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12 de septiembre de 2011

¿Por qué no recuerdo mi accidente?

El vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, sufrió un accidente de moto con un fuerte traumatismo en la cabeza. Cuando recuperó la conciencia, el político madrileño no recordaba nada de lo sucedido. ¿Qué ocurre en nuestro cerebro en estas circunstancias? ¿Qué son los recuerdos, dónde están y por qué se borran? Conocer la manera en que perdemos la memoria ha servido a los científicos para descubrir cómo se fijan los recuerdos.

El paciente abre los ojos y se encuentra en la cama de un hospital. No sabe qué ha sucedido ni cómo ha llegado hasta allí. En su cerebro, tras el traumatismo, se ha producido una fuerte conmoción y todo aparece desordenado. ¿Por qué no recuerda el accidente? ¿Qué ha pasado con su memoria y qué pasará con sus recuerdos a continuación?

El tiempo que ha pasado inconsciente es el primer factor que indica la gravedad y los daños que puede haber sufrido su cerebro. Si el accidente no es muy grave, la pérdida de memoria puede ser temporal y se pueden recuperar los recuerdos aunque sea de forma fragmentaria. Si es muy grave, puede que las pérdidas sean definitivas.

La amnesia post-traumática se manifiesta de muchas maneras en función de los daños sufridos. "La persona está muy confundida y le cuesta mantener la información en la cabeza de un día para otro", asegura la neuropsicóloga Nuria Paúl, que trabaja con este tipo de pacientes. "Puede durar una semana, dos semanas, un mes..." El hecho de no recordar el accidente puede estar motivado por varias causas, entre ellas que el cerebro, en el momento del impacto, no registró lo sucedido. "La gente que ha sufrido una lesión grave suele tener una sensación extraña", indica Paúl, "les gustaría recordar lo que pasó en el accidente pero no lo recuerdan, y muchos no lo llegan a recordar porque en ese momento el cerebro no ha registrado la información".

Olvidar lo reciente

La otra explicación a esta ausencia de memoria está en la manera en que se fijan los recuerdos. La amnesia post-traumática suele incluir el olvido de algunos episodios tanto anteriores como posteriores al accidente. El sujeto no solo no recuerda el impacto sino que ni siquiera recuerda haber cogido la moto, por ejemplo. Un fuerte traumatismo puede provocar que la información registrada en ese periodo de tiempo no se consolide en la memoria a largo plazo y que, por tanto, el paciente no sea capaz de recuperarla.

"La memoria a largo plazo no se almacena al instante", explica el neurofisiólogo Xurxo Mariño, "sino que debe pasar un cierto tiempo antes de quedar fijada. Durante ese tiempo en el purgatorio de los recuerdos se requiere que una estructura, el hipocampo, se encuentre funcionando correctamente. Si durante ese tiempo el encéfalo sufre algún tipo de trauma, esos recuerdos no se guardarán correctamente".

"Cuando alguien tiene un accidente de moto", explica el profesor de Neurociencias de la Universidad Pablo de Olavide José María Delgado, "lo que olvida normalmente es lo que ha pasado inmediatamente antes, no los nombres de sus familiares, ni su pasado". "Lo que parece que se pierde", concreta, "es la memoria muy reciente que, por decirlo de una manera muy simple, está por ahí dando vueltas en el cerebro y aún no está almacenada".

Aunque el hipocampo es una estructura fundamental en la fijación de recuerdos, el proceso se produce también en el resto de la corteza cerebral. “Sabemos que la formación de una memoria se hace en fases”, asegura Alberto Ferrús, profesor del Instituto Cajal, del CSIC. Durante la “fijación” de este recuerdo se produce un complejo proceso neuroquímico que concluye en el núcleo de la neurona y cambia el estado de expresión de ciertos genes y el número de sinapsis. Ha ocurrido “un cambio estructural en el circuito”, dice Ferrús. ¿Dónde están y qué son los recuerdos? La respuesta no la conocemos del todo, pero sí sabemos que la memoria no está en ningún lugar físico concreto, como si fuera un cajón, sino que se materializará en una especie de “constelación de sinapsis” que se encenderá cuando evoquemos el recuerdo.

