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5 de mayo de 2019

La versión original con subtítulos mejora la comprensión del inglés

Un informe concluye que los ciudadanos de países que proyectan cine y series en su idioma de origen con rótulos, en lugar del doblaje, obtienen mejores resultados en los exámenes lingüísticos.


Los subtítulos importan. Lo ha mostrado la reciente polémica con Netflix y los rótulos traducidos de Roma. Y lo afirma un estudio revisado y publicado ahora por la revista Journal of Economic Behavior and Organization, que sostiene que ver cine, series y programas de televisión en versión original, en lugar del doblaje, mejora el nivel de inglés. “Tiene un amplio efecto positivo”, defiende el informe, titulado ¿Tv o no Tv? El impacto de los subtítulos sobre las habilidades con el inglés.

El estudio toma como base principal el TOEFL, uno de los exámenes más conocidos del idioma más estudiado del mundo, y concluye que en los países que suelen subtitular filmes y series se obtienen resultados de 3,4 puntos mejores respecto a las áreas donde se apuesta por el doblaje. El informe también defiende que el efecto de los rótulos puede contribuir hasta en un 16,9% a la mejora en la puntuación en el TOEFL, sobre todo para el llamado listening, la capacidad de comprender el inglés al escucharlo.

De media, el 58% de la población se dice capaz de mantener una conversación en inglés en los países acostumbrados a la versión original, frente al 32% allá donde reina el doblaje, según el informe. El texto agrega que en Suecia, Finlandia, Noruega, Dinamarca o Países Bajos, nueve de cada 10 ciudadanos apoyan la afirmación: “Prefiero ver programas y películas extranjeras con subtítulos en lugar de doblados”. En Francia, España o Italia, solo el 30% se muestra de acuerdo, y en Alemania, el 20%.

El informe también se adentra en un análisis histórico y detecta una firme estabilidad en la elección del bando por parte de cada Estado: “Ninguno de los países de la OCDE ha pasado de un modelo a otro desde la Segunda Guerra Mundial”. Las costumbres asentadas entre el público, el mercado ya constituido y los costes fijos ya asumidos complican además cualquier modificación. La reconstrucción del estudio sostiene que el problema de la traducción cobró relevancia de la mano del avance del cine sonoro y que ya en los treinta Paramount Pictures tradujo “14 películas" a idiomas europeos.

Entre las razones por las que cada Estado escogió uno de los modelos —el tercero, el llamado voice-over, prevé una única voz que traduce a todos los actores, sin interpretación—, el informe identifica el tamaño del país, la importancia de su idioma y la cantidad de filmes importados como variables relevantes: naciones más pequeñas, menos pobladas, con lenguas con escasa difusión mundial y una menor producción nacional de cine tienden a optar por los subtítulos. El documento también recuerda que la presencia de regímenes dictatoriales en España, Italia o Alemania impuso, en su momento, el doblaje como vehículo de preservación del idioma, aunque el estudio no encuentra pruebas claras de que la mayor o menor democracia del sistema también explique la preferencia por los subtítulos o el doblaje.

El documento —elaborado por los profesores universitarios Augusto Rupérez Micola (ya fallecido), Ainoa Aparicio Fenoll y Albert Banal-Estañol, colaboradores de centros como la Pompeu Fabra de Barcelona, la Escuela de Finanzas de Luxemburgo o la Universidad de la City de Londres— analizó datos referidos al periodo entre 2008 y 2015 de 135 países del mundo. Sus conclusiones reconocen que su mensaje final es “sencillo” y que posiblemente no aporte una “respuesta definitiva”. Sí ofrece, en todo caso, números y análisis a un tema a menudo objeto de debate. De hecho, el documento también sugiere que los Estados podrían implementar políticas que favorezcan los subtítulos.

Tomado de: El País (España)

26 de diciembre de 2018

El sistema para aprender cualquier cosa (también alemán) en cuatro semanas

Idiomas, cocina, guitarra... ¿qué quiere saber?

Entre el trabajo, las horas que pasamos en el transporte, el cuidado de los hijos, las tareas domésticas... ¿Cuánto tiempo le queda al día para aprender cosas nuevas? ¿Hace cuántos años que se propuso aprender a tocar la guitarra, a chapurrear alemán, a hacer esferificaciones en la cocina o a bailar claqué?

Tenemos una buena noticia: solo necesita 20 horas en total para ser razonablemente hábil en cualquiera de esos campos. Y si no sabe de dónde sacar esa cantidad de tiempo, Benjamin Franklin nos dejó en herencia el secreto para encajar las sesiones que necesita en una agenda apretada como la suya.

La curva de aprendizaje se hace más plana a partir de las primeras 20 horas

Lo primero que debe aceptar es que probablemente no vaya a convertirse en un experto: no va a dar conciertos de guitarra en el Teatro Real ni a emplearse como intérprete de chino, pero sí adquirirá los conocimientos necesarios para defenderse. En 20 horas podrá situarse en un punto suficientemente alto de la curva de aprendizaje, el diagrama que ya en 1885 definió el filósofo y psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus y que hoy se utiliza, entre otras cosas, para evaluar procesos de productividad y de calidad en el ámbito empresarial. Consiste en el cruce de dos variables: el nivel de conocimiento de una materia y el tiempo que se dedica a su aprendizaje.
curva de aprendizaje
Según explica el escritor y conferenciante Josh Kauffman en su bestseller The first 20 hours. How to learn anything fast (Las primeras 20 horas. Cómo aprender cualquier cosa rápidamente), como se puede ver en la curva —junto a estas líneas—, hay un periodo inicial en el que se adquiere la mayoría de los conocimientos de una materia. A partir de ahí, el tiempo que se dedique a esta actividad será de perfeccionamiento, pero la mejoría será apenas imperceptible. Para Kauffman ese tiempo de escalada no son más de 20 horas.
Pero, ¿de dónde sacarlas y cómo distribuirlas? El político, periodista e inventor Benjamin Franklin usaba un método que también aplican muchas de las personas con éxito, según el análisis que ha hecho Michael Simmons, autor de bestsellers como The Student Success Manifesto (el manifiesto del éxito estudiantil) y escritor para cabeceras como Forbes, Fortune y Time. Simmons ha encontrado un patrón que se repite y al que ha llamado "la regla de las cinco horas". Franklin, asegura, solía arreglárselas para dedicar al menos una hora al día de lunes a viernes a aprender algo.

El artículo completo en: El País (España)


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