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28 de junio de 2008

Peleas por los Polos: las nuevas fronteras de la geopolítica

Peleas por los Polos: las nuevas fronteras de la geopolítica

El peligro creciente del calentamiento global y la escasez de recursos energéticos, en un contexto de petróleo en precio récord, amenazan con derretir las congeladas discusiones sobre la soberanía de los polos.


Por Lorena Oliva



A principios de agosto, Rusia envió un mini submarino en una misión que agitó las aguas de la diplomacia mundial: el aparato descendió hasta el fondo del océano Artico, plantó una bandera rusa de titanio en el fondo marino e inauguró sin más un nuevo capítulo en la disputa internacional por los recursos naturales que se esconden bajo el hielo y el agua de los polos. De hecho, al poco tiempo la carrera en el Polo Norte tuvo un reflejo que todavía despierta sospechas en las cancillerías de los gobiernos con intereses en el Polo Sur. A la misión rusa, que generó respuestas casi automáticas de las otras naciones que reclaman sus derechos sobre el Artico, se sumó, tres semanas atrás, el anuncio británico de formalizar ante las Naciones Unidas un reclamo de soberanía que incluye más de un millón de kilómetros cuadrados de tierra y mar en la región antártica.

La mencionada expedición rusa contó con todos los ingredientes para funcionar como una provocación entre las potencias del Norte. Pero el escenario global también aportó sus condimentos para convertir el episodio en un asunto global: frente a las sombrías perspectivas de un futuro signado por el calentamiento global y la escasez de recursos energéticos, es claro que en las gélidas superficies polares la pugna por su soberanía es sólo la punta de un iceberg que ha comenzado a derretirse por efecto de otro calentamiento: el geopolítico.

De acuerdo con un informe de la US Geological Survey, la oficina norteamericana que entiende sobre hidrocarburos, un cuarto de las reservas petroleras del planeta se hallan debajo del Polo Norte, mientras que su helada superficie concentraría el diez por ciento del patrimonio global de agua dulce.

En el Sur también se especula sobre la existencia de reservas de crudo (sobre todo, en la península reclamada por nuestro país, que coincide en parte con las pretensiones británicas y chilenas), al igual que de grandes depósitos de gas, una enorme variedad de minerales, valiosísimos recursos biológicos y el setenta por ciento del agua dulce del planeta.

Si bien el Tratado Antártico, firmado en 1959, prohíbe por varias décadas la explotación de petróleo, gas y minerales, a menos de que sea por razones de investigación científica, para los expertos resulta evidente que sobre la base de un reclamo histórico Londres busca crear las condiciones para, llegado el momento, poder proclamar su soberanía en el área y, eventualmente, iniciar la extracción de hidrocarburos y minerales.

La Argentina y Chile expresaron de inmediato su rechazo a la acción británica, pero lo cierto es que en esta carrera todos mueven sus piezas de manera de no quedar fuera de juego: también la Argentina presentará ante la ONU su reclamo de soberanía sobre una porción de la Antártida y Chile anunció días atrás su decisión de reabrir una base naval que debió cerrar cinco años atrás por falta de presupuesto.

Salta a la vista que la cuestión energética no es sólo prioridad de las grandes potencias, y que ningún rincón del planeta queda excluido del tablero geoestratégico. "Todos los países hacen sus proyecciones en materia energética. La Argentina también las hace. Sería ingenuo no hacerlo. Dada la prohibición de realizar estudios en la Antártida, los cálculos se realizan tomando como base una serie de marcadores indirectos." El que habla es Mariano Memoli, director del Instituto Antártico Argentino, un organismo que depende de Cancillería y que regula la actividad científica en el continente blanco. Pero las estimaciones oficiales que la oficina maneja en materia de recursos no renovables son un secreto guardado bajo siete llaves: todos los funcionarios y científicos que trabajan en el tema se comprometen a hacerlo bajo un estricto secreto.



Suban sus apuestas

Después de que la misión rusa de agosto pasado confirmara, según el gobierno de Moscú, que el Polo Norte es una continuación de la plataforma continental rusa, Canadá, Dinamarca, Noruega y Estados Unidos, los otros países con ambiciones territoriales en la región, no sólo rechazaron las afirmaciones de Rusia sino que también anunciaron, reafirmaron o reactivaron su actividad en la zona.

