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24 de septiembre de 2009

¿Por qué importa el camino a Copenhague?


Jueves, 24 de septiembre de 2009

¿Por qué importa el camino a Copenhague?

Es esencial que cada país cambie su modelo de desarrollo económico hacia uno bajo en emisiones de carbono compatible con el crecimiento y la ecología del planeta

¿Qué es la Conferencia de Copenhague?


La XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático se celebrará en Copenhague del 7 al 18 de diciembre de 2009. Esta conferencia es organizada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que organiza conferencias anuales desde 1995. La meta es preparar futuros objetivos para reemplazar los del Protocolo de Kioto, que termina en 2012.

¿Cuáles son los objetivos?

El objetivo de la conferencia, según los organizadores es "la conclusión de un acuerdo jurídicamente vinculante sobre el clima, válido en todo el mundo, que se aplica a partir de 2012. "

En la cumbre se reunirán , los mejores expertos en medio ambiente , los ministros o jefes de estado y organizaciones no gubernamentales de los 192 países miembros de la CMNUCC. Esta será la última conferencia para preparar el periodo post-Kioto. Por primera vez, los Estados Unidos seran presentes, el Presidente Obama lo anuncio.

Web Oficial

La noticia llega vía BBc en español: 

¿Por qué importa el camino a Copenhague?


Esta semana, los líderes mundiales se reúnen en Nueva York y en Pittsburgh, Estados Unidos, para hablar sobre cambio climático y discutir la situación financiera internacional. José María Figueres, ex presidente de Costa Rica, Juan Mayr, ex ministro de Medio Ambiente de Colombia y Marina Silva, ex ministra de Medio Ambiente de Brasil le explicaron a la BBC por qué son cruciales estas reuniones.

Salir de la actual crisis económica mundial y afrontar el reto del cambio climático son objetivos que pueden alcanzarse conjuntamente si llevamos al mundo hacia una economía baja en emisiones de carbono. Análisis realizados por Lord Stern, entre otros, han demostrado que los argumentos económicos para adoptar medidas inmediatas que logren mitigar los efectos del cambio climático son abrumadores.

Las reuniones de estos días en Estados Unidos deben estar enfocadas a lograr ese objetivo. La importancia de estos encuentros no puede ser minimizada y el éxito de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP15), a realizarse en Copenhague en diciembre próximo, donde los líderes del mundo volverán a reunirse con la intención de alcanzar un nuevo acuerdo mundial en la lucha contra el cambio climático, estará determinado en gran medida por los progresos realizados hasta ahora.


La evidencia científica es clara: el mundo no puede continuar con los actuales niveles de contaminación. Existe un amplio consenso en la comunidad científica de que el límite máximo en cuanto a los niveles de carbono en la atmósfera no debe superar las 350 partes por millón (PPM). Hoy en día, como resultado directo de las actividades humanas, se sitúa en 386 PPM. Por tanto, es esencial que cada país cambie su modelo de desarrollo económico hacia uno bajo en emisiones de carbono compatible con el crecimiento y la ecología del planeta.

La transición hacia este modelo económico bajo en emisiones de carbono sólo ocurrirá si todas las naciones toman conciencia de la gravedad del asunto; el compromiso de todos los países, tanto de los desarrollados como de los emergentes es vital. Los primeros, como principales emisores de partículas contaminantes, deben actuar urgentemente. Pero de igual importancia es que los países en vías de desarrollo se embarquen en la senda de un crecimiento económico evitando una industrialización con altas emisiones de carbono.

Dilema


El dilema de cómo promover el crecimiento económico sin perjudicar el medio ambiente no es un problema nuevo. Y no se limita a los países en desarrollo. En efecto, con la excepción de unos pocos, en su mayoría europeos, los países del mundo industrializado no han logrado reducir sus emisiones lo suficiente como para concederles autoridad moral o alguna ventaja práctica en este debate.

Mientras algunas naciones han tomado medidas efectivas –Dinamarca, por ejemplo, ha logrado disminuir sus emisiones de carbono y su consumo energético a la vez que ha aumentado su PIB– existen muchos otros países que sólo están preparados para asumir pequeños compromisos que están muy por debajo de los niveles requeridos. La Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático de Copenhague (COP15) representa una oportunidad real para que los representantes de las 192 naciones del planeta actúen en el interés de toda la humanidad.

