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6 de diciembre de 2012

Es mejor padres inteligentes que padres ricos

Aunque es cierto que los hijos de personas con rentas altas suelen acabar teniendo también importantes ingresos económicos, un estudio publicado en Journal of Political Economy indica que el dinero no lo es todo. Otros factores como la inteligencia, los buenos consejos, la ética en el trabajo o el nivel educativo de los progenitores son más importantes a la hora de determinar el éxito de los hijos.

"Sabemos que hay relación entre los ingresos de los padres y los de los hijos", ha explicado David Sims, autor del estudio y profesor de la Universidad de Brigham Young (EEUU). "Pero se ha prestado menos atención al mecanismo. Queríamos analizar si la relación está asociada al dinero en sí, es decir, a lo que podemos comprar a nuestros hijos, o a otros valores intangibles que se transmiten de padres a hijos".

Para separar estos dos factores, los investigadores seleccionaron padres con similares valores de `capital humano´: inteligencia, nivel educativo, formación profesional especializada, etc. Sin embargo, algunos residían en zonas con alto desarrollo económico y tenían ingresos más altos, mientras que otros eran menos afortunados y vivían en zonas con menos posibilidades por lo que, a pesar del gran potencial en términos de capital humano, tenían rentas más bajas. Si el dinero es lo único que determina el éxito de los hijos, entonces las personas con padres de mayores ingresos deberían cobrar más también.

Sin embargo, los resultados mostraron que no había diferencias entre unos y otros, es decir, que a pesar de las diferencias económicas, los hijos de padres inteligentes, con alto nivel educativo y demás atributos intangibles tenían rentas altas. "Para los hombres de nuestra base de datos, el capital humano transmitido de padres a hijos tiene una gran importancia en la relación intergeneracional de ingresos globales", ha indicado Sims.


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24 de septiembre de 2012

Los 4 procesos cerebrales que determinan nuestra moral

Tal y como señala Patricia S. Churchland en su reciente libro El cerebro moral, la hipótesis predominante sobre lo que que determina nuestra moral es una interrelación de distintos procesos cerebrales. A saber:

1. El cuidado o la atención a los demás (enraizado en el apego a nuestros familiares y la preocupación por su bienestar).

2. El reconocimiento de los estados psicológicos de los demás (basado en las ventajas de predecir la conducta de terceros).

3. La resolución de problemas en un contexto social (cómo castigar a malhechores, por ejemplo, o distribuir los bienes cuando son escasos).

4. El aprendizaje de prácticas sociales (mediante un refuerzo positivo y negativo, por imitación, por ensayo y error, por diversos condicionamientos y por analogía).
Obviamente, la biología, la neurociencia o la genética no nos dicen nada acerca de cómo deberíamos actuar en el mundo: sencillamente nos aportan más información fundamentada acerca de cómo se relacionan los cuatro puntos anteriormente descritos.

Y con mayor información, tal vez, el debate sobre lo que deberíamos hacer se enriquezca. Así pues, la ciencia, en general, no dice nada sobre el “debería ser” sino sobre el “es”. La ciencia sólo puede corroborar hechos. De la ciencia no emana la ética. Pero sin ciencia, nuestra ética se basaría exclusivamente en intuiciones un poco más ciegas

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24 de junio de 2012

La eutanasia y el síndrome de encerramiento

Tony Nicklinson sufrió un evento cerebrovascular hace siete años que lo dejó paralizado con síndrome de encerramiento.


Tony Nicklinson

Tony Nicklinson sufrió un evento cerebrovascular hace 7 años que lo dejó con síndrome de encerramiento.

Ahora está pidiendo a la Alta Corte de Justicia de Inglaterra que le permita morir.

En el caso que presentó en la corte, Nicklinson pide que un médico pueda legalmente ayudarlo a morir porque, según dice, vivir 20 años o más en su estado será una "creciente miseria".

Según expresó su abogado ante la corte, Nicklinson quiere que se le permita la eutanasia. Lo que él llama "un remedio".

Pero el gobierno argumenta que un fallo así equivaldría a autorizar un asesinato.

