Latest Posts:

16 de agosto de 2017

Soledad Barruti: "Hay que dejar de ir al súpermercado, es un sistema perverso"



"En el supermercado parece que la comida sale solo de una fábrica, que tiene ingredientes que te remiten a nada", reflexiona la argentina Soledad Barruti (autora del best seller Malcomidos); ella sostiene que la industria alimentaria constituye un gran engaño y que "está matando a todos".

En la pa´gina web de Aconcagua le realizan una magnífica, e imperdible entrevista; te aseguramos que luego de leerla te quedarán pocas ganas de ir a un supermercado.

La entrevista AQUÍ.

Si los algoritmos nos hacen la compra, ¿para qué servirá el marketing?


Gran parte del marketing se basa en que las empresas envíen mensajes concretos a los clientes para influir en sus compras y consumo. No extraña entonces que los principales anunciantes del mundo sean empresas como Procter & Gamble, Nestlé y Unilever. Las tres venden productos de consumo que se compran y gastan de manera habitual y constante. El objetivo de las decenas de miles de millones de dólares que invierten en publicidad es recordar a los consumidores que necesitan comprar detergente, sopa, café, yogur o alimento para mascotas durante su próxima visita a la tienda. Pero dentro de pocos años, este modelo de marketing, publicidad y compras estará obsoleto. Los comienzos de este cambio ya son evidentes en avances como los botones Dash de Amazon que convierten las compras rutinarias en más simples y rutinarias si cabe.

No pasará mucho tiempo hasta que Amazon y otros minoristas puedan conocer tan bien los hábitos de sus clientes como para enviarles (de manera convencional o por dron) los aproximadamente 200 productos que se consumen de manera habitual. Los algoritmos de las empresas estimarán cuándo es apropiado reponerlos. Poco después, los armarios y las neveras inteligentes de cada hogar elaborarán sus propios pedidos. Liberarán al consumidor de tener que escribir listas de la compra, recordar qué necesitan o enfrentarse al tedio de las compras repetitivas. Los productos que necesiten llegarán hasta los domicilios como la luz y el agua. Para muchos productos, será un bot el que se encargue de la compra. Los clientes sólo tendrán que consumir.

¿Cómo será pues el marketing en un mundo en el que las máquinas hablan con otras máquinas?

Primero, en un mundo conectado, gastar miles de millones para recordar a los consumidores que han de comprar su marca parecería desmesuradamente despilfarrador. En su lugar, el gasto en publicidad se redirigirá a construir mejores relaciones, competir con los líderes del mercado, aumentar la tasa de consumo e intentar condicionar el diseño y a los propietarios de los algoritmos. Influir en los algoritmos –por ejemplo, al convertirse en una marca nativa o por defecto dentro de las opciones preinstaladas de software– será altamente valioso. Sabemos que el 90% de los compradores de smartphones y ordenadores no cambian la mayoría de las configuraciones de fábrica. Supone una gran ventaja para las aplicaciones y servicios instalados por defecto. En consecuencia, las empresas líderes se beneficiarán de unas barreras de entrada más altas. Quien aspire a entrar en el mercado, sobre todo en los productos básicos, tendrá que romper no sólo la inercia de los consumidores, sino también la de los bots ya programados, una mucho más difícil de superar.

Segundo, la fidelidad con una marca se redefinirá. Los equipos de marketing necesitarán diferenciar con mucha más claridad entre la mera recompra y la lealtad real. Tendrán que preguntarse, sobre todo en las marcas líderes, si el "leal" es el algoritmo o es el consumidor. Para las nuevos actores la pregunta crítica será qué necesitan para lograr que los consumidores reconfiguren sus algoritmos.

En tercer lugar, gran parte de la estrategias de marketing actuales se basa en la idea de que los consumidores son intérpretes imperfectos de los mensajes publicitarios. Las personas están sujetas a sesgos cognitivos como la atención selectiva y su capacidad para retener información. Los estudios sobre publicidad, por ejemplo, se centran en mejorar las probabilidades de que los consumidores hagan lo que dictan los anuncios. Buscan aumentar la eficacia de los anuncios al mejorar su tasa de conversión (el ratio entre las personas que compran un producto y las que han visto su anuncio).
Pero si esas decisiones las toman bots en vez de humanos, los anunciantes deberán dirigirse a ellos. Y los bots suelen hacer lo que se les mande, sin sesgos cognitivos. Así que las investigaciones se centrarán en entender cómo influir sobre las decisiones de los bots: ¿Cuáles son sus fuentes de información? ¿Qué criterios están programados para optimizar? ¿Cuáles son sus algoritmos de aprendizaje? Las investigaciones sobre los consumidores se centrarán en temas estratégicos como los patrones de consumo y la fidelización de la marca.