Pero si estos cambios son un verdadero desafío para los países más ricos del planeta, lo son aún más para las economías en vías de desarrollo. En este sentido, es importante señalar que países como los nuestros también están tomando acciones positivas y que nuestra determinación es firme. Distintos planes se han puesto en marcha para reducir las emisiones, renunciar a las prácticas no sostenibles y hacer una eficiente transición a las nuevas tecnologías de energías limpias.

El plan de Costa Rica sobre el cambio climático, por ejemplo, exige un proceso de transición a la neutralidad en las emisiones de carbono para el año 2021; un programa ambicioso, pero alcanzable. Brasil, por su parte, se propone reducir las emisiones derivadas de la deforestación –la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero– en un 80% en 2020, y planea establecer un objetivo de reducción de emisiones en los próximos meses.

Otros ejemplos incluyen la estrategia medioambiental publicada el año pasado por Sudáfrica (“Long–Term Mitigation Scenario”) y los planes de las Maldivas para alcanzar la neutralidad en las emisiones de carbono en el mediano plazo. Corea del Sur, por su parte, está invirtiendo actualmente el 80% de su paquete de estímulo fiscal en medidas relacionadas con el cambio climático.

Estos compromisos con el medio ambiente son significativamente más altos que los que se han propuesto las naciones plenamente desarrolladas.

El reto es sencillo: cómo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mantener la prosperidad económica al mismo tiempo. En ese sentido, el cambio climático no es simplemente un problema medio ambiental. También es un problema de desarrollo importante. Se trata de cómo vamos a generar empleos e ingresos en el siglo XXI con una economía baja en carbono. La pregunta es: ¿cómo podemos alcanzar ese objetivo en todo el mundo?

Cuatro elementos

Para asegurar una vía práctica para una economía de energías limpias –que se mide tanto en ingresos más altos y un clima más estable– debemos encontrar una nueva asociación entre países desarrollados y en desarrollo.

Cuatro elementos importantes en este aspecto son:

Primero, el problema del cambio climático es un imperativo moral, económico y medio ambiental que no podemos evadir. Aquellos líderes que tácitamente reconocen las consecuencias devastadoras del cambio climático, pero que no se deciden a tomar ninguna decisión para detener su avance, actúan de forma hipócrita. Deben hacerse responsables con el fin de fomentar iniciativas que puedan ser presentadas en diciembre.

Segundo, el mundo en desarrollo no es uniforme, es tan diverso como la mayoría de los países industrializados. Aquellos países que han establecido ambiciosos programas para reducir la emisión de gases contaminantes deben ser reconocidos, beneficiándose de los incentivos ofrecidos por la comunidad internacional. Para aquellos que no han iniciado el camino hacia una economía baja en carbono, debe hacérseles ver que pierden competitividad, inversiones y oportunidades de crecimiento.

Tercero, es momento de hablar de dinero. El mundo desarrollado debe seguir la llamada de aquellos que, como el primer ministro británico Gordon Brown, están comprometidos a financiar este proceso de transición. Su propuesta de invertir anualmente US$100.000 millones en nuevas tecnologías es el monto mínimo que podría esperarse que fuese acordado durante las reuniones del G20.

Cuarto, y más importante, los abrumadores argumentos científicos y económicos para realizar este cambio deben ser comunicados a todas las personas de todos los países. Los líderes deben hablar sobre esto y la sociedad civil debe sumar su voz.

Y esto es lo que se debe decir 

Una nueva asociación con el apoyo de importantes inversiones y con un fuerte liderazgo político es la única manera de reunir el consenso político-global necesario para hacer progresos reales en el tema del cambio climático. Es justo que los países desarrollados exijan más claridad en los compromisos de las naciones en desarrollo, incluso si son compromisos voluntarios. Pero esta asociación corre en ambos sentidos, y es igualmente justo para los países en desarrollo esperar que las naciones desarrolladas asuman compromisos más ambiciosos que los que hasta ahora han estado dispuestos a hacer.


Para los países desarrollados la transición a una nueva economía baja en carbono traerá más crecimiento y empleo, mitigando los efectos de la actual recesión y cimentando el camino hacia la recuperación económica y medio ambiental.

Para las naciones en desarrollo es una oportunidad para avanzar hacia un modelo de economía sostenible, evitando la industrialización que sea dañina para el medio ambiente en el proceso. Esto último creará perspectivas de expansión de la economía y más empleo.

Ha llegado el momento para alcanzar un acuerdo sobre cambio climático que sea justo, vinculante y ambicioso, y que contenga acciones concretas a realizar por parte de todas las naciones del planeta.

