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11 de febrero de 2020

El oro que crece en los árboles, una nueva vía para la minería

Los árboles parecen tener la clave para indicar la existencia de yacimientos de minerales preciosos. Siguiendo la presencia de estas partículas en las hojas, los científicos han conseguido mostrar cómo estos metales son transportados desde el subsuelo a través las raíces, dejando entrever cómo este hallazgo puede transformar la industria minera. 
Árboles como los eucaliptos, de raíces extensas y profundas, pueden transportar oro desde el subsuelo hasta sus hojas, indicando así la localización de depósitos del mineral. Crédito: Oat Phawat
La minería, una industria con miles de años de historia y fundamental para el desarrollo económico de muchas regiones del planeta, ha descubierto un nuevo lenguaje para entender lo que ocurre en el subsuelo sin tener que excavar. La clave está en el suelo. Pero también en la vegetación o en la nieve, capaces de reaccionar a los minerales que hay bajo tierra y revelar así la presencia de yacimiento de minerales preciosos como el oro. 
De hecho, las raíces de los árboles son la mejor conexión entre lo que ocurre en el suelo y lo que vemos en la superficie. Así lo ha demostrado un equipo de investigadores de la agencia científica australiana CSIRO liderado por Mel Lintern, que partiendo de este principio llevó a cabo un estudio basándose en las hojas de eucalipto de diversas zonas  de la región de Kalgoorlie (Australia) y otras cultivadas en invernaderos. El eucalipto crece en paisajes muy diversos y sus raíces pueden llegar hasta los 40 metros de profundidad. En 2013, la revista Nature publicaba la confirmación del origen de las pequeñas partículas de oro que había en las hojas de estos árboles. Una parte minúscula de este metal precioso se disuelve en forma de iones en el agua que las raíces absorben de la tierra. 

Al ser un mineral tóxico para las plantas, estas lo atrapan en pequeños cristales de oxalato de calcio, similares a las piedras del riñón en humanos y mamíferos, para evitar así que interfieran en su función celular normal.



Lea el artículo completo en: Canal Innovación


3 de diciembre de 2018

El primer avión sin hélices ni combustible levanta el vuelo

Funciona con "viento iónico", un principio físico también conocido como empuje electroaerodinámico e identificado hace décadas que describe un viento o empuje que puede producirse cuando pasa una corriente entre un electrodo delgado y otro grueso. Investigación publicada en "Nature".


Las baterías en el fuselaje (compartimiento marrón frente al plano) suministran voltaje a los electrodos (líneas horizontales azules / blancas) tendidas a lo largo del plano. Image: Christine Y. He - MIT
Un grupo de ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), en EEUU, ha logrado hacer volar el primer avión construido sin partes móviles como hélices o turbinas, y que además no depende de combustibles fósiles ni baterías, un hito publicado hoy en la revista Nature.

El avión en cuestión utiliza un sistema de propulsión denominado "viento iónico" y puede abrir la puerta a "un futuro con aeronaves más silenciosas y limpias", según afirma la revista en un editorial.

Además, el logro del equipo del MIT generará "comparaciones inevitables" con aquel primer vuelo con motor de los hermanos Wright de hace casi 115 años, anticipa Nature.

El avión de ala fija diseñado por Steven Barrett, profesor asociado de aeronáutica y astronáutica en el MIT, y sus colegas tiene una envergadura de 5 metros y pesa 2,45 kilogramos.

Los vuelos de prueba se realizaron en un gimnasio del Centro Atlético duPont del MIT, el espacio interior más grande que pudieron encontrar, y consiguieron que la aeronave atravesara con éxito los 60 metros de distancia de una punta a otra.

Repitieron el vuelo 10 veces con un rendimiento similar y el aparato voló a una altitud promedio de 0,47 metros.

Inspirado en la saga de "Star Trek", que veía con avidez cuando era niño, Barrett cuenta en el artículo publicado en Nature que hace nueve años empezó a pensar en diseñar un sistema de propulsión para aviones que no tuviera partes móviles como hélices, turbinas o ventiladores.



El artículo completo en: El Espectador

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