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3 de diciembre de 2018

El primer avión sin hélices ni combustible levanta el vuelo

Funciona con "viento iónico", un principio físico también conocido como empuje electroaerodinámico e identificado hace décadas que describe un viento o empuje que puede producirse cuando pasa una corriente entre un electrodo delgado y otro grueso. Investigación publicada en "Nature".


Las baterías en el fuselaje (compartimiento marrón frente al plano) suministran voltaje a los electrodos (líneas horizontales azules / blancas) tendidas a lo largo del plano. Image: Christine Y. He - MIT
Un grupo de ingenieros del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), en EEUU, ha logrado hacer volar el primer avión construido sin partes móviles como hélices o turbinas, y que además no depende de combustibles fósiles ni baterías, un hito publicado hoy en la revista Nature.

El avión en cuestión utiliza un sistema de propulsión denominado "viento iónico" y puede abrir la puerta a "un futuro con aeronaves más silenciosas y limpias", según afirma la revista en un editorial.

Además, el logro del equipo del MIT generará "comparaciones inevitables" con aquel primer vuelo con motor de los hermanos Wright de hace casi 115 años, anticipa Nature.

El avión de ala fija diseñado por Steven Barrett, profesor asociado de aeronáutica y astronáutica en el MIT, y sus colegas tiene una envergadura de 5 metros y pesa 2,45 kilogramos.

Los vuelos de prueba se realizaron en un gimnasio del Centro Atlético duPont del MIT, el espacio interior más grande que pudieron encontrar, y consiguieron que la aeronave atravesara con éxito los 60 metros de distancia de una punta a otra.

Repitieron el vuelo 10 veces con un rendimiento similar y el aparato voló a una altitud promedio de 0,47 metros.

Inspirado en la saga de "Star Trek", que veía con avidez cuando era niño, Barrett cuenta en el artículo publicado en Nature que hace nueve años empezó a pensar en diseñar un sistema de propulsión para aviones que no tuviera partes móviles como hélices, turbinas o ventiladores.



El artículo completo en: El Espectador

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