Es por esto que las reuniones de septiembre son tan importantes. Y ese es el prisma a través del cual su éxito debe ser evaluado.


Fuente:

BBC Ciencia & Tecnología

El deshielo de los glaciares se acelera en Groenlandia y la Antártida

Jueves, 24 de septiembre de 2009

El deshielo de los glaciares se acelera en Groenlandia y la Antártida

Los satélites dotados de sensores láser han mostrado la imagen más precisa del acelerado adelgazamiento que están sufriendo las capas de hielo de las costas de Groenlandia y de la Antártida. Este hallazgo, que se publica hoy en la revista
Nature, permitirá realizar predicciones más precisas en el futuro sobre el aumento del nivel del mar que puede provocar este fenómeno vinculado al cambio climático.



La pérdida de hielo más profunda se debe a la aceleración en el deshielo de los glaciares en el momento en que éstos se funden con el mar, según señala un grupo de investigadores del British Antarctic Survey y de la Universidad de Bristol (sur de Inglaterra).

Para llegar a esta conclusión, los expertos analizaron millones de medidas de las inmensas capas de hielo tanto de la Antártica como de Groenlandia proporcionadas por la NASA.

Los expertos vieron que este «adelgazamiento dinámico» que experimentan los glaciares alcanza ahora todas las latitudes en Groenlandia, se ha intensificado en las costas de la Antártida, está penetrando en el interior de las capas de hielo y se está extendiendo en forma de delgadas capas heladas debido al deshielo del océano.

El responsable del estudio, Hamish Pritchard, del British Antarctic Survey (BAS), subraya la "sorpresa" que estos descubrimientos han provocado en el grupo de investigadores al ver un "patrón tan fuerte de adelgazamiento de los glaciares en áreas tan grandes de costa".

"Pensamos que la causa más probable de que haya un flujo más rápido en el glaciar se debe a las corrientes cálidas de los océanos cuando alcanzan las costas y funden el glaciar", señala.

Este experto admite que este fenómeno de deshielo aún no se comprende bien por lo que "continúa siendo la parte más impredecible del aumento en el nivel del mar en el futuro".

Fuente:

El Mundo - Ciencia

La envidia

Jueves, 24 de septiembre de 2009

La envidia

Más pertinaz que el odio, más intensa que los celos y antigua como el hombre. Así es la envidia, una pasión universal que nadie reconoce sentir.

 Apenas unos segundos después de que el fonógrafo de Edison dejara de emitir en la sala sus primeras palabras, uno de los académicos que asistía a la presentación del aparato, el francés Jean Bouillaud, de 82 años, saltó de su asiento, agarró por el cuello al infeliz que lo manejaba en ese momento y comenzó a zarandearlo mientras profería que aquello era una farsa, un truco de ventrílocuo y que la noble palabra humana no podía ser reemplazada por un metal. Bouillaud no se había vuelto loco ni había sufrido un ataque de ansiedad. En absoluto. Se trataba de un caso de envidia entre colegas, un sentimiento tan viejo como el hombre del que se ha dicho que es el más vergonzoso de los vicios. De hecho, se le considera tan deshonroso que incluso personajes tan ilustres como el filósofo Francis Bacon no han dudado en afirmar que la envidia es un “gusano roedor del mérito y la gloria”. La Real Academia Española, más tibia en su definición, la considera un “pesar del bien ajeno”.


La envidia es un fenómeno universal, pero ni es considerada por los psicólogos una de las emociones fundamentales, ni existe una expresión facial que la caracterice de forma exacta. En su obra La fuerza de las emociones, los psiquiatras Christophe André y François Lelord indican que esto se debe a que “a diferencia de lo que ocurre con otros sentimientos, comunicar la envidia nunca ha supuesto una ventaja evolutiva”. En efecto. La envidia es un tabú social que se lleva en silencio porque, en el fondo, supone una declaración de inferioridad que no conviene revelar en público. Plutarco ya daba cuenta de ello hace casi 2000 años. En su estudio Sobre la envidia y el odio, el genial biógrafo y ensayista griego resaltaba que “nadie dice que es envidioso”, sino que para justificar ese sentimiento se alegan todo tipo de excusas. Este comportamiento, según el sociólogo de la Universidad Libre de la Lengua y la Comunicación de Milán Francesco Alberoni, se debe a que la envidia es, en esencia, “una reacción ante el reconocimiento de una derrota”.