El caso de Tony Nicklinson es distinto de otros casos recientes en Gran Bretaña sobre el derecho a morir que se centran en el suicidio asistido, que son peticiones para ayudar a una persona a suicidarse.

Pero el caso de Nicklinson es una apelación para permitir matar deliberadamente a una persona que así lo está pidiendo, lo cual está estrictamente prohibido en Inglaterra y el resto del Reino Unido.

Pero la parálisis del señor Nicklinson es tan severa que no le permitiría suicidarse y alguien más deberá matarlo. Es eutanasia.

Después de un evento cerebrovascular en 2005 mientras estaba en un viaje de negocios en Atenas, quedó totalmente paralizado pero con todas sus funciones mentales intactas.

Tal como dijo a la BBC el señor Nicklinson, su vida es "una pesadilla viviente" porque no puede hablar ni moverse y depende de que otras personas le hagan todo para vivir.

Sin calidad de vida

Para comunicarse necesita una computadora especial que controla con la mirada.

"Los argumentos legales están bien, pero no deben olvidar que una vida resultará afectada por la decisión que tomen" expresó el señor Nicklinson en un correo electrónico.

"Una decisión en mi contra me condenará a "una vida de creciente miseria".

"Cada día que pasa la vida se vuelve un poco más incómoda y difícil de soportar" le dice a la BBC.

Su familia apoya su petición.

"Papá quiere morir porque simplemente siente que no tiene calidad de vida" dice su hija Lauren, de 24 años.

"Pasó de ser un jugador de rugby activo y extrovertido a alguien que pasa los días sentado en una silla de ruedas frente a la televisión".

Tal como explican los abogados, Nicklinson quiere que un médico pueda terminar su vida legalmente porque de lo contrario cualquier persona que le ayude a morir podría ser acusada de asesinato.

Según Laruen, la gente que conoció la vida de su papá antes del evento cerebrovascular entiende su decisión.

"La relación que una vez tuvimos estaba basada en las actividades que compartíamos, en salir y divertirnos" dice.

"Ahora no podemos hacer nada de eso. Nos une un vínculo muy fuerte pero desde su perspectiva eso ya no es suficiente".

Su abogado, Paul Bowen, dijo ante la corte que "Tony ha tenido casi siete años para contemplar su situación".

"Con los continuos beneficios para la salud y la asistencia social en el siglo 21 su expectativa de vida es normal. Es decir, le quedan otros 20 años o más de vida".

"Él no desea vivir esa vida".

Según el abogado, "el demandante, que ha llegado a la decisión voluntaria, clara, establecida e informada de terminar su vida con dignidad, está demasiado discapacitado para hacerlo".

"La ley actual de suicidio asistido y eutanasia opera para evitar que él adopte los únicos medios por los cuales puede prácticamente terminar su vida, es decir, la asistencia médica".

Durante los próximos días los jueces escucharán argumentos a favor y en contra y se espera que haya un fallo posteriormente.

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BBC Ciencia

23 de junio de 2012

Un estudio científico muestra que los ricos presentan un comportamiento social menos ético que los pobres


Un reciente y polémico estudio de la prestigiosa revista PNAS, de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, compara mediante 7 experimentos el comportamiento ético de individuos de clases sociales altas y bajas, ante determinadas circunstancias comunes en la vida diarias. El resultado de esos experimentos mostró que las personas de clase alta son más propensas a quebrantar la ley mientras conducen, a tomar decisiones poco éticas, a apropiarse de objetos de valor que pertenecen a otras personas, a mentir en negociaciones, a hacer trampas para ganar un premio y a mostrar comportamientos poco éticos en el trabajo, que personas de clase baja sometidas a las mismas pruebas. Así que si se os sienta un rico a vuestro lado, ojito con donde ponéis la cartera.

22 de abril de 2012

¿Dónde está la moral en el cerebro humano?