Es en la fase previa a esta fijación cuando si se produce algún tipo de alteración traumática, el proceso no se lleva a cabo y las memorias se pierden. “Una intoxicación con alcohol, un trauma, una situación de estrés e incluso una anestesia”, precisa Ferrús, “dificulta el tráfico en las neuronas y esa memoria acaba no consolidándose”. Este proceso explica por qué algunos jugadores de fútbol americano, por ejemplo, siguen jugando un partido después de un fuerte golpe y al cabo de unas horas no recuerdan ni una sola jugada. O por qué no recordamos nada después de una gran borrachera. "El mecanismo", añade Delgado, "es muy parecido al que se produce cuando se aplica un electroshock y se pasa una corriente eléctrica por el cerebro: produce un pérdida de memoria de los hechos más recientes".

La llave para borrar recuerdos

En la investigación de este fenómeno los científicos han descubierto que las memorias que se evocan son especialmente vulnerables y que se pueden borrar o alterar con más facilidad. "La memoria más frágil es aquella que se está usando en un momento determinado", explica el profesor Delgado.

“Un proceso similar se ha demostrado en ratones y también en insectos”, asegura Ferrús, “cuando la memoria sube al estado consciente es frágil y puede ser borrada o alterada, de tal forma que te pueden cambiar el recuerdo que tú tienes cuando vuelves a acceder a él”. Éste es el proceso que explicaría los mecanismos de lavado de cerebro o la manipulación de recuerdos.

En el laboratorio de Ferrús han conseguido alterar el número de sinapsis de las pequeñas moscas del vinagre (Drosophila melanogaster) de manera que un olor que habitualmente les resulta repelente pase a resultarles atractivo. La constelación de sinapsis de la mosca ha variado y los científicos han cambiado sus percepciones.

El equipo de José María Delgado avanza por otros caminos. En su laboratorio llevan años trabajando con ratones y comprueban que cuando el hipocampo reactiva una memoria es más sencillo borrarla con una intervención química en algunas regiones de este núcleo, como el denominado giro dentado. "Cuando reactivo un recuerdo porque tiro de él", explica Delgado, "interviene el hipocampo y si lo afecto bioquímicamente en ese momento, esa memoria se pierde". Resumiendo, según el investigador, "una manera de borrar selectivamente determinadas memorias sería afectar la fisiología del hipocampo cuando esa memoria está en uso".

Para entenderlo mejor basta con explicar de forma muy simplificada uno de los experimentos que realizan con sus ratones. Imaginemos que tenemos un ratón que ha memorizado una tarea como presionar una palanca para obtener una pequeña porción de queso. Este tipo de ratones han sido modificados genéticamente de manera que los científicos pueden desactivar un grupo de neuronas en una región concreta del hipocampo (el giro dentado) durante un período de tiempo concreto, en este caso una hora. Si los científicos hacen que el ratón evoque esa memoria "almacenada" (apretar palanca) durante esa hora, es mucho más fácil que la olvide.

Las implicaciones de replicar un proceso como éste en humanos serían extraordinarias. Una posibilidad, que algunos investigadores están probando ya en humanos, es la creación de algún fármaco que permita borrar recuerdos terribles en pacientes con estrés post-traumático. Evocar esas memorias durante la ingesta del fármaco podría facilitar, por ejemplo, que el paciente las sacara de su cerebro y de sus pesadillas.

El profesor Delgado se conforma de momento con comprender mejor cómo actúa el hipocampo en la reactivación de memoria y cómo hace que los recuerdos sean momentáneamente más frágiles. Sobre el cerebro en general y sobre los mecanismos que actúan en este caso, admite, aún nos queda mucho por saber. "Sabemos por dónde pasan los recuerdos, pero no conocemos los mecanismos exactos", asegura. "De alguna manera", explica, "sabemos ir en coche a Madrid pero no cómo funciona el motor".

El “borrado total”

En los casos anteriores hablábamos de lesiones más o menos leves y pasajeras, que permiten al paciente recuperar la normalidad al cabo de un tiempo, aunque nunca llegue a recordar qué pasó durante el accidente. Si el traumatismo es más grave, los daños pueden llegar a destruir los recuerdos para siempre.

