¿A quién no le han rugido alguna vez las tripas en el momento más
inoportuno? En contra de la creencia popular, que dice que sólo aparecen
cuando hay hambre, estos molestos ruidos aparecen con mucha frecuencia
en situaciones que provocan ansiedad (exámenes, reuniones, ir a la casa
de la suegra por Navidad…) y no hay nada más incómodo que uno de estos
ruidos cuando coincide justamente con un silencio pasajero de todo el
grupo.
En medicina, a estos “rugidos de tripas” se le llaman borborigmos.
Son ruidos gastrointestinales producidos por el movimiento de líquidos y
gases. Este movimiento se produce por la contracción coordinada
(peristaltismo) del estómago e intestinos.
Es algo totalmente normal (fisiológico) en nosotros que tengamos
estos ruidos. De hecho, prácticamente siempre los tenemos, lo que ocurre
que suelen ser bastante débiles y no los apreciamos. Con un fonendoscopio
colocado a nivel del abdomen se puede comprobar que en realidad casi
siempre están ahí. Y, cuando tras mucho tiempo intentando escuchar, no
se consigue oír nada, es mala señal, porque puede indicar una parálisis o
una obstrucción intestinal.
Lo contrario a la parálisis intestinal puede ocurrir cuando hay un
exceso de los movimientos gastrointestinales (hiperperistaltismo) y se
da en casos de diarreas, flatulencia excesiva, intestino irritable,
celiaquía y un largo etcétera. Por supuesto, también puede ocurrir de
forma pasajera en situaciones de estrés y ansiedad como he comentado más
arriba. Cuando todo eso ocurre, el movimiento de los líquidos y gases
es mucho mayor y, por tanto, también lo serán los ruidos resultantes.
En cuanto al rugido del estómago, puede darse tanto en el proceso
normal de digestión como cuando han pasado varias horas desde la última
comida y empieza a haber hambre. El estómago está constantemente
contrayéndose, esté lleno o vacío.
Cuando se da la situación en la que sentimos lo que llamamos “hambre” se produce un reflejo nervioso parasimpático
que prepara al estómago y los intestinos para recibir comida. Es decir,
aumenta las contracciones y la secreción de fluidos. Estas
contracciones y los líquidos, unido a que el estómago vacío está más
lleno de gas que cuando está lleno, provoca el sonido del “rugido”
estomacal tan característico. Por eso, sólo hace falta pensar, ver u
oler comida para que las contracciones gastrointestinales aumenten. Y no
es lo único en los que se nota este reflejo, la salivación también
aumenta (“se hace la boca agua”).
Como dato curioso, hay personas que tienen tanto pánico al rugido de
tripas en público que evitan las reuniones o las situaciones sociales en
qué podrían escucharse. Normalmente suele darse en gente ya de por sí
tímida que tienen unos ruidos gastrointestinales bastante frecuentes y
sonoros.
Fuente: MEDTempus
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16 de diciembre de 2012
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