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5 de noviembre de 2012

¿Qué es la intolerancia a la lactosa?

 

Un vistazo en el supermercado basta para saber que la intolerancia a la lactosa está de moda y todo el mundo quiere tomarse el colacao sin sufrir hinchazón abdominal ni molestas “flojeras intestinales”. Estantes llenos de leche de soja, leche sin lactosa, derivados de la leche sin esta dichosa sustancia.

La lactosa es un disacárido, un azúcar contenido en la leche. Para su absorción es necesaria la acción de una enzima llamada lactasa, la cual se encuentra en el intestino. Dicha enzima se encuentra en gran cantidad cuando nacemos para facilitar el aprovechamiento de los nutrientes de la leche materna. Posteriormente, muchos sufrimos la disminución de actividad de esa enzima o su pérdida parcial, con lo que se dificulta la absorción de este disacárido, que es eliminado con las heces originando una serie de molestos síntomas abdominales como hinchazón, continua expulsión de gases, diarrea, dolor cólico.

Se conocen tres tipos de hipolactasia o deficiencia de lactasa: congénita, primaria o secundaria.

La intolerancia congénita es una patología muy rara (sólo se conocen 40 casos en el mundo) en la que se nace sin poseer esta enzima, con lo que desde la primera vez que se amamanta a ese bebé sufre diarreas continuas, cólicos e hinchazón abdominal, además de déficit de nutrición.

La malabsorción primaria en el adulto es una afectación en la tras pasar el periodo de amamantamiento va disminuyendo gradualmente la actividad de la lactasa a lo largo de la vida, hasta llegar a un punto en el que se manifiestan los molestos síntomas al no poderse absorber bien la lactosa. Hace tiempo se descubrió la existencia de un gen que regula la formación de lactasa, la cual puede mantenerse o no con el tiempo, según el gen heredado. Este gen de perdurabilidad  está más presente en la población europea, sobre todo Centroeuropa, mientras que apenas se observa en el sur de África, Japón y América del Sur, donde se observa una mayor prevalencia de intolerancia a la lactosa. Existe la hipótesis de que la capacidad de digerir la leche siendo adultos es una cualidad que ha surgido a partir de una mutación en aquellas poblaciones que incluyeron la leche en su dieta habitual, siendo una gran ventaja evolutiva.

En el caso de la malabsorción secundaria, ciertas patologías  como la celiaquía, la gastroenteritis y la enfermedad de Crohn provocan un déficit de lactasa de forma temporal, reapareciendo nuevamente esta enzima al tratarse esas enfermedades. Éste es el motivo por el que cuando se padece una gastroenteritis se aconseja esperar al menos tres días antes de tomar leche y derivados.

Muchas personas se autodiagnostican intolerancia a la lactosa; no es raro escuchar a más de uno comentar que en cuanto dejaron de tomarse el café con leche, la sustituyeron por leche de soja o leche sin lactosa dejaron de tener hinchazón abdominal y “urgencias defecatorias”. Existen diversas pruebas para confirmar esta enfermedad, como curva de tolerancia a la lactosa, la cual consiste en tomar en ayunas un preparado de agua con lactosa, extrayéndosele posteriormente sangre a los 30, 60, 90 y 120 minutos. Se sabe que en condiciones normales la lactasa descompone la lactosa para facilitar su absorción y llegada a la sangre, donde se transforma en glucosa; por tanto, lo normal es que conforme se saca sangre se compruebe un aumento de glucosa en la misma y si este aumento no se da o incluso disminuye la glucemia se confirma la malabsorción. Otra prueba es el test del aliento, en el que se administra al paciente una cierta cantidad de lactosa disuelta en agua y al no poder absorberla bien las bacterias intestinales la descomponen, produciendo una gran cantidad de hidrógeno a través del aliento que se detecta y mide (por encima de un cierto nivel y asegurándose que no hay otra causa de incremento de producción de gas se puede determinar la existencia de malabsorción de lactosa).

¿Y qué hacemos cuando se confirma la malabsorción de lactosa? La leche y sus derivados son una importante fuente de calcio y vitamina D, por lo que suprimirlos por completo de la dieta quizá no sea buena idea, sobre todo en el caso de los niños al ser la leche y sus derivados productos agradables y fáciles de tomar para ellos. En el mercado existen productos sin lactosa y por otra parte sabemos que los derivados de la leche fermentados pierden este azúcar durante el proceso de fermentación, con lo que un queso curado tiene escaso contenido del mismo, al revés que un queso fresco. En un artículo de encontré como curiosidad que la toma de alimentos probióticos favorece la absorción de lactosa  al poseer beta-galactosidasa y lactasa, lo cual podría ayudar a la digestión de los lácteos. Otra opción es tomar suplementos de lactasa antes de la ingesta de leche o sus derivados. Hay muchas más opciones más allá de suprimir los lácteos de la dieta.

Fuente:

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