“Si hay una fractura de cráneo”, indica Ferrús, “se produce una ola de actividad generalizada que cambia por completo las propiedades funcionales de gran cantidad de neuronas”. “Eso es como un borrador de sinapsis”, añade el científico. El punto dañado empieza a enviar señales por todo el sistema y puede propagar los daños al resto del cerebro y provocar amnesias retrógradas donde se olvida parte del pasado.

En los casos en los que no se pueden volver a formar recuerdos, nos explica el neurocientífico Bradley Voytek, los más estudiados son aquellos en los que se dañó el hipocampo, como el conocido caso del paciente H.M. En otras ocasiones el accidentado puede entrar en coma y se produce el denominado “daño axional difuso”. “En este caso el daño se produce en los “cables” que conectan las neuronas”, asegura Voytek. "Si los axones que permiten comunicar la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo se dañan", precisa, "los recuerdos no pueden consolidarse. En este caso no hay esperanzas de recuperar los recuerdos. "Sería como intentar recuperar una película de una cámara si olvidaste poner el carrete", explica Voytek. "Sin el medio que permite el registro del recuerdo no hay nada que recuperar”.
Enlace
Otras veces el daño se produce de forma silenciosa y llega de improviso después de una lesión. En diciembre del año 2008, el ex jugador de fútbol americano Scott Bolzan se resbaló en el cuarto de baño y sufrió un fuerte golpe en la cabeza. Un instante después no recordaba nada de su pasado. Después de las pruebas médicas, descubrieron que su lóbulo temporal derecho había estado sin riego y se había atrofiado. Neuronas y conexiones se habían destruido. Su vida anterior se había borrado para siempre.

Fuente:

La Información

12 de agosto de 2011

Por qué olvidamos el nombre pero no la cara de un conocido

Especial: Medicina y Salud

¿Cómo se llama? ¿cómo se llama...? A menudo suele ocurrir que se nos acerca una persona cuya cara podemos reconocer, pero es imposible recordar su nombre.

Hombre sonriendo

A pesar de recordar la cara de una persona podemos olvidar su nombre.

Ahora científicos parecen haber entendido porqué, en ocasiones, olvidamos el nombre pero no la cara de un conocido: recordar diversos aspectos de una situación es un trabajo "de equipo" en el cerebro.

Según los investigadores de la Universidad de Bristol, Inglaterra, cuando necesitamos recordar cómo un objeto particular, por ejemplo una cara, surgió en un lugar o en algún momento particular, es necesario que actúen juntas múltiples regiones cerebrales.

Éstas son el hipocampo, la corteza perirrinal y la corteza prefrontal medial.

Se sabe desde hace tiempo que estas tres regiones parecen tener papeles específicos en el procesamiento de recuerdos.

La corteza perirrinal parece ser crucial para nuestra capacidad de reconocer si un objeto es conocido o nunca lo habíamos visto. El hipocampo es muy importante para el reconocimiento de lugares y para la navegación, y la corteza prefrontal medial está asociada con funciones cerebrales mayores.

Pero éste es el primer estudio que muestra que estas tres regiones pueden interactuar.

Circuito cerebral

Los científicos, que publican la investigación en Journal of Neuroscience (Revista de Neurociencia), llevaron a cabo experimentos con ratones para examinar la función del hipocampo en las tareas de reconocimiento de recuerdos.

En experimentos separados también investigaron cómo el hipocampo interactúa con las dos cortezas, la perirrinal y la prefrontal medial.

"Los procesos pueden volverse defectuosos con el paso de la edad, o quizás estamos demasiado ocupados para esforzarnos en recordar, o puede deberse a que una porción del circuito cerebral no está funcionando"

Dra. Clea Warburton

Descubrieron que ni el recuerdo del "objeto en su lugar" (donde dejamos las llaves) ni del "reconocimiento del orden temporal" (donde las vimos por última vez) pueden formarse si se rompe la comunicación entre estas tres regiones.

Según los investigadores, el estudio revela la presencia de un importante circuito cerebral hasta ahora desconocido.

