaron en el estudio.

La escala y complejidad del objetivo llevó al equipo de investigación a responder a una polifacética pregunta: "¿Cuál es el grado en el que estas comunidades microbianas varían dentro de una persona, ya sea en función del desarrollo postnatal, del estado fisiológico, de la tradición cultural y de dónde vive una persona", planteaba el genetista Jeffrey Gordon, de la Universidad de Washington, en St. Louis, que dirigió el estudio.


Para ello, los investigadores recolectaron muestras de heces de los pobladores de zonas rurales de Malawi, amerindios de la Amazonia de Venezuela y estadounidenses residentes en ciudades. A continuación, realizaron una secuenciación de alto rendimiento con el ADN tomado de las muestras, para determinar las especies y cepas de microbios presentes, y qué genes microbianos eran más abundantes.


El equipo encontró un patrón común a cómo se desarrollaba el
microbioma en los bebés de los tres países. "Les llevó entre 6 y 9 meses obtener los primeros 6 ó 700 bichos y luego otro par de años conseguir todo el conjunto", explica Nicholson. "Gordon encontró que existe el mismo tiempo de desarrollo entre los países; pero, que los microbiomas resultantes son claramente distintos entre una población del tercer mundo y una población más desarrollada".

Una de las diferencias más notables fue el grado de diversidad microbiana, tanto los amerindios como los habitantes de Malawi tienen una diversidad mucho mayor que los norteamericanos. "Sin embargo, irónicamente, los estadounidenses tienen una mayor diversidad en términos de alimentos consumidos", señaló Mills, de lo que cabría esperar en una correlación con la diversidad microbiana. Gordon sugiere esta falta de la diversidad en los occidentales podría deberse a "nuestro estilo de vida, nuestro grado de higiene y al uso de antibióticos", aunque está claro que se necesitan más investigaciones para comprobar estas posibilidades.


A pesar de estas diferencias entre el microbioma intestinal de las tres culturas, también había similitudes sorprendentes, apuntó Gordon. Por ejemplo, "en común a las tres poblaciones, vemos que el cambio por la edad depende de la biosíntesis vitamínica". En los bebés, las bacterias intestinales tienden a realizar más copias de genes implicados en la biosíntesis del
folato, mientras que los intestinos de las personas mayores albergan microbios que transportan más genes para el metabolismo del folato. Por otra parte, los genes implicados en la síntesis de la vitamina B-12 se vuelven más frecuentes en el microbioma intestinal con la edad.

"Lo realmente fascinante acerca de estos resultados", señaló Mills, "es que refleja lo que el huésped necesita."


La documentación y el detalle de microbiomas humanos a través de las edades y culturas es un recurso importante para estudios venideros. La pregunta obvia que surge es, ¿cuál es diferencia entre estos bichos que, en su caso, afecte a la salud de las personas? De acuerdo con una presentación de Liene Bervoets, en el décimonoveno Congreso Europeo sobre Obesidad en Lyon, Francia, en esta semana, los niños obesos tienen en sus intestinos unas proporciones muy diferentes de las bacterias
Bacteroides fragilis y Bacteroides vulgatus que los niños de peso normal. "El que estos cambios en la microbiota intestinal son una causa o una consecuencia de la obesidad aún no se ha establecido, pero está claro que la microbiota ayuda en la absorción de energía de nuestros alimentos", afirmó Bervoets.

Gordon y su equipo planean ahora investigar la forma en que las variaciones en microbiomas de nuestro intestino pueden afectar a la absorción de energía. "A largo plazo esperamos comprender la interrelación entre el microbioma, el valor nutricional de los alimentos que se consumen, y el estado nutricional de los individuos", declaró.


- Referencia: TheScientist.com, 9 mayo 2012, por Ruth Williams
- Referencia bibliográfica: T Yatsunenko et al. “Human gut microbiome viewed across age and geography,” Nature, doi:10.1038, 2012.
- Imagen: Representación del cuerpo humano y las bacterias que predominan. Wikipedia, autor: Darryl Leja, NHGRI (2009). 

Fuente:

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