Hay quienes
tienen más desarrollado el sentido del olfato o del tacto, muchos de
ellos incluso deciden abocarse a una profesión donde puedan explotar
dicha sensibilidad. La realidad es que todos asociamos los eventos de
nuestra vida a lo que vamos advirtiendo sensorialmente, esto es, a lo
que comemos, observamos, escuchamos, olemos y sentimos; una canción nos
puede llevar a cierto momento de la niñez o a recuperar algún estado de
ánimo. Así, en gran medida generamos un recuento de lo que nos ocurre de
acuerdo a la experiencia sensorial que nos queda impresa en la memoria.
Un estudio reciente determinó que
ciertos músicos son capaces no solo de tener una interpretación sonora
del mundo, sino que hasta pueden observar una sintonía mientras aprecian
el panorama de la realidad que se les va presentando. Al respecto, Randolph Blake, profesor de la Universidad de Vanderbilt y quien dirigió el estudio, observa:
Nuestra mente es muy
eficiente al ponernos en contacto con objetos y eventos en nuestro
ambiente visual, incluso es tan buena que el proceso parece automático y
sin necesidad de esfuerzo. De hecho, la mente está continuamente
operando como un perspicaz detective que utiliza pistas para descifrar
qué es lo sucede.
Un ejemplo de percepción influenciada de
manera bisensorial (dos sensaciones simultáneas) es cuando la ilusión
visual se ve influenciada por el sonido: cuando una persona ve un
disparo de luz acompañado de un par de pitidos, la persona percibe dos
disparos de luz, no solo uno.
¿Qué es lo que precisamente sucede con
los músicos? ¿Acaso son seres que pueden desentrañar la realidad
mientras van interpretando musicalmente lo vivido?
El descubrimiento del profesor Blake y
sus colegas sobre cómo las notas musicales pueden afectar lo que vemos
fue reportado en el estudio, titulado “Los sonidos melódicos abrillantan
la conciencia de notas musicales congruentes, pero solo si te es
posible leer música” (“Melodic sound enhances visual awareness of congruent musical notes, but only if you can read music”),
Blake es coautor del estudio junto con Chai-Youn Kim y dos estudiantes
de la Universidad de Corea en Seúl, Minyoung Lee y Sujin Kim.
Los investigadores citados recurrieron a
una clásica prueba llamada rivalidad binocular, la cual le presenta al
cerebro dos imágenes incompatibles (una por cada ojo), creando un
conflicto visual en donde la mente no puede concentrarse en una sola, ya
que a cada segundo la percepción fluctúa hacia la otra imagen y de
regreso.
Por una parte a los participantes se les
presentó una serie de contornos movibles, y por otra, una partitura
musical en desplazamiento, mientras la prueba se trataba de que
presionaran un botón al ver los contornos, y otro botón al ver la
partitura. Tal como se esperaba, la percepción cambiaba de un momento a
otro, con cada imagen siendo dominante por el mismo período de tiempo.
A continuación los investigadores
tocaron una melodía en los audífonos de cada participante mientras
realizaban la tarea; cuando escucharon la música, los participantes
reportaron que tenían tendencia a pasar más tiempo viendo la partitura
que los contornos en movimiento.
Para los participantes que no eran
músicos no importaba si la melodía se emparentaba con la partitura que
observaban, pero las personas que podían leer música expresaron que
veían la partitura por un período de tiempo mayor si esta resultaba
idéntica a la melodía que estaban escuchando.
Lo que esto implica, según los
investigadores, es que si el cerebro tiene información simbólica
abstracta como el lenguaje de las partituras musicales la utiliza para
interpretar el entorno, sin embargo esto solo sucede cuando una persona
tiene dicha noción almacenada en su conciencia.
Entonces suponemos que si un músico va
caminando por las calles mientras escucha alguna canción en sus
audífonos quizás va observando notas musicales trepadas en los autos,
edificios o debajo de las banquetas, realizando un paseo en el discurrir
de una partitura que aparece en el escenario al cual se va integrando.
Tomdo de:
Pijama Surf