‘Qhas qut zuñi hani hiwata’ significa en uro que los hombres del lago no han muerto. Es una forma de expresar en una lengua que se creyó extinta que el idioma y las costumbres de este pueblo flotante del Titicaca siguen presentes.
Un estudio sobre
las lenguas originarias del Perú, hecho en el 2012 para el Ministerio de
Educación (Minedu), identificó 37 lenguas desaparecidas. El uro era una
de ellas.
Se extinguió –o
al menos así se creía– porque estas comunidades que viven de la pesca,
recolección de huevos y caza de aves viajaban en balsas de totora desde
sus islas en el lago Titicaca hasta las penínsulas Capachica y
Chucuito para hacer trueque por habas, trigo, papa y otros alimentos.
Los agricultores de las penínsulas hablaban quechua y aimara. En esos
viajes de intercambio, el uro se transformó en una mezcla de tres
idiomas.
El profesor
Julio Vilca es un poblador uro que desde el 2001 investiga la lengua de
sus ancestros. “Comencé a viajar a Bolivia donde hay tres asentamientos
uro. Allá han avanzado mucho con apoyo del gobierno. Ya tienen hasta
libros para enseñar uro en las escuelas”, cuenta y saca de su maleta un
ejemplar.
Luego de varios
años de investigación, de reuniones con maestros de Bolivia y de
conversar con los pobladores más antiguos de las islas del Titicaca,
Vilca empezó a separar las palabras uro de las quechua y aimara.
Walakas (hola), xaskinkama (hasta luego), ana (no), jisa (sí), ancha sparakis (muchas gracias), islo (una
especie de pato), challwa (una especie de pez), tutura (totora) son
algunos vocablos que Vilca encontró. Ya hay más de 200 identificados. Ya
es posible conversar en uro.
Al ser el único maestro capaz de enseñar esta lengua originaria, el centro poblado de Los Uros
lo contrató para enseñar a los niños de las escuelas flotantes a hablar
en su propio idioma. Entonces, durante más de un año, el profesor Julio
Vilca navegó en el Titicaca con una balsa a motor. Así llegó hasta las aulas más remotas.
“Los niños sí
saben palabras uro, pero piensan que están hablando aimara. Yo les
enseñé los números, a saludar, los nombres de peces, los colores, las
partes de cuerpo. Se divierten mucho”, cuenta Vilca.
Él solo enseñó
hasta abril del 2017: el centro poblado de Los Uros no pudo seguir
financiado las clases porque no le alcanza con los S/ 5.400 mensuales
que le transfiere la Municipalidad Provincial de Puno. Ese dinero sirve,
básicamente, para mantener el Registro Civil de Los Uros y para el
sueldo de una secretaria, un administrador, un asesor externo y dos
trabajadores que en lancha sacan la basura del lago.