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5 de enero de 2015

¿Qué es el “Efecto 2038″?


El "Efecto 2038" es un bug que, en cierta medida, se parece al "Efecto 2000" del que tanto se habló en 1999. Este bug, relativo a la codificación del tiempo en los sistemas de 32 bits, nos emplaza a un posible fallo de sistemas en enero del año 2034.

Aunque era algo que se conocía, en el año 1999 mucha gente entró en "modo pánico" cuando los informativos y periódicos no paraban de hablar del Efecto 2000. También conocido como Y2K, bajo este término se escondía un bug que podía afectar a sistemas muy antiguos que codificaban el año en dos dígitos; por tanto, la llegada del año 2000 y su "00" podría interpretarse como el año 1900 y se podría desatar el caos absoluto.

Llegó el 1 de enero del 2000 y, finalmente, no pasó nada grave. Los aviones no cayeron del cielo ni se produjo un apagón masivo en el suministro eléctrico, las empresas invirtieron en solventar el problema y todos los temores se quedaron en una especie de leyenda urbana que muchos recordamos como algo del pasado que, realmente, quedó amplificado por los medios de comunicación y algunas campañas gubernamentales algo exageradas.

Quizás sea demasiado pronto para pensar en ello y, por este motivo, no se conozca mucho pero el "Efecto 2000" no es el único bug relativo a las fechas que existe y, de hecho, dentro de 24 años nos enfrentaremos a algo parecido en lo que se conoce como el Efecto 2038.

El Efecto 2038

Dudo mucho que en el año 2038 nos enfrentemos a un apocalipsis como el que algunos anunciaban con la llegada del año 2000 aunque, en cierta medida, estamos hablando de un problema parecido.

En la norma IEEE 1003, también conocido como POSIX, se definen una serie de estándares que normalizan una serie de interfaces para sistemas operativos y, de esta forma, poder crear aplicaciones multiplataforma. Entre los estándares que define POSIX encontramos la medida de tiempos de los sistemas de 32 bits; es decir, el reloj que usan estos sistemas.

El reloj que tienen muchos computadores no es más que un contador de segundos que se va incrementando con cada segundo que pasa. La gracia de este sistema es que se toma una fecha como referencia y, cuando se quiere saber la hora, se mira el contador de segundos y se hace la traslación a formato de fecha tradicional (día, mes, año, hora, minutos y segundos). Concretemente, la fecha de referencia es el 1 de enero de 1970 y, por tanto, el tiempo se mide como el número de segundos que han pasado desde dicha referencia.

En un sistema de 32 bits, la variable del tiempo se codifica como un entero con signo y, por tanto, se deja un bit para almacenar el signo y los 31 bits restantes para codificar los segundos. Si hacemos el cálculo de 2 elevado a 31 obtenemos como resultado 2.147.483.648 segundos que es un equivalente a unos 68 años.

Efecto 2038

Dicho de otra forma, cuando lleguen las 03:14:07 UTC del 19 de enero de 2038, el contador de segundos llegará al máximo número que puede almacenar en positivo y, si se sigue incrementando, se saldrá del rango de los números positivos y, por desbordamiento, entrará en el intervalo de los números negativos. Tras llegar al número 2.147.483.647, el contador se trasladará, en el intervalo de un segundo, al -2.147.483.648 y la fecha del sistema pasará al 13 de diciembre de 1901.

Este gran salto al pasado, evidentemente, no es algo simple y es un bug que se mira con cierta atención porque, al igual que ocurría en 1999, nadie sabe a ciencia cierta los efectos que podría tener en los sistemas desplegados.

¿Son los 64 bits una solución al problema? Obviamente, migrar hacia sistemas de 64 bits elimina el problema pero existen muchos sistemas antiguos (por ejemplo basados en COBOL) que sí requerirán soluciones (o migraciones).

Si alguien tiene curiosidad con este tema, quizás le interese probar la herramienta de conversión que ofrecen en Epoch Converter.

Tomado de:

HiperTextual

6 de diciembre de 2010

Bioterrorismo: De la vacuna al 'supervirus'

Dos investigadores fueron acusados de apología del bioterrorismo al crear, hace diez años, un virus mortal. El caso suscitó un debate sobre la responsabilidad de los científicos.