Canadá, por ejemplo, mientras discute con los norteamericanos si el estrecho del Noroeste será jurisdiccional o internacional, anunció la construcción de un puerto, el establecimiento de una base militar para entrenar tropas en condiciones de baja temperatura y la expansión de su flota naval.

Para el director de la Comisión de Estudios Antárticos de la Comisión Argentina de Relaciones Internacionales (CARI), Angel Ernesto Molinari, una suma de razones confluyen para este reposicionamiento internacional: "Por efecto del cambio climático, el derretimiento de hielo en el Artico da lugar a nuevos pasos navegables que interesan a cualquiera de ellos. Además, obviamente, está la posibilidad de la explotación de recursos no renovables, en tiempos en los que el futuro del petróleo genera mucha incertidumbre, y no hay que olvidar que, desde marzo de este año y hasta febrero de 2008, rige el Año Polar Internacional. Esto hace que los países vinculados a los polos desarrollen nuevos proyectos y traten de mostrarse capaces desde lo técnico o lo científico frente al resto".

Durante décadas, el alto costo que implicaba la posible explotación de las reservas polares las convertía en un activo poco interesante. Pero la creciente puja por recursos energéticos -y el precio récord del petróleo, que roza ya los cien dólares- se encargó de cambiar ese escenario y de alterar notablemente la relación costo-beneficio.

Una proyección reciente de la Exxon Mobil Corporation estima que será necesaria una amplia variedad de fuentes de energía para satisfacer la demanda mundial, que según sus cálculos crecerá en un 30 por ciento hacia el año 2030. Para ese entonces, petróleo y gas seguirán abasteciendo un sesenta por ciento del total de la demanda energética.

Dado que las extracciones más sencillas ya han tenido lugar y que buena parte de los yacimientos se encuentran en zonas políticamente inflamables, el ingeniero Jorge Lapeña, presidente del Instituto Argentino de Energía Gral. Mosconi, cree que se ha hecho necesario recurrir a técnicas más complejas de exploración y explotación, incluso en zonas de difícil acceso como son los polos. "Ya no se trata de meras pujas empresariales sino que se han incorporado jugadores más grandes: los propios países, principales interesados en expandir sus fronteras para ampliar la capacidad de producción", explica.

Sydney Weintraub, consultor en política económica del Centro de Estudios Internacionales Estratégicos, de Washington, también cree que esta revitalización de los reclamos por soberanía tiene el color del petróleo. "La posibilidad de hallar nuevas reservas petroleras, especialmente con el alto precio del presente, es la principal razón que motiva a rusos, británicos, canadienses y norteamericanos. No sé cómo se resolverá este tema, pero nadie está dispuesto a ceder su reclamo de soberanía a los rusos sólo porque pusieron una bandera en el fondo del mar."

Una posibilidad para solucionar la disputa en torno al Polo Norte sería el establecimiento de un tratado ártico, a la manera del que rige en la Antártida. Así opina David Carlson, el director del comité científico que organiza el actual Año Polar Internacional. Este oceanógrafo norteamericano también ve en el petróleo una de las principales razones para el reclamo, aunque agrega el potencial de los recursos pesqueros en la región. "Y tampoco descartaría razones más viejas, como el orgullo nacional y el deseo de proclamar poderío tecnológico frente a otros países", agrega.

Investigo, luego reclamo

En el ámbito del derecho internacional circula una máxima que parece inspirada en la actividad científica polar: "Investigo para conocer, conozco para reclamar". Numerosas misiones científicas en ambos extremos del planeta pretenden sustentar con pruebas las reivindicaciones territoriales de cada país. La Argentina no es excepción.

El Instituto Antártico Argentino se encarga de regular las políticas científicas del país en esa zona. El sólo hecho de que el organismo dependa del Ministerio de Relaciones Exteriores aporta alguna pista acerca de la finalidad que persiguen sus investigaciones. Memoli, su director, reconoce que también en nuestro país el interés nacional digita la investigación científica. "Esto es así siempre. Detrás de cada reunión científica internacional hay un interés político", señala.