"En la vida diaria normal recogemos información en este circuito cerebral, que puede involucrar también a otras partes del cerebro", explica la doctora Clea Warburton, quien dirigió el estudio.

"Si reconocemos a alguien en el supermercado pero no recordamos su nombre, esto puede deberse a que sabemos que hemos visto a esa persona en otra parte, quizás en el trabajo".

Y esta dificultad para recordar dónde la hemos visto, agrega la investigadora, puede deberse a varias razones.

"Los procesos pueden volverse defectuosos con el paso de la edad, o quizás estamos demasiado ocupados para esforzarnos en recordar, o puede deberse a que una porción del circuito cerebral no está funcionando".

"Por eso necesitamos usar estrategias para poder procesar mejor la información", agrega.

Estas estrategias, dice, pueden involucrar repetir en voz alta el nombre de una persona cuando nos la presentan la primera vez, o poner atención en una clave de su cara o cabello, cualquier cosa que ayude a que ese recuerdo se forme con más profundidad en nuestra memoria.

Tal como señalan los investigadores, el hallazgo de la función conjunta de estas regiones tiene implicaciones importantes para el entendimiento de la memoria y para ayudar a tratar a personas con discapacidades de memoria, como quienes sufren de la enfermedad de Alzheimer.

Fuente:

BBC Ciencia

11 de agosto de 2011

¿El cerebro humano ya alcanzó su capacidad máxima?

Especial: Medicina

De corroborarse esta investigación podriamos decir que, en te siglo de sobreinformación, hemos llegado al máximo nivel de nuestras facultades mentales.


Malas noticias. Tanto que nos esperanzábamos con que el hombre recién utiliza sólo una décima parte del potencial máximo de su cerebro y que soñábamos con que teníamos opciones de llegar a ser más inteligentes que cualquier genio de la historia de la humanidad (o que varios de ellos juntos), y ahora un estudio reveló que simplemente ya tocamos techo.

Un análisis liderado por investigadores de la Universidad de Cambridge, determinó que nuestra estructura mental ya alcanzó su máxima capacidad porque -como explican- el cerebro requeriría vastas cantidades de energía y oxígeno adicionales para poder incrementarla, cosa que es imposible de lograr.

Simon Laughlin, profesor de neurobiología, expone que “demostramos que los cerebros deben consumir energía para funcionar y que estos requerimientos son lo suficientemente demandantes como para limitar nuestro rendimiento”, y agrega que “los poderes de largo alcance de la deducción demandan gran cantidad de energía, porque para buscar nuevas relaciones, el cerebro debe correlacionar información de manera constante desde diferentes fuentes”. Laughlin concluye que “semejante demanda de energía significa que existe un límite para la información que podemos procesar”.

Así las cosas, asoma como bien improbable que por ahora exista alguna manera de ser seres ultra-brillantes y deberemos conformarnos con seguir utilizando sólo una pequeña fracción de nuestra mente. Einstein literalmente nos saca la lengua en ésta pasada…

Fuente:

Fayer Wayer

21 de julio de 2011

Científicos descubren cómo reacciona el cerebro humano ante una broma

Los expertos detectaron que las zonas cerebrales de la recompensa se activaban en mayor grado cuando se procesan bromas que cuando analizan diálogos normales.

Científicos británicos dijeron que descubrieron cómo responde el cerebro humano a las bromas, una investigación que podría ayudar a determinar si los pacientes en estado vegetativo pueden experimentar emociones positivas.

Investigadores de la unidad de cognición y ciencias cerebrales del Consejo de Investigación Médica británico usaron imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) para observar y comparar qué sucede en los cerebros de las personas normales cuando escuchan frases comunes y bromas graciosas, incluidos juegos de palabras.

Al controlar los cerebros de 12 voluntarios saludables, los expertos hallaron que las zonas cerebrales de la recompensa se activaban en mayor grado cuando se procesaban bromas que cuando procesaban diálogos normales.

En el estudio, esta respuesta de recompensa aumentó en línea con cuán graciosas consideraban los participantes que eran las bromas.