Por último, los efectos de las máquinas conectadas no se limitarán a las compras básicas. Muchas de las interacciones entre la empresa y el consumidor se producirán directamente entre la empresa y el producto. Por ejemplo, los coches que se retiren por problemas de seguridad o reparaciones imprevistas podrán dirigirse de manera autónoma al taller cuando no los utilicen sus propietarios. Los lavavajillas y aspiradoras actualizarán su software directamente desde la nube. Los botes de medicamentos no se abrirán expirada su fecha de caducidad. De las interacciones no placenteras se ocuparán los bots. Los clientes hartos de hablar con una máquina cuando llaman a su compañía telefónica pedirán a su bot que llame al bot de la compañía.

La robotización de las compras y el marketing cambiará cómo interactúan las empresas con los consumidores. Eliminar de la ecuación la imprevisibilidad de los consumidores aumentará la eficiencia del marketing; sólo los ahorros en publicidad sumarían miles de millones de dólares. Pero la oportunidad real se encuentra en la redefinición de la relación con el cliente, no en la reducción de costes. Pongan a sus máquinas a pensar en eso.
Fuente:
Harvatd Business Review

14 de agosto de 2017

Fernando Savater: "La educación debe formar ciudadanos, no empleados"

Anda lejos Fernando Savater de las posiciones extremas y pesimistas. Nunca las ha tenido, mucho menos ahora que toca poner manos a la obra, al menos en lo que a educación respecta. Humanista a contrarreloj –se reparte entre las columnas de prensa, el ensayo y la docencia- , Fernando Savater ha intentado rescatar tanto en sus libros como intervenciones públicas el sentido original de la palabra ciudadanía. Todo cuanto hacemos comporta un quehacer político, dice. Por eso, la importancia de la educación: porque transmite y completa ese marco. "Educar para formar ciudadanos significa también formar gobernantes. Todos los ciudadanos son gobernantes aunque deleguen en sus representantes ese poder de gobernar", asegura el filósofo y escritor vasco.


Justo esta semana (noviembre de 2016) cuando el congreso votó a favor de la paralización de la Ley orgánica para la mejora de la calidad educativa (Lomce), se inicia el largo viacrucis para conseguir un pacto general entre todas las fuerzas políticas sobre esta materia. ¿Están dispuestos a alcanzarlo y sostenerlo? Más allá sobre si son o no capaces, Savater prefiere volcarse en la idea de que están obligados a hacerlo. "Ningún chico o chica que haya nacido y comenzado a estudiar en democracia ha logrado empezar y acabar sus estudios con el mismo plan educativo", alude Savater para ilustrar el uso de la educación como arma arrojadiza: de populares contra socialistas; padres contra profesores; alumnos contra docentes… De ahí que, a juicio de Savater, la huelga de los deberes sea un absoluto “disparate”.

Vinculado siempre a la vida pública, el filósofo escritor, periodista, profesor universitario y demás frentes intelectuales, Savater tiene una obra de más de 40 libros. Conocido por sus duras críticas contra el nacionalismo vasco y su compromiso con determinadas causas públicas –formó parte de UPyD y apoyó a Ciudadanos en las elecciones vascas- la escritura de Savater significó un punto de inflexión tanto en los lectores inexpertos como veteranos; Ética para Amador y Política para Amador dan fe de ello. Sencillo y directo, Savater conversa con Vozpópuli sobre un tema que ya levanta polémica en la legislatura que comienza: la educación.

-Avanzar en un pacto por la educación. Ujum. La LOMCE ha sufrido esta semana su primer revés en el Congreso. Y piensa quien ve esto: ¿una ley más?
-El primer problema que ha tenido España con la educación es la sucesión de leyes. Cada vez que llegaba un gobierno al poder, se promulgaba y aprobaba una ley distinta. Ningún chico o chica que haya nacido y comenzado a estudiar en democracia ha logrado empezar y acabar sus estudios con el mismo plan educativo. Esa sucesión de planes, que se han solapado unos sobre otros, no es buena porque justamente lo que necesita la educación es estabilidad.

-Entonces, ¿esto se perpetúa o promete resultados?
-Ese pacto es necesario.  Quienes abogan por tal cosa intentan un mínimo común denominador. Pero uno que fuese respetado y compartido por partidos políticos, educadores, pedagogos, padres de familia, sindicatos. Establecer con todos ellos un punto de acuerdo, dejarlo al margen de los vaivenes políticos, dotarlos de un presupuesto suficiente y dar una cierta estabilidad. Eso es lo que no se ha conseguido y que sería bueno conseguir.