Dentro de dos años vence el plazo para que nuestro país presente ante la Convención de los Derechos del Mar de la ONU un informe que corrobore científicamente los límites externos de su plataforma submarina. Y aunque el Tratado Antártico haya trabado hasta ahora cualquier reclamo de soberanía, la Argentina también presentará, al igual que Gran Bretaña, sus pretensiones sobre el continente antártico como un recurso diplomático dirigido a dejar asentado su reclamo. Otro tanto harán los otros países que mantienen reclamos de soberanía en la Antártica.

¿Por qué entonces impactó tanto el anuncio británico? "Porque la Argentina tiene un derecho real para reclamar la Antártida. Los británicos, no", sostiene el general (R) Jorge Leal, ex director del Instituto Antártico Argentino y fundador de la base Esperanza, en 1953.

Memoli explica que en Cancillería estaban preparados para algún anuncio británico de este tipo, sobre todo luego de recibir el programa de la reunión del British Antartic Survey que, el 4 de octubre último, se reunió para discutir en Londres sobre la Antártida del futuro. "Allí se tocó, incluso, el tema de la explotación de recursos", reconoce.

En los medios periodísticos se difundió, en cambio, el interés conservacionista británico. "Desde hace tiempo se viene hablando de generar regiones protegidas en aguas internacionales. Habría que preguntarse si, bajo el paraguas de la preservación, los países con recursos para administrar esas regiones no estarían creando nuevas provincias", alerta Memoli.

Pasan varias décadas entre un año polar y otro. Justamente en 1958, último Año Polar Internacional, se firmó el Tratado Antártico, un documento internacional que, en plena Guerra Fría, logró lo que parecía imposible: frenar todo tipo de disputa por soberanía en el Polo Sur.

El tratado estipulaba la prohibición de discutir cláusulas por tres décadas y ese plazo se venció 16 años atrás. ¿Existen ahora, en momentos en que crece la fricción mundial, posibilidades concretas para que en la próxima reunión revisora -que tendrá lugar en Kiev, a mediados del año próximo- se reactiven las discusiones sobre soberanía o explotación de recursos naturales?

"Podría suceder que en esa reunión se busquen flexibilizar los mecanismos para la introducción de reformas en el tratado -analiza Pablo Tettamanti, profesor de Derecho Internacional de la Universidad Torcuato Di Tella-. Pero difícilmente se abra la discusión sobre la explotación de los hidrocarburos. No se puede descartar que algún país lo pretenda, pero sería bastante impopular para cualquier gobierno. Además habilitaría discusiones sobre soberanía y no todas las naciones están interesadas en abrir ese tema".

Frente al evidente descongelamiento de las tensiones mundiales, ¿es razonable pensar que esta competencia por el mejor posicionamiento geopolítico sea el prólogo de la tan temida guerra por los recursos naturales?

La máxima autoridad del Instituto Antártico, Mariano Memoli, no cree que el conflicto se traslade al terreno bélico. "De todas maneras, es claro que la Argentina debe estar bien parada ante un eventual cambio de escenario."

Riquezas en juego

  • Polo norte: Se especula que allí se concentra el 25 por ciento de las reservas mundiales de petróleo, al igual que significativas reservas gasíferas. Asimismo, se dice que el diez por ciento del patrimonio mundial de agua dulce está congelado en esa región.


  • Polo sur: Aunque la exploración de hidrocarburos está prohibida en el continente antártico, el potencial de la zona es mundialmente conocido. A la riqueza energética se suma la presencia del 70 por ciento del total de agua dulce, así como variedad de minerales y valiosos recursos biológicos. Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda, Gran Bretaña y la Argentina mantienen disputas territoriales en la zona.


Fuente:

La Nación - Argentina

La noticia es de noviembre de 2007, pero en el actual contexto cobra gran actualidad.

20 de diciembre de 2007

Rusia desperdicia casi la mitad del combustible que consume...

RODRIGO FERNÁNDEZ - Moscú - 18/12/2007



El derroche de los recursos impregna la política rusa. Gas que se quema sin ninguna utilidad o calefacciones sin regulación que obligan a abrir las ventanas conviven en un país que todavía no llega al nivel de emisiones de 1990.

