El glifosato es un herbicida que sirve para matar malezas. Se lo utiliza generalmente en plantaciones de soja porque existe una semilla de soja modificada capaz de resistirlo sin problemas. En los últimos años, ha habido mucha polémica al respecto del uso de este químico porque muchos afirmaban que estaría provocando enfermedades degenerativas.
“Es necesario matar las malezas en un cultivo porque compiten con la planta, y le quitan agua y nutrientes”, destacó Carrillo, y agregó: “Además, si una cosecha de un grano está mezclada con semillas de otros, tiene mucho menos valor en el mercado y todos terminan perdiendo”. Esto es algo que de una manera u otra se ha hecho siempre, desde arrancando las malezas con las manos hasta utilizando todo tipo de productos sintéticos u orgánicos, algunos de los cuales se han prohibido en todo el mundo por demostrarse altamente peligrosos.
Al respecto de la función del glifosato, el Doctor Carnielli explicó que: “Es un químico que anula el funcionamiento de una enzima responsable de sintetizar aminoácidos importantes para la vida (fenilalanina, tirosina y triptófano). Si las plantas son rociadas con esto, al poco tiempo se mueren, pero las personas no porque nuestro cuerpo no fabrica esos aminoácidos sino que los ingiere con la dieta”.
Según Carnielli, uno de los estudios realizado por el Laboratorio de Embriología Molecular del CONICET-UBA, concluye que provoca trastornos intestinales y cardíacos, malformaciones y alteraciones neuronales. Pero el estudio no fue hecho sobre personas ni siguiendo los reglamentos de aplicación del glifosato, sino que sumergieron embriones de anfibios en este químico, con los terribles resultados. El tema es que los embriones son muy delicados y si se los sumerge en casi cualquier sustancia, desde una bebida cola hasta líquido limpiavidrios, va a sufrir malformaciones.
“Los agroquímicos en general pueden ser peligrosos si se ingieren, o si llegan a flujos de agua dulce, por eso en la provincia de Santa Fe, Argentina, la Ley 11.273 reglamenta a qué distancia mínima de instalaciones urbanas se pueden rociar diferentes químicos según su categoría. El glifosato se encuentra en la clasificación de más baja toxicidad y no se puede rociar a menos de 500 metros”, dijo Carrillo. Y agregó que, además, este químico es absorbido por las hojas de las plantas y el resto se descompone con la luz solar sin dejar residuos tóxicos, por lo que es extremadamente difícil que algo llegue a las napas. Y aun en caso de hacerlo, no se han registrado flujos de agua contaminada, ni enfermedades causadas por su ingesta en la última década.
El ingeniero siguió explicando: “El escándalo alrededor de este químico que se viene dando desde hace un par de años podría ser una mezcla entre desconocimiento científico y repudio a cualquier cosa que provenga de Estados Unidos. El glifosato es un agroquímico, y quienes lo manipulan deben tomar las precauciones necesarias. El hecho de actuar negligentemente (no usar protección adecuada, dejar los recipientes goteando al alcance de niños o animales, etc) es un problema de los empleados o los empleadores, pero no de la sustancia. La gente se las agarra con Monsanto sin darse cuenta de que en la vida cotidiana utiliza muchas otras sustancias, como el Fuyi o el Raid (insecticidas en aerosol) que son mucho más peligrosos que los herbicidas”.
El modelo de negocio de las empresas semilleras es vender agroquímicos y a su vez, semillas resistentes a esos agroquímicos. La patente del glifosato de Monsanto finalizó en el año 2000, por lo que hoy en día muchas empresas venden este producto. Por otro lado, casi todas las empresas sacan semillas nuevas modificadas con diferentes genes, para tener diferentes características, y quienes cultivan tienen un amplio espectro de productos para elegir. Incluso utilizar semillas convencionales, aunque rindan muchísimo menos.
El agrónomo, si bien comentó todos estos puntos, también dejó en claro que es importante dejar algunas partes del campo con maleza y sin herbicidas para preservar la biodiversidad de flora y fauna. Mantener el equilibrio ecológico no es sólo una cuestión ideológica, sino también práctica si no queremos que el campo se transforme en un desierto en un futuro relativamente cercano.
Fuente:
Proyecto Sandía
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