 

En un intento por negar la frustración que nos produce, nos comportamos de muy distintas formas. Algunas personas optan por imitar a quienes envidian; otras, si se ven incapaces de alcanzar el mismo objetivo, se deprimen y, por último, un tercer grupo de individuos se decanta por criticar e incluso conspirar contra quienes les han superado. Todo depende de la importancia que se dé al objeto de nuestra envidia y, sobre todo, de quién sea el envidiado.

 

Envidiamos cuando comprobamos que otro se ha hecho con algo que deseamos intensamente o cuando otra persona logra lo que nos es imposible realizar. El resultado, en cualquier caso, es que nuestra autoestima se resiente. Los psicólogos señalan que para compensar esta pérdida, que nos resulta insoportable, hemos desarrollado una serie de mecanismos muy particulares. Uno de ellos es infravalorar la ventaja del otro, esto es, nos autoconvencemos de que lo que ha conseguido“no es para tanto”. Otras tácticas pasan por buscar desventajas en otros campos que compensen su superioridad, desvirtuar a la otra persona en su conjunto o criticar el sistema que permite que se dé semejante situación. En los casos más extremos, podemos llegar a castigar –tanto física como psicológicamente– al envidiado por su ventaja.

 

Esto es así, según Alberoni, porque “el envidioso desea acercarse al envidiado, ser reconocido por él, identificarse con él y sustituirlo”. En los casos patológicos, el envidioso sólo puede hallar satisfacción en la destrucción completa del envidiado, en su desgracia total e incluso en su desaparición física.

 

La investigadora Melanie Klein, autora de Envidia y gratitud, una obra considerada básica por numerosos expertos en este terreno, indica que la envidia trae implícito el deseo de hacer daño.Se trata, además, de una actitud inherente a los seres humanos y que se desarrolla en las primeras etapas de la infancia, un dudoso honor que parecemos disfrutar en exclusiva. Según Juan Carlos Senar, de la Sociedad Española de Etología, “no hay constancia de que entre los animales se dé un fenómeno semejante, aunque éstos pueden utilizar mentiras y engaños para alcanzar objetivos”.

 

En un artículo sobre la Psicología de la envidia, el doctor Cecilio Panigua indica que la envidia “es un eco de los sentimientos de inferioridad y rivalidad sufridos por el niño durante su desarrollo psicológico, con padres y hermanos, lo que explica su universalidad e irracionalidad”.Este factor de proximidad –del niño con los que le rodean– parece especialmente importante en el desarrollo de la envidia. Así, cuanto más cercanas a nosotros sean las personas que envidiamos y cuando su superioridad se demuestra en los campos que más valoramos, el sentimiento de envidia crece. Por el contrario, éste no se desarrollará fácilmente entre personas que no se conocen apenas o entre quienes hay un abismo insalvable temporal o profesional. Por ejemplo, es más que dudoso que un físico actual pueda albergar sentimientos de hostilidad contra Einstein o Newton por los éxitos que éstos cosecharon en su mismo campo.

 

Puesto que la envidia se acentúa entre personas que viven circunstancias parecidas, es entre los hermanos y los compañeros de profesión donde es más relevante. Ignazius Semmelweis fue el protagonista de uno de los casos más vergozosos de envidia profesional. A mediados del siglo XIX, este médico obstetra del Hospital General de Viena observó que un alto porcentaje de parturientas moría tras dar a luz por fiebre puerperal, mientras que en otros hospitales, donde atendían comadronas que cuidaban su aseo y mantenían la limpieza, ese porcentaje era sensiblemente inferior. Cuando propuso que los médicos que atendían los partos se lavaran las manos con cloruro de calcio para evitar así infecciones, fue despreciado. Aún peor. Incluso cuando demostró que su -teoría era correcta, su descubrimiento siguió siendo tachado de ridículo.