[foto de la noticia]


Al escuchar a Patricia S. Churchland en una de sus conferencias, es fácil olvidar que quién habla es una filósofa, y no una bióloga evolutiva. De hecho, en sus biografías, a esta profesora de la Universidad de San Diego (California), que ha visitado Madrid en un congreso educativo organizado por ACADE, se la define como neurofilósofa, el término que mejor describe su afán por explicar científicamente conceptos tan abstractos como la volundad, las creencias o la moralidad.


Esta última es el eje del libro que el 5 de mayo saldrá en España, 'Cerebro y moral' (Edit. Paidós), donde disecciona la historia humana y las neuronas para encontrar el origen de las normas éticas que hoy rigen nuestras sociedades. También esta obra es el eje de la entrevista que concede a ELMUNDO.es.


Pregunta.– Después de investigar el asunto ¿Dónde ha encontrado el origen de la moral humana?

La neurofilósofa Patricia Churchland, en la sede del congreso de educación de ACADE. | Sergio Enríquez-Nistal

La neurofilósofa Patricia Churchland, en la sede del congreso de educación de ACADE. | Sergio Enríquez-Nistal


Respuesta.– Está en unos impulsos sociales básicos que tienen todos los mamíferos. Tiene que ver con los cuidados de la madre cuando son pequeños y están en muchos animales, y también los humanos. Este es uno de los factores positivos de la sociabilidad. Otro sería que cuando nos enfrentamos a un problema del que no conocemos la solución, hacemos lo posible por encontrarla. Esta capacidad de aprendizaje y la sociabilidad, están detrás de la moral en los mamíferos.


P. – ¿En qué momento de la evolución esa necesidad de cuidado se convirtió en normas?  
R.– No lo sabemos. Pero no cambiamos el comportamiento social en decenas de miles de años. Las prácticas sociales fueron las mismas durante mucho tiempo. Cuando los grupos humanos se hicieron grandes, con la agricultura, se produjo el cambio hacia una elaboración de las normas.


P.– ¿La neurobiología acabará con la filosofía?

R.– Hay muchas cosas que tienen que aprender los filosofos. Si quieren entender la naturaleza del conocimiento, de la capacidad de elección, deben saber de neurobiología. No todos, porque algunos se dedican a la muerte, o a la justicia criminal, pero sí los que quieren saber sobre la mente humana.
"El sistema cerebral necesita cometer errores como parte del aprendizaje"


P. – Usted ha escrito sobre la voluntad de elección ¿existe realmente?

R.– Hay un mecanismo de control en el cerebro muy interesante. Todos los mamíferos tienen esa capacidad de elegir ante los impulsos. Algunas veces falla y son lo que se llaman las actitudes compulsivas, las obsesiones, pero son excepciones.


P.– ¿Aprendemos lo suficiente a manejar ese control?

R.– Hoy contamos con muchos estímulos, muchas estructuras educativas, comerciales, políticas... Son ámbitos en los que aprender y equivocarnos. Los mamíferos nacemos inmaduros porque es algo que nos permite adaptarnos, aprender a vivir en cualquier entorno. Y en ese aprendizaje el sistema de recompensa es fundamental. Así se llega al control.


P.– ¿Cree que somos lo suficientemente tolerantes con los errores ajenos y propios?

R.– No lo somos. A muchos niños los padres y los profesores les reprochan los errores, pero ellos necesitan explorar. Los errores son una oportunidad. El sistema cerebral necesita errores para aprender. Nadie quiere que un niño juegue con una pistola, pero sí deben equivocarse. Cada fracaso y cada éxito envían mensajes al sistema de recompensa del cerebro. Ese sistema genera dopamina, el neurotransmisor del bienestar. Y gracias a él, decidimos y aprendemos. El lado oscuro son las adicciones a sustancias que también generan dopamina y bloquean el sistema de recompensa, impidiéndo que se aprenda de los errores.


P.– ¿Y en el caso de los adultos?

R.– La actitud positiva frente a los errores hay que mantenerla toda la vida, porque el cerebro es flexible. No es un desarrollo tan acelerado como en los primeros seis años, pero existe. El cerebro es lo suficientemente plástico para buscar salida.