Cualquier viajero que sobrevuele en helicóptero Siberia verá, de cuando en cuando, fulgores naranjas en la inmensa llanura blanca: es el gas que sale junto con el crudo y que simplemente se desperdicia, quemándolo. Ese mismo viajero, al hospedarse en Moscú, puede encontrarse en invierno con que en su habitación hace un calor infernal, y se verá obligado a abrir las ventanas, ya que la mayoría de los radiadores no son regulables.

Estas imágenes ilustran el principal problema que afronta Rusia: la falta de ahorro y eficiencia a la hora de consumir energía, que se ve agudizado por el calentamiento que están experimentando algunas zonas del país. La antorcha a vista de pájaro y la ventana abierta son las expresiones por excelencia del derroche, que es la actitud rusa ante el consumo de energía.

Así las cosas, no es de extrañar que el potencial de ahorro energético en este país sea enorme, sostiene Ígor Podgorni, de Greenpeace Rusia. De las 900 toneladas de combustible convencional consumidas anualmente, se despilfarran entre 360 y 430 toneladas. Traducido a petróleo, son unos 250 millones de toneladas, cifra equivalente a las exportaciones de Rusia de crudo.

Los progresos para un consumo eficiente son mínimos: sólo hace tres años se permitió a la gente poner medidores de agua en sus apartamentos, pero los medidores de calefacción son inexistentes. El uso de combustibles es culpable del 81% de las emisiones de gases de efecto invernadero en Rusia. "Sólo mejorando la eficacia en el uso de la energía podríamos disminuir casi a la mitad estas emisiones. Desgraciadamente, esto no sucede", se lamenta Podgorni.

Una de las cosas que explica la actitud rusa y la pasividad de las autoridades es que hasta ahora Rusia no llega ni a la mitad de las emisiones de 1990. Esto, unido al hecho de que hasta mayo de este año no existía legislación sobre los mecanismos para utilizar las posibilidades que da el protocolo de Kioto, se ha traducido en una falta de incentivos para disminuir el volumen de emisiones.

Hoy, Rusia emite 1.500 millones toneladas de CO2, lo que la coloca en el tercer lugar del mundo detrás de EE UU y China. Y si las emisiones per cápita de Rusia son comparables a las de otros países desarrollados, no ocurre así por unidad de PIB. "Aquí este índice es de 1,2, mientras que en los países desarrollados no supera el 0,5, es decir, que nosotros gastamos entre 2,5 y 3 veces más energía en producir una unidad de PIB. Producimos menos que ellos, pero emitimos más", explica Podgorni.

Rusia mira hacia el futuro de manera equivocada, según Greenpeace. "Desgraciadamente, en los planes gubernamentales se da primordial importancia a las centrales de carbón, el principal contaminador; y también se hace hincapié en las grandes plantas hidráulicas y en la energía atómica, con todos los riesgos que esta última conlleva".

Mientras tanto, la energía renovable es subestimada. Aún no se ha legislado al respecto, por lo que nadie se embarcará en un gran proyecto para utilizar la energía eólica o solar, ya que no hay ley que obligue a incluir la electricidad así generada en las redes de distribución.

Otro factor que contribuye a no dar la importancia debida a las emisiones de gases de efecto invernadero es la opinión, difundida incluso al más alto nivel político, de que el calentamiento beneficiaría a Rusia. Incluso el presidente Vladímir Putin ha dicho que "si la temperatura sube 2 o 3 grados nada terrible sucederá; al contrario, quizá sea bueno: gastaremos menos en abrigos de piel".

Por su parte, Konstantín Pulikovski, jefe del Servicio Federal de Control Ecológico, Tecnológico y Nuclear, declaró en mayo que en los próximos 100 años no ve ninguna amenaza para Rusia por el cambio climático.

Fuente:

El País - Sociedad

8 de junio de 2007

Concluyen sesiones de cumbre G-8 sin acuerdos trascendentes.

Heilligendamm, Alemania, 7 jun (PL) Los jefes de estado y gobierno de los siete países más industrializados y Rusia (G-8) concluyeron los debates y encuentros de hoy sin acuerdos trascendentes en los polémicos temas que abordan.


