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28 de noviembre de 2018

Los habitantes del lago Titicaca se resisten a olvidar su lengua ancestral

Los ministerios de Cultura y Educación trabajan para revitalizar el idioma uro, ya que un estudio lingüístico del 2012 lo consideró extinto. Ya se identificaron unas 200 palabras originarias.


‘Qhas qut zuñi hani hiwata’ significa en uro que los hombres del lago no han muerto. Es una forma de expresar en una lengua que se creyó extinta que el idioma y las costumbres de este pueblo flotante del Titicaca siguen presentes.

Un estudio sobre las lenguas originarias del Perú, hecho en el 2012 para el Ministerio de Educación (Minedu), identificó 37 lenguas desaparecidas. El uro era una de ellas.

Se extinguió –o al menos así se creía– porque estas comunidades que viven de la pesca, recolección de huevos y caza de aves viajaban en balsas de totora desde sus islas en el lago Titicaca hasta las penínsulas Capachica y Chucuito para hacer trueque por habas, trigo, papa y otros alimentos. Los agricultores de las penínsulas hablaban quechua y aimara. En esos viajes de intercambio, el uro se transformó en una mezcla de tres idiomas.

El profesor Julio Vilca es un poblador uro que desde el 2001 investiga la lengua de sus ancestros. “Comencé a viajar a Bolivia donde hay tres asentamientos uro. Allá han avanzado mucho con apoyo del gobierno. Ya tienen hasta libros para enseñar uro en las escuelas”, cuenta y saca de su maleta un ejemplar.

Luego de varios años de investigación, de reuniones con maestros de Bolivia y de conversar con los pobladores más antiguos de las islas del Titicaca, Vilca empezó a separar las palabras uro de las quechua y aimara.

Walakas (hola), xaskinkama (hasta luego), ana (no), jisa (sí), ancha sparakis (muchas gracias), islo (una especie de pato), challwa (una especie de pez), tutura (totora) son algunos vocablos que Vilca encontró. Ya hay más de 200 identificados. Ya es posible conversar en uro.

Al ser el único maestro capaz de enseñar esta lengua originaria, el centro poblado de Los Uros lo contrató para enseñar a los niños de las escuelas flotantes a hablar en su propio idioma. Entonces, durante más de un año, el profesor Julio Vilca navegó en el Titicaca con una balsa a motor. Así llegó hasta las aulas más remotas.

“Los niños sí saben palabras uro, pero piensan que están hablando aimara. Yo les enseñé los números, a saludar, los nombres de peces, los colores, las partes de cuerpo. Se divierten mucho”, cuenta Vilca.
Él solo enseñó hasta abril del 2017: el centro poblado de Los Uros no pudo seguir financiado las clases porque no le alcanza con los S/ 5.400 mensuales que le transfiere la Municipalidad Provincial de Puno. Ese dinero sirve, básicamente, para mantener el Registro Civil de Los Uros y para el sueldo de una secretaria, un administrador, un asesor externo y dos trabajadores que en lancha sacan la basura del lago.


4 de mayo de 2008

Las totoras del lago Titicaca en peligro

Las totoras del lago Titicaca en peligro.

Excelente artículo publicado en el diario El Comercio, de Perú, donde se analiza el deterioro de la Reserva Nacional del
Titicaca.




La neurosis del clima está alterando el proceso de crecimiento de la totora, un recurso valioso para aquellos (seres humanos y animales) que habitan la ribera del lago.

Por Carlos Fernández Baca. Colaborador


Conforme avanzan los días, a Carlos Jallo Escobar le resulta cada vez más complicado ingresar al lago Titicaca en su bote para cortar
totora fresca y alimentar a su ganado. Los totorales que sobresalen en el espejo de agua no están verdes, como corresponde a esta época del año, sino resecos hasta en 40%. Lo peor es que seguirán marchitándose irremediablemente con la llegada de las heladas; él intuye, entonces, que desde julio deberá comprar pacas de forraje si quiere alimentar a sus reses para producir leche, que luego transformará en quesos que venderá en los mercados de la ciudad para sostener a su familia. De eso vive.


Pero el fenómeno no es reciente, y es esto lo que más preocupa. Él asegura que desde hace tres años viene observando esas mismas reacciones en los totorales que crecen frente a Huerta Huaraya, la comunidad donde vive. Además, el llacho, un alga muy nutritiva que también sirve de alimento a sus vacas, está desapareciendo y en su lugar aparece la puruma, otra alga que sus animales rechazan.


Carlos está preocupado: él es presidente del comité de conservación de los recursos naturales de su comunidad y, como tal, debe velar por preservar los alimentos que el lago les provee y que benefician a unas 200 familias.


Estos comités de conservación (17 en total) fueron organizados por la Reserva Nacional del Titicaca (RNT) precisamente para impedir la explotación irracional de los recursos naturales en el área (a través de la caza de aves silvestres o la pesca indiscriminada o la quema de totorales), y para preservar la belleza del paisaje y alentar entre los pobladores el uso de esos recursos en armonía con el medio ambiente. Pero todo ese esfuerzo parece inútil ante los cambios originados por factores climáticos que alteran lentamente el panorama de la reserva.




UN PROBLEMA MAYOR


El jefe de la RNT, David Araníbar Huaquisto, explica que el temprano envejecimiento de totorales se debe a las lluvias irregulares, las heladas meteorológicas anticipadas y otros factores que, además, afectan a la biodiversidad que ahí se desarrolla.


