De Lenin Cardozo
Considerado como uno de los mayores desafíos del siglo XXI, las proyecciones de científicos y ambientalistas indican que la escasez de alimentos, la falta de agua potable (producto del agotamiento de acuíferos), inundaciones y elevación del nivel del mar, consecuencias directas del cambio climático, serán las circunstancias que obligarán a desplazarse a más 50 millones de personas en los próximos diez años. Y al equivalente poblacional de uno de los cinco continentes a finales de siglo.
El mundo comienza así a conocer una nueva categoría de “refugiados”: aquellos que debido a graves problemas ambientales, se ven obligados a migrar hacia el interior de su país o fuera de él. Nos referimos a los llamados refugiados o desplazados ambientales o climáticos. Por primera vez, los refugiados ambientales superan en número a aquellos que escapan de la guerra. En el presente, el cambio climático está incidiendo en la calidad y cantidad de los alimentos disponibles para muchas poblaciones en el mundo.
Lo mismo ocurre con la carencia creciente del agua potable. En comunidades en India, China y México, por ejemplo, los acuíferos se han vaciado por completo, provocando que millones de personas se hayan visto en la necesidad de migrar. Una situación similar se relaciona con los desiertos que se están extendiendo. Científicos señalan que a causa del crecimiento del Gobi (región desértica situada al norte de China), hay “refugiados del desierto” que se mueven hacia Mongolia, Ningxia y Gansu, por lo que 4.000 comunidades se están enfrentando al despoblamiento. Lo mismo sucede en Irán, donde comunidades cercanas a Teherán han sido abandonadas por la expansión del desierto y la falta de agua.
La otra gran contingencia ambiental es la elevación del nivel del mar. Se prevé que producirá inundaciones extremas en China, India, Indonesia, Pakistán, Filipinas, Corea del Sur, Tailandia y Vietnam, lo que forzaría a millones de seres humanos a moverse hacia el interior de esos países, ya de por sí superpoblados.
Para males mayores, el 75 % de las poblaciones que serán azotadas por estas violentas migraciones climáticas, se encuentran en las áreas más pobres del planeta: África, Asia y América Latina. A pesar de que se cree que muchos tratarán de llegar a los países del norte, sus posibilidades económicas y las barreras fronterizas serán un freno y el grueso se desplazará entre las regiones vecinas o circundantes.
El debate se centra en que los refugiados climáticos, al igual que otros casos de refugiados o desplazados, sufren las mismas inequidades, injusticias sociales y desequilibrios económicos que viven muchos de los pobladores del planeta.
Sin embargo, sólo las víctimas de la violencia política o guerras tienen, a través de organizaciones internacionales, acceso a diferentes formas de asistencia financiera, albergues, comida, escuelas y clínicas. Los llamados “refugiados” o “emigrantes ambientales” aún no han sido reconocidos en las convenciones mundiales, lo cual les hace totalmente vulnerables. No obstante, se encuentran tan forzados como los emigrantes económicos o raciales, porque también huyen de las devastaciones ambientales que producen malas condiciones de vida y les persigue el hambre. Aun cuando los políticos consideran que las migraciones son una cuestión de orden público. La realidad demuestra que detrás de este fenómeno hay un reclamo de supervivencia: estas personas no tienen futuro ni posibilidades de sobrevivir en sus lugares de origen.
El derecho internacional no reconoce a los refugiados ambientales o climáticos. Las Convenciones de Ginebra adoptadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1951 solamente cubren a los refugiados políticos o raciales.
Es el momento de colocar el nuevo estatus de refugiado ambiental en la agenda internacional. Son la real emergencia del futuro.
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