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1 de junio de 2018

La ciencia de Sherlock Holmes y los fantasmas de Conan Doyle

Seis días después de la muerte de Sir Arthur Conan Doyle, fallecido de un ataque cardíaco el 7 de julio de 1930, se celebró en el Royal Albert Hall una multitudinaria sesión de espiritismo. Diez mil personas se congregaron en el auditorio londinense con la esperanza de escuchar un mensaje enviado por el creador de Sherlock Holmes desde el más allá. Su mujer, Lady Doyle, dijo a la revista Time: “Aunque no he hablado con Arthur desde que falleció, estoy segura de que a su debido tiempo y a su propio modo nos enviará un mensaje”. Y según algunos, ese tiempo llegaría en 1934, cuando en otra sesión cuya grabación se conserva hoy en la British Library pudo escucharse: “Cuidad de mis chicos y de mi buena esposa Jean”.

Pero, ¿cómo es posible que el padre literario del detective de ficción que popularizó el uso del empirismo científico pudiera al mismo tiempo creer en fantasmas? Doyle era un hombre con raíces científicas, médico titulado en la Universidad de su Edimburgo natal. Ya por entonces apuntaba a la que sería la trayectoria decisiva de su vida, cuando en 1879 publicó su primer estudio, una carta a la revista British Medical Journal. En el texto describía cómo había experimentado consigo mismo con dosis crecientes de un veneno, la planta Gelsemium, utilizada también para calmar la neuralgia, hasta que tuvo que interrumpir el tratamiento por miedo a provocarse la muerte.

Doyle ejerció la medicina como cirujano naval y en su práctica privada. Viajó a Europa para especializarse en oftalmología y a su regreso abrió una consulta en Londres, pero no llegó a ver a un solo paciente. Por suerte para sus lectores, desde su época universitaria aprovechaba los ratos ociosos para escribir ficción. En 1886 logró vender a una editorial su novela Estudio en escarlata, en la que presentaba por primera vez a dos nuevos personajes, el detective Sherlock Holmes y su ayudante el Doctor John Watson.

El éxito del detective llegó a saturar a su creador

A lo largo de su carrera literaria, Doyle dio vida a otros personajes con vocación de continuidad, como el Profesor Challenger o el Brigadier Gerard. Pero sin discusión posible su gran triunfo fue Sherlock Holmes, un personaje inmortal para el que produjo un total de cuatro novelas y 56 relatos. El éxito del detective llegó a saturar a su creador, más interesado en escribir novelas históricas. En el relato El problema final, Doyle decidió matar a Holmes haciéndole caer por una cascada junto a su archienemigo, el Profesor Moriarty; pero la demanda popular fue tal que se vio obligado a resucitarlo.

Holmes, un personaje inspirado por el mentor de Doyle en la Universidad, Joseph Bell, no fue el primer detective de ficción guiado por el raciocinio: el Chevalier Auguste Dupin de Edgar Allan Poe pudo ser una influencia previa. Lo que enganchó al público a las aventuras de Holmes fue su hábil y extenso uso de técnicas forenses científicas que Doyle no inventó, pero que aún eran novísimas. “Doyle era muy leído”, resume a OpenMind James O’Brien, autor de La ciencia de Sherlock Holmes (Crítica, 2013 / The Scientific Sherlock Holmes, Oxford University Press, 2013). “Constantemente usa ideas que encuentra en sus lecturas. No era exactamente el innovador, pero veía el poder de nuevos métodos emergentes”.

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Open Mind

La carrera por el ordenador cuántico

En la imagen, un físico del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología sostiene un circuito que se utiliza para amplificar las señales de un detector de fotones. Crédito: Geoffrey Wheeler.

Los ordenadores cuánticos están llamados a revolucionar la computación. Su capacidad para realizar operaciones imposibles les convierte en una especie de santo grial y han desencadenado una competición que, de momento, lidera Estados Unidos. Su músculo industrial con compañías como Google o IBM no lo tienen Europa ni China, que también luchan por conseguir esta ansiada tecnología.

La principal diferencia entre un ordenador cuántico y uno convencional es la forma de procesar la información. Si las computadoras clásicas lo hacen en bits, y cada uno toma el valor de 1 o 0, los ordenadores cuánticos utilizan cúbits (o bits cuánticos), lo que significa que pueden representar a la vez tanto un 1 como un 0. Además, se correlacionan entre sí, es decir, que el valor de uno puede depender del valor de otro, lo que se conoce como entrelazamiento cuántico.

Esta revolucionaria forma de procesar la información imita a la naturaleza en sus formas más pequeñas. Partículas y otros diminutos elementos se comportan de formas extrañas, adquiriendo más de un estado al mismo tiempo e interactuando con otras partículas que están situadas muy lejos. Su comportamiento se rige por las leyes de la mecánica cuántica.

