La capacidad de los bosques tropicales de retirar de la
atmósfera el dióxido de carbono (CO2) generado por los humanos se está
acabando. Un estudio con cientos de miles de árboles de las selvas
amazónicas y centroafricanas muestra que la cantidad del gas que
retienen sus troncos, ramas y hojas en forma de carbono orgánico es cada
vez menor. No se trata de que haya menos ejemplares por la
deforestación, que también, sino que los que quedan crecen más deprisa y
más grandes gracias a que hay más CO2, pero también están más expuestos
al aumento de la temperatura y la sequía, muriendo antes.
Junto
a los océanos, los bosques del planeta son actores claves en el ciclo
del carbono. Por su extensión, su frondosidad y mayor tasa de
crecimiento, las selvas tropicales son las que más dióxido de carbono
retiran. Sus árboles lo incorporan mediante la fotosíntesis, absorbiendo
el carbono como biomasa. Y allí se queda mientras viva el árbol. Los
científicos contaban en sus planes con este efecto fertilizante para
combatir el cambio climático provocado por el exceso del mismo gas. De
hecho diversos estudios ya habían demostrado que las plantas han acelerado su fotosíntesis. Sin embargo, parece que ya no pueden más.
“Todos
los modelos climáticos sugerían que las plantas continuarían tomando
más CO2 durante varias décadas”, dice la investigadora de la Universidad
de York y coautora del estudio Aida Cuní. “La tasa de fotosíntesis es
más rápida pero tiene un límite fisiológico y este límite es el que
estamos superando. En la selva amazónica se alcanzó hace 15 años y en la
africana ya lo alcanzamos en 2012, añade.