Fuente:

29 de febrero de 2012

La gente de clase alta es más propensa a violar las normas

El tío Gilito de Disney caracterizado como el avaricioso míster Scrooge de Dickens.

El tío Gilito (Tío Rico o Rico McPato) de Disney caracterizado como el avaricioso míster Scrooge de Dickens.

Los individuos de clase alta pueden ser más propensos a comportarse de forma poco ética que los de clase baja, según sugiere un estudio recién publicado en la revista científica 'Proceedings of The National Academy of Sciences' (PNAS).

El trabajo ha sido dirigido por Paul K. Piff, del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Berkeley. Él y sus colegas llegaron a esta conclusión tras realizar siete experimentos, tanto de campo como de laboratorio, sobre el comportamiento de diversas personas en las mismas circustancias y teniendo en cuenta su estatus social.

Para su estudio, los psicólogos entendieron como individuos de clase alta a aquellos con más riqueza, prestigio profesional y nivel educativo.

En los dos primeros estudios, realizados con observaciones al aire libre, los individuos de clase alta demostraron que tenían más facilidad para saltarse las normas de tráfico en comparación con los individudos observados y que pertenecían a estratos sociales menos elevados.

Después, el equipo de psicólogos de Berkeley desarrolló una serie de experimentos de laboratorio que sirvieron para demostrar, según afirman en su artículo, que las personas de rango social alto fueron más proclives a tomar decisiones poco éticas, coger objetos que no les pertenecían, mentir en una negociación, engañar para aumentar sus posibilidades de llevarse un premio y aprobar comportamientos incorrectos en el trabajo.

Los autores de esta investigación defienden que la avaricia es uno de los motores que llevan a este tipo de conductas asociales. Así, según afirma Paul K. Piff en el artículo publicado en PNAS , uno de los elementos que explica esta tendencia de la gente de rango alto a tener comportamientos menos éticos se debe a que tienen, por el contrario, una actitud más favorable hacia la avaricia.

En sus dos primeros experimentos, realizados en al aire libre el área de San Francisco, las personas consideradas por los investigadores como de rango elevado fueron las que más veces llevaron a cabo dos prácticas poco éticas: cortar el paso a otros conductores en un cruce complicado de cuatro carriles y no ceder el paso a los peatones. Los autores hicieron observaciones reales de lo que ocurría en la ciudad, de modo que estimaron el rango social de los infractores de las normas de tráfico en función del modelo de coche, la vestimenta y la edad del conductor.

En los siguientes estudios de laboratorio sí tomaron como muestra individuos elegidos para el caso, entre estudiantes de la Universidad de Berkeley y adultos seleccionados de todas las partes de Estados Unidos. Los investigadores descubrió que los individuos con posición social alta eran más propensos a engañar, robar, mentir y tomar decisiones poco éticas. Según los psicólogos de Berkeley, esta actitud poco ética ligada a la clase alta es independiente de la edad, el género, la etnia, las creencias religiosas y la orientación política.

Fuente:

El Mundo Ciencia

8 de febrero de 2012

Los soldados podrán manejar armas con la mente

Los avances en la neurociencia podrán ser aprovechados por las fuerzas armadas y en un futuro se podrán conectar armas directamente al cerebro de los soldados y crear fármacos que mejoren el rendimiento de las fuerzas amigas y que aplaquen el de las fuerzas enemigas.

Investigación de neurociencia

Uno de los usos más sofisticados son las tecnologías de interfaz neural.

Estas son algunas de las aplicaciones que según la Royal Society (la Sociedad Real, la Academia de Ciencias del Reino Unido), se esperan lograr gracias al entendimiento que ahora se tiene del cerebro humano.

El informe de la Royal Society sobre los usos de la neurociencia en las fuerzas armadas y el cumplimiento de la ley afirma que "hay dos objetivos principales en la investigación del cerebro: el mejoramiento del rendimiento de nuestras propias fuerzas y el aplacamiento del rendimiento de nuestros enemigos".

