Un clásico de las películas de terror de los años 50 eran los insectos gigantes, como en Them! (La humanidad en peligro, 1954) del director Gordon Duglas. Ahora se está por filmar la historia del super héroe Ant-Man (el hombre hormiga), por lo que vendría bien una revisión evolutiva de por qué es que no existen insectos gigantes.
Al parecer, el director Edgar Wright, conocido por la magnífica Shaun of the Dead (2004), donde toma al subgénero de los zombies para la comedia, pero sin dejar de respetar a rajatabla las “reglas” de los zombies establecidas por George Romero. Ahora se meterá en el universo de Marvel, que en el cine se ha vuelto famosa por la saga de los Avengers, con las películas de Iron Man, Thor y Hulk.
En la película que está planeando Wright podremos ver hormigas
gigantes, ya que el protagonista, el hombre hormiga, tiene la capacidad
de reducirse hasta el tamaño de un insecto, a la vez que puede
comunicarse con sus compañeras. Ahora, ¿qué pasaría si uno de esos
insectos pudiese crecer hasta un tamaño humano, o mayor, como pasaba en
las películas clase B de los años 50 y 60?.
Si no existen es por una razón simple, no presenta un beneficio
evolutivo el ser gigante para los insectos. Generalizando, el tener un
tamaño enorme no es beneficioso para ningún ser vivo que camine por la
Tierra. Se requiere de mucha energía para mantener vivo y para movilizar
a un ser descomunal. Pero yendo al caso particular de los insectos, el tener un tamaño similar al nuestro podría les resultaría casi imposible.
Esto es porque la principal característica de los insectos es que no
tienen un esqueleto interno ni columna vertebral como nosotros, sino que
tienen lo que se conoce como exoesqueleto. Es el integumento que recubre todo el cuerpo de los insectos, formado por capas, que suelen ser de quitina, cera, melanina y esclerotina,
esta última siendo rígida como para proteger al insecto y también para
brindar un apoyo a los músculos. No tienen piel, los insectos, sino que
estas capas de exoesqueleto son las que los protegen de las inclemencias
del clima. Gracias a esta característica, es que los insectos han
colonizado casi cada sector del planeta.
El problema es que si llevásemos a un insecto hasta el tamaño humano,
su exoesqueleto no podría ser lo suficientemente fuerte como para que se
mueva o siquiera para que sobreviva, ya que para poder servirle debería
ser muy grueso. Como el exoesqueleto es rígido, los insectos necesitan
mudarse de ropa cuando crecen, por lo que se deshacen de la vieja capa
dura y protectora, y luego les crece una nueva. Un insecto de tamaño
humano, sería muy vulnerable en esa etapa, sin su exoesqueleto
protector. Cuanto más grande, más apetitoso resulta para los
depredadores.
En paleontología se ha podido ver que el tamaño de las moscas ha ido
reduciéndose a lo largo de los millones de años a medida que las aves fueron evolucionando. Esto indica que los insectos grandes son más apetitosos para su enemigos los reptiles, las aves y los mamíferos.
Otro tema sería el de su sistema circulatorio, que es abierto. La
sangre y los fluidos corporales no circulan en vasos como nuestras venas
y arterias, sino que están sueltos dentro del cuerpo del insecto. Si
tuviésemos una hormiga de un metro ochenta de altura, le sería muy
difícil movilizar sus fluidos corporales por culpa de la gravedad, que
los llevaría siempre hacia abajo.
Pero el enemigo máximo contra la posibilidad de insectos gigantes es
oxígeno. Una de las principales fuentes de energía de casi todos los
seres vivos no es el alimento, sino el oxígeno. Los insectos no respiran
como nosotros, sino que obtienen el oxígeno a través de diminutos tubos
llamados tráqueas,
que transportan el oxígeno de forma pasiva de la atmósfera hacia las
células corporales. Una vez que los insectos alcanzan un cierto tamaño,
requerirían más oxígeno del que las tráqueas podrían obtener. Un insecto
humanoide necesitaría ser casi todo tráquea, sin lugar para otros
órganos vitales.
Hace unos 300 millones de años existían insectos muy grandes, como
alguaciles del tamaño de un halcón, con alas de un metro ochenta, y
hormigas del tamaño de un colibrí. Pero esto ocurrió porque por aquellos
tiempos el oxígeno en la atmósfera era muy superior al de estos
tiempos. Así es que, la única posibilidad para la existencia de insectos
humanoides sería en un mundo con mucho más oxígeno, y menor gravedad.
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