"El fenómeno comenzó hace tres años y no se sabe si continuará el año que viene. Es el típico efecto invernadero, es decir, el incremento de la temperatura en el día y su descenso en la noche, siempre entre 1,5 y 2 grados por encima o por debajo de los valores normales", explica.


Esa variación del factor climático está causando desórdenes en algunas plantas no leñosas y forrajeras que no logran adaptarse a las heladas meteorológicas de las noches, ni al exceso de calor en el día ni a las lluvias irregulares en la región. La totora (que crece entre diciembre y marzo) debería aflorar entre abril y mayo y luego pasar a la etapa de polinización, manteniéndose en un estado fenológico verde hasta en 90%.


Sin embargo, en abril de este año apenas conserva 40% de su verdor y su floración es débil y es casi seguro que no dará los frutos (semillas) esperados. Esto, además, altera el ciclo alimenticio de las especies de la reserva.


Al mismo tiempo, el temprano marchitamiento de la totora obligará a los pobladores a quemar grandes extensiones de totorales. Normalmente puede haber quema controlada de totorales entre julio y agosto con autorización de la RNT (esto ayuda a apurar el rebrote de la planta con la nueva temporada de lluvias); sin embargo, personas inescrupulosas que logran burlar la vigilancia de los guardaparques suelen iniciar quemas para la caza furtiva de aves silvestres --que luego comercializan en los mercados de la ciudad-- o para adelantar el proceso de rebrote de la totora.


Esta quema de totorales en forma descontrolada pone en riesgo el débil ecosistema de la reserva. Es decir, el problema es aun mayor.



CAMBIO DE HÁBITAT


En la RNT se concentran más de 23 mil hectáreas de totorales, que representan el 60% de todos los totorales existentes en el lago Titicaca. Se estima una biomasa de 1,9 millones de toneladas métricas de totora.


El peligro que supone el secamiento de los totorales radica en los perjuicios que sufrirán los procesos de reproducción de aves y peces (la RNT protege 35 variedades de aves silvestres, algunas en peligro de extinción, como el zambullidor del Titicaca, una especie única en el mundo). Al secarse los totorales, muchas aves migrarán hacia otras zonas por no tener lugares adecuados donde anidar. Lo mismo ocurriría con peces en peligro de extinción, como el suche y el maure, que desovan en las algas que rodean los totorales.


A ello se suma que en la ribera de la reserva viven unos 15 mil habitantes que subsisten directamente de los recursos que el lago les provee (como el forraje para el ganado que crían); otros 40 mil están relacionados indirectamente.


Nadie puede predecir cuáles serán los efectos finales del cambio climático en los totorales del Titicaca; por ahora solo queda esperar que el efecto invernadero no avance más. Pero la desaparición de los totorales sí tiene una posible solución: la RNT viene capacitando a las comunidades para que practiquen la cosecha de totora con cortes rotativos que permitan el rebrote en forma gradual y, de esta manera, evitar la quema indiscriminada.


Además, esta entidad elaboró un perfil de proyecto para transformar la totora en harina para alimento de ganado. El esfuerzo por darle este valor agregado permitiría que todas las familias que viven alrededor de la RNT obtengan nuevos ingresos económicos y puedan sostener a sus familias. Es la única manera.


Una razón de peso para proteger los totorales del lago
Es innegable que el cambio climático afecta a la Reserva Nacional del Titicaca y en general todo el área lacustre que comparten Perú y Bolivia. El director regional del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi-Puno), Hernán Saavedra, explica que estas anomalías se manifiestan con heladas en plena temporada de verano, y en el déficit de 40% en las precipitaciones con referencia a sus valores normales.


El nivel del lago, en el presente año, no alcanzó su valor normal de 3.810 metros sobre el nivel del mar. El déficit es de medio centímetro, que multiplicado por los 8.600 km2 del espejo de agua del lago, significa varios miles de metros cúbicos menos.


La contaminación que sufre la bahía interna de Puno no afecta a la Reserva Nacional del Titicaca. Esto se debe a la presencia de totorales, que actúan como barreras naturales ante el avance de la contaminación.


Según explica el jefe del Área de Ecología de la Facultad de Biología de la Universidad Nacional del Altiplano, Gilmar Goyzueta, los totorales absorben la materia orgánica compuesta por fósforo y nitrógeno, principales elementos de las aguas servidas.


Goyzueta sostiene que el manto de lentejas verdes que cubre parte de la bahía de Puno se concentra y puede observarse básicamente en la ribera de la ciudad y no así aguas adentro de la bahía. Esta es una razón más para preservar los totorales. Si no existieran los totorales, la contaminación sería mucho mayor.


MÁS DATOS
Una crisis que se vuelve constante

El efecto invernadero nace como consecuencia del proceso acelerado de tala y quema de bosques en la amazonía de Brasil, Bolivia y Perú. Sus efectos están apreciándose más en el Altiplano debido a su configuración geográfica.

A partir de las heladas registradas en marzo de este año en el Altiplano, se reportaron daños severos en cientos de hectáreas de cultivos de papa, quinua y otros alimentos de panllevar. Pero nunca se dijo que también habían afectado a los totorales. La alarma es evidente.

Fuente:

Diario El Comercio - Perú

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