El documento, redactado por un grupo de expertos en neurociencia, seguridad, psicología y ética, anticipa, por ejemplo, someter a los individuos durante el proceso de reclutamiento a escáneres cerebrales para elegir a aquéllos con las mejores capacidades según lo requiera la tarea.

"Mientras una persona puede destacarse en la detección de objetivos en un ambiente abarrotado, otro podría sobresalir en la capacidad para tomar decisiones bajo presión", dice el informe.

Hoy en día, estas diferencias entre un individuo y otro pueden detectarse gracias a los avances en la neurociencia, con técnicas de estimulación e imágenes cerebrales.

Y los científicos esperan en el futuro utilizarlas durante el reclutamiento, selección y entrenamiento de los soldados.

Interfaz neural

Pero quizás una de las aplicaciones más sofisticadas de estas nuevas tecnologías será poder "conectar" directamente al cerebro de un soldado sus armas o drones (aviones no tripulados).

Son las llamadas tecnologías de interfaz neural o interfaz cerebro-computadora (BMI, por sus siglas en inglés).

"Debido a que el cerebro humano puede procesar imágenes -como objetivos- mucho más rápido de lo que el individuo puede tener conciencia, un arma conectada a un sistema de interfaz neural podría ofrecer ventajas significativas, en términos de rapidez y precisión, sobre otros métodos de control de sistemas"

Royal Society

Estas máquinas ya se están utilizando con individuos que sufren parálisis o amputación, las cuales permiten a la gente controlar una prótesis o el cursor de una computadora con las señales enviadas por el cerebro.

"Debido a que el cerebro humano puede procesar imágenes -como objetivos- mucho más rápido de lo que el individuo puede tener conciencia, un arma conectada a un sistema de interfaz neural podría ofrecer ventajas significativas, en términos de rapidez y precisión, sobre otros métodos de control de sistemas", afirma el informe.

Los expertos también anticipan el uso de la llamada estimulación transcraneal por corriente directa (tDCS) para mejorar la toma de conciencia de un soldado cuando está en ambiente hostil.

Esta técnica, que utiliza corrientes de energía para estimular zonas específicas del cerebro, ya ha demostrado (en programas de entrenamiento virtuales para tropas estadounidenses) que puede mejorar la capacidad de un soldado para detectar bombas en los caminos, francotiradores y otras amenazas ocultas.

Y también está el uso de la farmacología y su impacto en las funciones del sistema nervioso, un nuevo campo de investigación llamado neurofarmacología.

Esta investigación ya se utiliza para mejorar la prognosis de individuos con trastorno de estrés postraumático (TEPT) y se están llevando a cabo estudios detallados sobre cómo los medicamentos pueden mejorar la alerta, atención y memoria del personal militar.

Se considera, por ejemplo, que la neurofarmacología podría conducir al desarrollo de fármacos que "incapaciten" de forma temporal al enemigo, por ejemplo, haciéndolo dormir.

Regulación

"El entendimiento del cerebro y la conducta humanas, combinados con el desarrollo de fármacos, también pone de manifiesto formas de degradar el rendimiento humano"

Prof. Rod Flower

Aunque la Convención de Armas Químicas prohibe el desarrollo, almacenamiento y uso de armas químicas, incluidas las que causan incapacidad temporal, "hay excepciones -dice la Royal Society- que permitirían la producción y uso de agentes tóxicos para el cumplimiento de la ley, por ejemplo, para controlar disturbios o motines domésticos".

Pero este desarrollo, agrega el documento, no será posible en un futuro inmediato.

Los científicos, sin embargo, están conscientes de que no todos recibirán con agrado los "usos hostiles" de la neurociencia y sus tecnologías.

Por eso, subrayan, junto con estos avances serán necesarias regulaciones claras y firmes y que los gobiernos sean "lo más transparentes posible" cuando investiguen y utilicen estas tecnologías.

"Sabemos que la investigación en neurociencia tiene el potencial de lograr enormes beneficios sociales" expresa el profesor Rod Flower, de la Universidad Queen Mary de Londres, quien dirigió el informe.