Dios mío, esto es escalofriante". Ian Ramshaw y Ron Jackson se miraron, sorprendidos, tras analizar los resultados de una de sus investigaciones. Los científicos australianos habían modificado genéticamente el virus que causa la viruela en ratones, creando una nueva cepa que había causado la muerte de todos los animales involucrados en el estudio. El nuevo virus también había acabado con ratones previamente vacunados. Era finales del año 2000, y los biólogos tenían la primera evidencia científica de un virus que rebasaba la frontera de la vacunación.

Tras el logro, dudaron qué hacer con los resultados, despertando el gran dilema que les atormentaría los siguientes meses: se preguntaban si su investigación debería ser publicada o no, ya que la explicación de su descubrimiento podría provocar que mucha gente pensara que estaban creando la receta una potentísima arma biológica, aunque estaba controlada en el laboratorio y no afecta a humanos.

Todo comenzó en 1988, cuando Ron Jackson entró a trabajar en la organización de investigación en ciencia e industria de la Common-wealth, el CSIRO, en la división de control de pestes animales. En Australia, los conejos y los ratones devastan los campos y, con ellos, la economía. El objetivo inicial de Jackson era generar una vacuna que consiguiera esterilizar a los conejos, pero ciertas dificultades técnicas provocaron que se decidiera inicialmente realizar una "prueba de concepto" en ratones.

Dicha prueba consistía en introducir en el Virus Ectromelia (EV) que causa la viruela en ratones el gen ZP3 de los óvulos de las ratonas. Durante la infección con el virus modificado, las células infectadas producirían la proteína de los óvulos. El sistema inmunológico de los ratones podría identificar la proteína como propia de un virus, y empezaría a combatir y eliminar las células que la produjeran, esterilizando a los animales infectados.

En enero de 1998, Ron Jackson, junto con el experto en inmunología Ian Ramshaw, publicó que la prueba de concepto era válida. Al infectar ratones de laboratorio con el virus modificado, el 70% de las ratonas quedaban estériles tras el tratamiento. El problema surgió porque apenas funcionaba en otras cepas de ratón. El virus necesitaba nuevos factores que mejoraran su eficacia.

Disminuir la respuesta

La posible solución consistía en introducir al virus el gen de la Interleucina 4 (IL-4), una molécula reguladora del sistema inmunitario, para aumentar la producción de anticuerpos y disminuir la respuesta frente al virus. Precisamente, el peligro del virus EV-IL-4 está en la capacidad que demostró para mermar las defensas.

Publicar dicha información era tan necesario como peligroso. Todo dependía de las manos en las que cayera. Según Jackson, aunque su investigación "estaba movida por fines pacíficos y centrada en animales, no en humanos, había que ser un idiota para no ver que dicha tecnología era transferible."

Ambos científicos decidieron apoyarse en expertos en el campo, buscando asesoramiento. Frank Fenner, investigador en la John Curtis School, experto en poxvirus, fue uno de los elegidos por Ramshaw. Fenner pensaba que cualquier individuo que quisiera utilizar la investigación como receta bioterrorista se enfrentaría a numerosos obstáculos. En primer lugar, el efecto de la IL-4 sobre la viruela murina no tenía porqué ser el mismo que sobre la humana. Además, un virus que rompe la inmunidad de individuos vacunados implica un gran riesgo para quien quiera manipularlo. Por último, el supuesto supervirus no podría controlarse, y el terrorismo siempre ha buscado el control a cambio de terror, no simplemente el caos.

Jackson decidió comunicar los resultados del EV-IL-4 al director del CSIRO, quien a su vez lo trasladó a las autoridades competentes y universidades. Ni siquiera el Departamento de Defensa Australiano puso obstáculos a que el EV-IL-4 viera la luz.

Quien haría de la información una bomba de relojería sería Rachel Novack, una redactora de la revista New Scientist, que entrevistó a Ramshaw días antes de que saliera su artículo en la prensa científica. Su artículo Un virus de ratón manipulado nos deja a un paso del arma definitiva provocó que el CSIRO fuera objetivo de la prensa mundial, y que Ramshaw y Jackson pasaran de ser reputados investigadores reputados en vacunas a apologistas del bioterrorismo.