Simulando estas interacciones, los ordenadores cuánticos realizarán operaciones muy complejas y resolverán problemas que los tradicionales no tienen la capacidad de solucionar, como el cálculo de factores de números gigantes o el estudio preciso de interacciones entre átomos y moléculas. De esta forma, se espera que áreas como los nuevos materiales, el desarrollo de fármacos o los sistemas de inteligencia artificial avancen a una velocidad sin precedentes con la ayuda de esta nueva computación.

Aunque ya existen varios modelos de ordenador cuántico todavía no se ha desarrollado uno que alcance los 50-100 cúbits, con capacidades que superarían las de los ordenadores clásicos. IBM el año pasado aseguró haber llegado a los 50 cúbits pero los expertos se muestran cautos porque los investigadores de la compañía no explicaron los detalles en ninguna revista científica. Por su parte, Google afirma haber conseguido una tecnología con 72 cúbits.

“Las cosas se vuelven interesantes una vez que tenemos entre 50 y 100 cúbits que se pueden controlar por completo, por ejemplo, el entrelazamiento usado por algoritmos complejos, que muestran capacidades algorítmicas más allá de las máquinas clásicas”, señala a OpenMind Rainer Blatt, investigador del Instituto de Física Experimental de la Universidad de Innsbruck (Austria).

“Esto no se ha logrado en ningún sitio pero probablemente lo veremos en los próximos años”, añade el científico.

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Open Mind

Fíaica: la ley que discretamente controla tu vida y puede ayudarte a mejorarla

 
¿Esto es un árbol, un cerebro o un mapa del metro? De acuerdo a la Ley Constructal todo sistema, inanimado o no, sigue un mismo patrón. Y eso se puede ver en las formas que nos rodean. 

¿Por qué la forma de un cactus es la ideal para vivir en un hábitat sin agua? ¿Por qué muchos ríos forman meandros al avanzar hacia su desembocadura?

Hay una teoría física que lo explica. En realidad no solo explica estas cosas, sino que lo explica potencialmente todo: el comportamiento de cualquier ente en movimiento, ya sea animado o inanimado. 

Se trata de una ley física bastante reciente y aún poco conocida por el público: se llama ley Constructal y la formuló en 1996 el profesor estadounidense de ingeniería mecánica Adrian Bejan, de la Universidad Duke de Carolina del Norte. 

Bejan quiso hacerla más accesible para las masas en su libro "La física de la vida: la evolución de todo", publicado en 2016. 

¿Pero cómo puede explicarlo potencialmente todo?

Todo fluye bajo el mismo principio

La esencia de esta teoría es que todo proceso en movimiento, da igual si es algo vivo, como una planta, un río o algo más intangible o inanimado, como una ruta migratoria o la comunicación entre computadoras, todo avanza hacia una mayor eficacia.

En ese avance se producen cambios morfológicos y ajustes que responden al mismo principio de optimización, de evolución hacia algo mejor.

Y eso, según escribió Bejan en su libro, se aplica a flujos tan dispares como "el tráfico en la ciudad, el transporte del oxígeno en los pulmones y la fluidez del pensamiento rápido y lento en la arquitectura del cerebro". 

Bejan dice que toda la naturaleza está formada por sistemas de flujos que cambian y evolucionan sus configuraciones con el tiempo para fluir mejor. 

Así, según la ley Constructal, la tendencia es siempre hacia una fluidez más fácil, y con el tiempo los flujos se hacen más grandes. Y cuanto mayores los flujos, más inherentemente eficaces son.

Bejan dice que toda la naturaleza está formada por sistemas de flujos que cambian y evolucionan sus configuraciones con el tiempo para fluir mejor. 

¿Ley o teoría?

En la física hay muchas teorías, tantas como la mente quiera imaginar, pero pocas leyes.
Una ley debe explicar o resumir un fenómeno universal, como las leyes de la dinámica de Newton. 

Además, según el ingeniero, una ley debería ser "obedecida" por cualquier sistema imaginable: cuerpos, ríos, máquinas. 

Las teorías, en cambio, son predicciones sobre cómo algo debería ser, y están basadas en una ley.

Para Bejan, la ley Constructal explica el funcionamiento de cualquier sistema dinámico y es el motor de campos tan distintos como la evolución, la ingeniería o el diseño.

A él mismo le llegó la inspiración mientras diseñaba el sistema de refrigeración de computadoras portátiles: se dio cuenta de que los conductos se ramificaban como si fueran árboles y a partir de ahí nació el concepto de su ley. 

