Algunas personas tienen una habilidad prodigiosa para recordar sitios, encontrar rutas y desplazarse cómodamente por lugares que no les son familiares. ¿Qué las distingue del resto?
En 1980, tuvo lugar un experimento en la Universidad de Manchester, con el propósito de investigar la teoría de que la gente con un buen sentido de la orientación tienen la habilidad de detectar el norte magnético, como las aves migratorias.
Para ello, un grupo de estudiantes partió en un bus con los ojos vendados. A la mitad de ellos les amarraron imanes a la cabeza y a otros sólo barras de latón.
Cuando los bajaron del bus unos kilómetros más allá, se les pidió que adivinaran en qué dirección estaba la universidad, de la que habían partido.
El grupo que tenía barras de metal en la cabeza lo hizo muchísimo mejor, lo que parecía indicar que lo que los guiaba era una habilidad para detectar campos magnéticos, que habían sido interferidos en el caso del grupo con imanes.
A pesar de ello, ningún otro estudio desde entonces ha replicado estos resultados, de manera que la hipótesis aún no ha sido probada.
Prestar más atención
Aunque muchos experimentos han querido buscar una explicación científica a la capacidad de orientarse con facilidad, la razón biológica parece ser mucho más simple.
Los buenos "navegantes" actualizan mentalmente su posición geográfica prestando atención a la evidencia física.
Ciertas culturas que viajan sin la ayuda de la tecnología han desarrollado estos mecanismos de un modo asombroso. Ese es el caso de los habitantes de las islas Polowat, en el Pacífico oeste, que se basan en las corrientes de agua y en las estrellas para encontrar la trayectoria correcta.
En Bali, donde el sentido de orientación está imbuido de un alto significado espiritual, no saber dónde está el norte es considerado un síntoma de locura.
Pero si usted no vive en Bali, no se preocupe: esas habilidades son el resultado de entrenamiento desde la niñez, más que un talento sobrehumano para llegar de A a B.
Los neurólogos aseguran que fijarse deliberadamente en puntos de referencia y en las vueltas que se dan cuando uno está moviéndose normalmente ayuda a crear un mapa cognoscitivo del área.
"Algunas personas parecen atender al entorno más que otras, así como algunos atienden a los nombres más que otros", asegura el doctor Paul Dudchenko, de la Universidad de Sterling.
Por lo tanto, los que suelen perder el norte a menudo no deben resignarse: acostumbrarse a prestar más atención a aquello que les rodea puede serles de gran ayuda para encontrar, finalmente, el camino de vuelta.
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