"Hallamos un patrón característico de la actividad cerebral cuando las bromas utilizadas eran juegos de palabras", indicó en un comunicado Matt Davis, codirector de la investigación.

"Mapear la forma en que el cerebro procesa las bromas y las frases muestra cómo el lenguaje contribuye al placer de escuchar una broma. Podemos usar esto como indicio para comprender cómo las personas que no pueden comunicarse normalmente reaccionan a las bromas", añadió el autor.

El equipo de David, cuyo trabajo fue publicado en Journal of Neuroscience, indicó que podría usar esta investigación para ayudar a descubrir si alguien en estado vegetativo puede experimentar emociones positivas, lo que podría permitir a los parientes conocer su estado mental.

"Anteriormente usamos la IRMf para detectar la comprensión de texto en pacientes en estado vegetativo que no pueden comunicarse de otra forma", dijo Tristan Bekinschtein, quien también trabajó en el estudio.

"Ahora podemos usar métodos similares para buscar emociones positivas en esos pacientes. Esto es muy importante para las familias y los amigos de esos pacientes, que quieren saber si aún pueden experimentar placer y risa, más allá de su adversidad", añadió Bekinschtein.

Fuente:

El Mercurio (Chile)

24 de enero de 2011

Los beneficios de ser bilingüe se aprecian desde los 2 años

Una investigación realizada por científicos canadienses y franceses revela que los niños de dos años de edad bilingües tienen importantes beneficios cognitivos "mucho antes de lo que habían mostrado estudios previos". Las conclusiones se publican en la revista Journal of Experimental Child Psychology.

En sus experimentos, Diane Poulin-Dubois y sus colegas analizaron la comprensión del inglés y el francés en un grupo de 63 niños de 24 meses de edad, para ver si aquellos que eran bilingües mostraban diferencias. Y comprobaron que a los 2 años "los niños bilingües ya habían adquirido un vocabulario en cada uno de sus dos idiomas, al tiempo que presentaban cierta destreza a la hora de cambiar de uno a otro".

Además, observaron que los niños bilingües superaban las pruebas cognitivas con mejores resultados que el resto, que en muchos casos "se mostraron distraídos". Según los autores, esta mayor atención de los niños bilingües podría deberse a que "están acostumbrados a escuchar y usar ambas lenguas".

Fuente:

Muy Interesante

23 de agosto de 2008

Tomar decisiones cansa al cerebro

Tomar decisiones cansa al cerebro

La función ejecutiva queda exhausta tras la toma de decisiones difíciles

La función ejecutiva es un recurso limitado que cansa, fatiga y agota al cerebro, del mismo modo en que el músculo de un brazo se cansa y fatiga al levantar un peso. El proceso de toma de decisiones incluye entre otras cosas la consideración de las diferentes opciones, el sacrificio de las ventajas de una de ellas a cambio de lo que nos ofrece la otra, la transición desde un estado mental evaluativo a otro decisorio; y son estas actividades mentales las que requieren el esfuerzo que termina por fatigar a la función ejecutiva.


Por César Gutiérrez.


Panorámica de la decisión. Ilog.

La llamada función ejecutiva es en realidad un conjunto de subfunciones cognitivas que incluye habilidades como la concentración a la hora de realizar una determinada tarea, la toma de decisiones, la memoria a corto plazo y el control inhibitorio. Se trata pues de una función subyacente y reguladora de muchas otras diversas actividades mentales, y juega un importantísimo papel en la capacidad de raciocinio, hata el punto de que es necesario tenerla en cuenta para cualquier intento de valoración o medición de la inteligencia, como demostraba una investigación publicada en 2007 en la revista Child Development.

Los mencionados procesos implican un esfuerzo –el trabajo de mantener la mente alerta en el caso de la concentración, para no distraernos del objeto que hemos de enfocar, o el necesario para no ceder a las tentaciones de la peor opción, en el caso de la toma de decisiones–, y dicho esfuerzo supone a su vez un cansancio y un agotamiento de la función ejecutiva, del mismo modo que levantar un peso cansa y agota los músculos de los brazos.