 

Semmelweis no quería exhibir sus méritos, pero es cierto que a veces el envidiado puede vanagloriarse de ellos y hacerlo de forma que se ofenda el otro. En ese caso se trataría de una provocación. En su novela Abel Sánchez –toda una tesis sobre la envidia–, el filósofo y escritor Miguel de Unamuno señala que “no hay canalla mayor que las personas honradas (...) No me cabe duda de que Abel restregaría a los hocicos de Caín su gracia”. Precisamente, en el Génesis se describe un episodio que ilustra hasta qué punto puede llegar la envidia entre hermanos cuando uno de ellos hace gala, aunque sea inconscientemente, de sus virtudes superiores. En el capítulo 37 de este texto bíblico se describe cómo José, el favorito de Jacob, su padre, era profundamente envidiado por sus hermanos. Quizá tenían buenas razones para hacerlo. José no sólo disfrutaba de un físico favorecido, sino que estaba colmado de virtudes, entre ellas el don de la profecía. Además, sabía cómo resaltar lo mejor de sí mismo. Tanto fue así que todos sus hermanos, salvo Rubén, que se manifestó en contra, decidieron asesinarle. Otro de los hermanos, Judá, propuso otra idea mejor: venderle como esclavo.

 

En realidad, quizá José alardeaba a propósito de sus habilidades. Pero aunque se exhiban adrede los buenos atributos para producir envidia, este sentimiento no es tan profundo como cuando el éxito que se observa en el envidiado nos parece inmerecido. En ese caso, la hostilidad se dispara y la envidia da paso al rencor.

 

Los psicólogos saben que el sentimiento de envidia aumenta enormemente cuando comprobamos que la circunstancia que la desencadena choca, además, con nuestro sentido de la justicia. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, si descubrimos que un compañero de trabajo ha obtenido un ascenso al cual optábamos no sólo inmerecidamente, sino que, a nuestro juicio, porque está en más que buenas relaciones con la hija del presidente de la compañía.En la historia de la filosofía, una cuestión recurrente ha sido si en los sentimientos de envidia se encuentran los fundamentos del sentido de justicia. Freud afirma, de hecho, que ésta emana de los deseos de los envidiosos. Así, en un grupo familiar, los hermanos observarían la conducta de los demás guiados por la envidia, de forma que ninguno de ellos sea más favorecido que otro por sus padres. En definitiva, si uno no puede ser el preferido, ninguno debería serlo.

 

A la vista de lo universal de este sentimiento, algunos expertos se han preguntado si es posible que sus causas sean más biológicas que psicológicas.Según el biólogo molecular John Medina, autor de El gen y los siete pecados capitales, “analizar la biología de la envidia es un problema insuperable, porque no se ha aislado un gen responsable de este sentimiento ni se ha identificado una región del cerebro dedicada a la envidia”.

 

Medina indica que esto puede explicarse bien porque nuestra tecnología no es suficientemente buena o bien porque “la envidia sólo es un intento de organizar sentimientos subjetivos que no tienen correlación biológica”. En este sentido, señala que “la envidia está asociada a cuatro tipos de comportamiento: los asociados al deseo sexual, a la avaricia, a los deseos de agresión y como una reacción a la depresión que, en definitiva, puede ser tanto un componente como una respuesta a la envidia”. Este vínculo entre un sentimiento subjetivo –la envidia– y un proceso biológico –la depresión– es, para este autor, más estrecho de lo que suponemos. Tanto es así que, aunque Medina asegura que no existen píldoras contra la envidia, sí es posible que los antidepresivos nos mantengan a salvo de ciertos aspectos negativos asociados a ella.

 

¿Pero hasta qué punto podemos llegar a fastidiar al prójimo por envidia? Un equipo de economistas de las universidades de Oxford y Warwick, en Inglaterra, comprobaron que se puede ir muy lejos. En un experimento, los profesores Andrew Oswald y Daniel Zizzo adjudicaron aleatoriamente una cantidad de dinero a distintas personas que se iba incrementando con el tiempo. En el ensayo, cada una de ellas podía destruir parte del dinero ajeno, pero sólo a costa de sacrificar parte del propio. Para sorpresa de los investigadores, la mayoría de los participantes llegó a deshacerse de su fortuna sólo para conseguir que los demás no se enriquecieran más que ellos.

 

Y es que, ya lo decía Don Quijote: “Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo; pero el de la envidia no tal, sino disgusto, rencores y rabias”.


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Muy Interesante

23 de septiembre de 2009

El faquir y la cama de clavos

Miércoles, 23 de septiembre

El faquir y la cama de clavos

¿Cómo lo hace?

cama de clavos

¡Qué dolor! ¿verdad? Si un clavo duele… ¿qué no dolerá un cama llena de ellos?

La cama de clavos es uno de los típicos instrumentos de mortificación física de los faquires. Doler, algo dolerá, pero no lo que muchos imaginan.

La cuestión más importante es, a la vez, la más llamativa: el número de clavos. Parece que sea más difícil soportar las punzadas cuanto más clavos haya, pero es al contrario, más fácil resulta.