"Los investigadores se acercan cada día más al logro de tratamientos efectivos para enfermedades como Parkinson, depresión, esquizofrenia, epilepsia y adicción".

"Sin embargo, el entendimiento del cerebro y la conducta humanas, combinados con el desarrollo de fármacos, también pone de manifiesto formas de degradar el rendimiento humano".

Y agrega que "la aplicación de la investigación de la neurociencia en el desarrollo de tecnologías de mejora y degradación de rendimiento para las fuerzas armadas y la ley, presenta consideraciones éticas significativas".

"Es por eso que éste debe ser un proceso sujeto a revisiones éticas y que sea lo más transparente posible".

Fuente:

BBC Ciencia

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24 de junio de 2011

Desactivar neuronas para interferir en juicios morales

Imaginad una habitación vacía con sólo una caja, una pelota, y un sofá. Tú, un niño de 3 años, y otro de 5, estáis viendo todo lo que ocurre en ella gracias a una cámara oculta. Empieza la acción.

De repente aparece un chico de 12 años, coge la pelota, la mete dentro de la caja, y sale de la habitación. Un minuto después entre un nuevo chico, saca la pelota de la caja, la esconde detrás del sofá, y se marcha. Pasa otro minuto, y regresa el primer chico de 12 años a recoger su pelota. Se para la acción, y el investigador os pregunta: ¿Dónde irá a buscar la pelota; en la caja o detrás del sofá?

Para ti la respuesta es obvia: “En la caja, que es donde inicialmente la dejó”. Si le preguntas al niño de 5 años que vio toda la secuencia contigo contestará lo mismo: “En la caja, porque es donde cree que está”. Pero atención; si le preguntas al niño de 3 años dará una respuesta diferente: “Detrás del sofá”. Lo dirá él, y todos los niños de 3 años o menos. A esa edad, sus cerebros todavía no han desarrollado la capacidad de abstracción necesaria para introducirse en la mente de otras personas e imaginar qué están pensando. Responden que el chico de 12 años irá a buscar la pelota detrás del sofá, porque allí es donde está la pelota. Son incapaces de entender que alguien tiene “falsas creencias”; que alguien tiene en su cabeza una visión del mundo diferente a la suya. Pero algún cambio ocurre en los cerebros de los niños hacia los 4 años de edad, porque a los cinco todos dan la respuesta correcta. Excepto gran parte de autistas.

Existen múltiples versiones de este sorprendente experimento, denominados “false-belief task”. Ésta en concreto nos la explicó la neurocientífica cognitiva del MIT Rebecca Saxe, hace ya un tiempo durante un seminario en Cambridge. Rebecca investiga una capacidad cognitiva llamada Teoría de la Mente. Tener Teoría de la Mente implica poder reflexionar, y ser conscientes de nuestro estado mental interno y el de otros. Es un campo de investigación antiguo, multidisciplinar, que arranca de manera teórica en la filosofía, y del que desde hace poco existen aproximaciones experimentales.

En concreto, Rebecca Saxe utiliza imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para escanear cerebros de niños de diferentes edades mientras están realizando tareas cognitivas con “tests de falsas creencias”. Y ganó mucho reconocimiento al descubrir algo muy enigmático: en el neocórtex justo detrás de nuestra oreja derecha tenemos una zona del cerebro implicada directamente en la interpretación de los pensamientos internos de otras personas. Es decir; en intentar comprender qué pasa por la mente de alguien que mira un cuadro, nos habla con tono sospechoso, o planea una jugada en el ajedrez. El área se llama Right Temporoparietal Junction (rTPJ), y Rebecca Saxe demostró que se va desarrollando y especializando durante la infancia y adolescencia.