En medio de la tormenta mediática, Ramshaw recibió la llamada más extraña de su vida. "Un hombre de avanzada edad, que llamaba desde Londres, me dijo que había vida después de la muerte y que los muertos utilizaban las palabras para contactar con nosotros". No entendió nada. Hizo falta un email al día siguiente para entender la inquietud del anciano. "Me di cuenta que nuestro virus se llamaba EVIL [maldad, en inglés]", cuenta ahora a Público, diez años después.

Hoy, queda lejos el descrédito mediático sufrido. Ian Ramshaw es consciente de lo importante que era el artículo para New Scientist, ya que según el investigador, la revista "tiene un gran interés en problemas asociados con la ingeniería genética".

No se arrepiente de la entrevista. "Lo peor que podemos hacer como científicos es tratar de ocultar lo que estamos investigando; la sociedad ya sospecha de los científicos, y si tratamos de escondernos sólo llevará a incrementar la sospecha. No somos dioses que decidimos lo que podemos hacer y dónde lo hacemos. Cuanto más abiertos seamos, más respeto tendremos públicamente. Cualquier cosa científicamente interesante debe ser publicada", asegura.

Ramshaw es actualmente director del Centro Nacional de Bioseguridad australiano, creado en 2006 para facilitar el compromiso de la investigación con sus posibles riesgos. La organización que dirige reúne a expertos de diversas disciplinas, como la microbiología, la epidemiología, el derecho, la ética o la seguridad internacional. Ramshaw está acostumbrado a discutir sobre el llamado "doble uso" de la ciencia, e incluso ha encontrado en su anterior investigación nuevos dobles usos. "Creamos un virus transmisible que no mataba pero dejaba estéril, algo que no ha llamado la atención y que nunca debió examinarse", asegura.

Pero Ramshaw también defiende que el doble uso no sólo lo persiguen posibles bioterroristas anónimos. Diversos departamentos de defensa gubernamentales también modifican genéticamente patógenos para conocer su peligrosidad. Y su objetivo ya no es sólo realizar estudios en animales, sino conocer el potencial de diversos patógenos que sí afectan a humanos. Para Ramshaw, la biodefensa "sólo es una excusa para trabajar en dichas áreas, y está llegando demasiado lejos. Aunque la justificación sea la defensa, se pueden desarrollar organismos [que afecten a humanos] que no existen".

Fuente:

Publico Ciencias

19 de mayo de 2007

¿Cómo se imaginaban el año 2000 en 1900?

Creemos tener visión de futuro e intentamos vaticinar qué pasará en la guerra de formatos de alta definición. Pero nos tenemos en demasiada estima a nosotros mismos. En este blog hemos visto una serie de postales creadas en torno al año 1900, que reflejan cómo se pensaba entonces que sería la tecnología en el año 2000. Eso sí que es imaginación.

Distintas formas de cumplir una de las viejas fantasías del hombre: caminar por el agua.

Pasillos móviles, parecidos a los que hoy vemos en aeropuertos y estaciones de transporte público.

Hoy en día en muchos trenes intentan hacernos sentir como en casa. A principios del siglo XX pensaban que llevaríamos la casa a cuestas.

Una versión rudimentaria del Home Cinema.

Otra fantasía del hombre: volar. Nuestros antepasados pensaban que cada persona tendría su propia máquina voladora personal.

Y también otros con más capacidad, para irse de vacaciones de verano al Polo Norte.

Para evitar las inclemencias del tiempo, pensaban que las ciudades tendrían techo en el siglo XXI. Eso sí que es sufrir efecto invernadero

Pero, de todas formas, quizás también habían pensado en el cambio climático. Por eso se imaginaron una máquina para modificar el clima a nuestro gusto.

Los barcos sub-acuáticos sí que existen hoy en día, pero a principios de siglo se los imaginaban como algo con fines turísticos en lugar de militares.

Pero por si acaso no fructificaba lo de viajar por debajo del agua, también barajaban la posibilidad de hacerlo sobre ella a bordo de un tren.

Y, aunque por aquel entonces todavía no se había publicado el primer cómic de Superman, ya se pensaba en los rayos X para sorprender a los maleantes con las manos en la masa.

Según cuentan en el blog, todas estas postales formaban parte de una campaña publicitaria de Hildebrands, una empresa alemana que se dedicaba a fabricar y vender chocolates.

Vía: paleo-future


Tomado de:

tuexperto.com
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