Y ¿cómo es eso? Física aplicada.

La presión es una magnitud física que expresa la fuerza ejercida por un cuerpo sobre una superficie, tal que P=F/S (siendo P la presión, F la fuerza y S la superficie). De la expresión se deduce que cuanto mayor sea la fuerza, mayor será la presión y cuanto mayor sea la superficie sobre la que se reparte la fuerza, menor será la presión.

Así resulta más doloroso un pisotón con un zapato de tacón de aguja, que un pisotón con el pie plano. Así se hunde uno más fácilmente en la nieve si calza botas que si calza esquíes. Y así es más fácil clavar un clavo de un martillazo que clavar un taco de madera. La fuerza que aplicamos puede ser la misma, pero si la superficie sobre la que se distribuye ésta es menor, la presión será mayor, y si la superficie es mayor, la presión será menor.

Si una persona de 60 kg, por poner un ejemplo, se tumba sobre un clavo en punta, se lo clavará hasta la cabeza (del clavo), pues la superficie de contacto es muy pequeña para ese peso y la presión es muy elevada. Pero si se tumba sobre 120 clavos, resulta que el peso se reparte entre todos ellos, por lo cada clavo debe sostener solamente medio kg. La presión ha dismimuido porque la superficie (suma de todas las puntas de clavos) es mayor.

Tantos clavos, y tan juntos, facilitan la tarea del faquir. Es prácticamente imposible que la punta de un clavo se introduzca en el cuerpo sin que lo hagan los clavos vecinos y… ¿seguro que el faquir pesa tanto como para ejercer la presión suficiente para que su cuerpo sea atravesado por todos los clavos?

La imagen del globo es una manera muy gráfica de ilustrar lo explicado. Si se tratase de un solo clavo el globo habría explotado a la mínima presión. Pero como son tantos y tan juntos, no lo hace. Ni aunque aumentemos la presión. Bueno, si la aumentamos lo suficiente acabará por explotar. Pero el faquir no aumenta la presión, no va a engordar de repente ¿cierto?

Eso sí, hay que reconocer que una adecuada técnica al momento de acostarse y de incorporarse, para repartir bien el peso del cuerpo, es algo necesario. Este video, con el Doctor Demo, le enseñará una manera de impresionar a sus amigos:





¿Qué tal?

Fuente:

Saber Curioso

Pican, pican los mosquitos... ¿a quién?


Miércoles, 23 de septiembre de 2009

Pican, pican los mosquitos... pero ¿a quién?

¿Cómo eligen los mosquitos a sus víctimas? ¿Quizás prefieren picar a aquellos consangre más dulce? ¿O depende del color de la piel? Ni una cosa ni la otra. Según explican científicos españoles en un nuevo estudio publicado en la revista Plos One, si nos pican los mosquitos es, fundamentalmente, porque “olemos a queso o a sudor".


En concreto, a estos insectos les atrae la temperatura corporal y la ropa húmeda, especialmente si está empapada en sudor. Por otra parte, a los mosquitos Anopheles gambiae les agrada el olor de un queso llamado Limburguer cheese, ya que la bacteria implicada en su producción está emparentada con otra que vive en los pies humanos.

Para llegar a estas conclusiones, Jordi Figuerola y su equipo ha aplicado una 
novedosa técnica de identificación de especies que utiliza el ADN de la sangre de las “víctimas” de los mosquitos contenida en el aparato digestivo de estos insectos, y que podría permitir desarrollar políticas de control ante enfermedades de las que ejercen como transmisores principales, como el dengue

Según Figuerola, "las nuevas técnicas moleculares servirían para determinar, por ejemplo, si 
tener animales de compañía sirve para que los mosquitos piquen menos a las personas y más al perro, al gato o al canario". Y sobre lafiebre amarilla, que se transmite a través de mosquitos a primates y humanos, este método permitirá enteder si los brotes epidémicos se deben a cambios en los patrones de alimentación de los insectos, o qué especies actuarán con más facilidad como puente entre monos y humanos. 

De momento los investigadores han identificado que algunas especies de 
mosquitos se alimentan de vacas, pero también de ciervos, gamos, jabalíes, gatos, perros, caballos y hasta tortugas. Otros, sin embargo, prefieren animales con pluma, como el Culex modestus, una especie que abunda en el Delta del Ebro. 



Fuente:

Muy Interesante
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