Decisiones importantes

Así lo describe una colaboración de On Amir en la revista Scientific American: Elecciones difíciles: cómo tomar decisiones cansa tu cerebro. Para mejor entender la función ejecutiva como un constructo que subyace a la toma de decisiones sobre asuntos que pueden no tener nada que ver entre sí, el autor propone el ilustrativo ejemplo de alguien que delibera sobre las un tanto irrelevantes opciones de comerse o no una galleta.

Posteriormente, esa misma persona ha de tomar una decisión mucho más importante, concerniente a un ámbito completamente distinto y que afectará de manera muy relevante a su vida, como es la elección entre dos posibles trabajos que le han sido ofrecidos. Pues bien, esta última decisión puede verse afectada por el esfuerzo realizado anteriormente en torno al problema de la galleta, ya que los efectos de dicho esfuerzo son persistentes y pueden haber agotado el instrumento –la función ejecutiva– que ahora se precisa para tomar una decisión trascendente.

El hecho de que el mero hecho de tomar decisiones canse e incluso agote la función ejecutiva, y esto tenga repercusiones en tareas cognitivas posteriores, parece confirmado por las investigaciones y los estudios de campo realizados por la psicóloga de la Universidad de Minnesota Kathleen Vohs y colegas.

En uno de ellos, por ejemplo, se llevó a unos estudiantes a un centro comercial, donde estuvieron haciendo elecciones de compra. Posteriormente se les encomendó la resolución de problemas algebraicos simples, y los estudiantes que habían hecho un mayor número de elecciones en el centro comercial tuvieron una considerablemente mayor dificultad para resolverlos.

Agotamiento mental

El proceso de toma de decisiones incluye entre otras cosas la consideración de las diferentes opciones, el sacrificio de las ventajas de una de ellas a cambio de lo que nos ofrece la otra, la transición desde un estado mental evaluativo a otro decisorio; y son estas actividades mentales las que requieren el esfuerzo que termina por fatigar a la función ejecutiva.

Especialmente agotador, según las conclusiones de un estudio paralelo realizado por Nathan Novemsky –profesor de la Universidad de Yale– y sus colegas, es enfrentarse al necesario sacrificio de una cosa al optar por otra; y aquí cabe señalar que, cuanto mayor similitud guarden entre sí las distintas opciones entre las que es necesario elegir, más agotador resulta el esfuerzo realizado.

Otro estudio, publicado por la psicóloga de la Universidad de Maryland Anastasiya Pocheptsova y colegas en 2007, confirma también los efectos de cansancio y fatiga sobre la función ejecutiva, en este caso mediante experimentos en torno a la concentración y la regulación de la atención, que también requieren del uso de aquélla. Los sujetos con el cerebro cansado por esta actividad tomaron las peores decisiones en las cuestiones que se les plantearon posteriormente.

Herramientas cognitivas

Por otro lado, muchos de los tests y pruebas utilizados en este tipo de investigaciones, además de servir para valorar el grado en que la ejecución de determinadas actividades cognitivas cansan, fatigan o agotan al “músculo” cerebral, pueden utilizarse asimismo como entrenamiento para el mismo, como señala Clancy Blair, profesor asociado de Desarrollo Humano y Estudio de Familia en la Pennsylvania State University, y autor del primero de dichos estudios citado en el presente artículo.

Todos estos resultados y conclusiones son extremadamente relevantes, ya que la función ejecutiva es algo que usamos continuamente a lo largo de todo el día. Podrián cuestionar la idea de que la multi-funcionalidad en los puestos de trabajo aumente la productividad, ya que solamente el tiempo de transición entre unas tareas y otras por parte de un empleado podría más bien reducirla, especialmente si se trata de tareas complejas. También este aspecto ha sido objeto de investigación.

Asimismo son evidentes las implicaciones de los mismos en otros muchos ámbitos (incluyendo el económico) de nuestras vidas, y tener en cuenta estos estudios y sus resultados puede ayudarnos, como mínimo, a identificar cuándo no es un buen momento para tomar una decisión importante. Por ejemplo, después de haber estado evaluando la conveniencia de comerse o no una galleta.

Fuente:

Tendencias 21
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