No
se lo dijo a nadie. Se encerró varias horas al día en su cochera
durante más de un año hasta que obtuvo un prototipo con el que estaba
satisfecho. ¡Eureka!. No sólo había logrado reducir los tiempos de
colocación de las piezas en más de un 75%, sino que su ladrillo contaba también con propiedades a prueba de terremotos.
“Bueno,
los mayores nos fijamos más en los detalles, cuando trabajas no prestas
atención a las cosas de la vida… y entonces, paseando tranquilamente
por la zona del nuevo Aranjuez, mirando las obras, me fijé en que
tardaban 30 segundos en colocar un ladrillo, con cuerdas, con niveles, y
me pareció un disparate”, explica a Teknautas el madrileño de 72 años, de profesión técnico en inyección de aluminio y jubilado desde los 65.
"Me di cuenta de que era antisísmico"
“Empecé
a pensar, a pensar y a pensar cómo podía hacerse más sencillo y más
rápido. Desde 2007, me tiré por lo menos un año pensando, dibujándolo y
proyectándolo. Primero lo dibujé y luego hice un molde de madera para
fabricar ocho prototipos de hormigón y probar cómo podían colocarse de
todas las maneras”, apunta Andrés Villamarín.
“Según
lo iba proyectando -continúa el madrileño-, y cuando lo vi en la mano,
empecé a pensar que sería un ladrillo fantástico. Además, me di cuenta
de que era antisísmico. En la televisión yo he visto que cuando hay un
terremoto se ven los ladrillos sueltos, caídos. Al estar encastrados y
formar un único cuerpo, la resistencia a ser destruidos de estos
ladrillos es enorme”.
Andrés
Villamarín está casado, tiene dos hijos y tres nietos. Nadie en su
familia, salvo su hija Elena -“cuando me lo contó aluciné”, comenta
ella-, supo nada de lo que estaba tramando en su cochera hasta que obtuvo la patente del invento,
que consiste en un sistema de construcción en el que los ladrillos
encajan unos sobre otros mediante varillas metálicas, dejando huecos
libres para introducir cualquier tipo de argamasa.
“Mi mujer me dijo que en qué jaleos me meto”
“Mi
hija me ayudó con el papeleo. Yo le iba explicando cómo era y ella lo
iba redactando. Tardaron tres años en concedernos la patente. Cuando se
lo conté a mi mujer, me dijo que en qué jaleos me meto”, bromea Andrés
Villamarín.
“Es un ladrillo que supera al
actual por mucho. Se puede fabricar con productos reciclados, conecta
muy bien dentro de la tendencia de la ecoconstrucción y además su colocación se podría robotizar porque se encajan solos”, afirma su hija.
En cuanto a sus propiedades contra los seísmos, Elena Villamarín
cree que “supera por mucho a los que existen, porque están los
ladrillos ‘tipo lego’, pero éste permite argamasa y eso es
indestructible porque se forma como si fuese una malla metálica en su
interior”.
“Estoy buscando a alguien que lo quiera fabricar”
Aunque
Andrés está seguro de que su ladrillo “cambiaría la construcción por
completo, ahorrando un tiempo enorme en cualquier obra porque apenas se
tardan seis segundos en colocarlo”, de momento, salvo un par de
publicaciones en revistas especializadas del sector, el invento no ha
salido del anonimato.
“Ya
no se puede seguir construyendo como antiguamente. Estoy buscando a
alguien que lo quiera fabricar. De momento, ninguna empresa constructora
se ha puesto en contacto conmigo”, dice el madrileño.
“En
cuanto a su precio, no sería más caro fabricarlo, podría competir
perfectamente porque las varillas que lleva son baratísimas y no crea
gastos adicionales. Un arquitecto me ha dicho que en su opinión es
extraordinario pero que quizás tendría que haberlo hecho hace 10 años”,
lamenta.
Mientras espera la llamada
que pueda recompensar su esfuerzo, hoy Andrés sigue caminando
tranquilamente por el nuevo Aranjuez. Los bloques de viviendas que
dieron origen a su idea ya están terminados, pero el madrileño sueña con
que algún día otros edificios se alcen sobre los ladrillos que inventó
en su garaje. "Ahora ya está todo hecho. Me dedico a pasear un rato y a
pasar la vida. A ver quién se decide; a mí no me importaría poder echar
una mano con mi conocimiento técnico".
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