Un vistazo en el supermercado basta para saber que la intolerancia a la lactosa
está de moda y todo el mundo quiere tomarse el colacao sin sufrir
hinchazón abdominal ni molestas “flojeras intestinales”. Estantes llenos
de leche de soja, leche sin lactosa, derivados de la leche sin esta
dichosa sustancia.
La lactosa es un
disacárido, un azúcar contenido en la leche. Para su absorción es
necesaria la acción de una enzima llamada lactasa, la cual se encuentra
en el intestino. Dicha enzima se encuentra en gran cantidad cuando
nacemos para facilitar el aprovechamiento de los nutrientes de la leche
materna. Posteriormente, muchos sufrimos la disminución de actividad de
esa enzima o su pérdida parcial, con lo que se dificulta la absorción de
este disacárido, que es eliminado con las heces originando una serie de
molestos síntomas abdominales como hinchazón, continua expulsión de
gases, diarrea, dolor cólico.
Se conocen tres tipos de hipolactasia o deficiencia de lactasa: congénita, primaria o secundaria.
La intolerancia congénita
es una patología muy rara (sólo se conocen 40 casos en el mundo) en la
que se nace sin poseer esta enzima, con lo que desde la primera vez que
se amamanta a ese bebé sufre diarreas continuas, cólicos e hinchazón
abdominal, además de déficit de nutrición.
La malabsorción primaria
en el adulto es una afectación en la tras pasar el periodo de
amamantamiento va disminuyendo gradualmente la actividad de la lactasa a
lo largo de la vida, hasta llegar a un punto en el que se manifiestan
los molestos síntomas al no poderse absorber bien la lactosa. Hace
tiempo se descubrió la existencia de un gen que regula la formación de
lactasa, la cual puede mantenerse o no con el tiempo, según el gen
heredado. Este gen de perdurabilidad está más presente en la población
europea, sobre todo Centroeuropa, mientras que apenas se observa en el
sur de África, Japón y América del Sur, donde se observa una mayor
prevalencia de intolerancia a la lactosa. Existe la hipótesis de que la
capacidad de digerir la leche siendo adultos es una cualidad que ha
surgido a partir de una mutación en aquellas poblaciones que incluyeron
la leche en su dieta habitual, siendo una gran ventaja evolutiva.
En el caso de la malabsorción secundaria,
ciertas patologías como la celiaquía, la gastroenteritis y la
enfermedad de Crohn provocan un déficit de lactasa de forma temporal,
reapareciendo nuevamente esta enzima al tratarse esas enfermedades. Éste
es el motivo por el que cuando se padece una gastroenteritis se
aconseja esperar al menos tres días antes de tomar leche y derivados.
Muchas personas se autodiagnostican
intolerancia a la lactosa; no es raro escuchar a más de uno comentar que
en cuanto dejaron de tomarse el café con leche, la sustituyeron por
leche de soja o leche sin lactosa dejaron de tener hinchazón abdominal y
“urgencias defecatorias”. Existen diversas pruebas para confirmar esta
enfermedad, como curva de tolerancia a la lactosa, la
cual consiste en tomar en ayunas un preparado de agua con lactosa,
extrayéndosele posteriormente sangre a los 30, 60, 90 y 120 minutos. Se
sabe que en condiciones normales la lactasa descompone la lactosa para
facilitar su absorción y llegada a la sangre, donde se transforma en
glucosa; por tanto, lo normal es que conforme se saca sangre se
compruebe un aumento de glucosa en la misma y si este aumento no se da o
incluso disminuye la glucemia se confirma la malabsorción. Otra prueba
es el test del aliento, en el que se administra al
paciente una cierta cantidad de lactosa disuelta en agua y al no poder
absorberla bien las bacterias intestinales la descomponen, produciendo
una gran cantidad de hidrógeno a través del aliento que se detecta y
mide (por encima de un cierto nivel y asegurándose que no hay otra causa
de incremento de producción de gas se puede determinar la existencia de
malabsorción de lactosa).
¿Y qué hacemos cuando se confirma la malabsorción de lactosa?
La leche y sus derivados son una importante fuente de calcio y vitamina
D, por lo que suprimirlos por completo de la dieta quizá no sea buena
idea, sobre todo en el caso de los niños al ser la leche y sus derivados
productos agradables y fáciles de tomar para ellos. En el mercado
existen productos sin lactosa y por otra parte sabemos que los derivados
de la leche fermentados pierden este azúcar durante el proceso de
fermentación, con lo que un queso curado tiene escaso contenido del
mismo, al revés que un queso fresco. En un artículo de encontré como
curiosidad que la toma de alimentos probióticos favorece la absorción de
lactosa al poseer beta-galactosidasa y lactasa, lo cual podría ayudar a
la digestión de los lácteos. Otra opción es tomar suplementos de
lactasa antes de la ingesta de leche o sus derivados. Hay muchas más
opciones más allá de suprimir los lácteos de la dieta.
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