  • Promete G8 combatir la corrupción en occidente
  • Miles de personas participaron en Cumbre Alternativa al G-8

    Con el intento de transformar el primer fracaso en triunfo, la canciller federal alemana, Angela Merkel, anunció con euforia que decidieron promover en el seno de la ONU un acuerdo sobre el cambio climático para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para 2050.

    Las reacciones no se hicieron esperar y la organización ecologista Greenpeace calificó de ridícula la declaración y manifestó su decepción por el tratamiento dado a uno de los temas que más expectativa generó.

    Mientras, el dirigente de la organización ecologista NABU, Leif Millar, afirmó que además de ser insuficiente, lo convenido no se ajusta a las demandas de la comunidad internacional.

    Ambas agrupaciones coincidieron en señalar que un convenio sin cifras y no vinculante no es un acuerdo y menos un éxito, como lo anunció Merkel.

    Paralelamente, el presidente ruso, Vladimir Putin, presentó una contrapropuesta a los planes estadounidenses de instalar en la Republica Checa y Polonia una base de radar y otra de cohetes interceptores, respectivamente, como parte de sistema de escudo antimisiles.

    En un encuentro con su homólogo de Estados Unidos, George W. Bush, Putin ofreció establecer en Azerbaiyán una instalación conjunta de ese tipo.

    También precisó que el presidente azerbaiyano, Ilham Aliyey, aceptó que una base existente en su país sea usada por ambos estados.

    Con ello, el mandatario ruso aspira a limar las asperezas surgidas al considerar que enclaves de ese sistema en suelos checo y polaco amenaza la seguridad de Rusia.

    Para mañana se espera la reunión del G-8 con los líderes de los cinco países emergentes, el fin de los debates y la aprobación de la declaración, la cual, según augura la prensa, no aportará nada nuevo al escenario mundial.

    Mientras, los manifestantes parecen ser los grandes protagonistas de la Cumbre al enarbolar su demanda central de un ùmundo mejor es posible durante las demostraciones que han mantenido en jaque a los más 16 mil policías movilizados.

    Como colofón de la jornada, los grupos antiglobalización ofrecieron el concierto Voces contra la pobreza, en la vecina Rostock, con la participación de más de 70 mil espectadores, en el cual los cantantes reclamaron más ayuda para Africa.

  • Fuentes:

    Prensa Latina

    El Comercio

    22 de febrero de 2007

    Rusia, "como en la guerra"
    Jueves, 22 de febrero de 2007 - 06:03 GMT
    Disminuye la expectativa de vida de los rusos luego de la caida del muro.




    El gobierno ruso mantendrá una reunión de emergencia para analizar posibles medidas contra la dramática caída en la expectativa de vida de sus ciudadanos, que tiene lugar desde el colapso de la Unión Soviética en 1989.

    Se espera que los ministros aprueben un nuevo paquete de financiamiento para el tratamiento de enfermedades como la tuberculosis, la diabetes y el SIDA.

    El ministro de Salud de Rusia informó que la expectativa de vida promedio de los hombres en su país es menor a los 60 años, unos 15 años menos que en la mayoría de los otros países industrializados (en las mujeres es de 72 años).

    El Comité Nacional de Estadísticas reveló este martes que la nación perdió más de medio millón de habitantes (561.200) en el año 2006, lo que deja su población total en 142,2 millones.

    Como un país en guerra
    Según las estadísticas oficiales, Rusia tiene desde hace años la mortandad de un país en guerra. Las principales causas tras estos números son el alcoholismo, el tabaquismo, la drogadicción y los accidentes laborales y domésticos.

    Por otra parte, el índice de mortalidad infantil es uno de los más altos de toda Europa.
    El pasado año murieron 2.165.700 rusos y nacieron 1.476.200. Si no hubieran ingresado 128.300 inmigrantes la situación sería peor.

    Los expertos demográficos sostienen que una posible solución al decrecimiento de la población es flexibilizar los estrictos controles a la inmigración procedente de las antiguas repúblicas soviéticas.

    Si la situación no se revierte, Rusia podría perder un tercio de su población para mitad del siglo.

    Fuentes:

    El Financiero

    Terra España

    El Mundo

    BBC en español

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