- ¿De quién es la mayor cuota de responsabilidad? ¿De la administración pública, las fuerzas políticas? ¿Hasta qué punto los padres, que ahora riñen por los deberes, han sido pasivos?
-La responsabilidad es de todos. Porque en lugar de abordarla como una preocupación pública, la educación se ha convertido en una especie de arma arrojadiza. Por eso no se ha llegado a acuerdos en casi ningún tema. Le damos una importancia retórica a la educación, pero luego no se concreta en un acuerdo o en la una capacidad real de llegar a un acuerdo y mantenerlo. La educación se utiliza hace ya mucho como un elemento para hostigar a otros, por ejemplo, en el caso de la cruzada de los padres con el tema de los deberes, que usted menciona, es una forma de enfrentarse con profesores.

-Pero si el  rendimiento escolar ya es bajo, sin deberes y por tanto sin refuerzos, podría ser mucho peor. ¿No?
-Los deberes han de ser racionales: no una carga abrumadora ni disparatada. Unos deberes que permitan que haya continuidad entre la escuela y el hogar, y no exista un divorcio. Que los deberes para completar en casa permitan a los alumnos seguir adelantando el trabajo de la escuela. No tiene sentido una separación entre lo que se hace la escuela y la casa, justamente para evitar que el niño olvide lo que ha aprendido a lo largo del día. Por eso creo que la postura de los padres de convocar una huelga de deberes es un absoluto disparate.

-Hay énfasis y apasionamiento en todos estos debates, pero falta conocimiento técnico. ¿La educación está condenada a ser objeto de una discusión catastrofista?
-Lo realmente importante es que quienes participen en las discusiones para una reforma educativa sean realmente quienes sepan de esa cuestión. Que tengan alguna vinculación con la educación, que tengan un trato con sus instituciones y cuál es la dinámica interna de los proyectos educativos. Hasta ahora, quienes han participado en la redacción de las leyes educativas desconocen su naturaleza técnica. Los que están en el parlamento lo único que de verdad saben de educación es un hecho: todo cuanto hagan en esa materia debe ser para contradecir a su oponente. Eso, claro, no ayuda. Las personas que participan en los debates técnicos, en lugar de tener preparación, han caído en manos de la retórica.

Lea el artículo completo en:

El error que cometes y que hace que tus hijos sean unos malcriados

Es muy difícil conseguir al mismo tiempo que nuestros hijos confíen en nosotros y sean responsables. Para lograr este objetivo, hay algo que no se debe hacer jamás.


De entre todo lo que atormenta a los padres primerizos, desde lo material hasta lo relacionado con la educación pasando por lo psicológico, quizá no hay nada más preocupante que lo siguiente: ¿cómo conseguimos no malcriar a nuestros hijos? Es caminar sobre la cuerda floja, puesto que el equilibrio entre proveer a nuestros descendientes con todo lo que necesitan materialmente, apoyarles emocionalmente y hacer que se sientan seguros pero que al mismo tiempo no piensen que el universo gira en torno a ellos es delicado.

No hay receta infalible, obviamente, pero nunca viene de más escuchar lo que tienen que decir los especialistas sobre esta cuestión tan peliaguda, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez más (supuestos) adultos se comportan como niños malcriados. Por ejemplo, Hal Runkel, terapeuta familiar y autor de 'Choose Your Own Adulthood: a Small Book about the Small Choices that Make the Biggest Difference' (Greenleaf Book Group), un manual para millennials que intenta guiarles a la hora de tomar las decisiones que determinarán su futuro.
Cuando dices 'como hagas eso otra vez te lo voy a quitar' y no se lo quitas, estás malcriando a tu hijo
Su carácter, no obstante, se ha forjado mucho tiempo atrás, y el resultado está tremendamente influido por la actitud de sus padres hacia ellos. En opinión de Runkel, hay algo que nunca debería hacerse con un hijo: mentirle. En concreto, a la hora de que entiendan cómo funciona el mundo y de qué manera toda acción tiene sus consecuencias. Lo confiesa a 'Business Insider': “lo que malcría a los niños es no dejarles que prueben las consecuencias naturales de sus errores”. Como el dicho español de “aprende a base de golpes”, pero con una sustancial diferencia.

Fuente:

El Confidencial

google.com, pub-7451761037085740, DIRECT, f08c47fec0942fa0