Ahora su propuesta Constructal está ganando aceptación en los círculos científicos, y según le dijo Bejan a la revista National Geographic en 2016, no ha sido refutada en las publicaciones especializadas.

De hecho el estadounidense acaba de recibir la prestigiosa medalla Benjamin Franklin, en parte por su "teoría constructal, que predice el diseño natural y su evolución en los sistemas de ingeniería, científicos y sociales". 

Según el ingeniero mecánico, entender mejor esta ley podría ayudarnos a anticipar cambios, por ejemplo en las dinámicas sociales, en los gobiernos o en la economía.

¿Y cómo puede mejorar tu vida?

Si una dinámica se vuelve más eficaz cuanto más fluida y libre es, entonces la moraleja para nuestras vidas bien podría ser "no te pares". 

Bejan, que nació y creció en Rumanía bajo un gobierno comunista, se reconoce como un optimista.
Su ley Constructal aplicada de una manera práctica a nuestro día a día, a nuestro trabajo, sugiere que cuanto más libres, flexibles y dinámicos nos volvamos, más eficaces seremos.

Por el contrario, la inacción interrumpiría el flujo y detendría ese proceso de optimización natural. 

Según dijo Bejan hace unos años en declaraciones a la revista Forbes, su teoría tiene incontables aplicaciones "porque pone el diseño biológico y la evolución dentro del campo de la física, junto a todo lo demás que hasta ahora no tenía cabida bajo el paraguas de la 'ciencia dura': la economía, las dinámicas sociales, los negocios y el gobierno". 

Una de las frases que más le gusta repetir al ingeniero en charlas y entrevistas, que también es recurrente en sus libros, es "la libertad es buena para el diseño".
Así que el mensaje es fluir más y mejor para ser mejores.

Fuente:

BBC Mundo


28 de mayo de 2018

Personajes: Anandi Gopal Joshi, la primera hindú en ser médica

Vivió solo 21 años pero es un referente mundial en la lucha contra las trabas de la sociedad india del siglo XIX para que las mujeres pudieran acceder a estudios sanitarios.

Anandi Gopal Joshi, también conocida como Anandibai Gopalrao Joshi, fue la primera médica india y también la primera mujer del sur de Asia en lograr un título occidental en medicina en 1886. También fue la primera mujer hindú en pisar suelo estadounidense y en recibir allí una educación profesional y graduarse en ciencias médicas.

Su vida es un ejemplo de superación sin límites y de lucha contra la adversidad. Rompió barreras, consiguió su sueño de ser médica y se convirtió en un ejemplo para la sociedad india a raíz de descubrir su vocación a través de una desgracia familiar. Su legado continúa vigente hoy y su reconocimiento llega hasta la Vía Láctea, ya que un cráter de Venus lleva su nombre. Solo su corta vida, al morir antes de cumplir 22 años, impidió que su trabajo como médica fuese tan reconocido como las vicisitudes que pasó hasta lograrlo.

Yamuna Joshi, su verdadero nombre, nació tal día como hoy de hace 153 años, el 31 marzo de 1865, en el seno de una familia rica brahmán hindú en la ciudad de Kalyan, en el estado indio de Maharashtra. Como era la costumbre en la India del siglo XIX, Anandi Gopal Joshi se casó siendo una niña, a la edad de nueve años con un viudo 20 años mayor llamado Gopalrao Joshi. Su nombre fue cambiado después del matrimonio y pasó de Yamuna a Anandi. Su esposo, que trabajaba como empleado de correos, siempre fue partidario de la educación de las mujeres y uno de los motivos por los que se casó con ella fue para educarla y que después siguiera sus estudios.

Gopalrao comenzó a enseñar a Anandi Gopal Joshi a leer y a hablar en inglés. Si bien el sánscrito era la lengua común hablada entre los brahmanes, Anandi demostró ser una excelente estudiante y aprendió rápidamente, interesándose por el inglés gracias a su esposo. Cuando solo tenía 14 años dio a luz a su primer hijo, pero el niño sobrevivió solo 10 días debido a la falta de atención médica. Esta tragedia fue la que inspiró su vocación médica y la impulsó a querer estudiar la carrera de medicina.

Tal fue su interés, que su marido intentó conseguir su admisión en numerosas universidades de Estados Unidos, pero la mayoría de ellas exigía que su pareja Anandi Gopal Joshi se convirtiera al cristianismo desde su religión ortodoxa brahmana. Sin embargo, una mujer, Theodicia Carpenter de Roselle, se enteró de su historia en New Jersey, ya que se publicó en la revista ‘Missionary Review’ y le imprsionó tanto el deseo de Anandi por estudiar medicina como el apoyo de Gopalrao para lo que hiciera realidad, así que comenzaron a intercambiarse cartas.

Lea el artículo completo en:

El País
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