Pero no sólo eso; en personas adultas, la actividad en la rTPJ parece estar correlacionada con una mayor o menor facilidad para interpretar la mente de los demás. Teniendo en cuenta que dicha capacidad de leer la mente de otros está relacionada con los juicios morales que emitimos sobre sus acciones, el equipo de Rebecca Saxe diseñó una serie de experimentos para poner a prueba su hipótesis. Uno de sus ejemplos:

Imagina que estás observando la siguiente situación: Alba y Carmen son dos becarias que investigan en el mismo laboratorio. No se llevan muy bien, pero justo hoy van a tomar café juntas. Alba prepara los cafés. Ella no toma azúcar, y le pregunta a Carmen cuantas cucharadas quiere. “dos”, responde ella. Entonces, al lado del bote de azúcar, Alba distingue otro bote muy parecido pero con un compuesto químico blancuzco y granulado que resulta ser tóxico y provocar fuertes dolores abdominales. A plena conciencia, Alba pone dos cucharadas del producto tóxico en el café de Carmen, y se lo entrega con una malévola sonrisa. Lo que no sabía Alba es que alguien había cambiado el contenido de ambos botes, y en realidad sí le estaba dando azúcar a Carmen. ¿Qué grado de culpa le otorgas a Alba? Para valorarlo –como ya estarás haciendo- deberás fijarte no sólo en el inocente resultado de su acción, sino también en sus maquiavélicos pensamientos.

Imagína ahora esta otra situación: Alba va a buscar el azúcar para Carmen, y le pone dos cucharadas sin saber que alguien había intercambiado el contenido de los botes. Carmen pasa toda la tarde con dolores “por culpa” de Alba. ¿Qué grado de responsabilidad le otorgas a Alba?

Si un niño de 3 años fuera capaz de entender bien toda la situación, te respondería que en el primer caso Alba no tiene ninguna culpa porque no ha pasado nada, y en el segundo toda por darle un tóxico a Carmen. Ni su área rTPJ, ni su capacidad de interpretar la mente de los demás, están desarrolladas todavía. (con autistas, según este artículo reciente, ocurre algo parecido)

Cuando Rebecca Saxe puso adultos bajo el scanner de fMRI mientras les realizaba cuestiones como ésta, encontró una relación significativa entre la actividad de la rTPJ y la proporción de culpa que daban a Alba en las dos situaciones. Claro que todos la acusaban en la primera situación, y la defendían en la segunda, pero cuanta más actividad tenían en la zona rTPJ, más grado de responsabilidad le otorgaban cuando no provocaba un daño pero sí lo quería, y menos cuando causaba un daño por accidente involuntario.

Pero lo más sorprendente, y por lo que escribo esto hoy: Ayer me enviaron un artículo de Liane Young, una investigadora del grupo de Saxe, que ha conseguido alterar la opinión de la gente sobre la actitud de Alba desactivando la rTPJ con Estimulación Magnética Transcraneal (TMS). El título del paper de PNAS lo dice todo: “Disruption of the right temporoparietal junction with transcranial magnetic stimulation reduces the role of beliefs in moral judgments” (Distorsión del rTPJ con TMS reduce el rol de las creencias en los juicios morales).

La estimulación magnética puede servir para activar o desactivar áreas específicas del cerebro. De la manera que la aplica Liane Young, bloquea específicamente el área implicada en leer la mente de las personas, mientras les planteaba la situación de Alba y Carmen. Resultado: los participantes en el estudio modificaban significativamente sus juicios sobre el grado de culpa de Alba. No llegaban a invertirlo, faltaría más, pero sí había diferencias significativas y solían dar más valor al resultado final de la acción, y menos a la intención oculta de Alba. Impresionante. Como concluye el artículo, podemos manipular el cerebro para disminuir nuestra capacidad de utilizar estados mentales en la elaboración de juicios morales.

Cierto que suena muy reduccionista. No necesariamente lo es. Depende de cómo interpretemos los datos. Que nuestros pensamientos son en última instancia fruto de la actividad del cerebro está fuera de toda duda, y esta es la correlación observada. Pero Saxe y Young reconocen que los cambios son pequeños en la escala de juicios morales. Les resulta interesantísimo para investigar el procesamiento mental de los autistas, para ir comprendiendo un poquito mejor el funcionamiento de nuestro cerebro, y quien sabe, quizás para extraer algunas enseñanzas.

Tomado de:

Apuntes Científicos

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